<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 03/04/1994>
<TÍTULO>: La verdad de mis experiencias OVNI.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>:
<ILUSTRACIÓN>:
<CUERPO DEL TEXTO>:
No recuerdo quién me lo dijo, o si lo leí.
"Los
encuentros que transgreden las leyes del tiempo y del espacio son emisarios divinos.
Están vivos, porque son los frutos de nuestras almas. Sin ellos, languidecemos
y morimos.
Mis encuentros con lo que ha venido en llamarse Ovnis y mis
experiencias con lo relacionado a seres de otros mundos forman parte de estos
encuentros.
(...)
(...)
Conozco a personas que en nombre de la Ciencia y con una postura que dice ser científica dicen rechazar las imposturas, denunciar los mitos y aplastar las
creencias... Es una formidable tarea esa de barrer la basura. Aunque no
renuncio a la Ciencia,
comprendí que había cosas mejores que hacer y me construí mi propio sueño: soñé
con abrir el Cielo.
Aunque nuestra conciencia tenga la forma de una nave que viaja bajo
mil aspectos y a través de mil vidas, muchas de las naves que vemos en el cielo tienen igualmente la forma de
nuestra conciencia. Una forma que es la danza del mundo y el canto del cielo.
Lo recuerdo muy bien. Yo era un niño tímido e imaginativo. Me gustaba
mirar el gran peñón rojizo que, sobre un monte, coronaba el pueblo donde nací:
Peñarroya (Peña Roja). No podía imaginar entonces que, muchos años después,
aquí en Tenerife, junto a otra Montaña Roja, comenzaría parte de lo que es una
amplia experiencia en relación al tema que nos ocupa.
* * *
Experiencia: Playa de la Tejita, junto a Montaña
Roja.
Finales de agosto 89. Un grupo de amigos fuimos a la Tejita para hacer una meditación
al pie de la Montaña
Roja. No importa el motivo, está en relación con el sueño. Al regreso, sobre la media
noche, antes de llegar al cruce con la autopista, detuvimos los coches para ver
una blanca y hermosa nube, redondita y aborregadita, que flotaba a unos
doscientos metros por encima de nosotros.
El cielo limpio de nubes. Una ligera brisa en dirección sur, pero ella
permanecía quieta en el mismo lugar. La contemplamos en silencio. Una voz
dentro de mi cabeza que dice: "Somos
nosotros, no preocuparos, os vamos a acompañar de regreso". Reanudamos
la marcha. Sincronizada con nuestra velocidad, la pequeña nube se mantiene
visible por el parabrisas, siempre a la misma altura. La brisa lleva dirección
sur, nosotros, en sentido contrario, volvemos a Santa Cruz. La blanca y
aborregadita nube nos acompañó, siempre en el mismo punto de visión del
parabrisas, hasta Santa María del Mar. A esta altura, giró en un ángulo de 45º
y se perdió hacia el mar a gran velocidad.
* * *
Experiencia en la Punta de Hidalgo.
Fecha: el 7 de Noviembre de 1990. Inicio de la experiencia, las tres y
media de la tarde. Daba una clase de lenguaje y explicaba frente a una pizarra
las estructuras sintácticas. Siento la voz dentro de mi cabeza: "Esta noche a las 11, en la Punta". Sin
prestarle atención, sigo dando clase. La voz repite la cita por tres veces a lo
largo de la tarde. Al regresar a casa, se lo cuento a mi mujer y decidimos
acudir a la cita. A las once menos cuarto llegamos allí. El cielo estaba
cubierto, hacía frío y humedad. La noche era muy oscura.
Permanecimos en el interior del coche resguardados del frío. Cerca de
nosotros, dos coches. A las once en punto se marcharon. Éste es un fenómeno que
se repite. No importa quién haya en el lugar, llegado el momento la gente
siente la necesidad de marchase.
A las once pasadas, una luz blanco rojiza, a unos 100 o 150 m., dentro del mar. Salimos
del coche. El resplandor del interior del mar asciende a la superficie. El
núcleo de luz, más intenso ahora, emite fuertes destellos, sale del agua y
queda suspendido a unos cinco o diez metros sobre ella. Inicia una aproximación
hacia nosotros que estamos en la misma orilla del mar.
El tamaño aparente del núcleo de luz es más pequeño que la luna llena
en el cenit. Se acerca a unos 15
m. de nosotros. Retrocede de nuevo hasta su posición
original. Vuelve a acercarse. Repite la misma maniobra tres veces. Luego se
eleva hasta que desaparecer entre las nubes. Su resplandor las tiñó de luz
blanca rosada y su reflejo rielaba en el mar. Toda la experiencia duró como
quince minutos.
En la experiencia, aparte de la luz, una increíble sensación de
bienestar y un fuerte incremento de energía en la atmósfera a nuestro
alrededor. La sensación de bienestar, de euforia, con un profundo sentimiento
de alegría, permaneció en nosotros los días siguientes.
* * *
Desde hace diez años he tenido experiencias como ésta y de otro tipo.
No todas has sido ver físicamente. La Voz interna estaba en muchas
de ellas. Otras fueron puramente subjetivas, ocurrieron en meditación o en
lugares que yo considero especiales y a consecuencia de mis propios procesos
mentales y espirituales. Sé que lo que a mi me ocurre, le sucede igualmente a
mucha gente, gente que es acusada por los cientifistas de toda índole de cosas.
Es sobre este aspecto del problema que quiero hablar ahora.
Un intento de metodología.
Cinco sentidos, una mente y una visión espiritual son los medios de
que disponemos para conocer y extraer información. Los órganos sensoriales y
sus prolongaciones nos permiten conocer, pesar y medir la realidad física. Es
un conocimiento empírico y experiencial.
Con la mente participamos en el mundo de las ideas, de las imágenes
conceptuales y simbólicas, de la lógica... La percepción mental nos permite ver en forma no física un mundo más
sutil. Es un conocimiento que no podemos pesar ni medir. Corresponde a los
físicos verificar si este conocimiento se corresponde o no a realidades
físicas. El que no se correspondan, no quiere decir que no sean verdad. Que yo
sepa nadie ha visto físicamente la raíz cuadrada de un número negativo.
La visión de la mente es distinta a la de los sentidos. También es
distinta a la visión espiritual.
Todos poseemos estos tres niveles de visión y de conocimiento.
El problema es que cada nivel y el conocimiento extraído de él por el órgano
perceptor correspondiente, no puede explicar el del otro. Se incurre en un
error categorial. La Ciencia
es empírico-analista, sensorial. La Ciencia de Galileo, Kepler
y Newton no era racional, sino empírica. Ellos combatieron el racionalismo
teológico. Galileo se preguntó como sucedían las cosas y, en vez de pensar
sobre ello, salió a la calle y lo comprobó. Y esa prueba es todo lo que hay.
Luego razonó sobre ello para extraer leyes y teorías.
El problema es cuando, desde este nivel de realidad física, se quiere
explicar la verdad de las realidades mentales y espirituales, cuando un nivel
pretende sustituir y usurpar las atribuciones de otro. Para un empirista puro
como Locke, todo hecho es experiencial porque ha de ser obtenido por los
sentidos. Para un racionalista puro como Descartes:
"Sólo
debemos dejarnos persuadir por la evidencia de nuestra razón; de nuestra razón
y no de nuestros sentidos."
Sensación, razón y contemplación revelan sus propias verdades en sus
propios niveles, y cuando la visión de un nivel intenta ver a través de otro nivel el
resultado es una visión borrosa.
La Ciencia podrá verificar la
realidad física de un ovni, su huella en el suelo, la señal que deja en la
pantalla de radar y todo lo que la fenomenología Ovni presenta a nivel físico.
Pero no puede verificar lo que ve el ojo de mi mente (como la nave encerrada en
aquella nube que nos acompañó desde la Tejita, o la visión de una base extraterrestre
sumergida a unos cuantos km. de la
Punta de Hidalgo).
La Ciencia en lugar de decir que
lo que no ve, no puede verificarse con sus métodos, afirma que lo que no se ve,
no existe. Cuando dio este paso, se convirtió en cientifismo, mejos dicho, en dogma, y lo no físico fue
perseguido.
* * *
El "Ego" científico.
El problema no radica en la estructura de la Ciencia, sino en el
estrato inconsciente del ego científico, en la estructura caracterial del
científico. Está, como Narciso, enamorado de si mismos y del poder que le da su
método. Pero, ¿qué se puede esperar de un ser que renuncia al ojo de su mente y
al ojo de la contemplación en sus propios niveles? Lo más que ha hecho es usar
el poder deductivo de la propia mente para extraer leyes y consecuencias de sus
verdades físicas, para él las únicas científicas. ¿Qué se puede decir de
alguien que cuando mira a su alrededor solo observa diferencias de tamaño?
Evidentemente es un ser humano disminuido de una parte de su totalidad.
La verificación del conocimiento.
Para que un conocimiento, de cualquier nivel, sea válido ha de tener
tres aspectos esenciales: Un aspecto
instrumental o preceptivo ("si
quieres conocer esto debes hacer esto otro"). Un aspecto aprehensivo (realizado por el órgano de conocimiento de
cada nivel) y un aspecto comunal (el
poder compartir la visión con otros que hayan utilizado el mismo órgano de
visión y el mismo proceso instrumental); si la visión de los demás coincide con
la nuestra, tenemos una prueba consensual de la verdad de nuestra visión.
¿Qué me puede permitir refutar la validez de mi visión?
La aprehensión directa de la experiencia en cualquier nivel es un "dato". Una experiencia inmediata que se
nos revela al penetrar en un dominio concreto. Esta captación es Intuición a cualquier nivel. Los
empiristas denuncias a los racionalistas y a los místicos de que sus
conocimientos no están basados en la experiencia. Pero la experiencia no es
otra cosa que la percepción directa de lo inmediatamente dado, de la intuición
física, mental o espiritual. No existe conocimiento, del nivel que sea, que no
esté basado en la experiencia, aunque no necesariamente en la experiencia
sensorial.
Para verificar un dato que se presenta a mi conciencia de forma
inmediata, tendré que verificar el estado de visión de mi órgano perceptor, y
luego el consenso de ese dato con los que participan en el conocimiento
científico de ese nivel y solamente de ese. De lo contrario, la búsqueda del
conocimiento mental y espiritual degenera en dogmatismo y en fe ciega.
La verdad de un sueño.
No debe adueñarse de nosotros el pánico cuando se nos pide la
demostración empírica de nuestra visión mental o trascendente. No hay por que
sentirse disminuido ni avasallado por los que se dicen poseedores de la verdad.
Basta con decirles cual ha sido el proceso instrumental utilizado para adquirir
nuestro conocimiento, e invitarles a que lo verifiquen personalmente. Si así lo
hacen y logran adquirir un adecuado manejo del aparato perceptivo requerido,
entonces esa persona estará capacitada para formar parte de la comunidad de
aquellos que han entrenado sus ojos para contemplar el ámbito de lo físico, lo
psíquico, lo mental o lo trascendente.
No hay obligación de dar explicaciones sobre el Teorema de Pitágoras a
quien se niega a aprender Geometría, y mucho menos al que osa emitir un juicio
de verificación sobre ello. No puede permitirse que quienes se niegan a
practicar meditación, oración u otra técnica instrumental adecuada para el
nivel espiritual, decidan u opinen sobre la Naturaleza de Buda o
del Espíritu. Si el aspecto instrumental y preceptivo del nivel mental es más
difícil y complejo que el del nivel físico, lo es aún más el del nivel
contemplativo.
Así pues, yo no estoy loco, ni soy un bicho raro por tener las experiencias
que tengo. Tampoco me dejo avasallar, ni tengo porque dar explicaciones al
cientifista que no quiere verificarlas por si mismo después de un largo
entrenamiento y práctica.
No me lo creo todo, porque me eduque en un espíritu científico. Lo que
digo, lo sé, porque para mi es un dato obtenido a través de una experiencia
verificable en su propio nivel y consensuada. Mi verdad lo es para mí, y su
verificación dependerá de mi propia cientificidad en el nivel que sea. Cuando
compruebo que mi verdad es compartida por otros muchos, en el mismo nivel, como
en la realidad física, pasa a ser para mí un dato verificable.
El hombre de la nueva era tiene que aprender a soñar su propio sueño,
a no depender de los criterios de los que quieren imponer los suyos. Es tarea
nuestra el crear y desarrollar una Ciencia de la Mente y una Ciencia del
Espíritu. Pero sin cometer el mismo error que la Ciencia Empírica.
Ésta podremos usarla para verificar aquellas realidades que se refieran al
mundo físico, y no para usurpar ni explicar, desde un nivel inferior, las
realidades de otros niveles. He aquí uno de mis sueños.
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