domingo, 11 de marzo de 2018

La Enseñanza Esotérica 11


LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA

( 11 )


Vamos a continuar hablando de la consideración exterior. Esta no produce "emociones de sí", sino "emociones de los otros". Para relacionarnos comprensivamente con nuestro prójimo necesitamos de la consideración exterior, pues hemos de ponernos a nosotros mismos en el lugar de los demás, hemos de tratar de entender en nosotros las dificultades de las demás personas. En la práctica de la consideración exterior es preciso comprender que las otras personas son “espejos” que reflejan nuestra propia imagen, imagen que nos ofrece lo que hay en nosotros, aunque no lo veamos o no queramos verlo. Cuando hallamos llenado un álbum con fotografías de nosotros mismos, fotografía sacadas a través de una larga y prolongada auto-observación, entonces, no tendremos que indagar mucho para encontrar en nuestro interior aquello que tanto nos desagrada y molesta de las otras personas; solo entonces, podremos ponernos en el lugar de esa persona, porque comprenderemos que ella tiene el mismo problema, así como las mismas dificultades, que tenemos nosotros.
(...)

No podrá haber un desarrollo correcto de nuestras emociones sin la práctica de la consideración exterior.  La valoración del Trabajo y la práctica de la consideración exterior limpian y desarrollan nuestro Centro Emocional. Cuanto más valoremos el Trabajo, menos poder tendrá la falsa personalidad, tendremos menos vanidad y menos importante nos consideraremos. No se trata de hacer el bien, cuando en realidad pretendemos lo contrario. Es inútil mostrar nuestra cara agradable a las otras personas, cuando en realidad las aborrecemos de corazón.
Todo el Trabajo depende de esta sinceridad interior. La consideración exterior no es “hipocresía”, no son "buenas obras", no es “caridad cristiana” tal y como la entiende la Iglesia, sino una cuestión de actitud interior. Cuando encontramos en nosotros mismos aquello que censuramos en otras personas, se produce el efecto mágico de poner fin a nuestro estado negativo. Este es el verdadero "perdón".
Solemos sorprendernos cuando alguien nos señala una equivocación. Entonces decimos: "Sí, me temo que esto ha sido culpa mía." Aunque si nos responden: “Si, eso es verdad”. Entonces, nos sentiremos heridos y ofendidos. Esto se debe a que es muy difícil que creamos que algo anda mal en nosotros, ya que el estado de sueño (inconsciencia) en que estamos sumidos y que afecta a toda la Humanidad, es muy profundo. La Observación de sí, si se practica con sinceridad, nos duele. Dejar penetrar un rayo de Luz, pone fin a que crezcan en nuestro interior toda clase de “malezas” que son alimentadas por nuestra consideración interior y por nuestra autocompasión, entonces dejaremos de cantar nuestras tristes canciones porque estaremos comenzando a comprender que somos “nadidad”, el primer paso para poder llegar a ser “algo”.
Otra forma de consideración interior es la que descansa en el sentimiento de que “la vida nos ha engañado” por no ofrecernos una mejor situación. El Trabajo pone mucho énfasis al señalar que cada uno debe comenzar el trabajo desde el nivel en que se encuentra, sin juzgarse y sin juzgarlo. Las condiciones en que uno se encuentra al comenzar el Trabajo, son las condiciones correctas para cada uno. Suele ser sorprendente las estrechas opiniones de las gentes sobre lo que debiera ser la vida en general y la suya en particular. Todo el mundo cree tener una o varias recetas para arreglas la vida y, cuando su propia vida no se corresponde con esas recetas, se la juzga cómo algo vano e inútil.
Desde esta perspectiva, solemos entregarnos a la consideración interior y sentimos que todo se ha puesto en contra nuestra, que Dios y el Universo nos han abandonado. Ello ocurre, sencillamente, porque no sabemos encarar nuestra vida de una forma correcta. No nos damos cuenta que tenemos exigencias que nunca podrán ser satisfechas. Es como si entramos en una frutería y pedimos una lavadora. No debemos pedir a la vida lo que esta no puede darnos. Las fuerzas hipnóticas que nos mantienen dormidos son las mismas para todos. Si nuestro propósito es el despertar, entonces, no importará cuales sean nuestras circunstancias, si pretendemos que, por algún “milagro”, se nos solucione el problema.
En Oriente existe un Yoga llamado Karma Yoga. Algunos lo definen como la “ciencia de la acción con la no identificación”, que muchos confunden con “la acción sin identificación”. No es lo mismo. La esencia del Karma Yoga se basa en hacer frente a las cosas desagradables al igual que a las cosas agradables, porque no se trata de evitar solo las cosas desagradables, que es lo que suele hacer la gente. Toda la vida, la agradable y la desagradable, debe ser enfrentada sin que nos identifiquemos con ella. Si lo conseguimos, es entonces cuando la vida llega a ser nuestra maestra. Nada cambiará en nosotros mientras nos identifiquemos con cualquier realidad de la vida. Vivir sin identificación no significa un actuar vacío, sino hacerlo desde esa base real que es la comprensión de lo que es la vida. No se puede comprender la vida en función de si misma, el Karma Yoga proporciona a la vida un significado, y es a través de este significado como esta puede enseñarnos. Lo mismo hace el Trabajo, nos proporciona un significado sobre lo que es la vida.
A pesar de que esta Enseñanza nos fue transmitida hace varios miles de años, aún no hemos logrado evitar que sigamos considerando internamente todo aquello que concierne a nuestras circunstancias en relación con la vida. Puesto que la consideración interior es una forma de identificación, es necesario comprender que la práctica de no-identificarse es lo que se ha llamado desapego. Cuando comprendemos que la consideración interior puede llegar a convertirse en una enfermedad que puede destruirnos, entonces, haremos todo cuanto esté en nuestra mano para deshacernos de ella.
Tengo que aclararos algo antes de que me lo preguntéis. Yo no tengo y no se si existe algún remedio para la consideración interior. A lo mejor es que no lo hay, en el sentido que vosotros/as entendéis el concepto “remedio”. Lo que si conozco es un método de trabajo: observarnos a nosotros mismos y darnos cuenta del daño que esta forma de consideración nos hace; así lograremos un fuerte deseo para liberarnos de ella. Primero necesitamos verla en nosotros mismos, luego hemos de encararla seriamente, junto con las demás cosas que en el Trabajo se nos pide que practiquemos. Las diferentes partes del Trabajo interactúan entre sí, ya que éste, en sí mismo es un organismo vivo.
Recordemos que en todas las “Escuelas Esotéricas” de forma más o menos explícita, encontramos tres líneas de Trabajo: el “trabajo sobre uno mismo”, el “trabajo para y con los demás”, y el “trabajo por el trabajo”. Así las formula el Sistema de Gurdjieff. Pues bien, la práctica de la “consideración externa”, debe ser aplicada, simultáneamente, a estas tres líneas de trabajo, porque esas líneas tampoco están separadas, sino que forman una unidad que se expresa a través de tres aspectos. Cuando nos encontramos demasiado auto-centrados, es decir: que aunque pensemos en nosotros mismos o en los demás, seguimos siendo un centro, estaremos trabajando solo a través de la primera línea de Trabajo, la del Trabajo sobre uno mismo y ello de forma muy limitada. La segunda línea del Trabajo tiene que ver con las otras personas y nuestra actitud hacia ellas. Esto también nos exige el trabajo sobre si, lo que no significa que tengamos que soportar las manifestaciones desagradables de los demás, aunque debemos recordar que ellos también tienen que soportar las nuestras.
Cada uno de nosotros tiene una forma, más o menos fija, de relacionarse con los demás. Esta forma está condicionada por nuestras actitudes y nuestras barreras. Vemos a los demás a través d ellas. Por lo general, si la mayoría de las otras personas no nos gustan o no nos caen bien, instintivamente, las convertimos en “enemigas” y expresamos “hostilidad” contra ellas. Si nos observamos internamente, cuando nos cruzamos con una persona que no nos cae bien, descubriremos como nuestros músculos se tensan. No se trata de fingir simpatía hacia esa persona, sino de trabajar en nuestro sentimiento de antipatía. No se puede considerar externamente a otra persona, si sentimos antipatía por ella.
Simpatía y antipatía son los dos extremos de algo llamado “empatía”, por lo que no debemos identificarnos con esos extremos ni permitir que, tanto una como la otra, se conviertan en algo mecánico en nosotros. La Observación de sí nos permite darnos cuenta de un hecho: en nuestra relación con las personas solemos tener dos memorias. Cuando somos negativos sólo recordamos las cosas desagradables; cuando no somos negativos las olvidamos. A veces solemos tener una vaga idea de lo que significa un trato justo en lo que respecta a nuestra conducta con los demás; pero es necesario que seamos justos, en nosotros mismos, hacia los demás y esto es, en realidad, la forma del Trabajo sobre sí sobre la consideración externa.
A veces suele crecer en nuestro interior, como si fuera una colmena, un enjambre de pensamientos y sentimientos desagradables en relación con otras personas. Cuando comienzan a volar, su zumbido nos aturde y no podemos impedir que entren en nuestra conciencia; es más, les abrimos la puerta voluntariamente. ¿Acaso podemos cerrarles la puerta? ¿Nos importa algo el respeto que podamos sentir por nosotros mismos, o el podamos sentir por las otras personas? ¿Cómo impedir que este “veneno nos destruya?
Para neutralizarlo, tendríamos que echar manos de toda nuestra inteligencia y sinceridad. Pero eso solo no basta, necesitamos la memoria de lo que hemos aprendido en nuestro Trabajo para poder tratar, imparcial e impersonalmente, dentro de nosotros, a las otras personas. Tendríamos que ponernos en el lugar de la otra persona. Tendríamos que desechar todas nuestras justificaciones y, sobre todo, tendríamos que recordar lo que hemos observado en nosotros mismos sobre lo que en realidad somos, antes de criticar con tanta facilidad a las otras personas. En realidad, no tenemos ninguna necesidad de considerarlas internamente. Por desgracia este hecho constituye la base de nuestras relaciones. ¿Acaso no habéis notado, cuando observáis una relación entre dos personas que, por regla general, una de ellas tiende a considerar más externamente, mientras que la otra suele hacerlo más internamente, quejándose de todo?
La consideración exterior debe penetrar profundamente en nosotros a una mayor profundidad que lo hace la vida, pues ello purifica nuestro Centro Emocional, que se encuentra drogado con tanta emoción negativa, tanta vanidad y tanto engreimiento. Considerar a las personas externamente, es decir, aceptarlas tal y como son, requiere de un esfuerzo consciente. Mientras que la consideración interior es algo mecánico que no requiere esfuerzo, pues una vez que empieza fluye por si misma y crece por sí misma, del mismo modo que lo hacen las emociones negativas. Dado que la consideración exterior requiere de un esfuerzo consciente, ese esfuerzo conciente cambia nuestro nivel de ser.
Pongamos un ejemplo: Entramos en un restaurante y observamos al Maître. Se acerca y nos atiende. Parece un hombre inteligente que ha aprendido a observar lo que gusta a los clientes, sobre todo a los asiduos: cuáles son sus peculiaridades, qué esperan de él, en qué forma se irritan, qué alimentos prefieren, y así sucesivamente. Evidentemente, saca provecho de ello. Ha aprendido a adaptarse a las necesidades de las otras personas. Incluso se desvive poniendo todo su amor en su trabajo. Tiene tacto, es observador, se borra a si mismo de la escena… Aunque todo esto solo es una “representación” ya que el camarero está representando un papel. Las normas he han llevado a hacerlo así. Esto no es “consideración exterior” según el Trabajo, sino “consideración interior”. Aunque hay “algo” que puede llegar a ser diferente. Tal vez porque aprendió a conocer lo que significa la vida y el valor que supone tratar a las personas amable y educadamente, con respeto y cariño, puede que a esa persona le sea más fácil aprender la verdadera consideración exterior.
Pretendo que entendáis que el tipo de consideración exterior que muestra el “Maître”, no es la misma que la que necesitamos desarrollar en este Trabajo. Puesto que el Trabajo y la Enseñanza tienen una finalidad: tratar que las gentes despierten; que no se identifiquen con todo; que no sean esclavas de inútiles estados negativos; que sus mentes no estén vacías…; si seguimos haciendo cuentas unos de otros, por medio de nuestro desprecio, las charlas malintencionadas, el asesinato psicológico de los demás, etc., todo el Trabajo sobre si se resiente o se pierde. En este proceso llamado “despertar”, una cosa depende de la otra. Por ello hay que ser sincero con uno mismo. Solo entonces, comenzaremos a comprender por que es necesario considerar externamente para cambiar las cosas en uno mismo con respecto a los demás.
La consideración exterior, en el Trabajo, no es algo superficial, sino algo profundo. Al principio, es necesario practicar la consideración exterior de un modo más externo, como en el caso del “Maître”, aunque con una mayor calidad. Cuanto mas sincera sea nuestra observación, mejor será su calidad. Cuánto más superficial y fingida, peor será. Nos cuesta darnos cuenta que las otras personas también tienen sus propios sufrimientos. ¿Qué es lo que provoca en nosotros la consideración interior? Hagámonos esta pregunta: ¿En qué punto, o dónde, se empieza a hacer cuentas?
Comenzamos a sentir que no somos apreciados en la debida forma, cuando nos sentimos subestimados. El camarero no acude cuando le llamamos; el dependiente de un comercio nos ignora y atiende primero a otra persona; quizás, en la calle, la gente no se fija en nosotros, o no nos presta suficiente atención; algunos conocidos persisten en ignorarnos; o nos enteramos de que alguien dijo de nosotros algo desagradable. Un montón de incidentes nimios nos desconciertan fácilmente, el camarero, el dependiente del comercio…, todos van llenado nuestro libro de pequeñas cuentas que, con el tiempo, se transforman en hábitos.
Cualquier cuenta que cobrar a los demás, algunas guardadas desde hace mucho tiempo, comienza con la misteriosa cuestión de la valoración que tenemos de nosotros mismos. Si observo lo que ocurre en mi interior podré preguntarme: "¿Qué es aquello que en mí se ofende en este caso?" Esto que observo en mi, ¿es una imagen de mí mismo? ¿Es un "Yo" imaginario? ¿Es mi falsa personalidad? ¿Qué hay en el fondo de todo esto?
La respuesta es simple: nos hemos identificado con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Todas las formas de consideración interior, una de las cuales es culpar a otra persona, pertenecen a la identificación. El Trabajo dice que debemos estudiar la identificación hasta sus mismas raíces. Únicamente nos ofendemos cuando estamos identificados con nuestra imagen. Y el Trabajo señala que para analizar nuestra identificación debemos comenzar con el estudio del punto donde nos hemos identificado con nosotros mismos.
A muchos les cuesta comprender lo que significa la consideración externa; en cambio, a otros, lo que significa la consideración interna. Hasta que no comprendamos con claridad lo que significa una y la otra, no podremos practicar una y poner fin a la otra. La consideración externa requiere que nos situemos en la posición de esa persona y ello supone pensar en nosotros mismos como si fuéramos la otra persona, teniendo que hacer las mismas cosas, enfrentando las mismas dificultades, los mismos impedimentos, la misma vida.
Ahora bien, si reflexionamos sobre este paso preliminar, veremos que la consideración externa se encuentra más allá de la indiferencia. Para ponernos en la situación de otra persona, es preciso apelar a la propia comprensión. Exige un esfuerzo dirigido de la mente y de los sentimientos, no sólo una vez, sino muchas. Por ello, si nos sentimos siempre preocupados por nuestros problemas personales y por la forma en que somos tratados, seremos incapaces de hacerlo, y seguiremos tomando la vida desde el punto de vista de la consideración interior.
El objetivo de este Trabajo es llegar a ser más conscientes. La Observación de sí hace que tomemos conciencia de nosotros mismos; la consideración exterior hace que también tengamos conciencia de nuestro prójimo. A través de la consideración exterior, pueden sernos revelados aspectos de nuestra interioridad de los que no teníamos conciencia. Veamos ejemplo: pongámonos en la posición de otra persona; al cabo de algún tiempo nos daremos cuenta que lo que pretendemos es que dicha persona se comporte de una manera que a nosotros nunca se nos ocurriría hacerlo, o soportar situaciones que nosotros no soportaríamos ni un momento. Al darnos cuenta de ello, hemos alcanzado más conciencia y la próxima vez no intentaremos que se comporte como nosotros, sino que la dejaremos que sea ella misma. Al hacerlo, estaremos considerando externamente.
Las personas muy exigentes suelen esperar demasiado de los demás, y si no obtienen lo que esperan, se sienten desengañadas y sienten que se les debe algo. Es decir, en la vida de estas personas se forma un fondo de consideración interior. Esto las amarga. Sienten que deben saldar cuentas. Para una persona de esta clase, la consideración exterior se hace muy difícil.
Al darnos cuenta que esperamos de la otra persona algo que nosotros nunca haríamos, también nos daremos cuenta que ella es diferente de nosotros, que su comportamiento es diferente, que su oposición a las cosas también es diferente, etc. Supongamos que siempre nos hemos comparado con otras personas, eso si, de forma favorable para nosotros, pues tenemos la absoluta seguridad de que aquello desagradables que observamos en los demás no existe en nosotros. ¿No nos sorprendería si, de pronto, se nos revelara que también somos injustos?
Se cuenta una historia sobre un hombre que después de haber muerto, fue al “más allá” y allí se encontró rodeado de un gran número de personas; conocía a algunas y les tenía simpatía, también conocía a otras, pero les tenía antipatía. Pero, entre esas personas, había una a la que no conocía, y que sin saber por qué le cayó fatal. A partir de ese momento no podía soportarla. Todo cuanto esta persona decía, lo enfurecía y le disgustaba: sus maneras, sus hábitos, su pereza, su falta de sinceridad al hablar, sus expresiones faciales; también sentía que podía leer los pensamientos y los sentimientos de esa persona y conocer sus secretos, de hecho, toda su vida. Preguntó a los otros quién era esa persona tan desagradable. Le contestaron: "Aquí tenemos espejos especiales, que son diferentes de los que hay en el mundo de donde vienes. Ese hombre es usted mismo."
Supongamos que nos vemos obligados a vivir con una persona que somos nosotros mismos. Quizás sea esto lo que debamos hacer. Si no hemos practicado la Observación de sí, es posible que imaginemos que este es un mundo encantador y que, si los demás fueran como nosotros, el mundo sería un lugar feliz. ¡Ni nuestra vanidad ni nuestro engreimiento carecen de límites!
Al ponernos en la posición de la otra persona, nos ponemos también en su punto de vista y, con ello, veremos como ve ella, como oye ella, y experimentaremos como ella experimenta su conducta cotidiana. Y lo haremos sin identificación. Entonces podremos deshacernos de esas ideas que nos hemos forjado sobre nosotros mismos, y nuestros “espejos” se limpiaran, permitiendo que nos reconozcamos en el otro porque hemos comprendido cuál es la situación de la otra persona, cuáles son sus dificultades, y qué sentido tendría que viviera como yo quiero que viva. No se trata de que otra persona se de cuenta de su dificultad, sino de que nosotros comprendamos lo difícil que le sería a la otra persona soportarnos. Lo que os acabo de explicar no es fácil de entender. Quizás creáis o imaginéis que ya lo sabéis. Es posible que lo hayáis oído, pero se necesita toda una vida para conocer todas sus implicaciones.
En el Trabajo, las relaciones personales son importantes. Pero serían imposibles sin la consideración exterior. Por ello, la relación que mantengamos los unos con los otros debe ser a través del Trabajo. Éste y sus enseñanzas deben interactuar entre cada uno de nosotros y la otra persona. Es menester contemplarnos los unos a los otros a través de esa ventana común que es el Trabajo. Es preciso relacionarse a través de la valoración común del Trabajo, porque si no nos entregaremos a la consideración interior.
La consideración exterior limpia y libera. Nos une a lo que nos falta, permitiendo que veamos el otro lado de las cosas y que comprendamos las consecuencias de nuestros actos. Cancela todos nuestros sentimientos de ser acreedores, haciendo que desaparezcan.

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