domingo, 4 de febrero de 2018

La Enseñanza Esotérica 09



LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA

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Todas las “Escrituras” consideradas “sagradas”, pero también los mitos y las leyendas, en principio, tienen un doble sentido: uno es “interno” y el otro es “externo”. Esto quiere decir que tras la literalidad de las palabras se encuentran ocultos otros significados que posibilitan otro “conocimiento”.
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Habría que suponer que en el pasado hubo una época en la que al menos algunos seres humanos poseyeron y estuvieron en contacto con ese “conocimiento” y esos “significados internos”. Conocimiento y significados “psicológicos”. Esto es lo que sucede con esa forma de “Enseñanza” que, por ejemplo, en los Evangelios se llama “parábola”. No hace falta ser muy inteligente para advertir las grandes contradicciones que encontramos al leer de forma literal, tanto las historia del Antiguo y Nuevo Testamente, u otros textos considerados sagrados en otras tradiciones. Son muchos, a lo largo del tiempo, los que se han preguntado si estos relatos, mitos, alegorías o parábolas, significarían otra cosa que lo que parecen significar cuando los leemos literalmente. ¿Cuál pudo ser el motivo de codificarlos? ¿Por qué sus “significados” fueron velados?

La explicación que nos ha transmitido la Tradición y la “Enseñanza Esotérica” (ya saben que “esotérico” significa “aquello que es interior a…”, en contraposición a “exotérico” o lo que “es exterior a…”) es que las ideas subyacentes en este tipo de escritura nos proporcionan un sentido más elevado, con una mayor significación, al ser percibido internamente, que aquel que nos transmiten las meras palabras. Ese “otro significado” solo puede “asirse” mediante la “comprensión” (no olviden tampoco que lo que esta Enseñanza pretende es “despertar” al ser humano de su sueño, proporcionándole una nueva comprensión que ha de surgir de su interior, aparte de su comprensión externa proporcionada por sus sentidos). Una cosa es entender y comprender las cosas en su significado literal, y otra muy distinta hacerlo en su significados psicológicos.

Les pondré un ejemplo: todos creemos saber lo que literalmente significa el mandato “no matar”. ¿Pero qué significa este mandato psicológicamente? Significa “no matar en nuestro corazón”, siendo el “corazón” un símbolo que hace referencia a “algo” más profundo y elevado en nosotros, como por ejemplo el “chakra corazón” que nada tiene que ver con el órgano corazón. Otro mandato nos insta a “no cometer adulterio”, y todo el mundo le ha dado una interpretación literal, proporcionándole un significado convenido. Pero su significado psicológico nos dice otra cosa, y se refiere a “no mezclar las distintas enseñanzas”, la “externa” y la “interna” que existen sobre nuestra realidad. Por ello se dice también que las Enseñanzas “se prostituyen” al ir a buscar otros ídolos y cosas por el estilo. El sentido psicológico nada tiene que ver son el sentido literal, aunque si ese sentido psicológico se le dijese directamente a alguien acostumbrado a interpretar literalmente, pensaría que ello es una tontería. No comprendería que en estos mandatos hay una “idea de significación más levada” (con más consciencia), sino que al no tener más que una forma literal de “comprensión” y entendimiento, lo comprenderían equivocadamente. Haciendo de ese significado psicológico algo inútil, o algo peor.

Un nivel superior de “significado” solo puede ser accesible a aquel que está preparado para llegar a él por si mismo y comprenderlo internamente, accediendo a su significado psicológico. Por ello tampoco se trata de desorientar a las gentes, ni de engañarlas, sino de “evitar” que ese significado más elevado “caiga” donde no deba caer y pueda ser malinterpretado. Por otro lado, parábolas, Escrituras sagradas, mitos y leyendas siempre han estado ahí para el que quisiera acercarse a ellas e interpretarlas. El problema es que las gentes “imaginan” que pueden “entender” cualquier cosa con tal que se les diga lo que es (como yo hago ahora) o que se les explique. No “entienden” que el desarrollo de la “comprensión”, del “entendimiento” e, incluso, de la “percepción” de las diferencias, constituye un largo proceso de “Trabajo Interior”.

La “idea” que hemos de comprender es que el propósito de todas esas “Escrituras” llamada “sagradas” o “míticas”, es el de transmitir un conocimiento y un significado más elevado, usando para ello un “lenguaje ordinario”, y tomando ese conocimiento como punto de partida. Las parábolas, por ejemplo, tienen por un lado una significación literal, normal y corriente, ya que su objetivo inmediato es el de proporcionar al “hombre literal” un “significado superior”, aunque empleando “conceptos” e imágenes de un significado literal, aunque de tal manera que pueda llegar a “pensar por si mismo” un significado más elevado. La parábola nos invita a que pensemos sobre nosotros mismos. Pero hemos de hacerlo partiendo del “nivel” que cada uno tiene en ese momento, e intentar elevar su nivel de entendimiento y comprensión por sí mismo. Nadie lo puede elevar por uno. Tenemos que “asir” y “agarrar” con fuerza lo que se nos “enseña”, se nos “muestra”, hacerlo de una forma “natural”, para poder alcanzar otro nivel de interpretación, un nivel interno y psicológico.

Una parábola es una construcción deliberada. Fue creada por aquellos que tenían más consciencia, el Círculo de la Humanidad Consciente, para que al “caer” o ser “sembrada” en el nivel ordinario de nuestra mente, esta trabaje en ello, elevando su nivel natural de entendimiento a grados más altos. La expresión “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, hace referencia a ello. El alimento de la mente son las “ideas” (el “pan”); al trabajar con “nuevas ideas” la mente segrega nuevos significados (el “sudor de la frente”). La parábola es un “transformador” de nuestro entendimiento e, igualmente, es un medio para conectar los niveles inferiores de nuestro entendimiento con los superiores, desarrollando así nuestra “comprensión”.

Lo que llaman el mensaje evangélico nos habla principalmente de la posibilidad que tiene el ser humano de una “evolución interior” a la que llama “renacer” o “nacer de nuevo”. Si elijo textos de nuestra tradición judeocristiana es porque, aunque no se crea en ellos, se encuentran más cerca de nosotros. En las “Escuelas de la Vida” de los templos egipcios también se hablaba de esto y ellos lo llamaban “resurrección”. Lo que el Evangelio dice es que el hombre de este planeta, si el quiere y así lo desea voluntariamente, puede someterse a una evolución interior o psicológica, siempre que sea capaz de conectar con cierta “Enseñanza” para devenir en un Ser con mayor “comprensión”, ya que el “hombre” es lo que “comprende” y no lo que aparenta (no es un “fariseo”).

La idea central de estos textos es la de el “Hombre” es una “semilla”, que ha sido “sembrada” en este planeta para que desarrolle un determinado tipo de crecimiento ya que tal como es, el hombre aún no es un ser completo y acabado. El hombre “dormido”, el que “imagina” en su “sueño” que “puede hacer”, nunca admitirá esta Enseñanza si se le proporciona directamente. Pero puede “despertar” y llevar a cabo, individualmente y por sí mismo, el trabajo de su propia evolución, de su “segundo nacimiento” o “renacimiento”, aunque no tiene por qué hacerlo si no quiere. A los que “no quieren” en los Evangelios se les llama “pasto”, algo que será consumido por el “fuego” por inútil (con esto se quiere decir que su “Ser” será purificado por el fuego para ser “sembrado” de nuevo).

El ser humano “renace” a través de sus más profundas reflexiones y no por lo que hace exteriormente. Cada ser humano “evoluciona” a partir de su propia “comprensión individual” y a partir de su “aceptación interna” de lo que considera su propia “verdad”. “Yo soy el camino, la verdad…” quiere decir que cada ser humano es su propio camino por lo que no hay que seguir ni imitar el camino de nadie.

Cuando las nuevas “ideas” contenidas en esta Enseñanza “caen” en los aspectos equivocados de nuestra realidad externa, quedan destruidas, porque nos parecen un despropósito y una tontería. Son “pisoteadas” por los “cerdos”, como dice la parábola y, por ello, estas perlas de sabiduría no deben ser echadas a dichos animalitos, para que nos las pisoteen, dado que los “pies” hacen referencia al caminar por la realidad exterior. En esta Enseñanza no se toma al ser humano por lo que “aparenta ser” (“fariseos”). Sino por lo que cada ser humano es en lo más profundo de si mismos. El “fariseo” solo vive por el mérito, la alabanza o la recompensa. Esta “idea interior” o “esotérica” acerca de lo que podemos llegar a ser, proporciona al ser humano un “conocimiento”: el que, interiormente, posee el potencial de un elevado nivel de “entendimiento” y “comprensión” que no utiliza, porque no se ha preocupado en desarrollarlo. ¿Dónde se encuentra el problema para no hacerlo?

El problema es que ese “antiguo lenguaje” se ha olvidado, ha sido ridiculizado y atacado y, la Enseñanza que contenía se encuentra tan fragmentada, que puede decirse que se encuentra “perdida” para el grueso de la humanidad. Aunque sobreviven algunas fragmentos de dicho “conocimiento” que nos permiten entender algo acerca de estos antiguos significados. Si nuestro primer nacimiento ocurre al nivel de la biología celular, “renacer” ocurre al nivel de una nueva biología a la que, allá a mediados del siglo pasado, un biólogo (Edmund W. Sinnott) llamó “La biología del espíritu.

Hay en las parábolas una idea que nos interesa y a la que ya he hecho referencia: el “hombre” es una “semilla” que ha sido “sembrada” en la “Tierra”. Por su parte, “Cielo” simboliza el más alto nivel que nos es dado alcanzar, mientras que “Tierra” es el bajo nivel en que nos encontramos. Todo esto se encuentra explicado en este blog en la carpeta “Parábolas”; hay cuatro parábolas explicadas, busquen la parábola sobre “El Reino de los Cielos” y podrán llegar a la comprensión de porque somos una “semilla” que ha sido “sembrada” en la “Tierra”. Gracias.

No es sencillo hablar sobre los “estados interiores”, de hecho es inútil, ya que todo lo que se puede decir no son más que generalizaciones. Solo podemos “observarlos” y “experimentarlos” a la vez que se lleva a cabo el Trabajo. Tampoco es sencillo entrar en el significado psicológico de los símbolos encerrados en las parábolas. ¿Cómo resolver el problema que supone admitir que mientras que caminamos sobre la superficie de este planeta con nuestro “pies físicos”, simultáneamente, caminamos sobre la superficie de la vida con “pies psicológicos”. ¿Qué significa esto?

Lo que captan nuestro “pies físicos” es lo que captan nuestro sentidos, las “sensaciones” que estos nos proporcionan. Y la clase de “zapatos” que calzan estos “pies” físicos son nuestro puntos de vista, nuestra opiniones y nuestras actitudes. Podríamos decir que “pensamos con los pies”, o desde el tipo de zapatos que calzamos. Y ello constituye nuestra “verdad”, una verdad “literal”. Por ello, aquello que desean alcanzar un desarrollo interno, dice la Tradición a través de sus relatos que han de descalzarse, se han de quitar sus zapatos para pisar un lugar interior, “sagrado”. Algunas culturas y algunas religiones, al haber perdido la comprensión de lo que esto significa, toman esta advertencia literalmente. “Descalzarse” significa que debemos pisar la vida, no con pies físicos, sino con pies psicológicos, con los pies del alma, no a través de lo que entra por nuestros sentidos.

El pensamiento derivado de los sentidos, el pensamiento “sensual” ni puede “pisar” un nivel superior en la “escala del Ser”. La “mente” posee “niveles” y el nivel sensitivo de la mente (los “zapatos”), el nivel externo, no puede comprender el nivel psicológico o del alma, el nivel interno. Llevar el conocimiento psicológico al nivel del conocimiento sensual es “destruir” todo aquello que nos puede conducir a un nivel de Ser y conciencia más elevado. No comprendemos que el “hombre dormido” trata de entender y pensar desde los “zapatos” que calza. “No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tu estás, tierra santa es.” (Éxodo 3, 5)

El hombre físico, identificado con su cuerpo físico, que cree suyo, aunque le ha sido dado, se encuentra “sometido” a la cultura y a la civilización a la que pertenece. Una “matriz social” que se mantiene por medio de leyes. Si las infringe, es castigado. Pero este hombre, aunque manifiesta tener una “psicología” (la ciencia física no considera que el hombre tenga algo así), carece de un “cuerpo psicológico” integrado. Carece de organización interna, por ello obedece leyes externas a causa de, por una lado, su deseo, y por el otro, su temor a que le señalen (por ejemplo como corrupto).

En la simbología del cuerpo humano, y del “templo”, la “cabeza” es la parte “superior” o más “elevada”, o “íntima” del hombre psicológico. Cuando mezclamos el pensamiento de los “pies” con el de la “cabeza”, estamos mezclando los niveles y, con ello, alteramos el “significado” de las cosas. Estos dos órdenes de “verdad” no son contradictorios, ni se oponen, porque pertenecen a “niveles” distintos, aunque pueden enfrentarse si los convertimos en “opuestos”. Solo son dos formas diferentes de verdad, a distintos niveles. La idea de “niveles” no se puede pensar desde los “pies”.

Lo mismo pasa con las ropas o vestidos que nos cubren. Estos denotan, en este lenguaje simbólico, lo que viste el “hombre psicológico”, su forma de “verdad”. Cuando nos quitamos la ropa (vestidos psicológicos) y quedamos “desnudos”, nos parecemos a aquel emperador del cuento de hadas que le habían hecho creer que el traje que llevaba era transparente. El hombre desnudo sería aquel que no tiene ninguna “psicología” y por ello carece de alguna clase de “verdad interna”. “Bienaventurado el que vela y guarda sus vestiduras, para que no ande desnudo y vean su vergüenza.” (Apocalipsis, XVI, 15). El significado de esta “verdad” es psicológico, no físico.

Al ser expulsados del “Paraíso”, como nos vimos desnudos, nos pusimos un “vestido de piel”, un vestido hecho de carne, huesos y sangre. Lo que no comprendemos es que el hombre psicológico está compuesto de pensamientos, sentimientos y deseos “invisibles”. Por ello, la “calidad” del hombre psicológico viene determinada por lo que éste piensa y desea. Ya sabemos que podemos pensar una cosa y desear otra. Si esto ocurre, carecemos de orden interno y nuestro cuerpo psicológico se encuentra “desordenado” o no se encuentra “vestido” con la ropa adecuada. Si esto ocurre, necesita “purificarse”.

Purificar nuestro pensamientos ha sido simbolizado como “lavar los pies con agua”. Ello nos permite “cambiar de mentalidad”, producir en nosotros una “metanoia” (cambio de mente). Ya que los “pies” simbolizan la “mente inferior”, la que está en contacto con el mundo exterior, y el “agua” que contiene el lebrillo lava la “sensualidad” de esta mente inferior o externa, no psicológica.

Todas estas parábolas y relatos contienen significados psicológicos y hacen referencia a dos niveles en el hombre: un nivel inferior y un nivel superior. De hecho la “Enseñanza Esotérica” es pura psicología, psicología esotérica, que trata del “hombre interior”, de nuestra posibilidades, de aquello que el hombre psicológico ha de separar y ha de renunciar.

Lo primero que hemos de “comprender” es que si no asimos (tomamos) los nuevos significados que nos proporcionan las nuevas ideas, que proceden del Círculo de la Humanidad Consciente, con una nueva manera de “pensar” (un nivel más alto de la mente), más alto que el nivel de la mente sensorial, el “hombre natural” no podrá llevar a cabo el desarrollo que le es inherente. Si permanecemos apegados a los sentidos, seremos incapaces de pensar psicológicamente.

En (Génesis, XLIX, 17) encontramos un relato que nos muestra esta doble manera de pensar. “Dan es serpiente en el camino, una víbora junto al sendero que muerde los talones del caballo y hace caer por detrás al jinete.” El relato utiliza a la “serpiente” como símbolo de una forma sensual de pensar y comprender. El “caballo” son nuestras emociones y nuestro pensamiento sensual. El “talón” es lo más bajo que hay en lo “natural” antes de los “pies”, lo más bajo del pensar sensual. Cuando lo que una persona es y lo que aparenta ser se contradicen, la mente se encuentra dividida y se “engaña”. Lleva “veneno” escondido. Jesús llamó a los fariseos, “serpientes, generación de víboras”. Este “veneno” impregna nuestro cuerpo psicológico y lo conduce a la muerte.

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