martes, 3 de abril de 2018

La Enseñanza Esotérica 12


LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA

( 12 )

Para considerar externamente es necesario ser pasivo hacia las otras personas. ¿Qué significa ser pasivo? Para responder a esta pregunta hay que recordar que el tema principal de la “Enseñanza” es el Trabajo sobre uno mismo. “Ser pasivo” significa que lo que en uno es activo, se vuelva pasivo; y lo que es pasivo, se vuelva activo. La personalidad, que es “activa”, debe llegar a ser “pasiva” de modo que la Esencia, que es “pasiva”, se convierta en “activa”. Esta es la idea principal del trabajo sobre uno mismo.
(...)

El Trabajo es como una segunda educación. Al principio, la vida debe desarrollar en nosotros la personalidad, de un modo tal que ésta rodee y cubra a la Esencia. Esta es la primera educación que recibimos. Luego, si un ser humano desea proseguir su desarrollo, la personalidad debe llegar a ser pasiva de modo que la Esencia pueda crecer y llegar a ser activa. Es fácil ver que tiene lugar, gradualmente, una inversión. Primeramente, un niño sólo nace con la Esencia, que es activa. Luego, la vida forma la personalidad en torno de la Esencia, y la personalidad se hace activa, mientras la Esencia se vuelve pasiva. Esta situación no experimentará cambio alguno a menos que un hombre empiece a trabajar sobre sí mismo. Si lo hace, la personalidad llegará a ser gradualmente pasiva y la Esencia volverá a ser activa. De este modo, hay tres orientaciones posibles: 1) en el niño, la Esencia es activa; 2) en el adulto, la personalidad es activa; y 3) en el caso de un hombre que trabaja sobre sí, la personalidad se hace pasiva y la Esencia se vuelve activa. Parece un galimatías, pero no lo es.
Llegar a ser pasivo respecto a la personalidad, significa una eventual separación de ella. Por la acción de la vida, se ha formado en cada uno de nosotros una cosa compleja y compuesta de varias partes llamada personalidad que suele estar integrada por una multitud de yoes. Ha sido formada por la imitación, por la costumbre, por la influencia del período en que se creció…; por ejemplo, por fantasías que derivan de las novelas, de los dramas, de las películas, por la atracción, por el culto de los héroes, y por mil y una otras influencias que actúan sobre nosotros desde el exterior y entran a través de los sentidos externos desde la vida exterior. Todo ello forma nuestro lado adquirido que es llamado personalidad. La “Esencia es la cosa con la que nacimos; la personalidad es lo que adquirimos.
Por lo tanto, eso que llamamos persona crece en torno de la Esencia original. Esta es la personalidad. Y todo ello debe tener lugar, porque la Esencia, por sí misma, no puede crecer más allá de cierto límite. Un hombre no puede crecer directamente desde la Esencia. Esta es una de las cosas extrañas que enseña el Trabajo.
A consecuencia de la formación de la personalidad, el centro de gravedad de la conciencia se traslada desde la Esencia a la personalidad adquirida. De este modo, por así decirlo, se pierde la base original y se llega a ser algo adquirido, algo inventado. El sentimiento del "yo" pasa, exteriormente, a toda clase de sentimientos que derivan de la vida. El ser humano pierde su estabilidad interior cuando su sentimiento de sí deriva de la vida, porque siempre está temeroso a lo que le pueda suceder, ya sea su fortuna, su posición, o su reputación. Este “temor” se debe a que se identifica con todo lo que la vida ha formado en él, pues se siente a sí mismo a través de la personalidad. “Cree” que él es esa “personalidad”. No admite la posibilidad de que exista otro sentimiento de sí que no derive de la vida y la personalidad. Pero es otro el sentimiento nos procura un sentido de estabilidad. Es desde ese muevo “sentir” como el ser humano comienza a sentirse libre, porque no depende de nada que se encuentre fuera de él, y por ello nada puede serle arrebatado. Tal ser humano deja de ser un esclavo de las cosas exteriores.
Al comienzo, en la niñez, todas nuestras experiencias son necesarias. Todas ellas forma nuestra conciencia de sí en la personalidad. Esa conciencia vive a través de la comparación con los otros, lo cual crea un centro de gravedad equivocado. Supongamos que uno llega a ser un gran pintor o un gran arquitecto. No escuchará de buen grado los elogios que se hagan a otro pintor u a otro arquitecto. ¿Por qué? Porque nuestro sentimiento de "yo" deriva de la personalidad y sentiremos como que se produce una pérdida de "yo", una pérdida del sentimiento de uno mismo, si somos aventajados por alguien. Todo ello ocurre por las ilusiones del "yo personal". Si tuviera un verdadero sentimiento de su auténtico "Yo", esta pérdida sería imposible. El verdadero "Yo" no existe, ni puede existir, por medio de la comparación. Lo comprenderán si decimos que la personalidad vive a través de compararse continuamente con los demás. Basta estudiarse o estudiar a los otros bajo esta luz, para ver con qué facilidad cualquier persona se conmueve o sufre por esta “pérdida”.
Fijémonos en los grandes postulados del Trabajo que conciernen a la “personalidad” y la “Esencia”. Toda evolución individual, todo verdadero desarrollo interior de sí, depende del crecimiento de la Esencia. Si una persona está llena de falsos sentimientos de "yo", de ideas inventadas sobre sí misma, no puede haber crecimiento de la Esencia. El verdadero cambio interior es un desarrollo de la Esencia, de la parte más real y profunda de nosotros mismos. Para que ello tenga lugar, la personalidad debe llegar a ser gradualmente pasiva. Este es el verdadero significado de ser pasivo. Es tornarse pasivo hacia la personalidad en uno mismo. De modo que cuando se dice que, en la verdadera consideración externa es preciso ser pasivo, lo que significa que se debe llegar a ser pasivo a las reacciones de la personalidad. Y esto exige un trabajo sobre si más consciente y más concentrado. Requiere un estado interior consciente muy activo. Y no debemos suponer que podemos alcanzar tal estado en un momento.
Debido a las distintas maneras en que se forman nuestras personalidades, todos tenemos caracteres distintos, aspectos peculiares que conforman nuestras maneras habituales de reaccionar a las circunstancias exteriores y a las otras personas. Solemos dar una gran valoración a estas diferencias en nuestras personalidades. Si no nos es posible observar nuestras reacciones típicas, nuestra forma habitual y mecánica de tomar las cosas y las gentes, nuestra acostumbrada conducta estereotipada, nuestras siempre repetidas manifestaciones desagradables, nuestros enfados y críticas, etc., está claro que ni siquiera nos daremos cuenta que nuestra personalidad es algo adquirido. Nos daremos a nosotros mismos por supuesto, siempre los mismos, en todo momento, aunque no seamos, tal como suponemos, una y la misma persona en cada momento,.
Tampoco somos algo firme. Si pudiéramos ver y comprender, con claridad, que no somos siempre una y la misma persona, no nos daríamos por supuesto, tal como lo hacemos. Una parte de nuestra vanidad y engreimiento, que mantiene unida la personalidad, nos abandonaría. Es preciso recordar que la personalidad es múltiple. Está compuesta de muchos "yoes" diferentes y contradictorios que hemos adquirido a lo largo de nuestra vida. Lo que llamamos “nuestra personalidad”, contiene además otras muchas cosas sobre las que, a menudo, habla el Trabajo: actitudes negativas, limitaciones, ilusorias imágenes de nosotros mismos, asociaciones mecánicas, canciones, antiguos discos de gramófono, nuestras formas habituales de imaginación, estados negativos, nuestras formas habituales de mentir y, en suma, todo cuanto el lado práctico de este Trabajo nos dice que debemos anotar y observar en nosotros mismos a lo largo de la vida.
Una vez que el Trabajo ha comenzado a actuar positivamente sobre una persona, todas estas formas de sentimiento de uno, todos esos sentimientos de "yo" que derivan de la personalidad, empiezan a disolverse. A este respecto, la acción del Trabajo es muy gradual, porque el trabajo interior actúa sobre nosotros con mucha suavidad, y sólo en la medida que cada uno de nosotros puede soportar. Cuando comenzamos a ver, realmente, un resultado en nosotros mismos, significa que podemos soportarlo. Si no podemos ver a ninguno de los "yoes" que nos integran, significa que aun no se está preparado para soportarlo. Verse a sí mismo tal como uno es en realidad sería intolerable. Por eso, la acción que el Trabajo ejerce sobre nosotros es gradual.
Regresemos al significado de “ser pasivo”. En su sentido más lato, significa “ser pasivo respecto a la personalidad” y, esto, a su vez, significa “ser pasivo” hacia uno mismo. Preguntémonos: ¿Nos es posible ser pasivos ante las objeciones que surgen de nosotros, en forma mecánica, como reacciones de nuestra múltiple personalidad, aunque solo sea durante cinco minutos? Os aconsejo que observéis cómo la personalidad de cada uno reacciona a todos y a todo en cada instante.
Es preciso trabajar sobre esta constante reacción mecánica, con el fin de ser pasivo hacia nosotros mismos. Y esto exige un constante estado consciente de Observación de sí. Nadie puede hacerlo durante mucho tiempo. Pero se puede practicar por un breve tiempo, digamos cinco minutos cada día. Es preciso observar el momento en que comenzamos a objetar interiormente, a observar qué reacciones surgen en uno mismo, y tratar de ser pasivos hacia esas reacciones, no hacia las gentes que las han provocado. ¿Lo habéis comprendido? Es preciso ser pasivos a nuestras reacciones, no hacia la gente contra la que mecánicamente reaccionamos. Para hacer esto, es preciso estar despierto interiormente y ser capaces de ver los diferentes "yoes" en uno, qué quieren decir estos y cómo desean obrar en cada momento.
Tratemos de aclarar este punto. ¿Comprendemos que hemos adquirido muchas cosas, las hemos integrado en nosotros y las tomamos como si realmente fueran “nosotros”? ¿Comprendemos que, debido a nuestra educación, nuestras limitaciones, todo cuanto nos ha sido enseñado…, tenemos toda clase de ideas, ambiciones, apreciaciones, valores, juicios, expectativas, modos de mostrar nuestra antipatía y simpatía, nuestras maneras características de hablar y, en suma, todas nuestras reacciones típicas hacia la vida? ¿Y acaso exageramos al decir que todas esas reacciones, construidas y adquiridas, son por lo general tomadas por nosotros como si fuéramos nosotros mismos? Creemos que las necesitamos, y que son naturales, porque pensamos que forman parte de nosotros. Aunque, el verdadero “nosotros”, nuestro verdadero "Yo", no sea ninguna de esas cosas que tomamos como nosotros mismos.
Para comprender lo que significa ser pasivos hacia nosotros mismos, pasivos hacia lo que siempre hemos tomado como nosotros, es preciso “no darnos por supuesto” como una entidad Una. No existe tal "Yo" unificado en nosotros. Cuando una persona, que está por completo identificada con su personalidad adquirida, dice, por ejemplo, "yo pienso esto", "yo pienso aquello"... El Trabajo pregunta: "¿Qué “yo” está hablando?"
Cuando uno se da a sí mismo por supuesto como algo (personalidad) unificado y sólido, la palabra “yo” nos brota de la boca a cada instante, sin que nos demos cuenta que, a cada instante, el que habla es un "yo" diferente. Un "yo" vocifera, mientras otro "yo" habla tiernamente y, así, sucesivamente. No nos daremos cuenta de que cada "yo" es diferente a los demás. Es un terrible impacto para nuestro auto-engreimiento advertir que no hay tal cosa como "Yo", que no somos un “Yo unificado”, algo que solo se alcanza al final y como resultado de muchos años de Trabajo sobre sí. Y, a menos que esto empiece a vislumbrarse, nunca seremos capaces de ser pasivos hacia nosotros mismos.
¿Acaso en nuestra primera educación no nos enseñaron a no salir, en la vida, con malas compañías? Nuestra segunda educación nos enseña a no estar acompañados por "yoes" equivocados dentro de nosotros. Nuestra primera educación es externa; nuestra segunda educación es interna. La vida no nos da la segunda educación. Sólo la Enseñanza Esotérica nos imparte la segunda educación, es decir, para quienes están buscando algo que difiera de la vida.
Todo este Trabajo se refiere a despertar al Hombre Consciente. Pero si no trabajamos sobre la personalidad, seguiremos siendo hombres mecánicos, hombres dormidos y, en ese caso, la “máquina” que creemos ser dirigirá nuestra expresión. Y como ella se hace cargo de todo, surgen, inevitablemente, un sinnúmero de problemas de los que no somos conscientes. Y aunque podamos presentir que existe otra realidad en uno, no nos permitirá hacer, ni hablar, ni sentir, ni pensar sobre ello. Aún así, por el mero hecho de percibirla, estaremos en una mejor posición que el que no la percibe.
Repito, y no me cansaré de hacerlo: en el Trabajo tenemos que comprender que estamos a merced de esa personalidad; que ésta es una artificio que nos controla. Por si alguien aún no lo ha entendido. ¿Qué es lo que se hace cargo de uno? Es una falsa personalidad, que nos pone bajo su control y hace que nos comportemos de la misma forma mecánica que lo hacemos siempre. Se apodera de nosotros y caemos dormidos bajo su poder. Esta es nuestra tragedia, la que no podemos cambiar, porque hasta olvidamos que deberíamos cambiar. Una vez que la falsa personalidad toma el control, todo se hace maquinalmente. Y, cuando esto ocurre, dejamos de verla, incluso como una máquina. Una cosa lleva a la otra siguiendo los fáciles senderos de la asociación y el hábito y, así, el hoy se asemeja a ayer y el mañana al hoy y al ayer.
Todo esto, a nosotros, nos parece lógico, razonable, justificado y natural. Pero cuando comenzamos a despertar un poco, a liberarnos del control de la personalidad, en algunos momentos, podemos entrever la máquina bajo cuyo poder nos encontramos. Comprendemos que nos encontramos en una prisión. Incluso llegamos a asustarnos de su poder y de su insistencia de querer controlarlo todo. También, entonces, comenzamos a comprender lo qué significa el Trabajo sobre sí, cuál es su tarea y contra quien debe uno luchar hasta el fin de su vida.
Esta personalidad modelada por la vida exterior, esta maquinaria, sea cual fuere la forma que adopte, es el dragón de los mitos y las leyendas que es preciso vencer. Hacer que la personalidad sea pasiva es, en esta Enseñanza, un trabajo permanente sobre nosotros mismos; un trabajo que tiene como base la observación de lo que ocurre en nuestros interior para no identificarnos con ello.
 Dado que esto es tan importante y tan difícil de entender, permitidme que plantee la cuestión de otra manera: ¿Somos capaces de comprender nuestra mecanicidad? Y, ¿Qué significa que comprendemos nuestra mecanicidad?
Significa que empezamos a darnos cuenta que somos una “máquina” que reacciona de forma automática a las influencias exteriores. Una máquina no actúa por si misma (no me refiero a las máquinas cibernéticas), sino que reacciona. Todo lo que tomamos como nuestras acciones individuales y conscientes solo son reacciones mecánicas. En otras palabras, comprender qué es la mecanicidad, es comprender que no podemos comportarnos de un modo diferente al que lo hacemos. El problema es que todos creemos que somos libres y que podemos actuar como deseemos o decidamos. Todos creemos que podemos decir esto o aquello por haberlo decidido nosotros, o hacer esto o aquello por haberlo escogido. El Trabajo nos dice que esto es una ilusión. Dice que es la primera gran ilusión que debe ser disipada por el trabajo práctico sobre uno mismo. El hombre, tal como es, no puede hacer. Con el fin de hacer, un hombre ha de Ser libre para hacer. Para poder hacer, primero debemos Ser. Y para Ser, debemos llegar a convertirnos en un ser unificado. Entonces seremos libres. Tal como somos, no somos libres, aunque acariciemos la idea de serlo. Todo cuanto hacemos ha sido dictado por lo que controla la máquina que somos; es decir, por la “matriz colectiva”, y por los que controlan esta matriz colectiva.  Este es uno de los principios fundamentales de esta enseñanza psicológica y de este Trabajo. Tal como somos, no podemos hacer. “Ello” hace en nosotros; la máquina "no hace". Esta es la metáfora.
Lo que esto significa es que debemos alcanzar esa etapa en que podamos subir al “pescante” y desde esa elevada situación podamos comprender que en nosotros hay dos hombres, uno que es activo y el otro que es pasivo. El hombre que es activo (la “falsa personalidad”) hace todo reaccionando a las impresiones que le llegan de fuera. El hombre pasivo (la “Esencia”), no puede hacer nada al comienzo. Sólo puede observar lo que el hombre activo hace y, durante largo tiempo, debe someterse a él, por más que a él le gustaría que las cosas fueran diferentes.
Llegar a ser pasivo hacia uno mismo es la primera etapa del Trabajo. Requiere una gran atención. La cuestión del control de la personalidad surge más tarde, no al principio. Antes que se plantee esta cuestión, hay que tener muy claro lo que significa llegar a ser pasivo para con uno mismo, lo que significa no identificarse con uno mismo en ningún momento, de otro modo estaremos todo el tiempo identificados con nosotros mismos. Esto incluye la totalidad de nosotros mismos, no sólo lo que personalmente creemos malo o negativo, sino todo.
El hombre pasivo (“Esencia”) aun no tiene la fuerza suficiente para cambiar nada en el hombre activo (“personalidad”), y controlarlo. Desgraciadamente, la gente, desde el principio, intenta controlar, intenta hacer, porque eso es lo hace la “falsa personalidad”. Esto es imposible, a menos que sepamos cual es el punto exacto de control. Este punto deriva del fortalecimiento gradual del hombre pasivo.

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