domingo, 17 de septiembre de 2017

La Enseñanza Esotérica 02



LA ENSEÑANZA ESOTÉRICA

( 2 )


El sueño de Jacob. W. Blake

¿Conocen la historia de la Escala de Jacob? Dado que muchas de las historias que cuenta la Biblia, así como junto con las parábolas de los Evangelios, los mitos y las leyendas de la antigüedad, están codificadas a varios niveles de codificación, tendríamos que saber que, en uno de esos niveles, la historia de la Escala de Jacob nos habla de Ser y del lugar que ocupan los seres en dicha escala. También nos dice que el ser del hombre (su nivel de conciencia) puede cambiar. Cuando nuestra cultura cree que nuestro ser es siempre el mismo, y que nada cambia, ¿cómo es posible que el ser de un “ser humano” cambie? La Enseñanza esotérica dice que lo hace con “comprensión”. La comprensión cambia el ser.
(...)
Cuando comprendemos el significado de esta historia, también comprendamos que cada uno de nosotros se encuentra en un cierto “nivel de ser”. El símbolo de la escala que se extiende desde el nivel de la “tierra” hasta el nivel del “cielo” (¿recuerdan el juego de la rayuela?, es lo mismo) indica que esta tiene infinitos escalones y que cada uno de nosotros se encuentra en uno u otro de dichos escalones. Muchos dicen: “mañana lo haré”, “mañana subiré otro escalón”. Pero esta escala nada tiene que ver con el tiempo. Lo que éste símbolo nos enseña es que cualquier “nivel más alto de ser” (de hecho todos los niveles) se encuentra inmediatamente “sobre” o “dentro” (ya que según la Ley de Correspondencia ambos adverbios se corresponden) de nosotros, “ahora”, en este mismo instante. No se encuentra en el futuro del tiempo. Está dentro de nosotros “ahora”, en cada momento.
Muchos son los caminos que llevan a Roma, dice un viejo adagio. Si Roma fuera un símbolo de ese estado de ser más alto, podríamos decir que lo que se ha venido en llamar “Enseñanza Esotérica” (enseñanza para el interior) es uno se esos caminos. Y para poder recorrer ese camino, esa “Enseñanza para nuestro interior de fuera” nos proporciona “nuevas ideas” en las que pensar, “nuevas herramientas” con la que “trabajar”. Un trabajo que tiene que ver con cierta “acción”, la cual puede tener lugar en uno mismo “ahora”.
Este "Trabajo Esotérico" o “interior”, sirve para o  se ocupa de transformarnos, aunque en realidad, es una “auto-transformación” de nosotros mismos ya que el “Trabajo”, a lo largo de nuestro caminar, lo aplicamos a nosotros mismos y a nadie más. Esto representa una serie de cambios imperceptibles a los sentidos externos en nuestro “nivel de ser”, ya que no existe un “nivel de ser” permanente. Además, este nuestro “nivel de ser” es algo que tiene que ver con las “etapas del hombre”.
¿Cuáles son esas etapas? Preguntarán. La Enseñanza dice que el “ser” o “entidad” (algunas tradiciones le dan el calificativo de “espiritual”, aunque este adjetivo solo es un símbolo de “algo” que desconocemos; lo mismo que el símbolo “Dios”) que “habita” en nuestra interioridad (y solo en una forma metafórica de expresarlo) constituye nuestra “Esencia” (parte de este “Trabajo Esotérico) se expresa a través de un lenguaje simbólico). Cuando nacemos, podríamos decir que en ese momento y durante un breve tiempo, todos somos “Esencia”. Luego, al ir creciendo, esa “Esencia” es cubierta por nuestra “personalidad” que se va formando a medida que crecemos. La “Esencia” de nuestro “ser” es de una calidad diferente a la de nuestra “personalidad”. La Enseñanza dice que toda nuestra estancia en la Tierra solo tiene un motivo y un propósito: promover el desarrollo y el crecimiento de esa “Esencia”, dándole una “forma”.
Allá por el Siglo de las Luces (S. XVIII), uno de aquellos grandes pensadores que recopilaron todo el saber de su época en esa descomunal obra que se llamó la “Enciclopedia”, fue Jean le Rond D'Alembert quien escribió en ella:
“Los espíritus sanos han aprendido a sacudirse el yugo de los prejuicios, de la intolerancia y de la barbarie…
Las generaciones futuras estarán mejor formadas y más instruidas. Así podrán ser más felices.”
Tenemos aquí tres oraciones. La primera oración es una oración transitiva reflexiva en la que el sujeto (la persona o cosa que hace lo que dice el verbo) es el sustantivo “espíritu”, cuyo significado según el Diccionario Anaya de la Lengua Española para Secundaria, que es el diccionario que usa la generalidad de los alumnos y que les proporciona los significados de los códigos de nuestra lengua, dice que “Espíritu” significa: 1.“Parte inmaterial del ser humano de la que dependen los sentimientos y las facultades intelectuales”. 2.“Ser inmaterial dotado de voluntad y de razón”. La “Razón”, dice el Diccionario de la R. A. E., “es la facultad de discurrir”, “el acto de discurrir el entendimiento”. Así que es el “Espíritu” el que tiene sentimientos y del que dependen nuestras facultades intelectuales, el que razona, discurre y conoce y el que tiene voluntad para llevar a cabo esa tarea que es la de desarrollarnos como seres humanos, y no la “personalidad”. Y como el hombre ha sido despojado de su “espíritu”, quién sabe con qué aviesas intenciones oscurantistas, lo que significaría que también ha sido despojado de las facultades y cualidades del “espíritu”. ¿Será por ello que el hombre se encuentra cada vez más carente de razón, habiendo perdido toda capacidad de pensar y razonar y por lo que tan fácilmente es manipulado?
Pues bien, a este sustantivo “espíritu” le acompaña un adjetivo que complementa su significado, diciéndonos que, de entre todos los espíritus que puedan existir, solamente se está refiriendo a los “espíritus sanos, lo que nos permite pensar que hay “espíritus” que están enfermos u en otro estado. Así que el mensaje que transporta la oración se refiere única y exclusivamente a los espíritus que están sanos. ¿Y por qué están sanos?, podríamos preguntarnos. La respuesta nos la proporciona la acción verbal. Porque “han aprendido”. Esta tercera persona del plural del pretérito perfecto de indicativo, que nos indica que la acción a la que se refiere está terminada, va acompañada por un infinitivo en forma reflexiva, dándonos a entender que lo que han aprendido es: “a sacudirse” (algo que los “espíritus sanos” han realizado por sí mismos). Me viene la imagen de un perro sacudiéndose las pulgas.
Hay aquí un aspecto de la oración que nos induce a pensar que antes de estar “sanos” estuvieron “enfermos”, porque, ¿de qué se han desprendido?. Eso nos do dice el núcleo del complemento u objeto directo, “del yugo”. ¿Qué es un yugo? El Diccionario de la R A E. nos aclara, en su primera acepción que es “un instrumento de madera al cual, formando yunta, se uncen por el cuello las mulas, o por la cabeza o el cuello, los bueyes, y en el que va sujeta la lanza o pértigo del carro, el timón del arado, etc.”; en una acepción posterior y en forma figurada también significa “velo”; incluso “carga pesada, prisión o atadura”.
En la Antigua Roma a los enemigos vencidos y una vez desarmados, se les hacia pasar por debajo de una especie de horca o yugo, señalando con ello que quedaban convertidos en esclavos. Así que haber aprendido a “sacudirse el yugo”, es haber aprendido a liberarse de la opresión o dominio de aquello que nos afrenta; lo mismo que “sujetarse al yugo” es someterse al dominio de algo o ceder a su influencia.
La oración nos aclara de que está hecho ese “yugo” en tres complementos del nombre: prejuicios, intolerancia y barbarie. Estas tres cosas, son la causa de la enfermedad de los “espíritus”, y aquellos que se han liberado de ellos, que han sanado, es porque se han liberado de la opresión, de la esclavitud, que estas tres cosas ejercían sobre ellos. Pero ¿qué son en realidad estas cosas?
Prejuicios: Palabra que procede del latín “proeiudicare”: “juzgar las cosas antes de tiempo. O sin tener de ellas cabal conocimiento”. Un prejuicio es la acción y el efecto de prejuzgar.
Intolerancia: Significa “no-tolerancia” y es el antónimo de “tolerancia”. Tolerancia es “el respeto y la consideración hacia las opiniones o prácticas de los demás, aunque repugnen las nuestras”. También tiene el significado de “sufrir, llevar con paciencia”.
Barbarie: Del latín “bárbarus” = “extranjero”. “Dícese de cualquiera de las hordas o pueblos que abatieron el Imperio Romano y se extendieron por la mayor parte de Europa”. “Rusticidad, falta de cultura”. “Fuerza (violencia) y crueldad”. (Violencia es sinónimo de bárbaro).
Cuando prejuzgamos o juzgamos a las personas y sus acciones, o a las hehcos, sin tener un cabal conocimiento de lo que sucede, dice el texto de “La Enciclopedia” que nos enfermamos. Tal vez por ello muchos Maestros a lo largo de la Historia nos recomendaron que no juzgáramos. Cuando somos intolerantes para con los demás o con la Vida en general, porque no mostramos ante ellas respeto y consideración hacia sus obras, ideas u opiniones, “aunque repugnen” las nuestras, enfermamos. Y cuando consideramos a los demás, sean personas, animales o cosas, como algo ajeno, como separado de nosotros, por los prejuicios que sean, generalmente por nuestros estrechos punto de vista y por la alta consideración que tenemos de nosotros mismos, enfermamos.
Estas tres cosas se refieren, cada una, a una parte de nuestra triple naturaleza: nuestra mente, nuestras emociones y nuestra realidad física. La enfermedad de nuestra mente genera prejuicios; la enfermedad de nuestra realidad emocional, genera intolerancia; y la enfermedad de nuestra realidad física, genera barbarie y violencia. Y estas enfermedades constituyen un “yugo” que esclavizan al hombre, pues todo prejuicio nos lleva a la intolerancia y toda intolerancia nos conduce a la violencia.
La segunda de las oraciones del texto nos explica que una de las consecuencias, tal vez la más importante para los espíritus sanos, de haberse sacudido el yugo de los prejuicios, la intolerancia y la barbarie es que “las generaciones futuras”, el sujeto de esta segunda oración “estarán mejor formadas” y “serán más instruidas”.  Formadas” es el participio del verbo “formar”; una de cuyas acepciones es: “dicho de una persona: adquirir más o menos desarrollo, aptitud o habilidad en lo físico y en lo moral”. Es decir, “haber tomado o adquirido una forma” diferente de la que antes se tenía. Una nueva forma que les permitió ser “más instruidos”, para que puedan “comunicar sistemáticamente ideas y conocimientos”, o “dar a conocer el estado de una cosa”.
Otra de las consecuencias de haberse liberado de tal “yugo”, además de haberles permitido modificar su “forma de ser”, y de ser más instruidos, es que “así, una conjunción consecutiva que enlaza el significado de esta tercera oración con la anterior, es que así, por ello, “podrán ser más felices. Y cuando todo el mundo se pasa la vida queriendo o intentando ser más feliz, me pregunto como pueden hacer realidad ese deseo si siguen estando subyugadas por los prejuicios, la intolerancia y la violencia.
En conclusión, los “espíritus sanos” lo son porque “están mejor formados”, por que son “más instruidos” (poseen un mayor conocimiento de si mismos) y porque son “más felices”; y los “espíritus enfermos” lo son porque aún no se han liberado del “yugo” de los “prejuicios”, de la “intolerancia” y la “barbarie”. Y ¿como hacemos para poder desprendernos de ello". A esto se refiere también el “Hombre, conócete a ti mismo…” de Delfos.
Decíamos que todo hombre nace como “Esencia” y que nuestra estancia en la Tierra, según la Enseñanza Esotérica tiene como objetivo desarrollar esa “Esencia” a través de nuestras experiencias; y hacerlo desde la “personalidad”. Son muchas las personas, la inmensa mayoría, que cree que la “Esencia” (hoy día ese concepto ha sido sustituido por el de “psique”, aunque nada tiene que ver una cosa con la otra) es algo que les pertenece. Pero esto es un error. Como con otras tantas ignorancias sobre nosotros mismos, esto es al contrario: es la “personalidad” la que pertenece a la “esencia”, la cual debe utilizar el “cuerpo” y la “personalidad”, para desarrollarse. Podría decirse que la “Esencia” necesita el “alimento” que le proporcionan las experiencias del ser humano, siempre que estas experiencias sean conscientes, pues el “tejido” de la “Esencia” es básicamente “consciencia”.
Podría decirse que la “Esencia”, solo tiene poder para crecer por si misma hasta los 2 o 3 años. Luego se detiene. Este proceso inicial constituye la 1ª Etapa del Hombre. Por ello, y para que pueda seguir creciendo, “algo” debe acontecer, “algo” debe ayudarla, “algo” que, en principio, es ajeno a ella, y ese “algo” es la “personalidad”. Y esta etapa de formación de la “personalidad”, necesaria para un posterior desarrollo de la “Esencia”, constituye la 2ª Etapa de la vida del Hombre.
Debemos “comprender” claramente esto: el posterior desarrollo de la “Esencia”, depende de la “forma” que tome la “personalidad”: o se convierte en una “falsa personalidad”, enferma y llena de “prejuicios”, “intolerancia” y “violencia”; o se convierte en la personalidad dispuesta a favorecer a un “espíritu sano”. Porque si esta “forma” es “pobre”, ésta no podrá ayudar a la “Esencia” en su posible desarrollo. Y en procurar esto, estriba esta “Enseñanza” y este “Trabajo” esotéricos, para que la conciencia interiorice la experiencia consciente.
Con esta “Enseñanza” y con éste “Trabajo” comenzaría la 3ª Etapa del Hombre. Aquí, ni nuestros deseos ni nuestras acciones ya no se refieren a la vida ni a la personalidad, ahora plenamente “formada”, por lo que se ha hecho “rica”. Esta 3ª etapa se ocupa de un nuevo desarrollo de la “Esencia” que a través de esta “Enseñanza” y éste “Trabajo” que se le ha proporcionado a la “personalidad”, puede volver a “crecer”, y su crecimiento lo hará a expensas de la “personalidad” que es quien le proporcionará el alimento (entiéndase energía consciente) que necesita. Nada de todo esto se refiere a la vida, se refiere exclusivamente al hombre. La “Enseñanza Esotérica” dice que, por el “Trabajo” hay que “hacer pasiva” a la “personalidad”, para que la “Esencia” pueda crecer y volverse “activa”. Es decir: cambiar nuestra polaridad.
Nada de esto hace referencia a que la vida carezca de sentido, ni que el cuerpo es la tumba del hombre, ni que haya que apartarse de los dos. Lo que se está diciendo es que la vida adquiriría su pleno sentido y su pleno significado, si no estuviéramos dormidos, si fuéramos conscientes. Es necesario comprender que el desarrollo de la “personalidad” es solo una etapa, y que a partir de ahí hemos de seguir “creciendo internamente”. Es desde esta comprensión como adquieren pleno sentido las expresiones simbólicas tales como: “hasta que lo de dentro no sea como lo de fuera, y lo de fuera como lo de dentro”; o, “vende todo lo que tienes y dalo a los pobres”. El producto de esta venta es la energía que, por el “Trabajo”, tiene que ser derivada desde la “personalidad” hasta la “Esencia”. Y bajo esta idea, carece de importancia que forma de educación se haya recibido en la vida o a qué color político se pertenezca (todo esto son energías que siguen la Ley del Péndulo que oscila entre el Yin y el Yang), cuando todo ello solo “forma” tan solo la “personalidad” del hombre.
Solo a partir de estas nuevas ideas que nos proporciona la Enseñanza y el Trabajo interno que hacemos con ellas, es como podemos cambiar nuestro “nivel de ser”. La idea más fascinante que nos proporciona esta Enseñanza es que nuestra “Esencia” proviene de las estrellas, proviene de la Galaxia, porque ella se esparce a través de todas las galaxias, y nadie, ningún ser, ninguna entidad, sabe cual fue su origen o si lo tuvo alguna vez. No estoy hablando de Dios, estoy hablando de otra cosa, aunque tal vez sea lo mismo, pues tampoco sabemos lo que es Dios. Mientras el Génesis dice: “En el Principio Dios creó el Cielo y la Tierra”, el “Libro Esenio de la Creación” dice: “Sin principio, la Ley crea el pensamiento y la vida”.


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