<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 14/03/1993>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Tú también tienes un Alma
<SUBTÍTULO>: Palabras para la reflexión
<AUTOR>: Alfiar
<ILUSTRACIÓN>: El Alma es la nave del Espíritu. Viaja bajo mil aspectos a través de mil vidas.
<SUMARIO>: Podemos deducir la existencia del Alma, percibiendo sus manifestaciones.
<CUERPO DEL TEXTO>:
Estas semanas pasadas,
hablaba con un redactor del periódico sobre los artículos que trataron del
Grial y el Alma. Me decía: "¡Podría
afirmar que yo no tengo Alma!". Pensé que se refería a que él nunca
había visto nada que pudiera designar con ese nombre.
(...)
Me pregunté cuantas almas, que han perdido la conciencia de
su origen, dirían eso de sí mismas, al haber considerado que el Alma no es algo
visible ni mensurable.
En este hecho
aparentemente simple y trivial, se fundamentó la creencia de una afirmación
semejante. Pero mucho antes, se tenían conciencia, no de tener un Alma, sino de
ser esa misma Alma. Esa conciencia surgía de una idea que les permitía pensar
esa realidad.
A medida que el
materialismo fue invadiendo la
Ciencia y la concepción que el hombre tenía de sí mismo, la
conciencia se identificó con lo externo y lo que se podía percibir para los
sentidos. La idea de lo que era el Alma se fue así perdiendo.
Nunca terminaremos de
comprender bien el hecho de que aquello que somos y pensamos, lo somos y
pensamos porque una idea (una
realidad no material) lo ha hecho posible. Nuestras ideas y pensamientos hacen
que, eso que llamamos realidad y la percepción que tenemos de ella, sea de una
determinada manera y no de otra. La idea de que el mundo, y el hombre en el
mundo, constituyen una realidad material, entendiendo por tal lo que se puede
ver, oír, manipular..., hacen que veamos las cosas de esa manera.
Desde esta perspectiva,
el Alma, al no ser considerada como algo real, no es pensada, ni hay
identificación para la conciencia que no centra su atención en ella.
Pero, ¿qué ocurre si
cambiamos de idea, si la modificamos abriendo sus posibilidades? Esto es lo que
supuestamente pretende hacer la
Ciencia ante realidades no perceptibles por los sentidos. Esa
variación abre la posibilidad de pensar y reflexionar de otra manera y con una
visión más amplia.
Es cierto que no
podemos ver físicamente la realidad de esas cosas que llamamos energía,
magnetismo, radiaciones, ondas de radio, viento solar, pero lo que si podemos
es deducir sus existencias, no por percibirlas en si mismas, sino por sus
efectos y manifestaciones. Incluso se ha podido llegar a medir sus efectos e
intensidades a través de la
Técnica, que no es otra cosa que una prolongación artificial
de nuestros sentidos físicos.
De la misma manera que
procede la Ciencia,
podemos deducir la existencia del Alma intentando percibir sus manifestaciones.
El que no se haya desarrollado una tecnología que nos permita cuantificarla en
su realidad energética, es algo que tiene su origen en la forma en que se ha
desarrollado nuestro propio proceso cultural; también en el interés puesto en
seguir una determinada dirección.
¿Podríamos entonces,
amigo mío, llegar a deducir la realidad del Alma, de la misma manera que
deducimos la existencia de la electricidad, cuando observamos su manifestación
en la luz que se desprende de una lámpara?
Para realizar tal cosa
tendríamos, como hace la
Ciencia, que establecer un postulado inicial, un modelo o
idea previa que nos permita pensar y trabajar sobre esa realidad llamada Alma.
Para las tradiciones
espirituales y culturales de los pueblos de la Tierra, el Alma no es una
entidad pasiva y teórica. Al contrario, es una energía activa que posee
cualidades de conciencia e inteligencia, objetivos e intenciones. Es poseedora
de una naturaleza impersonal que expresa a través de ella algo llamado Amor, el
cual se abre en un abanico de manifestaciones que podemos percibir.
Si aceptamos este
postulado, el siguiente paso es pensar que ese principio llamado Alma está en
mí y forma parte de mi naturaleza. Entonces, podré preguntarme: si tengo un
alma ¿qué cosa es mi alma?, ¿qué quiere?, ¿qué relación existe entre mi Alma y
esa parte de mí a la que llamo yo y
que tiene un nombre personal? Y, si el Alma es una configuración de energía,
¿de qué manera afecta esta a mi vida?
La Ciencia camina haciéndose preguntas y
buscando respuestas verificables. Si el postulado básico dice que la actividad
del Alma es expresar Amor, esa cosa llamada Amor debe estar de alguna manera
presente en mis actos como su manifestación.
Dice la tradición
cristiana que las potencias del Alma son memoria,
entendimiento y voluntad. Para que haya memoria tiene que haber información que
memorizar, información que informe, dé alguna forma, a la energía llamada Alma
a través del entendimiento y de la voluntad de llevarla a efecto.
Luego, el Amor debe ser
algo que puede ser encerrado en una forma definida, forma que sea la expresión de
una voluntad y de una actividad; forma que, por ejemplo, exprese el respeto por
la vida y los seres, la tolerancia, comprensión y paciencia ante los actos de
ignorancia, por falta de memoria y de recuerdo de sí, propios y del prójimo...;
forma que vehiculice, la sonrisa, la caricia, el beso, la sensibilidad hacia lo
bello y armonioso...; forma que proyecte la consideración del otro antes que la propia, la
inofensividad en los pensamientos, las palabras y las acciones...; forma que
sea la carencia de sentimientos egoístas...
Cuando comenzamos a
percibir y a reconocer en nosotros y en nuestros prójimos las manifestaciones
del Amor del Alma en sus distintos grados de intensidad, hemos dado el primer
paso para comprenderla y valorarla como algo útil e importante en nuestras
naturalezas. Entonces empezaremos a buscar la manera de hacer un contacto más
consciente con ella. También nos daremos cuenta que en nosotros existen
tendencias, formas de expresión, impulsos, que no expresan este Amor, sino que
manifiestan desarmonía, violencia, envidia..., desamor en definitiva.
Esta otra manifestación
oscura, también procede del Alma,
pero de una parte configurada físicamente con el nombre de persona. Es aquella parte del Alma Una que tiene que alcanzar
equilibrio y armonía en el trabajo de esta Escuela Planetaria llamada Tierra.
Una escuela para Almas en proceso de alcanzar una mayor madurez.
Si somos capaces de
percibir las manifestaciones de Amor del Alma, podremos trabajar en nuestros estados anímicos; porque, ¿como voy a
estar des-animado si no tengo Alma?
Esos estados de nuestra Alma forman complejos energéticos en nuestra realidad
psíquica y, para modificarlos y armonizarlos, es necesario realizar un trabajo
cuya finalidad es que el Alma y la persona sean un sólo ser en la conciencia.
Se, por mi propia
dificultad en comprenderlo, que moverse en estas ideas requiere a su vez del
conocimiento y la comprensión de una serie de elementos que no son para
nosotros de uso corriente. La educación nos ha hecho creer que las ideas sobre
el Alma son falsas, lo mismos que nos ha hecho creer que nuestra participación
en el proceso evolutivo se concreta en la duración de una vida.
Pero también es cierto,
querido amigo mío, que nuestra creencia
no moverá ni un ápice la realidad de lo que Es. Por otro lado, en el tiempo que
te conozco, he podido apreciar que esa Alma que no tienes es ya un Alma vieja,
que ha aprendido muchas cosas a lo largo de sus vidas. Basta observar cual es
tu comportamiento en relación con los que se acercan a ti, el trato que les
das, la atención que les manifiestas o el cuidado que pones en tu trabajo para
hacer de éste algo que, además de sensible, tenga armonía, calidad y belleza.
Por todo ello, querido
amigo, te doy las gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario