lunes, 19 de febrero de 2018

La Enseñpanza Esotérica 10



LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA
( 10 )

Los prejuicios, la intolerancia y la violencia que nos impiden ser “espíritus sanos” tienen su origen en nuestras “consideraciones internas”. Según el diccionario, una de las acepciones de “considerar” es “juzgar”. Tendremos en cuenta este significado para comprender a que se refiere eso de “considerar internamente”.
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Entre la multitud de cosas que debemos observar en nosotros mismos, a fin de poder trabajar sobre ellas, se encuentra ese estado psicológico llamado “consideración interna”. Se refiere a un proceso que nos roba una enorme cantidad de energía y, como todas las cosas que nos “roban” nuestra energía inútilmente, nos mantiene dormidos. Dormidos en la conciencia.
La “consideración interna” es un aspecto de la identificación. La identificación, es el acto de sentirnos idénticos o identificados con personas y cosas. En todos sus diferentes aspectos, es uno de los objetivos más importantes del Trabajo sobre sí. Cuando nos identificamos con todo, nos hacemos incapaces de recordar quienes somos. Por ello, es preciso no identificarnos y, para conseguirlo, debemos aprender, ante todo, a no identificarnos, tampoco, con nosotros mismos.
Una de las formas más frecuentes de “consideración interna” es pensar sobre lo que los demás piensan de nosotros, cómo nos tratan y qué talantes nos ofrecen. Solemos sentir que no nos dan el valor que creemos merecer y esto nos atormenta, y nos hace sospechar de los demás; ello provoca en nosotros una enorme pérdida de energía, pues nos lleva a desarrollar una actitud desconfiada y hostil.
Otra forma de identificación muy común, e íntimamente relacionada con lo anterior, es la que se llama “saldar cuentas”. Comenzamos por sentir que las gentes nos debe algo, que merecemos un trato mejor, que merecemos alguna forma de recompensa o gratificación, reconocimiento por lo que hacemos; así vamos anotando todo esto en un “libro de cuentas psicológico” cuyas páginas giran continuamente en nuestra mente. Igualmente nos compadecemos de nuestra suerte, hasta el punto que, a la menor insinuación por parte de otros sobre nuestra suerte, sacamos a colación nuestros sufrimientos. Todas las “cuentas” de este género, todos los sentimientos que se refieren a lo que nos debe la gente y a que nosotros no debemos nada, tienen inmensas consecuencias psicológicas para nuestro desarrollo interior.
En el Trabajo, sólo podemos crecer mediante el “perdón de nuestras faltas”. Es decir, a no ser que cancelemos nuestras deudas internas, nada crecerá en nosotros. Lo dice una Oración: "Perdónanos nuestras deudas, como nosotros perdonamos a nuestros deudores." El sentimiento de que nos deben algo, pone fin a toda evolución interior. Si no vencemos esta sensación de deuda, nada es posible. Jesús recomendaba que hemos de  hacer las paces con nuestros enemigos dentro de nosotros, una paz interior.
"Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, en tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante." (Mateo, V, 25, 26.)
Si psicológicamente demandamos “cada libra de carne”, o cada "céntimo", de aquellos que creemos que nos deben algo; si le obligamos a que nos pida disculpas y se humillen para darnos cumplida satisfacción, entonces, estaremos bajo esa exigente Ley sobre la que se nos advierte que es preciso escapar. Es como ponernos a nosotros mismos en la cárcel; es situarnos bajo leyes innecesarias; y no podremos salir de ellas mientras no paguemos todas nuestras propias deudas.
Existe una Ley de Misericordia, llamada también “Compasión”, es decir: una influencia más alta que la ley literal de “ojo por ojo”, que es la ley del hombre violento. Si deseamos ponernos bajo mejores influencias, es preciso que nos comportemos de un modo diferente, que tomemos los eventos de un modo diferente. Para ello debemos situarnos bajo la influencia del Trabajo y obedecer sus indicaciones. En el Trabajo no se alientan ni las emociones negativas, ni la consideración interior, ni el hacer cuentas, ni los sentimientos de violencia, ni la envidia, etc. Mientras hagamos “cuentas interiores”, siempre sentiremos que alguien nos debe algo.
Reflexionemos sobre lo que esto significa; observemos lo que significa en nosotros mismos y, luego, intentemos hacer lo que dice el Trabajo sobre separarnos de todo esto. No crean que esto es algo fácil. Trabajo quiere decir trabajo, trabajo duro sobre uno mismo para cambiar comportamientos y actitudes negativas. Deberemos recordar que este Trabajo se encuentra destinado a los que verdaderamente quieren cambiar en si mismos, no está destinado a quienes quieren cambiar el mundo.
Existe una forma de “consideración interna” que solo se puede conocer observándose a uno mismo. Debemos ser capaces de percibir nuestro estado interior como algo distinto de nuestro cuerpo físico y de lo que le sucede. Cuando seamos capaces de distinguir entre nuestra apariencia física y nuestros estados interiores, podremos comenzar a trabajar. Nos daremos cuenta que tenemos un cuerpo que obedece órdenes, y que también tenemos una psicología. El Trabajo se ocupa de lo que somos psicológicamente.
La “consideración interna” es llamada en el Trabajo: "Cantar nuestra canción". Nuestro canto es un cantar psicológico. Se fundamenta en la “consideración interior”, en “hacer cuentas” interiormente; es decir, sentimos que nos deben algo y tenemos esa deuda bien grabada en nuestra memoria. De hecho, todos tenemos alguna canción que cantar. Si queremos conocer las cuentas interiores que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida, lo primero que hemos de hacer es observar nuestra inconfundible "canción". Cuando en el Trabajo se dice que somos un "buen cantante", se refiere a la canción que cantamos repetidamente. Muchas veces cantamos nuestra canción sin necesidad de que nos alienten y, frecuentemente, después de algunas copas, cantamos abiertamente.
Nuestras canciones suelen tratar sobre lo mal que nos trataron, sobre la oportunidad que no nos dieron o sobre la que perdimos por estar dormidos; sobre pasadas glorias, como las batallitas del abuelo; sobre nuestras dificultades que nadie comprende; sobre lo mal que nos fue en el matrimonio; sobre que los padres o los hijos no nos comprendieron; sobre las buenas personas que creemos ser; y así sucesivamente. Lo que todo esto significa realmente es que todos son culpables, todos menos nosotros mismos. Todo esto es hacer “cuentas interiores”, o más bien, todo esto es el resultado de hacer cuentas interiores. Esta es la forma más común de consideración interna.
¿Por qué creen que, en el Trabajo, necesitamos hacer todo lo posible para liberarnos de nuestras canciones? ¿Por qué es preciso observarlas y expulsarlas de la posición central que ocupan en nuestra vida?
Porque nos inutilizan interiormente. Nos roban nuestra energía.
En el Trabajo, si somos buenos cantantes, no podremos ir más allá de nosotros mismos. Seremos víctima de nuestras propias cuentas. En el momento en que algo se nos pone difícil, comenzamos a cantar. Nos detenemos internamente y dejamos de crecer. Cuando lloramos por estas cosas, no podemos cambiar nuestro nivel de ser. Cuando nos encontramos en un momento difícil, en lugar de trabajar sobre nosotros mismos, cantamos fuerte o suavemente con la intención de que nos presten atención. Pero si nos critican o nos hablan con dureza, nos compadecemos de nosotros mismos y nos dejamos llevar por la ira, porque sentimos que no nos comprenden. Y, entonces, nuestro canto se vuelve brusco y violento.
Es algo frecuente ver como cuando una persona entabla amistad con otra, generalmente lo hace para cantarle su canción; y si se le pide que no nos cante sus penas, aunque sea educadamente, se ofende, y pone nuestro nombre en su libro interno de los débitos, y corre a buscar a otra. "Si tan sólo…", dicen. Nadie puede comprender a otro si antes no nos hemos comprendido a nosotros mismos, y esto sólo se logra parcialmente después de un arduo Trabajo sobre sí y de tener una comprensión de lo que uno es realmente en la profundidad de nuestra psicología. Por cierto, un buen cantante de “canciones internas no se comprende a sí mismo. Prefiere cantar la canción de no ser comprendido e imaginar un mundo donde todos le escuchan. Estas actitudes y estos sueños crean debilidad y, de hecho, generan verdaderas enfermedades psicológicas, porque siempre hay que pagar las consecuencias de nuestros actos (Ley de Causa y Efecto o de Acción y Reacción).
No hay que permitir que la vida nos venza. Hemos de comprender que esto no le ocurre solamente a aquellos que creemos que no se esfuerzan, sino que nos ocurre a todos, aunque hagamos esfuerzos por superarnos. Sentimos que porque nos esforzamos deberíamos ser más felices y, al compararnos con otros, pensamos que esas personas son más felices que nosotros. Y, viceversa, claro está. Aunque no cantemos nuestras canciones abiertamente, si solemos cantarlas en secreto y para nosotros mismos. Nos sentimos tristes, con una fuerte sensación de monotonía, de cansancio y frustración, a cuyo alrededor se acumulan nuestros pensamientos.
Tampoco debemos olvidar lo que podría llamarse nuestras “canciones interiores secretas”. También ellas nos cierran el camino, porque son más difíciles de observar, aunque siempre están ahí, carcomiéndonos interiormente la vida. Sólo una profunda Observación de sí podrá sacarlas a la Luz, ya que ésta deja penetrar la Luz en uno mismo. Nada puede cambiar en nosotros, a no ser que lo llevemos a la Luz de la Observación de sí  y a la Luz de nuestra conciencia.
No necesitamos encerrarnos solos en una habitación para practicar la Observación de sí, deberemos hacerlo en todo instante, aún estando con gente. La Observación de sí solo es “atención interior”. Cuando uno cree que está solo, "yoes" muy diferentes (aspectos de uno mismo a los que también consideramos “yo”), formas de imaginación diferentes, pensamientos diferentes, estados de ánimo diferentes, suelen presentarse. Generalmente, no solemos estar “bien acompañados” cuando creemos estar solos. Los "yoes" más negativos y peligrosos se presentan cuando uno está solo. Tenemos “secretas canciones” que sólo acuden cuando uno está solo, cuando sentimos que nadie nos observa. Por ello, debemos observar siempre. Nunca debemos creer que nadie nos esté mirando porque la puerta está cerrada. Se suele aprovechar la situación de sentirnos solos para dejarnos arrastras por nuestros peores "yoes". Necesitamos poner en práctica una nueva idea: ser responsables.
Creer que podemos recogernos en nosotros mismos, sólo porque no hay nadie y así gozar de nuestra “negativa charla interior”, es no tener una idea exacta de lo que significa el Trabajo. Dejarnos llevar por esta “charla interior”, significa que carecemos de “sinceridad interior” y el Trabajo nos exige, ante todo, sinceridad interior, porque es algo que está relacionado con nuestra Esencia.
En la vida, y ante los demás, solemos “guardar las apariencias”. Pero en el Trabajo es imposible hacerlo, ya que éste se ocupa de lo que ocurre en nuestro interior, de lo que ocurre en nuestros pensamientos y sentimientos. Por ello, este Trabajo interior puede cambiar nuestra situación exterior. Pero no lo podremos hacer si no existe una gran sinceridad interior y si no observamos cuáles son los "yoes" que, en nosotros, están mintiendo o tergiversando las cosas. Puede que nuestro propósito sea el de no ser negativos con alguna persona a la que “guardamos cuentas”, pero si estamos solos y dejamos que nuestros "yoes" negativos digan lo que les da la gana, y no hacemos esfuerzo alguno para no identificamos con ellos, entonces, nuestro Trabajo no es sincero y estaremos arrojando a la basura todo el trabajo que hallamos hecho antes.
Cuando controlamos nuestros "yoes" negativos en público, pero nos abandonamos a ellos cuando estamos a solas, ¿qué creéis que estamos haciendo? Debemos tratar a la persona con la que estamos trabajando internamente, con tanto cuidado o más, con tanta conciencia en nuestros pensamientos y sentimientos, como, por cortesía, creemos hacerlo exteriormente. Si no somos incapaces de “ver” lo que esto significa, entonces tampoco seremos capaces de ver lo que significa la Observación de sí. Más de una vez nos hemos dado cuenta de que estamos tristes. La tristeza suele ser un hábito en el que nos introducimos, inconscientemente, para escuchar alguna lejana y triste canción olvidada. Si nos dejamos llevar, nos robará la energía.
Os cuento todo esto para haceros comprender que todos estamos llenos de "secretas canciones interiores". El Trabajo, a veces, habla de sacrificio, sacrificar algo para conseguir algo. Ese algo que hemos de sacrificar es nuestro “inútil sufrimiento”. Solemos expresarlo en “canciones”, silenciosas o no, en las que expresamos todas las extrañas y tristes relaciones que tenemos con nosotros mismos, dejando que estas nos roben nuestra fuerza, algo de lo que no nos damos cuento porque lo hemos convertido en un hábito.
Si somos muy exigentes, nuestra consideración interior se acrecienta, lo que nos llevará a sentirnos decepcionados y a querer echar la culpa a alguien por nuestro estado de ánimo. Tener muchas exigencias hace que nuestra vida se haga más difícil. Nada nos parece bien, aquellos que nos rodean no son buena gente porque no nos tratan como creemos que deben hacerlo, etc. Esto se encuentra muy lejos de lo que señala el Trabajo sobre que hemos de sentir, poco a poco, nuestra nadidad a través de la Observación de si.
Lo opuesto a la “consideración interna” es la “consideración externa”. La “consideración externa” es pensar en los demás como algo propio, como algo que no es ajeno a nosotros mismos. Esto es lo que el Trabajo nos aconseja hacer. No debemos considerar internamente, no debemos tener emociones negativas, pero sí que debemos considerar externamente a los demás, del mismo modo que debemos recordarnos a nosotros mismos, recordar el Ser que realmente somos.
Cuando nos encontramos en un estado de consideración interna, y este es nuestro estado habitual, en realidad, sólo estamos pensando en nosotros mismos. Creemos que somos el centro del Universo. Hemos de comprender que no lo somos. La consideración interna sólo nos proporciona emociones negativas y, a medida que éstas aumentan, nuestro carácter se vuelve más intratable. ¿Quién no conoce a alguien a quien no se les puede decir nada porque enseguida comienza a hablarnos de sus preocupaciones, de la vida tan dura que lleva, etc.? Podría decirse que, espiritualmente, estas gentes están muertas.
Las emociones negativas contaminan casi toda nuestra vida. Y lo hacen a través de la consideración interna, la cual es un aspecto de la identificación. No debemos creer que lo opuesto a la consideración interna es ser francos, optimistas y alegres. Esto no es consideración externa. Mientras la consideración externa se basa en nuestra relación sin prejuicios, sin intolerancia y sin violencia con los demás, la consideración interior se basa en la relación que tenemos con nosotros mismos respecto a los demás. La consideración exterior es abrirse a la gente con comprensión de sus necesidades y exigencias. Al considerar exteriormente, hacemos todo lo necesario para hacer más llevadera la vida de las gentes a la vez que la nuestra, pues exige de nosotros el conocimiento de nuestros prójimos, comprender sus gustos, hábitos y manías y aceptarlos porque son un reflejo de los nuestros. También nos exige un gran dominio de nosotros mismos.
Muchas veces, por “mantener las formas”, no queremos expresar o mostrar ante los demás lo que realmente pensamos o sentimos por ellos. Otras, somos débiles y cederemos a la tentación de decirles nuestras “verdades”, esas “bárbaras y terribles verdades” que decía el poeta Blas de Otero en uno de sus versos, para luego justificarnos diciendo que no nos gusta mentir ni fingir, porque siempre somos sinceros. Simultáneamente, nos autoconvencemos de que el otro es el culpable.
En esta dinámica, se empieza bendiciendo y se terminar maldiciendo. Nos hacemos el propósito de considerar exteriormente a los demás, es decir, aceptándolos tan y como son y, luego, terminamos culpándolos al aparecer la consideración interior. Con lo cual, la consideración exterior termina convirtiéndose en consideración interior. Cuando recordamos quienes somos, aparece la “compresión” de que el “otro” es tan hombre-máquina como yo y, entonces, podremos ponernos en su lugar y seremos capaces de comprender y sentir lo que nuestro prójimo piensa y siente. Si llegamos a hacerlo, nuestro Trabajo y el de los demás resultará más fácil. Pero si nos acercamos al prójimo anteponiendo nuestras exigencias a las suyas, no conseguiremos nada, excepto una nueva consideración interior.
Muchas veces comprendemos que es necesario practicar una consideración exterior en la Vida, pero no comprendemos la necesidad de esta misma consideración en el Trabajo. Hasta imaginamos que, por el hecho de estar trabajando internamente, tenemos derecho a prescindir de los demás, como si no nos importaran, antes de considerarlos iguales a nosotros. No olvidemos que nuestro éxito en el Trabajo, siempre es proporcional a la valoración y comprensión que tengamos de él. No olvidemos tampoco que el Trabajo no comienza en el nivel inferior de la vida ordinaria, sino que lo hace en un nivel más lato de consciencia.

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