domingo, 29 de mayo de 2016

La Piedra y el Centro

<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 09/05/1993>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: La piedra y el centro
<SUBTÍTULO>: Evocación del Cante Hondo
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACIÓN>: Esbozo egocéntrico del espacio. Oskar Schlemmer (1924). El Bauhaus.
<SUMARIO>: En las Tabernas se destila la esencia de las cosas ingiriendo el fruto sagrado de la vid, que abre las puertas del alma.
<CUERPO DEL TEXTO>:


 En un artículo anterior, comentábamos un poema de León Felipe titulado "Como tú", en el que el poeta se identificaba con una piedra pequeña y ligera, queriendo ser lanzado por una honda hacia un destino del que nada nos decía. Averiguar cual podría ser ese destino nos obligaría a pasar a una segunda fase de la lectura, a una fase meditativa, para deslizarnos por esa fisura atemporal en la que el alma se abisma en su propoa realidad.
Meditemos, pues.
(...)
El poeta, la piedra, al perder su forma, aspira a llegar a lo que es ahora: la piedra de una honda. Aunque  hemos de preguntarnos algo: ¿Quién maneja la honda? ¿Quién lanza la piedra? Y, ¿hacia dónde?
La piedra-núcleo con la que se ha identificado el poeta ha quedado reducida a un centro, se ha convertido en un onphalos. Ella es un Bethel. Es decir, una piedra que en si misma es el centro de la creación y que, por ello mismo, es el lugar de paso entre los mundos, entre los niveles de esa creación. Ella es el canal que une la Tierra y el Cielo. Como Bethel es una piedra sagrada, una piedra "fundamento", como Pedro, como La Kabba -la piedra negra que se venera en la Meca-, como la del Dios Solar de Emesa, capital de los nabateos, como las piedras sagradas de todos los pueblos, como la piedra  sobre la  que durmió Jacob y sobre la que soñó que ascendía al cielo por una escala por la que subían y bajaban los seres espirituales y celestes, y por la que pudo ascender después de vencer al ángel que le cerraba el paso.
Y es por ello que esa piedra necesita el impulso del giro de la honda, y por lo que tiene que ser lanzada: para vencer al ángel que le cierra el paso. No se puede pasar por ese ángel que es el que expulsó a Adán y Eva del Paraíso cerrándoles el acceso al Árbol de la Vida; sin ese impulso gestado en el movimiento espiral de la rueda de la vida, en la que se adquiere, por ese mismo movimiento circular, una mayor vibración.
La meditación nos lleva a un pueblo viejo hecho de la mezcla de otros muchos pueblos y culturas, con mucha experiencia y paciencia sobre las espaldas, con  mucha sabiduría oculta, transfigurada. Se llama Al´Andalus.
Allí, en las Tabernas, palabra sagrada que tiene la misma raíz que tabernáculo, en  esos lugares donde se rinde culto a Baco, es donde se destila la esencia de las cosas ingiriendo el fruto de la vid: un líquido sangrante y sagrado, el vino. Sangrante por su color y por ser el símbolo de la sangre, sagrado porque abre, al transubtanciarse en sangre, las puertas del alma.
¿Se ha preguntado alguien el por qué los grandes viñedos europeos están junto a afamados monasterios medievales y por qué fueron creados por ellos?
En alguna parte he leído u oído que, en un pasado lejano de la Humanidad, cuando ésta hubo entrado en la fase de inmersión en el reino material, hablando espiritualmente, perdió por ello todo recuerdo de los niveles internos del alma. Para rescatar ese recuerdo, los Maestro Espirituales del hombre recurrieron al vino y a cierto tipo de drogas para recordarle al hombre la existencia de esos niveles y planos del Ser olvidados por la conciencia.
Allí, en las Tabernas, donde se hace pura metafísica de la vida, donde la realidad se hace llanto, queja, lamento..., y donde también se bebe otro vino; no un vino hecho de sangre, sino de sol, un vino dorado, luminoso, transparente, solar...
Allí, en las Tabernas, los cantaores cantan coplas, coplas como estas:
"Fui la piedra y el centro
y me arrojaron al mar,
y al cabo de mucho tiempo
mi centro vine a encontrar."
¿Quién ha puesto en el pensamiento del cantaor la idea que arrastra la copla y por cuya garganta, la voz hecha canto, surge, a borbotones, desde qué inconmensurable distancia?
¿Quién fue piedra y centro y por qué le arrojaron al mar?
¿Cuál es el sentido de la copla?
Estas serían nuestras preguntas racionales, preguntas por el sentido, por el significado; pero allí, en la Taberna, nadie pregunta por el sentido, por lo que la copla quiere decir. No es necesario.
Para el cantaor y para los que le escuchan, ella, la copla, es su propio sentido, un sentido que se encuentra en la misma voz. La Voz. Esa voz hecha Verbo con la que el cantaor canta en el cante y con la que se hace canto y se lanza hacia la interioridad, hacia lo más íntimo de si. Una voz que, precipitada o retraída, brotando desde las más profunda y estrechas gargantas del alma, puede parecernos ininteligible. A esa voz, los cantaores la llaman voz natural.
La Voz. ¡La he escuchado tantas veces! Escuchamos una voz que sube, descendiendo. Como la piedra cuando es arrojada y que por un instante, como en un milagro, permanece suspendida allí donde se encuentra su mismo punto de extinción.
Desde esta posición canta el cantaor, y lo hace hacia dentro. Y allí, en aquel territorio suspendido y demarcado por la vibración, en aquel Círculo Mágico, queda la copla y su sentido, aquello que es "centro" y que hasta llegar a la garganta y transformarse en voz, ha rodado tiempo y tiempo, como la piedra, "... como la piedra cuando se va más llegando a su centro..." tal como dice San Juan de la Cruz al final del comentario a la canción XI de su "Cántico Espiritual".
Si. La Piedra hecha canto, la piedra y el centro. Y el camino, y el tiempo, -al cabo de largo tiempo-, que para ese allegar media. Y así, la Voz, como una oscura señal del fondo, del sentido, nos hace comparecer el tema de la copla. Cantando por lo bajo, la Voz, se canta así misma, en la Taberna, en el lugar sagrado de la propia interioridad.
Y el canto se hace así fondo: Cante Jondo. Y, como dice San Juan de la Cruz comentando la canción primera de la "Llama de amor viva", la piedra, con lo que ella encierra, "cuando llegare y no tuviese de suyo más virtud e inclinación para más movimiento, diremos que está en el más profundo centro suyo."
¿Centro de qué?
Centro de si. Porque la piedra y el centro son en verdad lo mismo, aunque la separación haya sido padecida como desgarramiento de lo Uno.
Fui la piedra y el centro
y me arrojaron al mar.
¿A quién? ¿A la piedra o al centro? ¿O solamente a la piedra que era a la vez centro?
El exilio de la piedra, de Adán expulsado del Paraíso, es en rigor la pérdida del centro. Así pues, piedra-hombre en el exilio, fuera de su centro.
Más el Centro mismo se exilió con la piedra, hasta ese momento en que ésta viniera a encontrar ese profundo centro suyo, que había perdido, o del que había sido arrojada.
"Y me arrojaron al mar."
El mar, el símbolo del Océano Primordial, y del que surgió un punto central. Un punto pétreo, sólido, que dio origen a la creación. Es por ello que la piedra se exilió, y es por ello que la piedra canta en un territorio cercano al Salmo 118 y su tema de la piedra rechazada por los constructores, pero que al final ha de ser situada en su lugar, en su centro, porque es piedra angular y clave de bóveda, fundamento y coronación de la obra del Templo-Hombre, sin la cual la Gran Obra no puede ser obrada.
La piedra ha hecho un largo recorrido. El canto canta en la voz del cantaor la reconducción del tiempo hacia el centro de la Unidad Divina, volviendo a ser lo que fue en el origen: "fui la piedra y el centro".
¿Necesitamos ya preguntarnos quién es el maneja la honda y hacia dónde será lanzada la piedra?
Interrumpamos aquí nuestra meditación. Miremos la cumbre del paisaje que se ofrece a nuestra mirada, un paisaje de esa realidad de más allá a donde nos ha llevado la metáfora, y arrojémonos en el corazón de la Libertad.

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