lunes, 22 de diciembre de 2014

El Hombre Justo.


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 23/08/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: El Hombre justo.
<SUBTÍTULO>: Una metáfora para la no identificación.
<AUTOR>: Alfiar.
<ILUSTRACIÓN>: No podemos ver como somos sólo con nuestros propios ojos. Necesitamos los de otros.
<SUMARIO>: Un hombre es lo que comprende. Para saber lo que es y no lo que aparenta, tiene que observar su nivel de comprensión.
<CUERPO DEL TEXTO>:



Para la Enseñanza Esotérica, la Justicia o la rectitud es alcanzar un estado de equilibrio. El símbolo de la Justicia es precisamente la figura de una diosa que ha cegado su visión sensorial y sostiene en  su mano una balanza en equilibrio. El hombre justo es el que está en equilibrio entre los múltiples pares de opuestos que existen en si mismo, y no en ninguno de ellos. Camina sobre sus dos piernas: ahora sobre una, luego sobre otra. Un hombre así no se deja apresar por sus estados emocionales y sentimentales.
(...)


El hombre parcial, el que pretende mantenerse siempre sobre un polo, no puede ser justo porque termina siendo, al aferrarse, un fanático y un intolerante. Ser equilibrado, caminar con ambos pies, no es ser un estúpido, sino estar vivo en todos los aspectos de la vida. Si pudiéramos mantener nuestra plena conciencia y memoria a todo lo largo de la oscilación, nos daríamos cuenta que al decir yo pienso, yo siento, yo creo, no nos estamos refiriendo a nuestro Yo Real, que permanece siempre inmóvil en el centro del ciclo pendular, sino a los yoes de nuestros estados emotivos, identificados con la excitación, el desaliento, el entusiasmo o la depresión.
El concepto de Hombre Justo no es una idea sentimental. Es la realidad del Ser que ha aprendido a extraer su fuerza de los opuestos, manteniéndose en su centro de gravedad, sin dejarse robar la energía por ninguna de sus polaridades. Esto sólo es posible si llega a un sentimiento definido de la propia Nadidad. Sentir que somos algo impide situarnos, psicológicamente, entre los opuestos.
¿Por qué tiene tanta importancia tener la conciencia en el centro del péndulo y no ir de un extremo al otro?
Porque en ese lugar están nuestras posibilidades de transformación, y porque ahí nos llegan las influencias de las energías superiores. Sólo en este lugar en uno mismo, se puede sentir la propia nadidad. Al no considerarse uno bueno o malo, al no sentir orgullo de ser justo o injusto, al no creer que los otros nos tratan mal y que nosotros los tratamos bien, al no dejarnos arrastrar por cualquier pensamiento o sentimiento mediante la identificación, llegaremos a una posición media en la que una tercera energía, en la que se equilibran las dos opuestas, aparece. En la Tradición Cristiana la oposición Padre-Hijo es equilibrada por el Espíritu Santo.

Los opuestos son ladrones y, como el Cristo, estamos crucificados entre ellos, porque lo que se construye en uno es robado por el otro; así, la alegría lleva a la pena, la acción a la reacción, la causa al efecto. Si golpeo una mesa con la mano, encuentro una resistencia: la mano es activa o positiva, la mesa es pasiva o negativa, por ello nos lastimamos. Pero al situarnos en el centro de nosotros mismos, permitimos que una tercera energía, de caracter y vibración superior, aparezca y actúe de campo de equilibrio para las dos fuerzas opuestas. Esta energía superior es neutra respecto a las polares, no es ni una ni la otra, ni masculina ni femenina, ni activa ni pasiva, ni buena ni mala. Pero el que no sea una cosa ni la otra, no quiere decir que no sea algo.
La persona que tiene su conciencia focalizada en la personalidad, no puede ser arrancada de súbito de esa posición. Se destruiría. Se necesita de un Trabajo Esotérico de observación de sí y de transformación de la energía que oscila en el péndulo, grado a grado, para poder situarse en ese centro inmóvil donde algo nuevo aparece. En las primeras etapas del trabajo, y por algún tiempo,  aún nos seguiremos identificando con las reacciones de nuestra personalidad, sobre todo con aquellas que parecen más claras y reales, o más naturales para nosotros por ser la línea de menor resistencia por la que discurre la energía.
La observación consciente de nuestro bascular entre los opuestos, permite ver la energía que discurre en el acontecer a través de las actitudes, limitaciones, asociaciones, excusas, imágenes, emociones, etc, etc, de la personalidad. La experiencia permite comprobar que estar identificado con las reacciones de la personalidad y, al mismo tiempo, tratar de transformarse, no es posible. Trabajo Interno e identificación con los eventos de la vida son opuestos y bascularán eternamente el uno sobre el otro.
El Trabajo consciente de la observación de lo que acontece en nuestro interior al reaccionar a los eventos de la vida, permite que sujetemos cada una de nuestras polaridades en cada una de nuestras manos, permite centrarnos, equilibrarnos y, sobre todo, permite que una tercera energía aflore. Cuando tratamos de actuar desde un lado o desde el otro del péndulo, cuando actuamos desde la identificación, o desde la negación, quedamos sometidos a la Ley de Causa-Efecto: le golpeo, y luego me golpea, y luego vuelvo a golpear... Esta es la vida. Esto es subir la cuesta y luego venirse abajo y, como expresa James P. Carse en ese impresionante libro que se llama "Juegos finitos y juegos infinitos", en este sentido, el juego de la vida carece de solución. Aunque esto ya lo dijo el Buda.

El Trabajo nos lleva a ser el Hombre Justo, el Hombre equilibrado, si logramos aprender a andar con nuestros dos pies: primero un corto trecho en una dirección, luego un corto trecho en la dirección opuesta, hasta alcanzar a ver el centro. Sin identificarnos con nada de lo que encontremos en el recorrido, sin negarlo tampoco. "No juzgues", dijo el Maestro.
El no identificarse, el no juicio, es llamado en el Trabajo Silencio Interior. Significa estar silencioso en uno mismo, significa que no hay que mostrar parcialidad. Pero esto es imposible si uno se identifica con cada evento y permitimos que ellos charlen por nosotros de un lado a otro.
Observar este hecho y permanecer silencioso es lo mismo. Y esto es una terrible batalla dentro de nosotros; supone alcanzar a comprender los movimientos de nuestra conciencia según se va afinando la percepción de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Nuestros guías espirituales dicen que:
"Los grandes misterios de la vida se presentan así. Uno no sabe a ciencia cierta que es lo que ocurre dentro de él. Cree que todo debe estar claro, firme, sin vacilaciones, sentirse seguro y creer que ese es el verdadero trabajo. El Trabajo que construye no es así. Es vacilante, lleno de dudas, de inseguridades, de miedos y temores, de enfrentamientos y fantasmas, y, aunque sean imaginarios, es el propio desarrollo de ese enfrentamiento el que realiza el verdadero trabajo.
   "Observar que un obrero va con sus manos haciendo crecer una obra poco a poco, y esa construcción hecha con todo el cuidado y el esfuerzo necesario, es la que se mantiene de pie y es útil. Así, poco a poco, de esas batallas internas que ahora os parecen que no sirven para nada, e incluso que quizá son un retroceso, es de ahí de donde la nueva construcción de vuestro Yo Superior va a salir realizada, pues es este trabajo lo que os está llevando a conseguirlo."





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