sábado, 4 de octubre de 2014

La singladura de Occidente 03


LA SIMGLADURA DE OCCIDENTE

Capítulo 3


La lira y el arco de Apolo
 Los símbolos de Zeus son el trueno y el rayo. Su representante entre los hombres es Apolo, dios de la adivinación y símbolo de los aspectos racionales que darán origen a la Dialéctica, la Filosofía y el Pensamiento; aspectos que pretenden alcanzar una mesura y un equilibrio que siempre termina perdiéndose. Su lado intuitivo y adivinatorio se expresa en el Oráculo de Delfos que ha arrebatado a la Diosa, matando a su sacerdotisa y a la serpiente Pitón que era la representante de la Diosa, a la que cortó la cabeza. El lema del Oráculo es ahora "Conócete a ti mismo" y "De nada demasiado". Con el tiempo, esta faceta oracular de Apolo, el estrecho vínculo que aún quedaba con la Gran Madre, terminará por desaparecer y, con él, el conocimiento de uno mismo, el equilibrio y la mesura. Pero esta imagen apolínea es sólo la mitad del símbolo. Esta cara racional y equilibrada tiene su lado oscuro. Lo iremos viendo en sucesivos artículos.
(...)

Fresco de la casa de los Vetti en Pompeya. Recrea el episodio de la muerte de la serpiente Pitón a manos de Apolo.
Dos son los atributos de Apolo, la Lira y el Arco. La lira es Armonía, el arco es Destrucción. Alguien dijo que Apolo significa “el que destruye completamente”, el que “hiere o mata desde lejos”. Mientras la razón mesurada es la inmediata armonía de la Lira, todo está en equilibrio; pero cuando la mesura desaparece, se convierte en la violencia transferida al Arco, cuyas flechas matan sin que sepamos de donde proceden, con lo que el equilibrio se rompe. La Modernidad, nacida de la racionalidad griega, sigue llevando esos atributos de Apolo: de la Lira saldrán Bach y Mozar, entre otros muchos; del Arco, Hiroshima y el desastre ecológico, por referirme a sucesos recientes. Hoy la Lira de Apolo canta con música electrónica y su Arco lanza misiles y contaminación. Del Oráculo de Delfos emanó ese gran enigma que es nuestra cultura: un acertijo hostil que el Arco del dios impone al hombre y que toma la forma de desafío para probar quien es el mejor y el más sabio. La Dialéctica que desarrollaron los griegos estaba impregnada de éste espíritu discutidor. En la actualidad, su finalidad no es ampliar el conocimiento, sino imponerse para destruir al adversario.
En este líquido amniótico que constituyó nuestra placenta, es desde donde la razón pretender interpretar la realidad, pero sin decir nada de ella, ya que la Diosa, Apolo, Zeus…, solo son ensoñaciones míticas. Es así como la retórica de Gorgias sirve para apoyar, con férreos argumentos, sus paradójicas tesis: “Nada existe”. “Si algo existiera sería imposible de conocer”. “Si algo no se pudiera conocer, sería imposible comunicarlo”. Estas tesis que, aparentemente, parecen estar más cerca del pensamiento budista o hindú, son formuladas desde la dialéctica racional, al igual que las "Aporías" de Zenón de Elea demostrando la imposibilidad del movimiento.
Estos fragmentos de la Dialéctica primitiva de la que emana nuestra racionalidad y nuestra ciencia y que han llegado hasta nosotros, son como agujeros negros que el Arco de Apolo ha disparado en el claro espejo de la Razón. Tal vez lo que aquellos filósofos quisieron demostrar, por reducción al absurdo, es que el pensamiento abstracto, por si solo, no va a ninguna parte; que la razón naufraga cuando se divorcia de su arraigo corporal y sensorial. ¿Han pensado como reaccionaría un psiquiatra ante las afirmaciones de Gorgias y Zenón?
En este caldo de cultivo dio comienzo la singladura de Occidente, cómo Odiseo Ulises después de destruir Troya, hacia Ítaca. Todo había dado comienzo con un sacrificio de Sangre cuando Agamenón sacrificó a su hija Ifigenia (algunos dicen que era hija de Teseo) a Poseidón para que sus naves llegaran a salvo hasta Troya y luego esta fuera conquistada. Fascinados por los portentos de la racionalidad, el hombre occidental, no advirtió que se había separado de sus raíces, cosa que se hizo evidente en sucesivas generaciones y en esas encrucijadas donde la razón y el mundo no encajaban; y, cuando esto sucedía, el que siempre estaba equivocado era el mundo. Mientras el espíritu del hombre ascendía al Cielo hasta casi desvanecerse deslumbrado por el Sol, como Ícaro, el cuerpo acabó identificándose con una construcción mental, hija de la razón, a la que esta dio forma de máquina. Entonces el hombre se volvió loco. Desarraigado de sus raíces biológicas y sensitivas, el hombre convirtió la máquina y, con ella, a la Naturaleza, en ornamento y en reserva de recursos, aunque también en vertedero de desechos contaminantes.
Ártemis y Apolo dan muerte a los Nióbidas. Crátera. Ca. 475-425 a.C. Museo del Louvre, París
La Razón es el legado que Apolo le ha hecho a Occidente. Apolo sucedió a la Diosa en Delfos. Hoy Gaia es la hipótesis de un biólogo llamado James Lovelok, al que los custodios del legado de Apolo no hacen mucho caso y tratan de desacreditar, porque dice que la Tierra es un superorganismo que posee una asombrosa capacidad de autoregeneración y autorregulación, aunque ante el acoso a que se ve sometida, de poco parece servirle.
Gaia es ahora un planeta que llora lluvia ácida, que ve como sube su temperatura, que siente que su capa de Ozono se rasga, que sus criaturas desaparecen y que ella misma es forzada y violada por la locura de una razón que crea monstruos y que nació a causa de un rapto, de una violación y más tarde, se un sacrificio humano.
Una pregunta sobre un dato curioso: ¿Creen que es casualidad que uno de los proyectos más emblemáticos de esta nuestra mentalidad occidental, conquistar la luna, y escapar de Gaia, lleve el nombre de Apolo?

No hay comentarios:

Publicar un comentario