domingo, 13 de noviembre de 2016

La Otra Palabra


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 01/08/1993>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA.
<TÍTULO>: Castillos en la arena.
<SUBTITULO>: Cuando Sísifo sube al Calvario.
<AUTOR>: Alfiar
<SUMARIO>: El hombre encuentra consuelo a su angustia midiendo con orgullo el valor de las fuerzas que le angustiaron.
<CUERPO DEL TEXTO>:

 
Punta Umbría (Huelva). Enero 2016.

Aunque cada vez menos, suele verse a los niños en las playas hacer castillos en la arena. Se advierte pronto que hay dos tipos de constructores: los que construyen para conservar y los que levantan sus creaciones para que sean destruidas por las olas cuando sube la marea.
(...)

Los primeros cuidan mucho el trabajar fuera de los límites del agua. No importa que la arena sea peor o más sucia. Previsores, ordenados, no pretenden luchar contra las fuerzas ciegas de la naturaleza. Conocen sus limitaciones humanas y deciden actuar dentro de ellas. Trabajan y custodian lo creado contra factores extraños: la pisada torpe del paseante, el balón de un despistado... Se puede adivinar en ellos al futuro comerciante prudente, al notario concienzudo, al banquero fiel...
Confieso que me atraen más los otros. Los que, cerca de las olas, levantan sus sueños en la arena. También entre estos se distinguen dos tipos: los rebeldes y los absurdos.
Los rebeldes pretender oponerse a la invasión del mar. Tal vez encuentren estúpido que cada día el agua venza al hombre y le obligue a retroceder derrotado. Esto puede estar bien para las turistas cocidas por el sol, o para aborígenes cargados de sillas y bultos que huyen dando grititos cuando sube la marea. Pero ellos no, ellos no retroceden. Y con ardor y prisa construyen un alto bastión de arena para defender su creación de las olas; se suben encima esperando confiados. Cuando llega el agua, no puede, aunque lo intenta, mojar la altura donde el rebelde espera. Pero el agua va minando poco a poco los cimientos del dique, y al final este se hunde sin remedio. El rebelde mira desafiante a la ola y se hace el propósito de construir otra muralla, mañana, más fuerte, más alta, más firme.
Los absurdos, en cambio, sólo gozan de verdad cuando las olas que avanzan destruyen su obra. Entonces se les ve inefablemente sonrientes, casi en éxtasis, contemplando como cae, poco a poco, la estructura que tanto trabajo le costó crear. Cuando todo concluye, se levantan despacio y felices, dejándose lamer los pies por las olas que avanzan. Al verles, nadie diría que el mar los ha vencido, sino que en alguna extraña forma, que muy pocos comprenden, ellos han vencido al mar. Por la tarde, o al día siguiente, volverán a construir otro castillo en la marea baja.
Estos pequeños constructores de lo absurdo me hacen recordad un mito griego. El mito de Sísifo. Sísifo, el gran amador de la vida y de sus goces, bandido generoso y pesadilla de los dioses, porque una vez encadenó a la muerte y otra denunció el rapto de Egina por Júpiter, es condenado por éste al Hades. Una vez allí, es sometido al más terrible de los castigos: levantar una enorme roca hasta la cima de una montaña, desde donde la ve caer, para volver a subirla una y otra vez. Sísifo queda ya, para siempre, como el símbolo del dolor y de la fatiga inútil, sin fin, sin objetivo, sin compensación ni esperanza.
Sisifo cargando con su roca. Tiziano
Un filósofo francés, Albert Camus, interroga a Sísifo cuando éste bajaba, una vez más, al abismo mientras vuelve a por su roca, pausadamente. Dice que ese es un instante de respiro y también de toma de conciencia. Por lo tanto debería ser el instante más amargo para el condenado, ya que lo más duro del castigo no es su peso y su fatiga, sino la conciencia de su magnitud. Y he aquí que Camus se asombra cuando se da cuenta de que Sísifo, en ese momento, parece dichoso y sonríe.
Camus entiende que la sonrisa de Sísifo es una maravillosa lección para el hombre angustiado. Sísifo ha tomado conciencia de su condena, pero una conciencia tan plena, tan profunda y extensa, que con ello ha burlado la intención terrible de los dioses. Ha convertido el castigo en destino, el trabajo en su empresa y la roca en su obra. Ha decidido con orgullosa dignidad de hombre, que el trabajo que realiza posee en si mismo el medio y el fin, que su misma dureza no es más que la justa medida del poder y el valor de lo que lleva a cabo. Espectador admirado de si mismo, Sísifo, dichoso, vuelve a los infiernos para recoger su roca y, por obra de su esfuerzo y tenacidad, llegar de nuevo a levantarse sobre los dioses que le han condenado. Su goce no está en el trabajo, tan pronto conseguido como fracasado, sino en el mero vencimiento de la dificultad, reiteradamente aportada por los dioses.
Tal vez, del mismo modo, el niño absurdo, sopese, ante tal derroche de energía para destruir su frágil creación por parte del mar, cual es la medida de su dignidad.
De la misma manera que el niño absurdo o que Sisifo, el hombre podría encontrar consuelo a su angustia, a su tedio, a su tribulación, a su fatiga, midiendo con orgullo el valor humano de las fuerzas que le llevaron a esa situación.
Oscar Wilde dijo esto mismo en una bella historia: un hombre apocado, al que su mujer despreciaba, se ve obligado cierta vez a defender el honor de su esposa. Lucha y vence al difamador. Ella, húmedos los ojos, le dice tiernamente:
- No sabía que fueras tan fuerte.
A lo que el le respondió:
- Yo tan poco sabía que tu fueras tan bella.
Y es que nunca, hasta entonces, había tenido ocasión de medir esta belleza. Medida que le dio su propio esfuerzo para vencer al que la insultó. Y es que el valor de toda empresa humana se expresa mejor en la dificultad para llevarla a término que en su mismo fin y resultado.
El medio social demanda de nosotros fines y resultados, la evolución cósmica solo nos pide que actuemos conscientemente y creativamente. Fines y resultados los pondrá esa misma evolución cósmica a través de nuestra voluntad y nuestra imaginación.
Para los que caen en la depresión y carecen de fortaleza para levantarse sobre su angustia, transcribo estas palabras procedentes de un Ser de otra dimensión:
"Quiero hacer una reflexión para los que se debaten entre un estado de depresión no consciente, que revuelve en su interior aquellas sobras escondidas por largos años en lo más recóndito de sus almas, y esa intuición que también sienten en su interior, clara y nítida que les hace comprender que forman parte de la imagen de la Creación, contemplándose así misma en el espejo del mundo.
Ambas fuerzas se debaten dentro de ellos como el reflejo de esas otras fuerzas que también luchan fuera. Para que el equilibrio de la balanza de este conflicto sea comprendido y jugado, la conciencia terrenal debe estar abierta a ambas influencias; ellas son las causas que determinan el proceso de creación armónica de nuevos factores, decisivos para el desarrollo planetario.
Observar dentro de vosotros mismos las tendencias de la parte inmóvil. Aparentemente no producen daño alguno; en realidad, desligan del vínculo creador cualquier esfuerzo a cristalizar dentro de una voluntad primordial, que es el primer avance de la energía de creación. Si el alma se esconde dentro de este aparente "no suceder", los hilos que tejen la madeja de la descomposición energética empiezan a solidificar la energía, inmovilizándola en esferas que se petrifican a cualquier influencia, pasando a ser residuos negativos de campos vibracionales amorfos.
Pero ante el mínimo esfuerzo de esa voluntad primordial, un pequeño impulso de luz empieza a girar lentamente y comienza a mover aquellos otros átomos que lo rodean, cuya carga de energía va subiendo poco a poco a este contacto, hasta conjuntar el primer giro de la onda de luz que mueve la espiral. Entonces la voluntad siente que algo motiva su conciencia, que algo nuevo está naciendo y quiere seguir avanzando hacia otras circunstancias. Así, de impulso en impulso, empieza a crearse la nueva realidad.
Entender esto que os digo y aplicarlo a vuestro trabajo, a lo que está dentro de vosotros y a lo que está fuera. Aquello que se determina por el proceso de creación es la palanca que mueve el destino del mundo. Aquello que se duerme en los deseos del hombre, es el abismo donde perecen los sueños de cambio de cualquier circunstancia."

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