domingo, 3 de abril de 2016

La Ascensión al Gólgota (3)



<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 04/04/1993>
<PAGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: La ascensión al Gólgota (3)
<SUBTITULO>: Transfiguración
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACION>: "La Transfiguración" de Rafael de Urbino (1518-20). Pinacoteca Vaticana. Roma.
<SUMARIO>: Transfiguración es la transmutación realizada en el crisol de la materia para que el Padre y la Madre se hagan Uno.
<CUERPO DEL TEXTO>:


Vencida la tentación, volvió Jesús al trabajo que le llevaría a una mayor expansión de conciencia. Su experiencia parecía ser un proceso de unificación con su prójimo tras resolver en sí mismo las dualidades esenciales para producir unidad y síntesis.
¿Cuáles son las dualidades que debían ser resueltas antes de transfigurarse?
(...)
Dios y el Hombre deben fusionarse. Dios, hecho carne, debe controlar la carne, para que esta no sea un obstáculo a su expresión.
La mayoría de los hombres aún no han tomado conciencia de su personalidad dual. Esto lleva a la confusión. ¿Cómo se puede conciliar esa dualidad en la conciencia? Naciendo de nuevo, dice Jesús. Fue éste hombre nuevo el que nació en Belén, el que fue bautizado en el Jordán, el que venció su naturaleza humana en la tentación y el que resplandecerá en la Transfiguración.
Hasta el momento de la Transfiguración, Dios se había expresado a Si-Mismo a través de procesos naturales y por ángeles y profetas. Cuando el tiempo fue cumplido, el Hijo del Hombre, Jesús, sintetizó en su personalidad individuada e integrada, todo lo que la experiencia humana había logrado en el transcurso de las edades. Con ello, puso de manifiesto el camino a seguir. Este vector direccional fue el que reveló en la Transfiguración.
¿Cuándo llega el hombre a ese momento en que puede transcender lo humano y convertirse en Hijo de Dios?
Llega, en la experiencia de cada ser humano, cuando se transforma en una personalidad integrada que piensa, decide, determina, asume el control de su vida en forma consciente, y se convierte en un centro de actividad, en un foco de luz e influencia espiritual en el mundo.
El escaso uso del pensamiento y la dirección de la vida desde el lado emocional, caracteriza al hombre común. Pero, el hombre que piensa y hace según resoluciones que se originan en la mente, con el tiempo, se transforma en una personalidad que ejerce algún tipo de influencia sobre su medio circundante.
Cuando esta personalidad se integra y permite que el Alma se unifique con ella, se logra la síntesis, permitiendo que la Voluntad de Dios, unificadora y comprensiva, se fusione con la voluntad individual, personal y limitada.
Jesús realizó esta síntesis. Unificó también en sí, y para la Humanidad, el pasado y el futuro. En el Monte de la Transfiguración estaban Moisés (la Ley) y Elías (los Profetas del futuro), el viejo orden. El presente fue simbolizado por el propio Jesús y el futuro del hombre por la Transfiguración, por el cambio de forma que se operó en la materia-forma en María-madre, que revela lo que desde el origen estuvo oculto dentro de ella.
La Transfiguración es una transmutación realizada en el crisol de la materia en el que el Padre y la Madre se fusionan.
"Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, su hermano, y los llevó a parte a un monte alto y se transfiguró ante ellos, y resplandeció su rostro como un sol y sus vestidos se hicieron blancos como la luz".
Luego, se escuchó la voz de Dios que decía:
"Este es mi hijo amado en quien tengo complacencia, a él oíd."
 Cuando la Conciencia Crística nació, tres Magos le adoraron en Belén. Ahora, tres discípulos, postrados e imposibilitados de contemplar la Luz -"Yo Soy la Luz del Mundo"-, que se les revela, después de seis días de trabajo (un período de creación), reconocen el prodigio latente en cada ser humano: el radiante cuerpo de Luz interno existe tanto en el individuo como en la Humanidad.
Ese vestido de luz, ese cuerpo de energía que existe en el hombre purificado, surge a través del vestido de carne con el que fue cubierto Adán, el primer hombre, cuando fue expulsado del Paraíso.
¿Qué lugar ocupan los tres discípulos en el relato? ¿Qué significa esta triplicidad que encontramos a lo largo del Antiguo y Nuevo Testamento?
Moisés-Aarón-Josué, Job y sus tres amigos, Daniel y sus tres amigos, los tres Reyes Magos, los tres discípulos de la Transfiguración, las tres cruces en el Gólgota, son los símbolos de la triple naturaleza personal del hombre: su realidad física, emocional y mental. Tres energías que configuran la carne del hombre material y por los que la Luz del Alma debe iluminar al mundo.
Pedro es la roca, el cimiento de la forma física. El lugar donde la semilla luminosa ha sido enterrada. Santiago significa ilusión; es una referencia clara al cuerpo emocional. Juan, el evangelista, a cuyo través habla el Espíritu de Dios, es símbolo de la naturaleza mental.
Esos tres aspectos materiales de la personalidad de Jesús, por haber alcanzado la cima del monte, contemplan el cambio de forma que se opera en ellos; pero es interesante observar que, a pesar del reconocimiento de lo que sucede la forma física, no pueden expresar más que su temor y perplejidad; no puede explicar lo que ha visto.
La Humanidad aprende a transformar la carne por medio de la experiencia divina; a transmutar su naturaleza emocional a través de la expresión de esa misma divinidad; y a transferir la conciencia, desde el mundo de la vida material, al mundo de las realidades espirituales.
De momento sólo somos espectadores. Algún día, cada uno, individualmente, tendremos que pasar por la experiencia. Hemos oído hablar sobre ella, pero no hemos intentado transfigurarnos. Algún día sucederá. Es el paso previo para acceder a la Cruz, lo que no quiere decir que tengamos que ser físicamente clavados en ella. Hay muchas maneras de ascender al Gólgota.
Existen verdades que hemos olvidado. Otras han pasado a ser objeto de creencia. Muy pocas se han convertido en objeto de conocimiento. Es la hora de conocer. La creencia no es el Conocimiento. El verdadero conocimiento pasa por el pensamiento, la reflexión, el experimento, la experiencia y la revelación. El paso de ser fieles creyentes a ser conocedores conscientes hay que darlo en el ámbito de la vida cotidiana.
El itinerario de la ascensión al Gólgota es una sucesión de subidas al monte de la revelación, en el que se producen expansiones de conciencia, y de descensos al valle de la vida cotidiana, en el que los nuevos estados de conciencia deben ser probados.
Después de cada experiencia, el trabajo del vivir diario al que se retorna, es iluminado con una visión renovada. Al querer introducirla en la forma, provoca una reacción espiritual, expresada por Jesús en estas palabras:
"El Hijo del Hombre será entregado a manos de los hombres y le matarán, más al tercer día resucitará".
Después de su descenso del Monte de la Transfiguración, Jesús (la personalidad) comienza de nuevo a servir, aunque ahora sabía que tenía que morir y como debía hacerlo. A pesar de ello, nada le aparta de su camino de regreso al Padre.
La gran idea que Cristo entrega al hombre es que Dios es Amor. Al ser el hombre su imagen, debe, necesariamente, reflejar ese Amor; y debe expresarlo como Amor al prójimo y a sí mismo. Es decir, como servicio. El servicio lleva a la Iluminación, y cada iluminación se expresa en un servicio renovado. Después de la Transfiguración, Jesús-Cristo sirvió: enseñó y habló.
El camino de realización mostrado por Jesús no debe buscarse en el abandono del mundo, ni en prácticas ascéticas; sino en cumplir lo mejor posible, en el Amor, los deberes y demandas de cada día. Ser un faro de luz en el camino que nos lleva al centro de nosotros mismos. Ese centro del que surge la Palabra Perdida que será crucificada en la cruz de la materia por propia Voluntad.
Por la propia Voluntad y por el Amor reconquistado, es por lo que hay que volver a subir a la cruz, para desprenderse de ese nuestro vestido de carne, con el que se nos cubrió a la salida del Paraíso.


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