domingo, 6 de noviembre de 2016

La Singladura de Occidente 48

La Singladura de Occidente
Capítulo 48
Otros agentes de la Historia: la Técnica y el Mito.
 
Obra de salvador Dali
Decíamos en el artículo anterior que cualquier acontecimiento probable no alcanza su logro porque algún evento improbable surge en su camino paralizando o poniendo fin a su progreso. se encabalgan en el devenir aleatorio de lo que llamamos evolución histórica. De estas desviaciónes suelen surgir una nueva tendencia o una nueva realidad. Luego la Historia no avanza como lo hace un río desde su nacimiento hasta que desemboca en el mar. No camina de forma imperturbable de un origen hasta un fin de los tiempos. También los ríos de pronto se secan o desaparecen.
(...)

La Historia está repleta de desviaciones que transforman lo que anteriormente existía. Al provocar una reacción, son creadoras de formas nuevas. La reacción de la aristocracia de 1.788 desencadenó la Revolución Francesa de 1.789, la que a su vez puso en marcha un proceso que llevó al Imperio de Napoleón; otro, el III, declara la guerra a Prusia y Francia se hunde; en 1.936, un proceso revolucionario hace que Franco se levante contra la Segunda república española. Gorbachov quiso reformar la Unión Soviética y en tres años la llevó a su desaparición. Como señala Morin (tantas veces citado, pues su “Método” sirve de guía a esta parte de mi exposición): “La Historia conoce no solo la llegada de lo improbable, sino el éxito de lo involuntario”.
Orden-desorden, organización-desorganización, determinismo-azar se encabalgan en el devenir aparentemente aleatorio de lo que llamamos evolución histórica.
Nos vamos a ocupar en el artículo de hoy un poco de la técnica. Los historiadores han dividido la Historia teniendo en cuenta este concepto. Así, la Prehistoria la dividieron según las técnicas de tallado de la piedra: Paleolítico, Mesolítico y Neolítico; después llegó la Edad de los Metales: cobre, bronce y hierro. A estos criterios técnicos le suceden categorías temporales: Antigüedad, Edad Media, Moderna y Contemporánea, donde el desarrollo técnico se encuentra sutilmente infiltrado, siendo en la Edad Moderna y Contemporánea donde la técnica vuelve a ocupar lugar de protagonista. A pesar de todo, nunca fue algo determinante en los cambios ocurridos en la Historia. Es cierto que ha sido y es un motor importante del desarrollo de las civilizaciones, pero también tenemos ejemplos de civilizaciones que alcanzaron ciertas logros sin un desarrollo técnico, al menos tal como nosotros lo entendemos (civilizaciones mesoamericanas y andinas).
Por lo que sabemos, las técnicas de homo faber no aportaron ningún beneficio al “saber” del homo sapiens. Desde los primeros útiles de piedra fabricados por nuestros ancestros prehistóricos, la fabricación de cualquier útil ha derivado, por parte del sapiens, en un arma para el asesinato y la guerra. Desde mediados del siglo XX, la tecnociencia, dispuso de la herramienta con que poder destruir a toda la humanidad. Incluso la Industria ha devenido en arma ecológica capas de acabar con la vida del planeta. Lo que el homo faber llama logros, de los cuales se enorgullece, han caído en manos del homo demens.
Es cierto que en el origen de lo útil se encontraba la necesidad y la utilidad; luego, en las sociedades históricas, la técnica se pone al servicio de la maquinaria social, no solo para necesidades y utilidades, sino para satisfacer la voluntad de poder. Lo que hay que comprender es que la técnica no ha surgido solamente de una necesidad material, sino también de los deseos paranoicos del homo demens.
En el polo opuesto del desarrollo técnico, tenemos el mito. Ningún historiador lo considera un agente de la Historia. Incluso se le escamotea su papel en la versión académica de la Prehistoria, las sociedades antiguas y los comienzos de la civilización. He dedicado muchos años a estudiar los mitos, y no tengo ningún rubor en afirmar que el mito es tal vez, incluso hoy día, el más importante motor de la Historia. Algunos ejemplos cercanos: la búsqueda de El Dorado permitió a los europeos apoderarse de América; la búsqueda del reino del Preste Juan les empujó a apoderarse de medio Oriente y el Asia Oriental. Tras toda aventura humana se esconde un mito de un Más Allá fabuloso. Los dioses han sido actores importantes en la guerra y también en la paz. No solo han luchado entre ello, sino que han intervenido en las guerras de los hombres. El Atón de El Amarna fue derrotado por los dioses de Tebas. Los Olímpicos dioses romanos fueron derrotados por el bélico Yahwé. El Dios Uno ha sido el más importante agente histórico, no solo de nuestra civilización cristiana, sino de la judía y la Islámica. A veces se olvida que las guerras de religión subyacen a las componentes étnicas y económicas. Hace tiempo que vengo señalando que la actual crisis entre el Occidente protestante (norte) y el Occidente católico (sur) es una guerra de religión; tras lo económico, subyace soterrado una componente mítica: la creencia calvinista y protestante de que Dios está con los que alcanza poder y riqueza y usan la “economía” para ello.
En cierto que en nuestras sociedades laicas los dioses se han debilitado, pero ello no quiere decir que hayan desaparecido. Aún hoy día la energía del mito impulsa poderosas corrientes ideológicas llenas de héroes, mártires y verdugos. Ni la Ciencia se ha podido librar de la influencia del mito y de la religión. Cuando se nos dice que ella nos asegura el Progreso, se está recurriendo, sean conscientes de ello o no, al mito de la Providencia.
No es difícil entrever que nuestra época hípertecnificada no ofrece un rostro puramente material. Pero lo que la empuja es una hýbris (desmesura, confianza exagerada en algo) en la que los mitos de la Ciencia, la Técnica, el Progreso, la Industria y el Mercado se encuentran activos.
Es una verdad psicológica que el ser humano no puede vivir sin mitos, por ello lo antiguos renacen de nuevo, o surgen otros nuevos que, como los antiguos, igualmente nos poseerán. El problema es que suelen ser utilizados para confabulaciones, mentiras y opresiones.

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