<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 26/09/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: EL PODER DE LAS LÁGRIMAS.
<SUBTITULO>: Transmutación de nuestra realidad cotidiana.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: Las lágrimas son ese líquido acuoso que muere evaporándose después de dejar testimonio.
<ILUSTRACIÓN>: Hoy, triturada mi última lágrima, me he levantado a mí mismo hasta la altura de la conciencia y he alcanzado mi alma.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Dice el Diccionario de los Símbolos que la lágrima es "una gota
que muere evaporándose después de dejar testimonio"; y que por ello es
el símbolo del dolor y la intercesión. A menudo, la lágrima es comparada con la
perla y con la gota de ámbar. En la Mitología Griega, las lágrimas de las Heliades,
hijas del Sol, se transforman en gotas de ámbar. Si nos fijamos en la
definición de lágrimas, podremos descubrir cual es el secreto del llanto: Gotas que mueren evaporándose después de
dejar testimonio.
(...)
La lágrima es ese líquido acuoso que segregan los ojos: los órganos de la visión y de la luz. Y el agua se evapora cuando se calienta por la acción del fuego. Pero esta gota de agua que es la lágrima, además de evaporarse por el fuego -una combustión que produce luz-, deja testimonio.
(...)
La lágrima es ese líquido acuoso que segregan los ojos: los órganos de la visión y de la luz. Y el agua se evapora cuando se calienta por la acción del fuego. Pero esta gota de agua que es la lágrima, además de evaporarse por el fuego -una combustión que produce luz-, deja testimonio.
¡Qué maravilloso es este trabajo de desentrañar con la luz -aunque sea
con la luz lunar-, los misterios que se encierran en las metáforas!
¡Conocerlos, tomar conciencia de ellos, y sobre todo, verlos reflejados,
actuando en la experiencia de nuestra vida diaria!
¡Dejar testimonio!
¡¡HE AQUÍ A LA CONCIENCIA!!
Porque si mi llanto es mero lamento y queja, si es un llanto estéril,
y por ello inútil, no deja huella. Y no la deja porque me resisto a que los
avatares que me presenta el destino, aquellos que conforma mi vida, luchen su
combate, entre la Luz
y la Sombra
que hay en mí, con la espada del llanto. Si esto es así, no hay conciencia.
Pero si soy sabio, si conozco que ese llanto -"partido en dos mitades", dirá otro
poeta, Blás de Otero-, llanto inevitable, me lleva hacia la Luz; si tengo conciencia de
por qué lloro -y lloro por lo que lucha en mí, por lo que muere y resucita en
mí-, entonces, mis lágrimas dejan testimonio: una huella indeleble en el alma,
una sabiduría transfigurada con la que se va aprendiendo a diferenciar que la
luz reflejada, la Sombra,
no es la verdadera luz.
Esta lágrima metamorfoseada en perla, en gota de ámbar, y que por esta
transfiguración testimonia su valor, es el tesoro oculto por el que dice la
parábola que hay que venderlo todo.
La perla es un símbolo lunar ligado al agua y a la mujer, a lo
femenino esencial de nuestra naturaleza. Encerrada en su concha es el principio YIN del Universo: la feminidad
creadora que nada tiene que ver con lo femenino biológico. Considerada místicamente, la perla es símbolo de la sublimación
alquímica de los instintos, de la espiritualización de la materia y la
transformación de los elementos, el término de la evolución en su polaridad
femenina.
El ámbar, resina fósil de coníferas, es el símbolo del principio YANG del Universo. Fue Tales de Mileto
el que descubrió en el 600 a.d.C.
las propiedades magnéticas y eléctricas del ámbar amarillo, al que los griegos
llamaban electrón, de donde deriva
electricidad, luz. Aquí la
Ciencia y la
Metáfora se unifican de nuevo para indicar que el hilo
psíquico que enlaza la energía individual con la energía universal es esa
corriente eléctrica que produce luz.
En los mitos celtas hay un personaje llamado OGMIOS. Es representado en la forma de un anciano que arrastra tras de
sí a un multitud de hombres a los que tiene atados por las orejas por medio de
una cadena de ámbar. En Física, el
campo eléctrico es inseparable del campo magnético, y es por ello que la luz
atrae, como el Amor.
Así, en la semejanza y la correspondencia, estos cautivos enlazados a
Ogmios por la cadena de ámbar que une sus orejas son la imagen que muestra la
relación que existe entre la corriente espiritual que se establece entre todos
aquellos que escuchan el sonido -la Palabra-, de la Enseñanza Espiritual.
Cautivos que podrían huir a causa de la fragilidad de la cadena, pero que sin
embargo prefieren seguir, consciente y voluntariamente, a su guía y maestro.
En otros contextos, a los héroes y santos se les suele atribuir un rostro de ámbar. Lo que viene a
significar que un reflejo del Cielo se manifiesta en su persona. Hasta el mismo
Apolo derrama lágrimas de ámbar cuando, desterrado del Olimpo, expulsado del
Paraíso, marcha al país de los Hiperbóreos. Lágrimas que expresan el lazo sutil
que aún le unen con el pasado, así como la nostalgia de ese pasado perdido.
Son muchas las referencias mitológicas que hacen del ámbar un símbolo
de las esencias celestiales. Sólo he
querido mostrar que la lágrima que deja
testimonio está llena de un rico simbolismo, cuyo significado último está
en la transmutación de la
Sombra en Luz. Por ello dice el poeta:
"No hay en el
mundo nada más grande
que mis lágrimas,
ese aceite que sale de
mi cuerpo
al pasar por las piedras
molineras
del sol y de la
noche."
León Felipe
Si nos fijamos bien, entenderemos que las dos mitades de nuestra
realidad, esas que son distintas y opuestas, pero de la misma naturaleza -la Luz y la Sombra-, son las piedras molineras de las que se extraen
las lágrimas, ese aceite, fruto
último del olivo, el árbol de la diosa Atenea, símbolo de prosperidad y de alegría, también de fraternidad,
y con el que se unge a los elegidos y a los iluminados. Ese aceite es también
el combustible que alimenta las lámparas que somos, el combustible de la Luz.
Y como hemos señalado, ese combustible, ese aceite, esa lágrima que
deja testimonio, esa agua salada con la que el hombre tiene que lavar las
heridas después de librar el combate, es segregada por un acto: la molienda.
Así, cuando los eventos de nuestra vida y nuestra reacción a ellos, pasan por
las piedras molineras, una sol y la otra noche -nuestra luz y nuestra sombra-,
y son trituradas con nuestra cooperación, se obtiene ese provecho espiritual,
ese aceite que es el combustible de
la luz. Y la lágrima se transforma así en perla, en gota de ámbar, por la que
quedamos enlazados a nuestra ascendencia celestial.
Cuando esos actos pasan por nuestras piedras molineras sin que
segreguen conciencia, sin que dejen huella, se convierten en meros actos
mecánicos que no aportan ningún provecho.
En otro momento hemos hablado de la profunda relación simbólica que
existe entre el alma y la piedra. Y las piedras molineras, las piedras de
moler, agujereadas por su centro, una plana y otra cónica, signos solares y
lunares, luz y sombra, hacen referencia al ciclo de la liberación del alma por
el proceso de muerte-renacimiento.
Por largo tiempo las ruedas de nuestros molinos internos trabajaron y
trabajarán aún. Por largo tiempo trituraron todo aquello que era pesado, oscuro
y estéril para convertirlo en combustible de la Luz. Pero un día,
después de que hayan funcionado hasta gastarse, después de que el último evento
de nuestra existencia terrenal haya sido triturado y ya no quede ningún
combustible que transmutar, aparecerá la LUZ. Y,
en ese momento, como dice el poeta: "las
lágrimas alcanzarán el Sol".
Entonces, los ojos, esos órganos de la percepción sensible, esos
canales de la luz, esas ventanas del alma -el derecho se refiere al Sol y el
izquierdo a la Luna-,
dejarán por fin de llorar.
Lo harán porque habremos recobrado el Paraíso, porque habremos
unificado su visión en un tercer ojo
espiritual -el ojo frontal de Shiva-, el Ojo del Corazón. Y ese día el hombre
verá, verá la Luz. La
verá porque él, el Hombre, será la
Luz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario