LA SIMGLADURA DE OCCIDENTE
Capítulo 2
La civilización europea anterior a la Civilización Occidental
Marija
Gimbutas, profesora emérita de la Universidad de California, ya fallecida, ha puesto al descubierto
decenas de miles de estatuillas y otros restos hallados en más de 3.000 yacimientos
arqueológicos. Corresponden a una civilización que se desarrolló a partir del VII
Milenio a.d.C. y que abarcó la mayor parte de Europa.
(...)
El mundo
que Marija Gimbutas ha sacado a la luz se desarrolló a lo largo de más de dos
mil años, y hace referencia a una cultura que celebraba la vida. Huellas de
culturas semejantes han aparecido en el Valle del Indo y en el Próximo Oriente.
Todo ello, muy anterior en varios milenios a Sumer y Egipto, presunta cuna de
nuestra civilización según los historiadores. Desde el patriarcado, la guerra y
la esclavitud, el Estado y la
Autoridad, la riqueza y la pobreza han dominado nuestro
mundo, porque sus defensores han pontificado que las cosas son así porque ahora
mandan ellos, los guerreros solares que, en el presente, controlan un arma
terrible: una presunta verdad llamada Ciencia, aunque en realidad, ella no
tenga la culpa.
Nada de
estas cosas que definen al patriarcado aparecen en lo descubierto por Marija
Gimbutas: en aquel mundo parece no haber hordas guerreras, ni estados patriarcales;
sólo poblaciones autónomas de varios miles de habitantes en los que se conoce
la metalurgia, pero no se utiliza para fabricar armas; tampoco se levantan
fortificaciones ni hay signos de violencia. Si hay, en cambio, un arte floreciente
y, desde el VI Milenio a.d.C., una forma de escritura aún no descifrada, e
incluso puesta en entredicho, ¡faltaría más!, por los actuales Pontífices del
saber.
Se
desconoce si la práctica de “el rey debe
morir” ya se remontaba a esa época, aunque su versión más moderna la
encontramos en el mito de Teseo, el héroe que mató al Minotauro. Aquella
civilización, carecía de dioses celestes, pero reverenciaba a una diosa de la Tierra, símbolo de la
unidad de la Naturaleza,
de la sacralidad y del misterio de todo lo viviente. Su culto es dirigido por
mujeres y la descendencia pasa por línea femenina. Al margen de “a rey muerto rey puesto”, no parece
haber dominio sobre los hombres, sino un reparto de funciones. Los miles de
figurillas femeninas aparecidas, parecen rendir homenaje a la Vida y a este mundo. Sus miles
de formas parecen disolverse unas en otras, como si su energía siempre fluyera
en espiral, en remolino, serpenteando, como la serpiente que pasará a ser su
símbolo.
A partir
del 4.330 a.d.C.,
Europa comienza a ser recorrida por oleadas de pueblos nómadas; los
historiadores los llaman "indoeuropeos",
pero en realidad nadie sabe de donde proceden, ni siquiera quienes son. De
hecho son una invención de los historiadores para tratar de explicar un proceso
que nunca llegaron a comprender. Habían domesticado el caballo, practicaban la
ganadería y la guerra, tenían una estructura patriarcal y no veneraban a la Diosa, sino a dioses
celestes a cuya cabeza se encontraba Zeus, oculto tras muchos nombres.
A partir
de ésta época, los registros arqueológicos cambian: aparecen armas, las
ciudades levantan murallas y decaen, se eclipsa la escritura y el arte, se
incrementa el nomadismo. Zeus ha desplazado a la Diosa. El patriarcado y
la jerarquía levantada por la
Voluntad de Poder rompen la antigua sociedad
igualitaria. Aquellos milenios de cultura floreciente se interrumpen, en Europa
Oriental hacia el 3.500 a.d.C.
y hacia el 2.500 a.d.C.
en la Europa
Occidental, aunque aún parecen sobrevivir pequeños reductos:
Troya, Creta y, en tiempos aún más recientes, Numancia. Marija Gimbutas dice
que el euskera es una reliquia viviente de esta antigua civilización.
Con la
llegada de los indoeuropeos los
símbolos cambian. Antes, con la
Diosa, el color de la
Vida era el negro, porque la Tierra Madre, fértil
y húmeda, es oscura; la muerte, en cambio, era blanca, como los huesos secos al
sol. Desde entonces vemos el mundo del revés. También el toro estaba asociado a
la Gran Diosa
como símbolo de la Vida
y la regeneración, pues ya desde el Neolítico, parece haberse asociado la
similitud que existe entre el útero y las trompas de la mujer con la cabeza y
los cuernos del toro. En cambio, en los mitos patriarcales, el toro representa
la fuerza y el poder. Un Toro-Zeus que rapta a la Virgen Diosa-Europa.
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