La Singladura de Occidente
Capítulo 70
Capítulo 70
Darwin y la Naturaleza (II)
Terminamos el artículo anterior planteando un interrogante: ¿Cómo medir
la “aptitud” de cualquier animal?
Por su capacidad de supervivencia -dicen los darwinistas-, por ello son los más
aptos. Inversamente: los más aptos son los que sobreviven. ¿Una tautología es
una “evidencia” empírica? [“Tautología”: Repetición innecesaria
de un pensamiento usando las mismas o similares palabras y que, por tanto, no
avanza información. Figura retórica que consiste en repetir un pensamiento
expresándolo con las mismas o similares palabras.]
En la época de Darwin, la evolución de las variadas
formas de vida no era un hecho desconocido. Resulta evidente que Darwin no descubrió el fenómeno de la
evolución, aunque en su época aún no se conociera que mecanismo la dirigía y
porqué algunas especies simplemente desaparecían, mientras otras aparecían. El
estudio de los fósiles y de la anatomía de los seres vivos fue revelando datos
antes desconocidos, arrinconando la idea de la inmutabilidad de las especies.
Esto obligó a buscar un nuevo enfoque científico que explicara el mecanismo y
la razón de los cambios evolutivos. Naturalistas más viejos que Darwin, como J.
B. Lamarck y G. Cuvier, entre otros, buscaron explicaciones naturalistas para
este fenómeno. Darwin fue uno más de ellos. ¿Se debió el triunfo de de la
teoría de Darwin al hecho de que ya existía un substrato “bien cimentado”?
(...)
¿Qué sucede entonces con el altruismo, la cooperación y el amor que
también podemos observar en la
Naturaleza? La mayoría de las especies conocidas, no "matan"
por el alimento, no "luchan" para disputarse el espacio, sino que conviven en equilibrio. ¿Acaso no son estos “más
aptos” para sobrevivir que aquellos que compiten?
Las teorías de la “selección natural”, o la “supervivencia
de los más aptos”, no clarifican como evolucionan las criaturas. Es solo
otra manera de decir que algunos animales viven y se reproducen, mientras otros
desaparecen.
“No
es una “ley”, ni siquiera una
descripción especialmente precisa de la naturaleza. De ser algo, sería algo más
parecido a un “síntoma” de la visión
enferma de Darwin que otra cosa: su rechazo a reconocer los múltiples rostros
de la naturaleza y su insistencia en un solo rostro, que le devolvía su mirada
fija como una máscara cruel.” Patrick Harpur, “El
fuego secreto de los filósofos”, pg. 163
Pero los muros que Darwin levantó para
proteger su vida emocional, se convirtieron en su propia prisión. “He perdido -decía- para mi desdicha, todo interés en cualquier tipo de poesía”, terminando
por encontrar a su reverenciado Milton
de su juventud, así como a Shakespeare que le sustituyó, tan “absolutamente monótono que me produjo
nauseas”. “Mi mente -decía- se ha convertido es una especie de máquina
para procesar leyes a partir de numerosas colecciones de hechos”. Después
de todo no podemos dejar de sentir una cierta compasión por el bueno y amable
Darwin que gastó su vida negándole a la naturaleza su alma, a costa de perder
la suya. Dice Patrick Harpur que “la
máquina en que quería convertirla acabó siendo aquello en lo que el mismo se
convirtió”.
Son ya muchos, tanto desde el campo de la
antropología como de la biología, al día de hoy, que comienzan a platear serias
dudas sobre la teoría darwinista. Una teoría que afirma que todos los
organismos del planeta han evolucionado por una “mutación fortuita”. Por ejemplo, Máximo Sandín (doctor en Ciencias
Biólogicas y en Bioantropología. Fue profesor de Evolución Humana y Ecología en
el Departamento de Biología de la Universidad Autónoma
de Madrid. Ahora está retirado.),
propone una
revisión de la tesis darwiniana basadas en la competitividad; una visión más
solidaria, colaboracionista, sólidamente afianzada en las ideas del biólogo
francés Jean B. Lamarck y en los más recientes descubrimientos. En una
entrevista, a la pregunta, ¿Qué
significa Darwin para la biología?, responde:
“…constituyó una catástrofe…, porque la sacó del camino que estaba, muy
bien orientado científicamente, y la convirtió en una interpretación de la
naturaleza, en una visión sórdida y cruel de la vida. Como un campo de batalla
en el que solo sobreviven los que tienen alguna ventaja, con un sospechoso
parecido a los conceptos del libre mercado. De hecho, en los textos biológicos
convencionales, los términos habituales para describir las relaciones entre los
seres vivos son coste-beneficio, explotación de recursos, ventajas
competitivas… Todos somos competidores.”
Convendría
saber que existe un componente muy significativo para que la teoría de Darwin y
su difusión como “adoctrinamiento social”
se mantenga. Para ello es necesario conocer la época en que esta teoría surgió y le
sirvieron de contexto. Darwin se encontraba en el lugar adecuado y el momento
oportuno; en el centro de la Revolución
Industrial y en la cúspide de un floreciente Imperio que ya
había comenzado a conquistar, controlar y dominar el mundo como el “más fuerte”. Su ley del “más fuerte” como principio central de
la “selección natural”, justificaba
todas las atrocidades cometidas por un Imperio en expansión. Por otro lado, el
desarrollo de las ideas calvinistas y sus valores de perfección “predestinada” (en términos darwinista “determinismo genético), constituyeron
el caldo de cultivo en el que se gestó la ideología anglosajona y holandesa.
Desde sus orígenes,
el darwinismo fue apoyado por los grandes magnates mundiales que contribuyeron
con grande sumas de dinero a las investigaciones de los “científicos” darwinistas. John Rockefeller afirmaba que la “supervivencia del más apto” era una “ley natural y divina”. Desde entonces, darwinismo y “libre mercado” han caminado juntos y cogidos de la mano. Como se
explica, si no es así, estas palabras de Friedrich Hayek, premio Nobel de Economía y asesor
de Reagan, Thatcher y Pinochet: "Las
demandas de justicia social carecen de sentido porque las demandas de justicia
son sencillamente incompatibles en cualquier proceso natural de carácter
evolutivo".
Por si aún no queda
evidente, pregúntense ¿por qué, a pesar de la ingente cantidad de datos “verdaderamente científicos” que se han
acumulado en el últimos siglo y en lo que va de éste y que contradicen las
teorías darwinianas, éstas se mantienen? Máximo Sandín señala que la causa es “el componente económico y el poder” que
se mueven alrededor de ellas. Incluso:
“La concepción reduccionista de los genes como ‘unidad de información
genética’, que ya sabemos que no es cierta, es esencial para los grandes
negocios y para las prácticas de manipulación genética de las grandes
industrias farmacéuticas y biotecnológicas, especialmente de los cultivos
transgénicos, que ya sabemos a quiénes pertenecen. Estas grandes empresas son
las principales financiadoras de la investigación biológica.”
Por otra parte, el profesor Maurício Abdallah, en su
libro “La crisis latente del darwinismo”,
señala, y en esto coincide con M. Sandin, que aunque el “darwinismo siempre tuvo opositores y siempre estuvo sometido a
cuestionamientos de diversos órdenes”, los desafíos actuales son
substancialmente diferentes por encontrarse relacionados con los actuales avances
del conocimiento científico, conocimientos que eran desconocidos hasta hace
relativamente poco tiempo y que “presentan
fenómenos que desafían la estructura fundamental de la teoría darwinista”.
“Cuando digo que las condiciones estaban cimentadas no
estoy afirmando que la teoría ya estaba “a punto de ser descubierta” gracias a
los avances de la ciencia. Me refiero a las condiciones no sólo en cuestión de
los datos disponibles en aquel tiempo sino también al “espíritu de la época”.
El mecanismo de la teoría de la evolución de Darwin ya existía tanto en las
teorías sociales de Malthus y Spencer como en el liberalismo clásico. O sea,
había una predisposición social para ese tipo de teoría de la evolución. La
creación de la teoría de la evolución por selección natural fue conducida por
el desafío presentado por el conocimiento de hechos de la naturaleza otrora
ocultas a simples observaciones e incomprendidas a la luz de las teorías
vigentes, pero reproduce también la forma de pensar de la época.”
(…)
“Decir que solamente fue una resistencia fundamentada en
dogmas religiosos es un reduccionismo que menosprecia la influencia del
espíritu humano en la realización histórica de la ciencia. La teoría de Darwin,
en su expresión original, poseía lagunas enormes y, en su “estado puro”, no
explicaba una serie de complejidades encontradas en los organismos (en el caso
de los microscópicos) y no se adecuaba al registro fósil disponible en la época
(y menos al actual). Por tanto, no era sólo una doctrina que se oponía al
creacionismo ingenuo, sino una teoría, de inicio, científicamente
problemática. (M.A.)”
Es verdad, como afirma Abdallah que hoy en día, el
darwinismo no se puede reducir a los escritos de Darwin. Pero si es cierto que su
obra “El Origen de las especies” construyó la base para el nuevo paradigma
dominante: el neodarwinismo o
“Teoría sintética moderna”.
A su vez, Emiliano
Salvucci, en su artículo “La crisis latente del darwinismo”, nos dice:
“La biología se encuentra en crisis dada la incapacidad de la teoría
darwinista de la evolución de explicar los complejos procesos que constituyen
la transformación de las especies. Desde hace años, varios científicos alertan
sobre las falacias del paradigma dominante y las consecuencias que acarrea el
estudio de la naturaleza con una base teórica endeble. El paradigma darwinista
tuvo su origen en las teorías del libre mercado y en los conceptos de Malthus y
Spencer. A partir de allí, la naturaleza fue explicada con preconceptos de las
teorías del mercado, distanciándose de una explicación certera de los fenómenos
naturales y con la presión de generar rentabilidad por sobre la clara
comprensión del objeto de estudio. Es necesario plantear un nuevo paradigma y
reconocer las limitaciones del dogma dominante Las pruebas evolutivas aportadas
por la ontogenia, las aportadas por el registro fósil, los homeoboxes, las no
vedades morfológicas, la transferencia horizontal, la integración de genomas,
la presencia en alto porcentaje de genes bacterianos y virales en los genomas
eucariotas, la respuesta al ambiente y los fenómenos epigenéticos, los sistema
autoorganizados, son algunos de los aspectos que conforman el cúmulo de
conocimientos que no pueden ser explicados por la teoría de la competencia, la
selección natural, las mutaciones puntuales y el azar darwinistas. Los
continuos descubrimientos confirman que la complejidad de la naturaleza y un
proceso tan complejo como es la evolución no pueden explicarse por un mecanismo
tan simple como lo es la selección natural.
Entre los científicos
críticos del dogma dominante se encuentran algunos darwinistas que intentaron
explicar las falacias de la teoría dominante como Stephen Jay Gould y Lynn
Margulis, el primero estableciendo la teoría del equilibrio puntuado,
oponiéndose al gradualismo darwinista y el segundo estableciendo cual es el
papel fundamental de la simbiosis en los mecanismos evolutivos. Otros
científicos que denuncian el neodarwinismos, y lo que se esconde tras su máscara
científica, son Michael Behe, Niles Eldredge, y Guillermo Agudelo Murguia,
entre otros.
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