LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA
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Cuando hablamos sobre la llamada del despertador, decíamos que “algo” era necesario para que los que duermen profundamente
despierten de su ilusión. Debe haber “alguien”
o “algo” que nos sacuda, que nos
produzca tal impacto que pueda sacarnos de la ensoñación. Generalmente la vida
lo hace en algún momento, cuando nos acercamos al fin de nuestro ciclo de
experiencia hacia fuera, cosa que ocurre alrededor de los cuarenta años. Pero a
quién puedo contratar para que me despierte en un mundo donde la mayoría de la
gente duerme?
(...)
La Antigua Enseñanza dice que un “grupo” es necesario; que se necesita de otros que actúen como imágenes especulares, otros que también quieran despertar, otros que nos ofrezcan de forma continua y reiterada esos impactos, otros que no son otra cosa que vernos a nosotros mismos reflejados en el espejo de los otros. Aunque a pesar de que necesitamos de los otros para despertar en uno mismo, uno solo es el que tiene que “despertar”.
(...)
La Antigua Enseñanza dice que un “grupo” es necesario; que se necesita de otros que actúen como imágenes especulares, otros que también quieran despertar, otros que nos ofrezcan de forma continua y reiterada esos impactos, otros que no son otra cosa que vernos a nosotros mismos reflejados en el espejo de los otros. Aunque a pesar de que necesitamos de los otros para despertar en uno mismo, uno solo es el que tiene que “despertar”.
Es cierto que se necesita de los otros para conseguir este fin. Los miembros de un grupo se aportan
mutua ayuda, aún sin quererlo. Una característica distintiva de nuestra
naturaleza humana es ver siempre los defectos en los demás, pero no verlos en
uno mismo. Ante esta característica, la Enseñanza dice que en la senda de nuestro propio
autoconocimiento, el hombre aprende
a través de su observación que él
mismo posee todos los defectos que encuentra en los demás. Por lo tanto, los otros miembros del grupo nos sirven de espejitos mágicos en los cuales
podemos vernos a nosotros mismos. Lo que este Trabajo implica es que a fin de verse a uno mismo en los supuestos
defectos de los demás, y no meramente ver las faltas y defectos de otros, uno
debe permanecer en guardia y en contante “observación
de sí” y ser muy sincero con uno mismo.
Así, en el Trabajo
en el grupo, cada uno comienza a acumular una amplia información sobre sí
mismo, como resultado de dicha observación. Mientras más personas constituyen
el grupo, más información sobre
uno mismo se tendrá que si estoy solo. Este intercambio de información, sobre
el que nunca debe hablarse, pues solo afecta a la persona que se trabaja
interiormente para despertar, es
uno de los propósitos de estos grupos en las antiguas Escuelas Esotérica. Hoy las cosas han cambiado y el grupo ya no
es necesario, aunque si lo hay tampoco pasa nada, pues el grupo puede ser sustituido
por todo lo que nos rodea.
Dice la “Enseñanza”
que se debe mantener “secreto” lo
que en el Trabajo de escucha y se
aprende. Esta prohibición, y esto debe ser comprendido, no tiene la menor
tentativa de convertir en secreto
aquello que no lo es. La única razón de esta prohibición obedece a un hecho
concreto: tal como somos, seres dormidos, somos
incapaces de transmitir correctamente lo que se oye y de dice en el grupo.
Pero hay otra razón que tiene relación con nuestra psicología y nuestra manera
de ser: es muy difícil para cualquier ser humano, sea hombre o mujer, guardar
silencio con las cosas que se identifica y le interesan. Si llega a comprender
esta prohibición, y puede
seguirla, constituirá para él una práctica importante para acceder al tercer
estado de conciencia, el “recuerdo de sí”
y, simultáneamente, para el desarrollo de su “voluntad”. Solo cuando un ser humano es capaz de guardar silencio
cuando es necesario, puede ser su propio dueño, y no ser un esclavo. Hay un
tercer motivo por el que guardar secreto: aquellos nuevo que nace en nosotros
como consecuencia de nuestro trabajo
interior, debe ser protegido del entorno
hasta que pueda desenvolverse por si mismo sin sufrir agresión y violencia, sin
que lo puedan corromper.
Sería necesario comprender
y recordar la razón por la cual
uno se incorporó a un grupo de trabajo
interior. Se supone que es para aprender
lo que la Enseñanza
enseña y trabajar sobre uno mismo a fin de incrementar nuestro estado de conciencia. Obedecer la Enseñanza
y su Trabajo, las ideas, reglas y
técnicas de trabajo interior, no es una imposición, es una comprensión de que ellas son los despertadores que nos sacan del sueño.
Existen otros aspectos a considerar. El carácter de cada
uno de nosotros suele presentar un cierto
rasgo que es central para cada uno y que en cierta manera nos define. Es
como un “eje” alrededor del cual
gira toda nuestra falsa personalidad. Aunque nos neguemos a aceptar esta
aseveración, dicho rasgo es
siempre un defecto. Y como cada ser humano tiene su propio rasgo de carácter,
es por lo que en la Enseñanza no existen reglas generales respecto a este punto.,
ya que lo que sería necesario para uno, sería dañino para otro. Alguien habla
demasiado, tendrá que aprender a guardar silencio; otro siempre está callado,
incluso cuando debe hablar, por ello debe aprender a hacerlo. Observar y
estudiar cual es el rasgo principal de nuestra personalidad y luchar para cambiarlo, forma parte de
nuestro propio camino individual. Y al ser un camino individual y solitario, la meta es la misma para todos. Y
esta meta no es llegar a alguna parte,
sino el darnos cuenta y comprender de nuestra propia nadidad y de nuestra propia impotencia,
ni para cambiar nada de lo que sucede. Por ello este Trabajo ha de llevarse a cabo con total sinceridad.
Repito, una vez más, de lo que este Trabajo trata es de despertarnos para que podamos aprender
a hacer y a crear. Hacernos y crearnos a nosotros mismos como verdaderos seres humanos. Existen acciones
mecánicas, lo que sucede; y está el “Hacer”,
dicho metafóricamente podríamos decir que es hacer magia. Solo hay una clase de Hacer, lo otro es una falsificación, una falacia, un no-hacer. Siguiendo con la metáfora:
cuando se habla de magia negra no se
trata de la magia del mal. Podríamos decir que nadie hace el mal por amor al mal.
El mal no es otra cosa que ignorancia y egoísmo. El problema es que como somos
ignorantes, cada uno intenta hacer el bien tal
como él lo comprende, desde su nivel de conciencia dormida. Por ello hace daño y se hace fanático. En los
grupos en lo que se trabaja con sinceridad, no se requiere ninguna fe fanática.
Solo se exige, al principio y no por mucho tiempo, un porco de confianza y
paciencia. Luchar contra nuestro “falso
yo” (llamémosles de momento así), contra ese rasgo o defecto principal es la parte más importante de este
trabajo, y esta lucha debe traducirse en hechos y no en palabras.
El Trabajo
Interior (en los coranes y biblias se le llama Guerra Santa, que al ser interpretada literalmente, ha tenido y
tiene las consecuencias de todos conocidas) tiene etapas, barreras que atravesar y surge algo mágico cuando estas
barreras son atravesadas: ya no se puede regresar jamás al estado anterior.
Tres son las barreras principales y
sus nombres son: “Falsedad”, cuando
falsificamos la Enseñanza
y seguimos imaginando que trabajamos
internamente; “Miedo”, nuestro peor
enemigo; y “Mentira”, difícil de
erradicar porque hace referencia a mentirnos a nosotros mismos. El Trabajo exige que realicemos grandes
esfuerzos, sin ellos no habrá resultados. Esto hace que sea necesario, en el grupo, una regla de responsabilidad
común. Un grupo de trabajo debe funcionar
como un campo de conciencia consciente, sus elementos deben conocerse y ayudarse mutuamente. No puede haber intereses
personales que se opongan a los intereses de un trabajo que se proyecta en tres
direcciones: un ser humano debe ser útil al propio Trabajo; un ser humano debe ser útil a otro hombre; y un ser humano
debe ser útil a sí mismo. Tal vez pueda fallar alguna línea de Trabajo, el ideal sería que el Trabajo produjera resultados en las tres
direcciones, pero la que no puede fallar nunca es la línea de ser útil así mismo, porque si no es así,
nada cambiará y se seguirá dormido.
Aquí no bastan con esfuerzos corrientes, se necesitan
superesfuerzos, es decir: esfuerzos conscientes, porque la “Evolución Interior” es el resultado de
una lucha consciente. Es la evolución de la conciencia,
y la consciencia no puede evolucionar inconscientemente; es la evolución de la voluntad, y esta no puede evolucionar
involuntariamente; es la evolución del poder
hacer, y éste no puede ser el resultado de lo que sucede mecánicamente. Es
necesario comprender también que éste esfuerzo
consciente es “vertical a la vida”,
nos sube un escalón en la Escala del Ser, nos sube al “pescante” desde donde podremos dirigir
al caballo que tire del carruaje y vaya en la dirección que, conscientemente,
nosotros elijamos.
Cuando se acumulan en nosotros las influencias que,
procedentes de otros niveles de conciencia, generan las nuevas ideas a través de nuestra comprensión, éstas forman en nosotros
algo así como un centro magnético,
una especie de atractor, que atrae
hacia él a todas las influencias
relacionadas con ellas, con lo que ese centro
magnético crece y se incrementa a través de ese alimento. Y cuando se alcanza ese estado en el que las influencias de la vida ya no ofrecen
demasiada resistencia, nuestro cochero
hace girar a nuestro caballo para que
tome otra dirección. Es entonces cuando se comienza a comprender lo que
significa la idea del “Camino” y
cuando uno comienza a buscarlo; búsqueda que puede durar muchos años, incluso
uno puede no encontrarlo. Todo depende de la resistencia que oponga esa parte
externa, aglutinada alrededor de nuestra personalidad a la que esta búsqueda no
le interesa en absoluto.
Pero si nuestro centro
magnético funciona correctamente, y si nuestra búsqueda se lleva a cabo
desde la conciencia, terminaremos encontrado a alguien que si conozca el “Camino”
y que esté en contacto, directa o indirectamente, con ese nivel al que he llamado
Círculo de la Humanidad Consciente. Ese alguien pasará a representar el primer peldaño de la
escalera, y él nos informará que entre la “vida”
y el “Camino” se encuentra la “escalera”.
En la catedral de Notre Dame de París, podemos contemplas
una serie de rosetones mostrando el proceso alquímico. Uno de ellos representa
a la propia Alquimia. Una mujer sentada
en un trono, con un libro abierto en la mano derecha y un cetro real en la izquierda.
Ascendiendo desde el suelo, entre sus piernas y hasta el nivel de su garganta,
se extiende una escalera. Toda la Alquimia no es sino este
mismo proceso al que estoy haciendo referencia, solo que expresado a través de
una simbología diferente. Así, a ras del suelo, al nivel de la vida, se apoya
la escalera que une la “tierra” (que puede ser simbolizada por
nuestros pies), con el “cielo” (simbolizado por nuestra
cabeza). En realidad esa escalera no es tan solo una metáfora, sino que existe
realmente en nosotros. Es nuestra columna vertebral. En los seres humanos hay
33 vértebras durante la etapa fetal y en la fase bebé: 7 cervicales + 12 torácicas + 5 lumbares + 5 sacras + 4 del
cóccix; durante la etapa adulta solo hay 24, debido a que los huesos del sacro
y el cóccix se unen convirtiéndose en un hueso cada uno. Así que hemos de
ascender, en lo que representan en su simbolismo, cada uno de esos 24 escalones
o vértebras.
Solo ascendiendo
esta “escalera” se puede encontrar
el Camino. Durante esta ascensión
siempre se tiene la ayuda de un guía
o de varios. Uno no puede subirla solo. El Camino comienza al final de la “escalera”, en un nivel muy por encima del nivel de la vida ordinaria,
y hemos sido empujados por algo que
no se encuentra en la vida.
¿Cómo saberlo?
Al comenzar el ascenso uno nunca está seguro de nada, ni
de sus fuerzas, ni de lo que hace, ni de su guía, ni del saber o el poder de
este guía… Nuestra situación es muy inestable; a veces, más que ascender,
parece que se desciende. Pero cuando se franquea el último peldaño y se apoyan
los pies en el Camino, todo
cambia. Las dudas desaparecen, incluso se comprende por qué el guía fue necesario. Mientras ascendíamos
por la “escalera”, nos dimos cuenta
que había otras gentes ascendiendo también por ella. Nuestro guía nos informa que la “escalera” tiene “reglas”, una de ellas dice: nadie
puede ascender un nuevo peldaño, si antes no ayuda a que otro ascienda al que
dejó. Por ello, mientras más se asciende, mayor es nuestra dependencia de
los que nos siguen. Si ellos se detienen, yo me detengo. Todos dependen de
todos. Otra de las reglas de la “escalera”
es que en ella no may maestros ni discípulos, porque allí todos son maestros para los que ascienden detrás y
discípulos de los que ascienden
delante.
Durante éste tránsito, nada importa lo poco o mucho que
uno sepa referente a los asuntos de la vida. Los resultados de este trabajo de ascenso dependerán de tres cosas:
1.- Las ideas que se manejan: ¿proceden
o no del Centro de la Humanidad Consciente?
2.- ¿Se es capaz de comprender esas ideas?
3.- ¿Se ha creado un centro magnético
que facilite nuestra comprensión?
Al principio, son muchos los que preguntan: ¿cómo se puede
reconocer un camino falso? La respuesta es que “no se puede”. Por lo tanto es inútil preocuparse de ello. Nuestra
ocupación debe estar centrada en lo que hacemos mientras ascendemos por la “escalera”. Nuestra comprensión debe ser que el maestro
(considérenlo como un símbolo) siempre se corresponde con el nivel del alumno. Si el nivel del alumno es elevado,
el del maestro también lo será. Aunque un alumno
nunca podrá ver el nivel de su maestro.
Esto es una Ley: nadie puede “ver”
más alto que lo que le permite su propio nivel. Y como la mayoría de las gentes
ignoran esta Ley, cuando más bajo es el nivel del alumno, tanto más exigen que su maestro
sea un Gran Maestro movidos por su orgullo
y vanidad. Ni siquiera se les ocurre pensar que aunque lograran encontrar a un Gran Maestro, no podrían seguirlo, pues
como discípulos tendrían que tener un
nivel más elevado, sobre todo de comprensión.
Esta ley es inflexible.
Hay otra Ley que dice: Un
alumno no puede progresar sin maestro, y el maestro no puede hacerlo sin alumno.
Y, ¡oh asombro! Es la vida la que pone juntos a maestro y discípulo.
De todo lo anterior se desprenden dos cosas. Nuestro desarrollo se lleva a cabo a lo largo de dos líneas: la “línea del Saber” y la “línea del Ser”. Para que nuestra evolución se realice de forma armónica, ambas líneas han de avanzar juntas, más o menos paralelas la una con la otra, sosteniéndose mutuamente. Si la “líneas del Saber” progresa demasiado y sobrepasa a la “línea del Ser”, o viceversa, nuestro desarrollo se detiene. Todos creemos entender lo que debe entenderse por Saber, incluso creemos comprender que existe diferentes tipos de Saber. El problema es que esta comprensión no se aplica al Ser. Por ello, el Ser, para nosotros, solo designa nuestra existencia que se opone a la no-existencia. No comprendemos que como el Ser, el Saber también tiene niveles, niveles de Ser. Nadie comprende que el “nivel de Saber” de cada uno de nosotros, depende de nuestro “nivel de Ser”. Cuando nuestro Saber sobrepasa demasiado el nivel de nuestro Ser, éste se vuelve teórico, abstracto e inaplicable a la vida. Se vuelve nocivo. Un Saber así ni siquiera sirve para satisfacer nuestras necesidades, Sería el saber de una cosa, unido a la ignorancia de otra; el saber de la forma, ignorante de la esencia.
De todo lo anterior se desprenden dos cosas. Nuestro desarrollo se lleva a cabo a lo largo de dos líneas: la “línea del Saber” y la “línea del Ser”. Para que nuestra evolución se realice de forma armónica, ambas líneas han de avanzar juntas, más o menos paralelas la una con la otra, sosteniéndose mutuamente. Si la “líneas del Saber” progresa demasiado y sobrepasa a la “línea del Ser”, o viceversa, nuestro desarrollo se detiene. Todos creemos entender lo que debe entenderse por Saber, incluso creemos comprender que existe diferentes tipos de Saber. El problema es que esta comprensión no se aplica al Ser. Por ello, el Ser, para nosotros, solo designa nuestra existencia que se opone a la no-existencia. No comprendemos que como el Ser, el Saber también tiene niveles, niveles de Ser. Nadie comprende que el “nivel de Saber” de cada uno de nosotros, depende de nuestro “nivel de Ser”. Cuando nuestro Saber sobrepasa demasiado el nivel de nuestro Ser, éste se vuelve teórico, abstracto e inaplicable a la vida. Se vuelve nocivo. Un Saber así ni siquiera sirve para satisfacer nuestras necesidades, Sería el saber de una cosa, unido a la ignorancia de otra; el saber de la forma, ignorante de la esencia.
Dentro de los límites de cualquier ser, la calidad de su saber no se puede cambiar.
Para que se produzca un cambio en la naturaleza de nuestro Saber ha de producirse un cambio en la naturaleza de nuestro Ser. Por ello el equilibrio entre ambos
es imprescindible. Porque cuando el Saber
predomina sobre el Ser, un hombre “sabe”, pero carece del “poder de hacer”, por lo tanto es un
saber inútil. Si es el Ser el que predomina
sobre el Saber, entonces se tiene el poder de hacer, pero como carece de Saber no sabe lo que hacer, y su “hacer” se hace inútil para el Plan de la evolución global de la Humanidad.
¿A qué conduce un desarrollo unilateral del “Saber” o del “Ser”? O a un erudito intelectual que sabe mucho pero sin comprensión
de lo que sabe, o a uno de esos santos tontos
de los relatos que hacen, pero no
saben lo que hacen. Es indispensable comprender la íntima relación que existe
entre ambas realidades. El Saber es
una cosa, y la comprensión es otra
muy diferente. Nuestra comprensión no
se puede incrementar por la sola acumulación de saber, porque es el resultado de la conjunción entre el Saber y el Ser. La comprensión crece
en función del desarrollo de nuestro Ser.
Nuestro pensamiento ordinario es incapaz de distinguir entre Saber y comprensión. La comprensión
solo aparece cuando se tiene el pensamiento, el sentimiento y la sensación
(sentir) de todo aquello que se encuentra vinculado con nuestro Saber.
¿Podemos comprender
la idea de “necesidad”, “compasión”, “respeto”, etc., cuando sabemos solo con la cabeza? Mucho menos
comprenderemos la idea de “mecanicidad”.
Generalmente cuando la gente de da cuenta que no comprende algo, trata de
encontrarle o ponerle un nombre, y cuando lo ha encontrado, dice que ya lo comprende. Explícamelo que lo comprenda, suelen decir. Pero no es así. Una de
las razones por la que no nos pongamos de acuerdo es la divergencia entre
nuestras “líneas de saber” y “líneas de Ser” en nuestra vida. La incomprensión se encuentra en el
lenguaje que emplea la gente, un lenguaje lleno de falsas significaciones de
los conceptos que emplean y de falsas clasificaciones. Un lenguaje subjetivo que se usa con la ilusa
pretensión de ser objetivo y exacto.
El lenguaje que habla nuestro centro emocional (“caballo”)
se asienta en el Principio de Relatividad;
es un lenguaje simbólico sustentado por imágenes
y que se desarrolla alrededor de una única idea: la idea de una evolución
consciente y voluntaria. Todo, desde un sistema solar, la galaxia, un átomo o
un ser humano, evolucionan conscientemente.
Solo la disolución es mecánica El lenguaje que permite la comprensión, se basa en el conocimiento
de lo examinado con su evolución, y en el reconocimiento de su lugar en la escala del Ser. Si aplicamos esta idea a
la palabra Hombre veneremos que hay
distintos tipos (niveles) de hombres. Hasta 7. Lo veremos en un próximo artículo.
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