LA
ENSEÑANZA
ESOTÉRICA
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En relación con lo que se expuso en el artículo anterior
surge una pregunta: ¿Por qué no “oímos
psicológicamente”? Porque debido a nuestro bajo nivel de “comprensión” (que como se ha dicho
depende de nuestro nivel de ser), “oír”
es “percibir el significado de lo que se
dice”, y… ¡como estamos “dormidos”!...,
no oímos porque nuestra capacidad para “percibir”
lo que dicen y significan las “ideas-trabajo”
es muy pequeña. Es en este punto donde se sitúa el enfrentamiento de las “ideas” del “Trabajo Esotérico” con las ideas de la vida. Un “combate”, una “lucha interior” entre el “significado
psicológico” y el “significado
literal”; entre lo que postula el “Trabajo”
y lo que postula la vida. También es en este punto donde tiene su origen la “tentación”. En este mismo blog, en la
carpeta “Experiencias” pueden
encontrar una experiencia que titulé “El
Camino de la Tentación”
y que tiene que ver con lo que significa esa “lucha interior”.
(...)
También podemos tomar como ejemplo las tentaciones de Jesús
en el desierto. El Tentador, el “Diablo”
(“Diabolein” significa el “separador”) que simboliza aquí a la “taberna-mundo”, le conduce a lo alto de un monte desde donde le muestra
“todos los reinos de la Tierra”, y le dice: “A ti te daré toda esta potestad y la gloria
de ellos, porque a mí me ha sido entregado, y a quién quiero la doy. Si tú,
postrado me adoraras, todas serán tuyas.” (L. IV,5-7).
El que “cae” en
la “tentación es aquel que está “dormido”
y no “oye”. Realmente no es nada sencillo
“oír”. Oír “psicológicamente”. Cuando Jesús va a nacer como “Esencia”, sus padres no encuentra lugar
en la “posada”. Se nos está
queriendo decir que el nacimiento de nuestra “esencia” en “Belén”
(significa “la casa del pan”, el “alimento” para la “Esencia”) nunca encontrará cobijo en la “posada”. Estas se encuentra en los caminos de la vida por los que
camina el hombre. Pero lo que va a nacer es extraño a la vida y sus ilusiones,
y esta lo rechaza, no tiene cabida en la “posada-Taberna-Mundo”.
Dos condiciones son necesarias para que podamos “recibir” las nuevas ideas que proceden
del “Círculo de la Humanidad Consciente”:
1º, debemos “querer recibirla”, de otra manera no penetrará en nosotros. Si
nuestra “mente” (el “cochero”) está “cerrada” a todo, salvo a las ilusiones e intereses de la vida
exterior, “embriagado” con ellas,
por más que el “despertador” suene o
alguien golpee con fuerza en la puerta de la “posada-taberna”, no se les permitirá entrar. 2º, además de “querer
recibirla” hemos de “permitir entrar
en nosotros” a estas “nuevas ideas”,
si éstas consiguen encontrar albergue en nuestra “posada” a partir de nuestro “decisión”;
luego, habremos de llevar a cado un “trabajo
interior”. Y como antes, aquí juega un papel importante nuestra libertad de
elección.
La “Enseñanza
Esotérica” existe porque el “Hombre”
se encuentra “dormido”, aunque tiene
la posibilidad de “despertar”, lo
que depende de nuestra libre elección. No se puede persuadir ni obligar a nadie
a que “despierte” por la fuerza.
Solamente uno puede “despertarse” a
sí mismo. Nadie me puede “despertar”
si yo no quiero; y esto solo es posible si las dos “elecciones” anteriores son libremente satisfechas; y no externamente, sino internamente. No desde la “personalidad”, sino desde el “Ser esencial”. Si no es así, la “Enseñanza Esotérica”, al ser tomada
literalmente, solo servirá para inflar el ego personal, con lo que la “Esencia” no podrá nacer o renacer y
continuar su desarrollo. Solo desde la “humildad”
y la “sencillez” se puede recibir esta
“Enseñanza”. A esto se refieren las
palabras de Lucas (17,18): “el que no
reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en Él.”
El “niño es la
“Esencia” y “El Reino” se refiere a la “Enseñanza”
que debe llegar hasta la “Esencia”
para que esta vuelva a crecer y no podrá hacerlo si no es “fortalecida” por las “palabras”
del “Reino”. Muchas son las personas
que “sueñan” decir sí a la recepción
de esta “Enseñanza”, esperando con
ello maravillosas experiencias místicas, y por ello asiste a grupos y charlas,
pero como siguen “dormidas” toman
todo desde un “lugar” y un “amor” equivocados. Solamente cuando por
el “Trabajo” en uno mismo, podemos atravesar
las diferentes capas de nuestra personalidad, capa tras capa, hasta llegar
hasta la “Esencia”, es que esta
comienza a volverse “activa”. La palabra espermática del esoterismo la
impregna y fecunda, y ella comienza a “crecer”
de nuevo.
Se dice, estableciendo una comparación, que la “Esencia” está en nosotros como la galladura en el huevo. Si asemejamos
nuestra personalidad con la “yema” y la “clara”, y si el “huevo”
es fertilizado por la palabra espermática, la galladura crece y consume a la yema
y a la clara, y de ello resulta el nacimiento de un “ser viviente”. Pero si el huevo no es fertilizado, seguirá siendo
un simple huevo. Así ocurre en el caso del hombre.
La “Enseñanza
Esotérica” dice que el “objetivo”
de su “Trabajo” es alcanzar un
contacto directo con nuestros “Centro
Superiores” (se refiere a nuestro “Centro
Emocional Superior” y a nuestro “Centro
Mental Superior”) a través de una energía llamada “Energía Amor”. También nos dice que esta “Energía de Amar” aún no es conocida por el hombre, porque esa
energía es “algo” consciente. Todos
los escritos de Juan nos hablan de ese “Amor”
que es distinto al amor emocional, al
amor mecánico. No podemos comprender
lo que es este “Amor” desde nuestras
estrechas y egoístas ideas sobre el amor
ordinario, aunque “imaginamos”,
como tantas cosas, que el “Amor” es
algo que ya poseemos.
Primero tenemos que “comprender”
que lo que llamamos “amor” solo es
el fruto de una ilusión; luego tendremos que “comprender” como nuestro “amor”
está siempre lleno de “temor”, pues
somos incapaces de amar verdaderamente. Juan dice: “el que aborrece a su hermano (entiéndase cualquier ser humano) está en tiniebla”, y añade: “si alguien dice: `yo amo a Dios´ pero
aborrece a su hermano, es mentiroso”; finalizando con esta sentencia: “todo aquel que no tenga `ese amor´ (sin
temor), está muerto.” Imaginamos que
ese “Amor” viene de Dios, pero como no
sabemos a qué se refiere esa palabra, aunque se nos diga que “Dios” y “Amor” son “algo” que ya
está “dentro de nosotros”, no lo “comprendemos”, nos falta “comprensión”.
Hagamos un paréntesis para intentar profundizar en el
significado del concepto “Dios”. Lo
mismo pasa con los conceptos “Espíritu”
y “Padre” referidos a Dios, Alá,
Brahma. Manitú, Ra… etc. Sin importar el nombre que le demos. Detengámonos un momento
y “reflexionemos” sobre cual ha sido
nuestro proceso histórico. Desde siempre, aunque “ahora” es un fenómeno más abundante y generalizado, ha existido el
fenómeno de las “canalizaciones” (gran
parte del contenido de los llamados “Libros
Sagrados” son “canalizaciones”).
En ellas, si consideramos solo las modernas, las “entidades” o “seres” que
transmiten los “mensajes” hacen
referencia a estos conceptos de “Dios”,
“Espíritu” o “Padre” (sobre todo cuando la “canalización”
se produce en el ámbito de nuestra cultura judeo-cristiana). El problema es que
estos “mensajes” con los conceptos
que contienen, suelen tomarse literalmente
y como “significados absolutos”. Es
lógico y natural que en los “canalizadores
occidentales” aparezcan estos conceptos, ya que muchos se consideran
cristianos; y si manifiestan que no lo son, no deberían olvidar que su “inconsciente” si lo sigue siendo.
Cuando la mente del “canalizador”
quiere traducir la “impronta telepática”
(generalmente una imagen) captada “intuitivamente”,
para la cual no tiene referente en su cultura ni en su propio acervo y, por lo
tanto, tampoco en su lengua, lo hace echando mano del concepto que más se le
aproxima.
Conozco este fenómeno bastante bien y lo he estudiado y
experimentado muy de cerca de lo largo de muchos años (desde la mitad de los
años ochenta del siglo pasado). Ello me permite asegurar que uno de los
problemas que origina el “rechazo” a
este fenómeno es el “miedo”; miedo,
generalmente inconsciente, a lo “desconocido”,
se quiera reconocer o no concientemente. Al profundizar en el origen de ese “miedo” hemos de retroceder hasta
nuestro más remoto pasado. En la lejanía de nuestros antepasados homínidos (si
es que realmente fueron ellos nuestro antepasados) se intentó, para protegerse
de él, darle a eso “desconocido” una
“forma” y un “rostro”; luego se intentó sintetizarlo en una “idea”. Solo así podía dejar de ser “desconocido”. Por ello, la forma, el concepto y la idea “Dios” sirvió en aquella antigua etapa
histórica para vencer nuestro miedo a lo “desconocido”,
mientras nuestra conciencia y consciencia (no son lo mismo) se
desarrollaban. Aunque lo “desconocido”
que, aún hoy, nos produce auténtico pavor y terror es el “miedo a diluirnos en la
Nada”, dejar de existir, desvanecernos para siempre.
Incluso la propia “idea” la
sumergimos en lo profundo de nuestro inconsciente, recubriendo la “muerte” con un velo ilusorio, para no
tener que pensar sobre ello. Aún así, nada impide que la percibamos como “pérdida”, la pérdida de lo que creemos
ser.
Es imposible que podamos trazar una “frontera”, vital o psicológica, si aquello que va a separar dicha
frontera nos es desconocido. Lo “conocido”
es lo que “creemos que existe” y lo que “creemos que no existe” nos es “desconocido”.
Entonces nuestra “frontera” fue
levantada entre lo “conocido” y el “Más Allá” que nos es desconocido. Lo
que no percibimos es que esa “frontera”
está hecha con nuestros “miedos”.
Este “miedo” y su “frontera” tiene que ver con la idea de
“Dios”. Una “idea” es algo que creemos poder manejar. Así, a lo largo de cientos
de miles de años de nuestra historia pasada, hemos ido creando y configurando
la idea de múltiples dioses y diosas que más tarde se concretaron en la idea de
un “Dios Uno” (el Gran Padre) y una “Diosa Una” (la Gran Madre), Y de igual
forma que decimos que Dios o los dioses nos crearon, podríamos decir (así lo
hacen algunas corrientes psicológicas) que nosotros creamos a Dios y a los
dioses (creamos la idea que de estos tenemos); aunque decir esto, podría ser
considerado una blasfemia y podría haberte costado la vida en el pasado histórico,
aunque es evidente que como “idea”
fue útil para esa etapa “preconciente”
de la humanidad.
Al reflexionar sobre esto, nos damos cuenta que esa “idea” le permitió al hombre, al
interponerla entre sus miedos y sus esperanzas, disminuir la sensación de
pánico a lo “desconocido”. Aunque
también se hace evidente que, con el paso del tiempo, ello ha sido la causa de
que nuestra mente se haya amoldado a la “idea”
y haya dejado de reflexionar sobre lo que significa una vivencia directa de la
experiencia de vivir. ¿Han pensado en la ingente cantidad de energía que
gastamos en mantener y reestructurar continuamente nuestras “creencias”? ¿En justificarlas, en
mantenerlas y e imponerlas? Con ello hemos “solidificado” la “forma”
que se le dio a esa “idea”. Y no
solo la idea “Dios”, sino también la
idea “Hombre”. Las gentes deberían
leer y reflexionar sobre estas dos obras
de Joseph Cambell “Las máscaras de Dios”
y el “Héroe de la mil caras” para comprender
que la idea “Dios” constituye un
límite, una frontera, a nuestro
pensar, una barrera que frena la recepción
de “nuevas” ideas.
Cuando la idea “Dios”,
o de la “creencia” imperante hoy en
Occidente, la Ciencia, que intenta
sustituirla, nos desautorizan a mirar “más
allá”, terminamos por dejar nuestros destinos en manos de “Dios” o de la “Ciencia”; es decir, en manos de aquellos que manipulas esos
conceptos, al haberse apropiado de ellos para adquirir poder y control sobre
nosotros. Pero tenemos otras posibilidades, como “reflexionar” sobre la manera en que “percibimos” el Universo, y así nos daremos cuenta que se encuentra
constituido por “conciencia” y “energía”. También nos daremos cuenta
como hemos ido asimilando el hecho que evolucionar es aprender a organizarnos
en un “medio” a fin de adquirir “identidad”. El problema es que para
nosotros, ese medio es solamente un “medio
físico”, y que cuando se trata de ir “más
allá” de él, y nuestras “creencias”
en determinadas “ideas” impiden ese
movimiento, nuestra supuesta evolución se detiene. Es entonces cuando sentimos
la necesidad de una figura que amortigüe la angustia que nos produce nuestra ignorancia
y nuestro miedo a la disolución en la Nada. Generalmente esta “figura imaginaria”, a lo largo de
nuestra historia, ha sido llamada “Dios”,
figura a la que en momentos de angustia recurrimos.
La evolución
no es algo que suceda aleatoriamente. La Evolución
es “consciencia evolucionando”, y
esta no puede evolucionar inconscientemente. Así que lo que llamamos Dios, Espíritu, Alma, Más Allá, Dimensiones-no-materiales, Cielo, Paraíso, Nirvana, Jardín de Alá…,
o sus contrarios, Infierno, Hades, Inframundo, Amenti,
etc., podríamos considerarlos como simples “estados de conciencia” dentro de un “campo” en el que se reúnen conciencias singularizadas, atraídas por
las frecuencias de su nivel; consciencias que resuenan en la realidad del “campo” y con el que son afines. Es
nuestro grado de lucidez el que
atrae o convoca a otras energías cualitativamente afines y nos incluye en un
determinado “campo”. Por ello, morir
con la conciencia despierta de lo
que significa la muerte, nos impulsa hacia un “campo de conciencia” con mayor o menor “Luz” (lucidez). Algún día, los seres humanos superarán sus miedos y
podrán pensar en un Universo organizado por consciencias (seres o entidades)
que evolucionan proyectando sus ideas y trabajos, sus tareas y procesos, los
cuales se organizan en familias evolutivas, cuya finalidad es seguir ampliando
sus propios límites y seguir desarrollando la Vida en el Cosmos.
Una última cosa: entre todas las energías que existen en
el Universo, una de ellas es de suma importancia por su poder de aglutinación y
de atracción. Nuestras tradiciones la han llamado de diversas maneras: “Eros”, “Amor”, “Compasión”…; la Ciencia moderna la ha
llamado “Gravedad”. Ella permite que
todo desarrollo sea “Armonía”, no ya
equilibrando los “opuestos”, sino
creando a partir de ellos.
Quisiera referirme, antes de terminar este artículo, al
concepto “Padre”, tan común en
nuestra tradición, para referirse al concepto “Dios”. Con el significado de algo desconocido, pero originario,
aparece en todas las religiones y en los mitos. Como tal símbolo hace
referencia a una figura que se preocupa por sus hijos los hombres. Los mitos
señalan que somos “hijos” del “Padre Sol” y la “Madre Tierra”. Incluso desde el punto de vista físico y material,
tal como postula la Ciencia,
esto es así. Pero el símbolo tiene una significación más profunda.
Para acercarnos a ella me voy a permitir usar los
conceptos “campo” (que ya se ha
usado antes) y “holón”. El primero
es un término de la Física Cuántica
y antes lo fue de la Física Clásica;
el segundo pertenece a otros “campos”
de investigación, sobre todo en relación con las ciencias humanas. En Física,
la “teoría de campos” describe al
conjunto de principios y habilidades matemáticas que estudian el movimiento y
distribución espacial de los campos físicos; como cambia un campo en el tiempo
cuando interactúa consigo mismo y con su entorno. Esta teoría se desarrolló en
el contexto de la mecánica clásica durante el S.XIX, para describir el campo gravitatorio, el campo magnético y el campo eléctrico. En la actualidad ha
sido sustituida por la Teoría de Capos Cuántica, que reúne el campo
cuántico con la teoría de la relatividad. Aunque existe otra parte de la teoría
cuántica que prescinde de la relatividad. En Biología, el biólogo Rupert
Sheldrake ha desarrollado la teoría del “Campo
Morfogenético”, que tiene que ver con el desarrollo de un órgano en los
embriones. Otros biólogos (Gilbert, 1996), consideran que es el campo morfogenético, y no los genes, el
que funciona como una unidad mayor ontogénica, cuyos cambios derivan en
innovaciones evolutivas. “Morphe”
significa “forma”; luego, un campo mórfico es aquel donde se
originan las formas. A mi me llama la atención que las tradiciones esotéricas
hayan considerado siempre la existencia de un campo de este tipo, solo que
ellas co habían llamado “Campo Astral”.
Por su parte, el “holismo”,
del griego antiguo “holos” (“oloz”,
“entero”, “todo”), es una posición metodológica y epistemológica (la rama de la Filosofía que estudia
el conocimiento), que postula que cualquier sistema (podríamos decir “campo”), ya sea físico, biológico,
social, mental, anímico, económico, lingüístico, etc., y sus propiedades, debe
ser estudiado en su conjunto, y no por medio de las partes que le constituyen consideradas
separadamente. Se refiere a la predisposición o tendencia, incluso intuición,
que nos permite comprender los eventos desde el punto de vista de las
innumerables interacciones que los caracterizan (Teoría de la
Complejidad). Además de ser una actitud integradora,
permite comprender el proceso de una parte en su contexto. Por ejemplo: cuando
cualquier investigación de un evento ha constatado los aspectos conceptuales y
ha esbozado la investigación, el contexto corresponde al “holos” de la investigación. Este punto de vista resalta la
importancia de la totalidad, considerada en forma global, imaginándola como
algo mayor que la suma de sus partes (propiedad de “sinergía”, literalmente “trabajando
en conjunto”).
Bien, si han
logrado entender un poco los conceptos de “campo”
y “holón”, consideren que el
concepto “Padre” es un “campo”. Es fácilmente comprobable que
el hombre y los seres vivos son los elementos
(porque viven en él) del “campo
Tierra”. Que los campos planetarios,
con todos sus elementos, satélites, cometas, etc., pertenecen al campo Sistema Solar; que el conjunto de
campos sistemas solares, pertenecen
al campo Galaxia; y que los elementos Galaxias se inscriben en el campo Universo. Campos dentro de campos, ya nos adentremos hacia lo infinitamente
grande o hacia lo infinitamente pequeño.. Si el símbolo “Padre” es un campo, ¿a
cual de ellos puede referirse? Los pueblos antiguos decían, y siguen diciendo,
que el “campo solar” es nuestro “Padre”, y por ello deificaron al Sol.
No porque fueran poco inteligentes, sino tal vez porque, intuitivamente,
percibían que la energía que desarrolla la vida en la Tierra proviene del Sol,
energía que fecunda el campo de la Madre Tierra.
¿Perciben que
estamos ante un lenguaje simbólico y no literal? Desde el punto de vista
esotérico, tanto la Tierra
como los planetas, el Sol o los soles, la Galaxia o el Universo, son los “cuerpos”, las “formas”, como el nuestro, a través de los cuales se manifiestan “Seres” (entidades con consciencia) que
al igual que nosotros también evolucionan. La “holística” puede permitirnos investigar como se mueven e
interactúan las energías-consciencias-partes
(un campo en si mismo) en la totalidad del campo
al que pertenecen.
El Árbol de la Vida de los cabalistas es un intento de
explicación de estos movimientos e interacciones, de hecho es una “plantilla” que podemos aplicar
indistintamente al “Hombre” al “Sistema Solar”, a la “Galaxia” o al “Universo”, ya que en si mismos, cada uno es un “campo”, considerando cada parte como un
“holón” o “totalidad, un “campo”.
Nuestro problema es que nos inundan los prejuicios y las “creencias”; tomamos los conceptos en su literalidad, y por los
significados que los hombres les hemos dado a lo largo del tiempo. Según esos
significados, los aceptamos o rechazamos, aunque no nos hemos
detenido ni un solo momento a considerarlos y a pensarlos desde otro punto de
vista diferente. Así, pues: el “Trabajo”
dice que nos liberemos de los viejos conceptos y de las añejas ideas.
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