La Singladura de Occidente
Capítulo 47
Capítulo 47
Un poco de historia de la Historia.
El desarrollo
tecnológico apoyado por la
Ciencia ha permitido que los Estados modernos dispongan de
megamáquinas para llevar su voluntad de
poder sobre todo el planeta, que ha sido y es sojuzgadoel los dos últimos siglos por el imperialismo
de Occidente. Y ante tal sojuzgamiento algunos se rebelan, aunque dichos
intentos de liberación caen generalmente bajo la predicción de Víctor Hugo: “En el oprimido de ayer, el opresor de mañana”.
Esto no significa que no pueda encontrarse piedad y compasión.
(...)
Y si a través de
esta serie de artículos de La
Singladura de Occidente, hago más hincapié en el aspecto
oscuro de nuestra civilización, que la Historia oficial envía al inconsciente de la
cultura, es porque en el contraste de los polos, oscuridad y claridad, del
desarrollo de la
Civilización Occidental, es donde únicamente podemos apreciar
el nivel de conciencia alcanzado y el que aún nos falta para hacer de este
planeta un mundo humano.
La Historia nos
permite ver, si sabemos contemplarla en sus dos caras, la forma caótica en que
se han desplegado las potencialidades del hombre. La emergencia de nuestras
potencialidades racionales, técnicas, económicas, espirituales, lúdicas,
artísticas y poéticas, son inseparables de toda una corriente de demencia y
desmesura que han llevado a la humanidad a la Violencia (con
mayúsculas) a través de conquistas, destrucciones y masacres. Se podría
asegurar que la cara oscura del homo
sapiens es el homo demens. Es
decir, como acertadamente señala Morin, somos un homo sapiens-demens en nuestras totalidad. Y, precisamente, esta
realidad dual de hombre es la que ha sido escamoteada de la los manuales de
Historia.
La Historia, por otra
parte, aunque lo pretende, no es Ciencia, solo interpretación de datos
presumiblemente objetivos. Por la época en que termine la carrera (1968),
entonces la carrera se llamaba Filosofía y Letras, donde se estudiaban dos años
comunes a todas las especialidades de Humanidades y luego tres de especialidad
-yo elegí la especialidad de Historia que englobaba la Historia, el Arte y la Geografía, lo que nos
permitía tener una visión bastante completa del desarrollo humano dentro de su
hábitat geográfico. Hoy este estudio se encuentra tan fragmentado en múltiples
especialidades que aunque los licenciados actuales posean un gran conocimiento
de un aspecto concreto de la
Historia, el Arte o la Geografía, carecen, y he podido comprobarlo a lo
largo de mis años de docencia, de una comprensión global de lo que ha sido el
desarrollo humano desde sus orígenes.
Decía que, por aquella
época, aún se estudiaba una historia tradicional llena del ruido y el fragor de
las batallas y la grandeza de los personajes. Aun conservo el “Compendio de Historia Universal” de
Pérez Bustamante, que iba por su decimocuarta edición, catedrático de la Universidad de Madrid
y miembro de la Real Academia
de la Historia,
que supuso un martirio para nosotros, pues en sus 552 páginas no había otra
cosa de la Historia
que nombres, fechas y batallas.
También, por aquella
época comenzó a aparecer una historia cuyo punto de incidencia era el evento, pero no fue capaz de ver en él
sino la espuma que provocaba la ola del tiempo. El problema es que para la
visón científica el evento es
inesperado, aleatorio. Aún así el evento impregnó las ciencias físicas,
biológicas e históricas. Los eventos habían
provocado la caída y el surgimiento de los Estados y las civilizaciones, así
como sus cambios; eran algo inesperado por ser un acontecimiento considerado natural. Una erupción del Vesubio
termino con Pompeya; la revelación de Mahoma puso en movimiento la maquinaria
de conquista de un simple pueblo de pastores del desierto…; en 1281 un tifón
aniquiló una flota china de 3.500 barcos que hubiera invadido Japón; otra
tempestad aniquiló la Armada Invencible.
Miles o cientos de miles de seísmos eventuales y de todo tipo impulsaron e
impulsan el devenir de la Historia. Aparecen
de pronto, en el interior de los Estados, conspiraciones que invierten las
situaciones de poder, asesinatos de reyes o presidentes, golpes de estado
militares o revolucionarios… Todos ellos son eventos que, aunque lógicamente improbables, no han dejado de
marcar el discurrir del desarrollo humano.
La Historia se
convirtió entonces en una sucesión de eventos
improbables, ya que la probabilidad, que podemos definirla como la posibilidad
más verosímil, no es lo que en realidad acontece. No era probable que un
ejercito de 100.000 hombres mandado por el rey persa Darío, fuera derrotado en Maratón
por solo 10.000 atenienses; no era probable que dos bandas de conquistadores
extremeños con un puñado de hombres conquisten los dos imperios más grandes que
había en el continente americano a comienzos del siglo XVI; no era probable que
en 1914 un clandestino y pequeño grupo bolchevique derrocara el Imperio zarista
tan solo tres años después. Son solo ejemplos.
Mientras los
historiadores tradicionales reconocían el papel de los individuos (grandes
hombres) en la Historia,
la nueva historia de los eventos, no
reconocía más que las fuerzas anónimas actuando en procesos deterministas. El
marxismo convirtió a las figuras históricas en meros peleles de las clases
sociales en lucha y de los procesos económicos. Es cierto que se producen
iniciativas individuales, no solo en el campo de la política o militar, sino
también en el de los fundadores de religiones (Buda, Cristo, Moisés, Mahoma…),
o en campo de la filosofía, las artes o las ciencias, pero todos estos
individuos solo representa desviaciones de lo que debería ser la tendencia
probable.
El proceso de
hominización, la aparición de la agricultura, el surgimiento de los primeros
estados-nación, el surgimiento de la burguesía en el centro del sistema feudal,
el desarrollo del capitalismo… son desviaciones de lo que debiera haber sido
probable. Así que nuestro proceso histórico está causado por una serie de
desviaciones de lo que con toda probabilidad debió de ser. Lo lógico, en 1968,
es haber hecho caso a la alerta ecológica, pero al ignorarla, nos desviamos
hacia la catástrofe.
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