sábado, 14 de febrero de 2015

La singladura de Occidente 09

La Singladura de Occidente
Capítulo 9
Alegoría del progreso, por Miguel Ángel Trilles, en Madrid (1922).
El nacimiento de una nueva religión
Cuatro religiones ha nacido de Abraham: Judaísmo, Cristianismo, Islam y una nueva religión llamada Progreso. Dice Jordi Pigem en su libro “La Odisea de Occidente. Modernidad y Ecosofía” que:
 (...)
“… el Progreso es la religión de la modernidad, su palabra se revela progresivamente a través de la Ciencia, se encarna en los milagros de la Técnica y se despliega con el Desarrollo. Como el Cristianismo, la religión monoteísta del Progreso tiene una estructura trinitaria, es decir, Dios es uno en tres personas: la razón (el Padre), la Ciencia (el Hijo) y la Economía (el Espíritu Santo). Se pretende laica y usa la palabra “religión” como anatema, pero se autodeclara única creencia verdadera y desprecia a los paganos que no comulgan con ella. En vez de Teología tiene tecnología, en vez de la pasión de Cristo, la Pasión de Fausto. El `ora et labora´ deja paso a otra forma de ganarse el paraíso: producir y consumir.”
Esta religión llamada Progreso ha tenido cuantiosos profetas a partir de la Edad Media. Los más grandes llevaron a cabo una revolución a la que llamaron “Científica” y se vivió una era mesiánica a partir del Siglo de las Luces cuando, antes de acabar en las mazmorras de la Revolución Francesa, el Marqués de Condorcet proclamara que ella alcanzaría “la igualdad entre las naciones, el progreso y la igualdad dentro de una misma nación y, finalmente, el auténtico perfeccionamiento de la Humanidad. Era el lado claro de la Luz.
Pero el lado oscuro proclamaría, unos pocos años después, por boca de un teórico del Liberalismo Económico llamado Bernard de Mandenville (1670- 1733), holandés calvinista que vivió gran parte de su vida en Inglaterra, en su "Teoría del provecho de la pobreza" (si, han leído bien: “provecho de la pobreza”), estas formulaciones despiadadas:
los pobres -decía-, es decir, la población obrera, no debe pasar hambre, pero no debe recibir tampoco nada que les permita ahorrar. Todas las naciones ricas, se hallan interesadas en que los pobres no se encuentren nunca sin trabajo, y también en que gasten continuamente lo que reciben. Los pobres deben verse obligados a trabajar, y si es prudente cubrir sus necesidades, sería necio garantizarles una posición segura.
Y concluía:
“…para que una sociedad viva feliz y los hombres contentos, en la mayor pobreza, (el subrayado es mío) hace falta que gran número de ellos sean tan ignorantes como pobres.
En tiempos más recientes, los profetas de la religión del Progreso crearon la capitalista Alianza para el Progreso que sumió a cientos de millones de seres humanos en la mayor pobreza.
Sigue contándonos Jodi Pingem que, como toda religión que se precie, en la religión del Progreso también ha habido cismas. El más grande se llamó Marxismo e intento dar una interpretación diferente al Credo del Progreso para solucionar los problemas de la Humanidad, aunque sin dejar de comulgar con las verdades reveladas por la Ciencia, el Crecimiento Económico Ilimitado y la Producción Industrial. En 1.966 el PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética), proclamó que el comunismo estaba destinado a “establecer sobre la Tierra paz, trabajo, libertad, igualdad, fraternidad y felicidad para todas las naciones. El otro lo conocemos como Capitalismo o Neocapitalismo, una reencarnación del anterior. Ambas ortodoxias, surgidas del Cisma de la Religión del Progreso, la Marxista y la Capitalista, desarrollaron sus Guerras de Religión, frías y calientes, pero ambas mantuvieron incólumes su devoción a los dogmas básicos del Progreso. Ahora, una vez desaparecida la URSS, los designios del Destino parecen haber favorecido a la ortodoxia Neocapitalista que es la que más fervor ha puesto en producir y consumir.
Para éste autor, los Sumos Sacerdotes de la Religión del Progreso también se sientan en las elevadas Cátedras de sus templos: centrales de energía, multinacionales, bases militares, bancos y centros financieros, laboratorios y centros de investigación, así como en otras sedes del poder. Estos Templos, levantados a la devoción del Dios Progreso se encuentran representados por “monjes” que se organizan en cofradías de técnicos, científicos, economistas, burócratas, y que velan por el buen funcionamiento de la nueva Religión. Ellos entonan plegarias en forma de cálculos de la razón instrumental y, silenciosamente, ruegan para que les sea concedido controlar cualquier cosa que se mueva.
Con sutiles penitencias y catecismos, médicos y profesores guían por el buen camino a los fieles, que ungidos por la divina voz de la publicidad pueden comulgar en parroquias al efecto, como los grandes establecimientos comerciales, donde se les ofrece el sacramento de la Tecnología y Su consumo. Para saciar su inquietud también rinden culto a la información, ya sea mediante misas públicas como los noticiarios o altares personales como el ordenador. Por supuesto, hay un pueblo elegido: los ricos, pues la virtud de cada persona se mide por el tamaño de su cuenta bancaria. Palabra del Dios Progreso es que los pobres son pobres porque son vagos y atrasados, y signo de beatitud es tener un Rolex o un Rolls Roice.” (Jordi Pigen. O.C.).



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