lunes, 16 de octubre de 2017

La Singladura de Occidente 70

La Singladura de Occidente
Capítulo 70
Darwin y la Naturaleza (II)
 
Terminamos el artículo anterior planteando un interrogante: ¿Cómo medir la “aptitud” de cualquier animal? Por su capacidad de supervivencia -dicen los darwinistas-, por ello son los más aptos. Inversamente: los más aptos son los que sobreviven. ¿Una tautología es una “evidencia” empírica? [“Tautología”: Repetición innecesaria de un pensamiento usando las mismas o similares palabras y que, por tanto, no avanza información. Figura retórica que consiste en repetir un pensamiento expresándolo con las mismas o similares palabras.]
 (...)

¿Qué sucede entonces con el altruismo, la cooperación y el amor que también podemos observar en la Naturaleza? La mayoría de las especies conocidas, no "matan" por el alimento, no "luchan" para disputarse el espacio, sino que conviven en equilibrio. ¿Acaso no son estos “más aptos” para sobrevivir que aquellos que compiten?
Las teorías de la “selección natural”, o la “supervivencia de los más aptos”, no clarifican como evolucionan las criaturas. Es solo otra manera de decir que algunos animales viven y se reproducen, mientras otros desaparecen.
“No es una “ley”, ni siquiera una descripción especialmente precisa de la naturaleza. De ser algo, sería algo más parecido a un “síntoma” de la visión enferma de Darwin que otra cosa: su rechazo a reconocer los múltiples rostros de la naturaleza y su insistencia en un solo rostro, que le devolvía su mirada fija como una máscara cruel.” Patrick Harpur,  El fuego secreto de los filósofos”, pg. 163
Pero los muros que Darwin levantó para proteger su vida emocional, se convirtieron en su propia prisión. “He perdido -decía- para mi desdicha, todo interés en cualquier tipo de poesía”, terminando por encontrar  a su reverenciado Milton de su juventud, así como a Shakespeare que le sustituyó, tan “absolutamente monótono que me produjo nauseas”. “Mi mente -decía- se ha convertido es una especie de máquina para procesar leyes a partir de numerosas colecciones de hechos”. Después de todo no podemos dejar de sentir una cierta compasión por el bueno y amable Darwin que gastó su vida negándole a la naturaleza su alma, a costa de perder la suya. Dice Patrick Harpur que “la máquina en que quería convertirla acabó siendo aquello en lo que el mismo se convirtió”.
Son ya muchos, tanto desde el campo de la antropología como de la biología, al día de hoy, que comienzan a platear serias dudas sobre la teoría darwinista. Una teoría que afirma que todos los organismos del planeta han evolucionado por una “mutación fortuita”. Por ejemplo, Máximo Sandín (doctor en Ciencias Biólogicas y en Bioantropología. Fue profesor de Evolución Humana y Ecología en el Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid. Ahora está retirado.), propone una revisión de la tesis darwiniana basadas en la competitividad; una visión más solidaria, colaboracionista, sólidamente afianzada en las ideas del biólogo francés Jean B. Lamarck y en los más recientes descubrimientos. En una entrevista, a la pregunta, ¿Qué significa Darwin para la biología?, responde:
“…constituyó una catástrofe…, porque la sacó del camino que estaba, muy bien orientado científicamente, y la convirtió en una interpretación de la naturaleza, en una visión sórdida y cruel de la vida. Como un campo de batalla en el que solo sobreviven los que tienen alguna ventaja, con un sospechoso parecido a los conceptos del libre mercado. De hecho, en los textos biológicos convencionales, los términos habituales para describir las relaciones entre los seres vivos son coste-beneficio, explotación de recursos, ventajas competitivas… Todos somos competidores.”
Convendría saber que existe un componente muy significativo para que la teoría de Darwin y su difusión como “adoctrinamiento social” se mantenga. Para ello es necesario conocer la época en que esta teoría surgió y le sirvieron de contexto. Darwin se encontraba en el lugar adecuado y el momento oportuno; en el centro de la Revolución Industrial y en la cúspide de un floreciente Imperio que ya había comenzado a conquistar, controlar y dominar el mundo como el “más fuerte”. Su ley del “más fuerte” como principio central de la “selección natural”, justificaba todas las atrocidades cometidas por un Imperio en expansión. Por otro lado, el desarrollo de las ideas calvinistas y sus valores de perfección “predestinada” (en términos darwinista “determinismo genético), constituyeron el caldo de cultivo en el que se gestó la ideología anglosajona y holandesa.
Desde sus orígenes, el darwinismo fue apoyado por los grandes magnates mundiales que contribuyeron con grande sumas de dinero a las investigaciones de los “científicos” darwinistas. John Rockefeller afirmaba que la “supervivencia del más apto” era una “ley natural y divina”. Desde entonces, darwinismo y “libre mercado” han caminado juntos y cogidos de la mano. Como se explica, si no es así, estas palabras de Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía y asesor de Reagan, Thatcher y Pinochet: "Las demandas de justicia social carecen de sentido porque las demandas de justicia son sencillamente incompatibles en cualquier proceso natural de carácter evolutivo".
Por si aún no queda evidente, pregúntense ¿por qué, a pesar de la ingente cantidad de datos “verdaderamente científicos” que se han acumulado en el últimos siglo y en lo que va de éste y que contradicen las teorías darwinianas, éstas se mantienen? Máximo Sandín señala que la causa es “el componente económico y el poder” que se mueven alrededor de ellas. Incluso:
La concepción reduccionista de los genes como ‘unidad de información genética’, que ya sabemos que no es cierta, es esencial para los grandes negocios y para las prácticas de manipulación genética de las grandes industrias farmacéuticas y biotecnológicas, especialmente de los cultivos transgénicos, que ya sabemos a quiénes pertenecen. Estas grandes empresas son las principales financiadoras de la investigación biológica.”
Por otra parte, el profesor Maurício Abdallah, en su libro “La crisis latente del darwinismo”, señala, y en esto coincide con M. Sandin, que aunque el “darwinismo siempre tuvo opositores y siempre estuvo sometido a cuestionamientos de diversos órdenes”, los desafíos actuales son substancialmente diferentes por encontrarse relacionados con los actuales avances del conocimiento científico, conocimientos que eran desconocidos hasta hace relativamente poco tiempo y que “presentan fenómenos que desafían la estructura fundamental de la teoría darwinista”.
En la época de Darwin, la evolución de las variadas formas de vida no era un hecho desconocido. Resulta evidente que Darwin no descubrió el fenómeno de la evolución, aunque en su época aún no se conociera que mecanismo la dirigía y porqué algunas especies simplemente desaparecían, mientras otras aparecían. El estudio de los fósiles y de la anatomía de los seres vivos fue revelando datos antes desconocidos, arrinconando la idea de la inmutabilidad de las especies. Esto obligó a buscar un nuevo enfoque científico que explicara el mecanismo y la razón de los cambios evolutivos. Naturalistas más viejos que Darwin, como J. B. Lamarck y G. Cuvier, entre otros, buscaron explicaciones naturalistas para este fenómeno. Darwin fue uno más de ellos. ¿Se debió el triunfo de de la teoría de Darwin al hecho de que ya existía un substrato “bien cimentado”?
“Cuando digo que las condiciones estaban cimentadas no estoy afirmando que la teoría ya estaba “a punto de ser descubierta” gracias a los avances de la ciencia. Me refiero a las condiciones no sólo en cuestión de los datos disponibles en aquel tiempo sino también al “espíritu de la época”. El mecanismo de la teoría de la evolución de Darwin ya existía tanto en las teorías sociales de Malthus y Spencer como en el liberalismo clásico. O sea, había una predisposición social para ese tipo de teoría de la evolución. La creación de la teoría de la evolución por selección natural fue conducida por el desafío presentado por el conocimiento de hechos de la naturaleza otrora ocultas a simples observaciones e incomprendidas a la luz de las teorías vigentes, pero reproduce también la forma de pensar de la época.”
(…)
“Decir que solamente fue una resistencia fundamentada en dogmas religiosos es un reduccionismo que menosprecia la influencia del espíritu humano en la realización histórica de la ciencia. La teoría de Darwin, en su expresión original, poseía lagunas enormes y, en su “estado puro”, no explicaba una serie de complejidades encontradas en los organismos (en el caso de los microscópicos) y no se adecuaba al registro fósil disponible en la época (y menos al actual). Por tanto, no era sólo una doctrina que se oponía al creacionismo ingenuo, sino una teoría, de inicio, científicamente problemática. (M.A.)
Es verdad, como afirma Abdallah que hoy en día, el darwinismo no se puede reducir a los escritos de Darwin. Pero si es cierto que su obra “El Origen de las especies” construyó la base para el nuevo paradigma dominante: el neodarwinismo o “Teoría sintética moderna”.
A su vez, Emiliano Salvucci, en su artículo “La crisis latente del darwinismo”, nos dice:
La biología se encuentra en crisis dada la incapacidad de la teoría darwinista de la evolución de explicar los complejos procesos que constituyen la transformación de las especies. Desde hace años, varios científicos alertan sobre las falacias del paradigma dominante y las consecuencias que acarrea el estudio de la naturaleza con una base teórica endeble. El paradigma darwinista tuvo su origen en las teorías del libre mercado y en los conceptos de Malthus y Spencer. A partir de allí, la naturaleza fue explicada con preconceptos de las teorías del mercado, distanciándose de una explicación certera de los fenómenos naturales y con la presión de generar rentabilidad por sobre la clara comprensión del objeto de estudio. Es necesario plantear un nuevo paradigma y reconocer las limitaciones del dogma dominante Las pruebas evolutivas aportadas por la ontogenia, las aportadas por el registro fósil, los homeoboxes, las no vedades morfológicas, la transferencia horizontal, la integración de genomas, la presencia en alto porcentaje de genes bacterianos y virales en los genomas eucariotas, la respuesta al ambiente y los fenómenos epigenéticos, los sistema autoorganizados, son algunos de los aspectos que conforman el cúmulo de conocimientos que no pueden ser explicados por la teoría de la competencia, la selección natural, las mutaciones puntuales y el azar darwinistas. Los continuos descubrimientos confirman que la complejidad de la naturaleza y un proceso tan complejo como es la evolución no pueden explicarse por un mecanismo tan simple como lo es la selección natural.
Entre los científicos críticos del dogma dominante se encuentran algunos darwinistas que intentaron explicar las falacias de la teoría dominante como Stephen Jay Gould y Lynn Margulis, el primero estableciendo la teoría del equilibrio puntuado, oponiéndose al gradualismo darwinista y el segundo estableciendo cual es el papel fundamental de la simbiosis en los mecanismos evolutivos. Otros científicos que denuncian el neodarwinismos, y lo que se esconde tras su máscara científica, son Michael Behe, Niles Eldredge, y Guillermo Agudelo Murguia, entre otros.
 
La "carga" del hombre blanco. Caricatura de 1899

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