domingo, 18 de septiembre de 2016

El Proceso de Individuación


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 04/07/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: El Proceso de Individuación

<SUBTITULO>: Llegar a ser Si-Mismo
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACIONES>: Imagenes pintadas por una paciente de C. G. Jung
<SUMARIO>: La pareja que uno elige toma la imagen del caracter sexual de la propia alma.
<SUMARIO>: El alumbramiento del "Si-mismo" requiere de la concentración del Yo personal en el "centro", en el lugar de la transformación.
<CUERPO DEL TEXTO>:


Individuación fue un término acuñado por C. G. Jung para describir como crece un ser humano desde su lado psicológico. Este crecimiento abarca dos grandes etapas que, condicionadas y complementaria, son opuestas entre si.
(...)
La , que abarca la primera mitad de la vida - esotéricamente hasta los 40 años-, tiene como tarea la iniciación en la realidad externa. Se cierra con un yo persdonal firme y centro de una personalidad fuerte, integrada y madura. Su objetivo es adaptar y situar al hombre en el mundo.
La , lleva a una iniciación en la realidad interna, a un profundo conocimiento del Si-mismo, y a una reflexión sobre los rasgos del Ser que hasta entonces habían permanecido inconscientes. Su objetivo es establecer una relación consciente entre el hombre y la estructura del mundo, telúrica y cósmica, que lleva dentro.
Determinados arquetipos (símbolos) son los indicadores del proceso. La forma de estos símbolos varía de un individuo a otro, de una cultura a otra.
"El método es tan sólo el camino y la dirección que uno sigue, pero el como de la conducta no deja de ser siempre expresión fiel del ser del individuo" (C. G. Jung)
 
 La primera etapa del Proceso de Individuación conduce a la experiencia de la SOMBRA, nuestra otra parte, nuestro hermano tenebroso, invisible, aunque inseparable, para nosotros. Esta figura arquetípica adquiere múltiples personificaciones según culturas y tipos psicológicos. Ursula Le Guin, en "El Mago de Terramar", nos describe lo que es un encuentro con la Sombra.
El desarrollo de la Sombra es paralelo al desarrollo del “yo”. Toda Luz proyecta una Sombra. Cualidades que el “yo personal” no necesita, o de las que no puede hacer uso, son apartadas o reprimidas de forma que dejan de tener cabida en la vida consciente del individuo.
La Sombra está en el umbral de lo maternal, de lo masculino. Es lo opuesto a nuestro yo consciente. Junto a la masa oscura de ese material vivencial, que a lo largo de la vida nunca o apenas ha sido admitida, se nos enfrenta, para que la reconozcamos y abracemos como tal, permitiéndonos alcanzar las profundidades creadoras del inconsciente. Es el dragón de las leyendas.
La confrontación con la Sombra requiere de una conciencia crítica y despiadada del propio ser. A causa de los mecanismos de proyección, todo lo que no es consciente, tendemos a transferirlo fuera de nosotros, pasando a ser el otro el culpable. Romper esa transferencia es un cáliz amargo que hay que beber, pues sólo reconociendo su realidad como parte de nosotros mismos, podremos resolver los múltiples pares de opuestos que conflictuan en nuestra psique.
El siguiente paso se caracteriza por el encuentro con la Imagen del Alma, a la que Jung llama ánima para el hombre y ánimus para la mujer. Esta imagen simbólica corresponde a la parte sexual complementaria de la psique. Nos muestra como es, en nosotros, el sedimento de la experiencia y de la relación del sexo contrario. Representa -en el dicho popular "Todo hombre lleva en sí su Eva"-, la imagen del otro sexo que, interiorizada, llevamos como individuos y como especie.
Según la ley psíquica todo lo latente, lo inanimado, lo indiferenciado, se proyecta en la psique; también todo lo que se halla en el inconsciente; por lo tanto, también la Eva del hombre y el Adán de la mujer.
En este sentido, uno vive su propio fondo sexual contrario. La pareja que uno elige toma la imagen del carácter sexual de la propia alma. Sus rostros aparecen en sueños y fantasías, o son proyectadas en la realidad externa. La condición de nuestra ánima o ánimus es el barómetro de nuestra situación psíquica. Es una imagen fundamental para alcanzar el conocimiento de Si-mismo.
La multiplicidad de sus formas hace que no tenga un carácter unívoco: dulce doncella, diosa, bruja, ángel, demonio, mendigo, prostituta, compañero... Los cuentos de hadas están llenos de esta imagen: la Kunmdry de Parsifal, la Andrómeda de Perseo, la Beatriz de Dante son imágenes del ánima.
Dice C. G. Jung que la primera portadora de nuestra Imagen del Alma "es la madre, después las mujeres que excitan el sentimiento del hombre en sentido positivo o negativo". Por ello el desligamiento de la madre es uno de los problemas más importantes y delicados de la evolución de la personalidad. En las sociedades arcaicas, los ritos de iniciación en la pubertad, permitían al joven poder renunciar a la protección de la madre. En nuestra cultura este rito se ha perdido, y la parte anímica femenina del joven, se halla tan profundamente sumida en el inconsciente que, a veces, desempeña un papel funesto, haciendo que un hombre se case con la peor de sus debilidades.
La Imagen del Alma nos muestra cual es la condición de la persona. Si la persona es intelectual, su ánima tenderá a ser sentimental. La persona se corresponde a la actitud externa del sujeto; la imagen del alma, a la actitud interna. La persona es la función mediadora entre el Yo y el mundo externo; la Imagen del Alma lo es entre el Yo y el mundo interno. Cuanto más identificadas están persona e imagen, más se hunde la Imagen del Alma en la oscuridad. De ahí que "el ánima se proyecte y el héroe es dominado por la mujer". El hombre dominado por su ánima corre el peligro de perder su persona y caer en la feminidad; lo contrario ocurre en la mujer dominada por su ánimus.
La Imagen del Alma se va transformando conforme el Proceso de Individuación se desarrolla. El ánima no es sólo el peligroso tentador del instinto que acecha en la oscuridad del inconsciente y que alcanza su expresión formal en la serpiente, es también la conductora sabia y luminosa del hombre que le lleva al encuentro de Si-mismo.
Cuando se hace consciente lo contrario sexual de la propia alma, uno dispone de si mismo y de sus emociones y afectos. Esto significa independencia real; aunque también significa soledad, la soledad del hombre interiormente liberado. Ya no le perturba el otro sexo porque ha conocido sus rasgos esenciales en la profundidad de la propia alma. Un hombre o una mujer así no pueden enamorarse, pues son incapaces de perderse en el otro; pero si serán capaces de amar profundamente, con una entrega consciente, ya que su soledad no le aleja del mundo. Tan sólo crea la distancia exacta con él.
Solucionar el conflicto con la Imagen del Alma es tarea de la madurez. Una vez que la imagen es conocida, cesa de actuar desde el inconsciente; nos permite diferenciarla e incluirla en una actitud consciente.
Cuando los peligros del encuentro con la Imagen del Alma se han salvado, ascienden del inconsciente nuevos arquetipos que obligan a nuevos trabajos. El inconsciente es pura naturaleza desprovista de propósito, aunque parece poseer una capacidad potencial de dirección y una organización interna invisible para nosotros, así como un saber a donde va latente.
No es fruto del azar que después de la relación con la imagen del alma, el siguiente fruto sea la aparición del arquetipo de La Aantigua Sabiduría, la personificación del Principio Espiritual. En la mujer es la Magna Mater, la Madre Tierra, que representa la fría y objetiva verdad de la Naturaleza.
Su propósito parece ser el de iluminar los pliegues más ocultos del Ser, allí donde se encuentran lo masculino o femenino primordial: el principio espiritual en el hombre y el principio material en la mujer. Se trata de entrar en esa relación hasta llegar a la imagen primigenia según la cual el hombre fue formado. Esotéricamente y psicológicamente, el hombre es espíritu hecho materia y la mujer es materia impregnada de espíritu.
El arquetipo de la Antigua Sabiduría y el de la Magna Mater posee una gran profusión de formas de manifestarse, todas ellas impregnadas de fascinación. La figura del Zaratustra de Nietzche es una de esas formas. Jung las llama personalidades-maná porque ejercen una acción sobre los demás. El trabajo sobre este arquetipo significa para el hombre la verdadera emancipación del padre y para la mujer de la madre, y con ello la primera sensación de verdadera individualidad.
Dice Jung que sólo cuando el hombre ha llegado a este grado puede, en el verdadero sentido de la palabra, "comenzar la obediencia espiritual debida a Dios". Sólo entonces, cuando su conciencia ya no lucha para no caer en la inflación, las fuerzas que han sido activadas en él por los conocimientos aportados por la Sabiduría, se hallan realmente a su disposición. Lo están porque ha aprendido a diferenciarse de ellas humildemente.
Llegados a este punto ya no se está lejos del objetivo. La parte oscura se ha hecho consciente. Lo sexual contrario se ha diferenciado en nosotros. Nuestra relación con el espíritu y la naturaleza primitiva se han puesto en claro. La doble fisonomía del alma es conocida. El orgullo del espíritu ha sido suprimido. Se ha penetrado profundamente en las capas del inconsciente y mucho de su contenido ha ascendido a la luz, a la vez que se ha aprendido a orientarse en su mundo primitivo. Nuestra conciencia, portadora de nuestra individualidad, ha sido contrapuesta al inconsciente, que es portador de nuestra participación psíquica en lo general colectivo.
El camino estuvo lleno de crisis, porque el fluir de lo inconsciente en la esfera de la conciencia, disminuye la fuerza conductora de la conciencia, dando lugar a un estado alterado del equilibrio psíquico, que necesita reequilibrarse en otro nivel, una vez que la psique colectiva ha puesto su riqueza, el tesoro escondido, a nuestra disposición.
A la imagen arquetípica que, gracias a la confrontación, conduce a la unión de los dos sistemas psíquicos parciales -la conciencia y el inconsciente-, a través de un punto central común -el Yo-, Jung la llama Si-Mismo. Marca la última estación del camino de individuación.
Sólo cuando este punto central ha sido encontrado e integrado, puede hablarse de un hombre completo; sólo entonces el hombre habrá resuelto el problema de las dos realidades, externa e interna, de su estructura psíquica y cuya solución feliz sólo alcanza el hombre realizado.
El alumbramiento del "Si-mismo" significa, para la personalidad consciente, una traslación del centro psíquico que hasta ese momento poseía, y, como consecuencia de ello, una nueva actitud ante la vida y una nueva concepción de la misma; una transformación en el sentido más literal de la palabra. Para que la transformación ocurra es imprescindible la absoluta concentración del yo personal en el "centro", en el lugar de la transformación.
El Si-mismo es una magnitud superior al Yo consciente. Incluye no sólo la parte consciente de la psique, sino también la inconsciente y,  por ello, "es la personalidad total que también somos nosotros"(Jung). Por ello mismo, el único contenido del Si-mismo que conocemos es el Yo. "El Yo individualizado se percibe así mismo como objeto de un sujeto desconocido y superior".
Todo intento de decir algo sobre el contenido del Si-mismo tropieza con los límites de nuestra capacidad de conocimiento. El Si-mismo únicamente podemos vivirlo. Nada hay tan difícil para el hombre como alcanzar ese conocimiento de "conocerse a uno mismo tal y como se es por naturaleza, en oposición a lo que uno quisiera ser".
Llegar a ser Si-mismo es, pues, y ante todo, el camino del hallazgo del sentido, de la formación del carácter, de alcanzar una concepción del mundo, porque conciencia superior supone concepción del mundo. Todo aumento de experiencia y conocimiento significa un paso más en la evolución de esa concepción del mundo. "El hombre cuya Sol aún gira alrededor de la Tierra es un hombre diferente del hombre cuya Tierra es satélite del Sol" (Jung).
El arquetipo de la unión de los contrarios -la Coincidentia Oppositorum-, es el Símbolo de la “Coniutio” (conjunción de los opuestos). En él, se representan los sistemas parciales de la psique conjugados en un plano superior, situados sobre ellos, con el Si-mismo. Todos los símbolos del proceso son portadores de función trascendente, es decir, de la conjunción de los diferentes pares de contrarios de la psique en una síntesis superior.
El símbolo de la conjunción aparece cuando en el curso de la evolución espiritual, lo intrapsíquico "es experimentado tan real, tan efectiva y, psicológicamente, con un carácter de realidad análogo a la del mundo exterior" (Jung). Con este símbolo, el equilibrio entre el yo y el inconsciente queda manifestado. Todas las culturas conocen estas representaciones simbólicas. Son llamadas Mandalas, o Círculos Mágicos.
El proceso de individuación de la psique investigado por la psicología de C. G. Jung en el hombre occidental, es el "análogo natural de las iniciaciones llevadas a cabo artificialmente". Las vías de iniciación religiosa de otras culturas son también ejemplo de ello, así como las formas del yoga budista y tántrico, los ejercicios espirituales de San Ignacio, o la Alquimia. Aunque cada uno lleva el sello del hombre y de la cultura a la que éste pertenece.
El análisis realizado en esta serie de artículos, me lleva a pensar que la transformación del hombre occidental está en la capacidad que este pueda tener para pedir auxilio a las fuerzas creadoras del inconsciente y del interior de nuestra alma. Pero, dice Jung que "esta transformación sólo puede comenzar en el individuo", porque un individuo así transformado ya no se reconocerá como "imagen y semejanza ética de Dios, sino, de una parte, individuo reflexivo, y de otra, individuo volitivo reflexivo, y no un orgulloso superhombre".
Hoy más que nunca, la responsabilidad y la misión de la cultura radica en el individuo que intenta llevar su "yo personal" a ser Si-mismo para poder aportar, frente al , esa tolerancia y bondad que sólo poseen los que han investigado y vivido conscientemente sus más oscuras simas; frente a lo colectivo, la responsabilidad del que conoce los deberes de todo lo individual por la experiencia personal de su totalidad psíquica.

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