sábado, 12 de abril de 2014

13 Viaje a Bolivia y Perú (Agosto 1913)


 Viaje a Bolivia y Perú
-Del 17 de Agosto al 1 de Septiembre-
(Una visión personal)

Volando de Santa Cruz de la Sierra a la Paz



Puntual, Edwin me recoge a las siente de la mañana para llevarme al aeropuerto. Mi avión sale sobre las nueve y media. El día aparece con algunas nubes en el cielo. Anoche hubo un vendaval con rachas que debieron superar los ochenta Km/hora. Parece que ya se ha calmado. Diligentemente, Edwin lleva mi equipaje hasta el coche, el mismo que ayer nos llevó a Samaipata, y sin más problemas nos dirigimos al aeropuerto por la misma carretera por la que llegué. El tráfico, los coches, los adelantamientos para alcanzar el hueco que deja el que va delante…, todo igual que el otro día, pero ahora en dirección contraria. Aún así, solo tardamos unos veinte minutos en llegar.

(...)


Edwin aparca y me acompaña hasta el mostrador de facturación. Presento mi pasaporte a la chica del mostrador, mira en su pantalla y me pregunta si quiero ventanilla. Le digo que no, que prefiero pasillo. Me entrega la tarjeta de embarque, con el talón del equipaje y el pasaporte. Le doy las gracias y Edwin me conduce hasta el control de pasajeros diciéndome que una vez dentro busque la puerta de embarque que está señalada en la tarjeta y que espere. Me despido de él, le repito una vez más las gracias por su trato y amabilidad, nos damos un abrazo y quedamos que estaremos en contacto. Me dirijo hacia el control de policía y cuando ve que ya he pasado sin ningún problema, le veo decirme adiós con la mano y marcharse. “¡Bueno, la primera etapa del viaje ha finalizado!” Pienso que no ha estado mal y he podido ver con mis propios ojos y sentirlo, algo que me tenía intrigado hacia tiempo: el Fuerte de Samaipata.
Siguiendo con mis hábitos, dedico el tiempo del viaje para pensar, para intentar relacionar aquello que conozco con lo que voy a ver. Se que ante mí tengo una aventura fascinante, pero lo que quiero ahora es establecer en mí, en el ámbito de mi conocimiento, como contexto, lo que me espera. Así que con el avión aún despegando, cómodamente sentado (en lo posible) y sin nadie que me moleste (los asientos de al lado, junto a la ventanilla, van ocupados por una joven pareja que están a lo suyo) mi mente se cierra sobre si misma, se disociaa en alaguna manera y se sumerge en la información que se encuentra almacenada en los bancos de memoria de mi cerebro y de la realidad multidimensional de mi subconsciente y que tiene relación con la bóveda celeste, los Andes, las culturas que aquí surgieron y los mitos que las desarrollaron.
En algunas regiones de México se cree que para estar sano uno debe alimentarse con pájaros cuyo canto sea bello; en otras, si no quieres comerte al pájaro, tienes que cantar tú, pero antes es necesario encender una vela para que las palabras del canto se iluminen con la llama y el significado de la canción llegue mejor a los dioses...
Sólo pretendo ajustar la información y, a veces, me gusta ser poético. Aunque no es sólo eso. Quiero decir que lo mismo que hay muchas maneras de orar, también los mitos y las leyendas tienen muchos significados. Por supuesto, uno es psicológico, aunque también hay un significado astronómico, además del literal.
Titanes hacen girar el Molino (de la Precesión) con movimiento recíproco.
A finales de los sesenta, dos historiadores de la Ciencia, Giorgio de Santillana, profesor de Historia de la Ciencia del MIT (Instituto Tecnológico de Machassusset) y Hertha von Dechend, profesor de lo mismo en la Universidad Wolfang Goethe de Francfort, escriben un libro conjuntamente: “Hamlert´s Mill”,  “El Molino de Hamlet”. Este libro surge de una idea previa: el mito representa, a un cierto nivel, lo que se podría llamar un lenguaje técnico codificado, un relato que fue diseñado para registrar y transmitir observaciones astronómicas relacionadas con la precesión de los equinoccios. Según los autores este era un fenómeno universalmente conocido desde la más remota antigüedad que no solo sirvió para establecer calendarios, sino para seguir el curso de la precesión. Sabían que el proceso producía cambios en el medio ambiente y en las formas de vida que se desarrollan sobre la Tierra.
La Precesión es la lenta oscilación retrógrada del eje de la Tierra. Ella hace que ésta cambie lenta e inexorablemente su orientación dentro de la esfera de las estrellas fijas. Una oscilación completa dura unos 25.920 años y Giorgio de Santillana y Hertha von Dechend descubrieron que esta era la principal preocupación de los mitos. Los mitos transmiten información relativa a ese movimiento. Ellos descubrieron la clave para interpretarlos: los animales que aparecen en los mitos, son estrellas; los dioses, son planetas; y las metáforas y topónimos, son lugares de la esfera celeste, muchos de ellos referidos al Sol o a la Luna y a una Tierra Celeste que se encuentra en las estrellas, entre el Trópico de Cáncer y el Trópico de Capricornio Celeste.
Lo que muchos mitos cuentan es la destrucción de un mundo por efecto de una inundación, el fuego, terremotos… El mito, en su lenguaje codificado, recuenta el año solar en términos de creaciones y destrucciones a causa del paso del tiempo precesional. Este paso hace cambiar las estrellas que salen heliacalmente y que durante un cierto tiempo señalan la posición de los equinoccios y los solsticios. Cuando estas estrellas cambian, un mundo es destruido y un nuevo mundo es creado a continuación. Sus parámetros vienen determinados por nuevas estrellas o Pilares, como los que custodian las abejas de un mito maya, que sostendrán la Nueva Tierra. Naturalmente, como decían los antiguos, esta Tierra Celeste es plana; y no por ignorancia, sino por pura terminología descriptiva a fin de describir la Eclíptica, sostenida por cuatro pilares o cuatro abejas: dos equinoccios y dos solsticios. A este movimiento retrógrado que muele el tiempo es a lo que esos autores han llamado el “Molino de Hamlet”. Interesante en verdad.
Los académicos no aceptan el que los antiguos, como así aparece representado en las cuevas prehistóricas, poseían este conocimiento; de hacerlo, tendrían que cambiar la concepción que se tiene de la Prehistoria.  El mito funcionó por transmisión oral y parte de su valor, como medio de comunicación, es transmitir información no sólo astronómica sino también histórica y tal vez algo más. Sin especificarlo, el “Molino de Hamlet” ha tendido un puente entre el vacío que parece existir entre Prehistoria e Historia.
¿Y como de puede demostrar esto?
Como todas las cosas: a partir de una y simple verificación.
En 1.996 (1.999, primera edición en castellano), William Sullivan escribió un interesante libro que contiene información sobre dos mitos andinos. Este libro, basado en su tesis doctoral, llamado “El Secreto de los Andes”, dice que “los mitos andinos narran acontecimientos precesionales... que se refieren a lugares de la esfera celeste unidos por la Vía Láctea”. Descubre, en contra de lo que postula la ciencia histórica ortodoxa sobre que los pueblos andinos nunca dieron nombre a ningún planeta, excepto a Venus, que no sólo tenían nombres para todos los planetas visibles, sino que estos estaban asociados con importantes divinidades. Toda la cosmología andina también está basada en el sistema precesional, y ya era muy antigua cuando los Incas aparecieron en la Historia. El trabajo de Sullivan parte de un mito del que existen dos versiones: la registrada por el sacerdote español Cristóbal de Molina, El Cuzqueño, hacia 1.573 y la de otro sacerdote, Francisco de Ávila, que recogió en quechua los mitos conocidos como “Dioses y Hombres de Huarochiri”.
La primera versión dice así:
<<En la provincia de Ancasmarca, que está a cinco leguas de Cuzco, en la división Antisuyo, los indios tienen la siguiente fábula:
Dicen que un mes antes de que llegara la inundación sus ovejas [llamas] muestran una gran tristeza, se negaron a comer durante el día y observaron las estrellas por la noche. Finalmente, el pastor que las cuidaba preguntó que las afligía y ellas le dijeron que la conjunción de las estrellas mostraba que el mundo sería destruido por el agua. Al escuchar esto, el pastor consultó con sus seis hijos, y acordaron reunir toda la comida y las ovejas [llamas] que pudieran y dirigirse hacia lo alto de una montaña muy alta llamada Ancasmarca. Dicen que, a medida que se elevaron las aguas, la montaña se hizo más y más alta, de tal suerte que nunca quedó cubierta por la inundación, y cuando las aguas descendieron, la montaña también se hizo más pequeña. Así, los seis hijos de aquel pastor regresaron para poblar la provincia.
Estas y otras historias se cuentan, que no incluyo para evitar ser prolijo. La causa principal de invención de estas fábulas era la ignorancia de Dios y el abandono de estos pueblos a las idolatrías y vicios. Si hubieran conocido el uso de la escritura, no habrían sido tan torpes y ciegos.>>
   La otra versión del mismo mito, la del padre Ávila, mantiene las constantes esenciales de la información, aunque el argumento introduce variaciones. En su Capítulo III, “Como pasó antiguamente los indios cuando reventó el mar”, cuenta:
<<Lo que ellos cuentan es como sigue: en tiempos antiguos este mundo estuvo en peligro de desaparecer. Una llama macho que pastaba en una montaña con excelente yerba, sabía que la Madre Lago [el mar celeste] había deseado [y decidido] desbordarse, caer como catarata. Este llama entristeció; se quejaba:”in, in”, diciendo lloraba, y no comía. El dueño de la llama, muy enojado, la golpeó con una coronta de choclo. “Come, perro - le dijo -, tu descansas sobre ha mejor yerba.” Entonces la llama, hablando como si fuera un hombre, le dijo: “Ten mucho en cuenta y recuerda lo que voy a decirte: ahora, de aquí a  cinco días, el gran lago ha de llegar y todo el mundo acabará”, así dijo, hablando. Y el dueño quedó espantado; le creyó. “Iremos a cualquier sitio para escapar. Vamos a la montaña Huillcacoto, allí hemos de salvarnos; lleven comida para cinco días” , ordenó, dijo. Y así, desde este instante, el hombre se echó  a caminar, llevándose a su familia y a la llama. Cuando estaba a punto de alcanzar la cumbre del monte Huillcacoto [Vilcacota], encontró que todos los animales estaban reunidos: el puma, el zorro, el guanaco, el cóndor, todas las especies de animales. Y apenas hubo llegado el hombre, el agua empezó a caer en cataratas; entonces allí, apretándose mucho, estuvieron hombres y animales de todas partes, en el cerro de Huillcacoto, en un pequeño espacio, solo en la punta, hasta donde el agua no pudo alcanzar. Pero el agua logró tocar el extremo del rabo del zorro y lo mojó; por eso quedó ennegrecido. Y cumplidos los cinco días, el agua empezó a descender, se secó; y la parte seca creció; el mar se retiró más, y retirándose y secándose mató a todos los hombres. Sólo este de las montañas vivió y con él volvió a aumentar la gente, y por él existe el hombre hasta hoy. Y nosotros bendecimos esta narración ahora razón por lo cual la cola de la zorra es negra, incluso ahora; los cristianos bendecimos este tiempo del diluvio, tal como ellos narran y bendicen la forma en que pudieron salvarse, en la montaña Huillcacoto.>>
Sullivan recurre a la etimología de las palabras. La llama macho, en quechua, se llama paqo, y con ese nombre se designa también al chaman-sabio-astrónomo. El cronista Blas de Valera dice del paqo que...
<<Su vida era religiosa, de gran abstinencia, nunca comía carne, sino hierbas y raíces, junto con el acostumbrado pan de maíz. Su casa se hallaba en el campo..., hablaba poco; su forma de vestir era común..., con prendas de lana... y sobre estas llevaba un manto muy largo, gris o negro o púrpura; no bebía vino sino agua. Vivía en el campo para poder contemplar más libremente y meditar en las estrellas... >>
¿Acaso esta descripción del chamán-paqo no coincide con la de la llama macho-paqo del mito que vivía en el campo, se alimentaba de hierbas y agua y vestía de lana y que por la noche observaba las estrellas? Una llama que habla como un hombre y que le dice al pastor que le preste mucha atención a lo que le va a decir.
Es evidente que el lenguaje codificado del mito describe a un sacerdote-astrónomo y, como demuestra el trabajo de Sullivan, la inundación que está punto de atrapar a la zorra ocurrió realmente, pero ocurrió en las estrellas, en el año 650 d.d.C. Y lo que Sullivan trató de dilucidar son los hechos históricos que se correspondieron con ese acontecimiento.
Antes de continuar con esta exposición que discurre por los circuitos emergentes de mi memoria, es necesario que explique algo sobre las Edades del Mundo. Incas y Aztecas, además de otros muchos pueblos antes que ellos, como griegos, hindúes y egipcios, coinciden en que antes de la actual Edad, hubo Cuatro Mundos o Edades, Cuatro Soles para los aztecas, y que la nuestra es la Quinta o Quinto Sol:
<<Según sabían los viejos, la tierra y el cielo se estancaron en el año "1Tochtli" (uno-conejo). También sabían que cuando esto sucedió habían vivido cuatro clases de gentes, es decir qué habían sido cuatro las vidas. Así sabían también que cada una fue un Sol. – Decían que su dios los hizo y los crió de ceniza, Y atribuían a Quetzalcóatl, signo “7Ehécatl” (siete-viento), el haberlos hecho y criado.
El primer Sol que hubo al principio, bajo el signo de "4 Atl" (cuatro-agua), se llama Atonatiuh (sol del agua). En éste sucedió que todo se lo llevó el agua; todo desapareció; y las gentes se volvieron peces.
El segundo Sol que hubo, estaba bajo el signo de "4 Ocelotl" (cuatro-tigre) y se llama Ocelotonatiuh (sol del tigre). En él sucedió que se hundió el cielo; entonces el sol no caminaba de donde es medio día y luego se oscurecía; y cuando se oscureció, las gentes eran comidas. En este sol vivían gigantes: dejaron dicho los viajeros que su saludo era "no caiga usted", porque el que se caía, se caía para siempre.
El tercer Sol que hubo, bajo el signo de "4 Quiauhuitl" (cuatro-lluvia) se dice Quiauhtonatiuh (sol de lluvia). En él sucedió que llovió fuego sobre los moradores, que por eso ardieron. Y dicen que en él llovieron piedrezuelas y que entonces se esparcieron las piedras que vemos; que hirvió el tezontle (piedra liviana llena de agujeros); y que entonces se enroscaron los peñascos que están enrojecidos.
El cuarto Sol, bajo el signo de "4 Ehécatl" (cuatro-viento) es Ehecatonatiuh (sol del viento). En éste todo se lo llevó el viento. Todos los hombres se volvieron monos y fueron esparcidos por los bosques.
El quinto sol, bajo el signo de "4 Ollin" (cuatro-movimiento), se dice Olintonatiuh (sol del movimiento), porque se movió, caminando. Según dejaron dicho los viejos, en éste habrá terremotos y hambre general, con que hemos de perecer.>>
El cronista Felipe Guaman Poma de Ayala, un noble indígena peruano, escribió en 1.584 “La Primera nueva crónica y buen gobierno”, que envió a SS. MM. el Rey Felipe II para que estableciera un gobierno menos cruel en el Perú. La parte indígena de su nombre, Guaman Poma, significa “Halcón-Puma”. Según su crónica, el pueblo de la Primera Edad vivía en cuevas, con animales salvajes, y “deambulaba perdido en un territorio desconocido, llevando una vida nómada”.
Los de la Segunda Edad vivieron en toscas casas redondas, vestían pieles de animales, roturaban la tierra virgen y vivieron en asentamientos fijos. El pueblo de la Tercera Edad se multiplicó como la arena del mar: Sabía tejer, construir casas como las actuales, conocía el matrimonio, vivía de la agricultura, tenía un sistema de pesos y medidas, compartía una tradición de haber surgido de las cuevas, las fuentes, etc. y todos vivían en armonía. La guerra fue desconocida durante las primeras edades.
La Cuarta Edad es llamada “Auca Pacha Runa” o “Edad de los Guerreros”. Se inició con conflictos internos que se extendieron rápidamente, dando paso al tipo de edificios característicos de la época, la fortaleza en la montaña. Las guerras dejaron atrás los campos y las familias, se cortaron los puentes con el pasado y se hicieron sacrificios humanos.
La Quinta Edad fue la de los Incas.
Una casa de la Segunda Edad. Guaman Poma de Ayala.
Existe una correspondencia entre lo que Guaman Poma describe y la secuencia de cambios culturales ocurridos en los Andes según los registros arqueológicos. Lo mismo sucede en Mesoamérica. Para los Mayas, Hopis y otros pueblos de la antigüedad, las edades por las que ha pasado la Humanidad son cuatro. Mantienen que el recorrido desde la barbarie hasta la civilización se realizó a través de cuatro edades, la última de las cuales aún discurre. En cambio, Incas y Aztecas declararon, en forma unilateral, una Quinta Edad y un Quinto Sol. Martín de Murúa, sacerdote español del S. XVI también recoge esta tradición, pero él habla de Soles para referirse a Eras o Edades-Mundo.
¿Por qué cinco soles?
Tal vez tenga que ver por un problema de legitimación, pero también es cierto que el cinco representa el poder para percibir la verdadera naturaleza de las cosas, su quintaesencia. Esto es siempre peligroso. Desde esta perspectiva, los sistemas de cuatro elementos son estables, después de todo el cuatro es el símbolo que representa la Madre Tierra. El cuatro, para los aborígenes de América del Norte, también para los mayas e incluso para los campesinos de los Andes, es un símbolo entrañable: es lo perfecto, lo correcto. Está formado por un eje vertical que une la Tierra y el Cielo, las posibilidades de la naturaleza humana y el respeto que ha de dar el hombre a los poderes del cosmos, y un eje horizontal que abarca la materialidad, y cuyo propósito es establecer un equilibrio entre la acción para organizar el mundo y los medios de que este mundo dispone.
En los Andes, la palabra indígena para Edad-Mundo es “Pacha”, que a la vez significa Mundo, la Tierra. “Pacha” designa simultáneamente el lugar y el tiempo. Lo que los investigadores ortodoxos no entienden es que en los Andes, este lugar, hoy, por efectos de la precesión, no es este mismo lugar de mañana y tampoco es el mismo tiempo. En los Andes, y estoy seguro que también en Mesoamérica, el tiempo define el espacio y el pasado debe ser cargado sobre la espalda, como el cargador de los días mayas carga con ellos. ¿Hemos de extrañarnos, pues, de que la Pacha-mama, como Gran Madre, sea la matriz irreductible de acontecimientos llamados pachacuti [“cuty” es un verbo que significa “hacer girar o volver”], esos momentos milenarios en los que un mundo perece y otro da comienzo? Literalmente, pachacuti significaría “voltear el espacio-tiempo”. Dice Sullivan que Lloclaunu Pachacuti es "un giro, un vuelco en el espacio-tiempo por inundación de agua” y Nina Pachacuti, es “una destrucción por causa del fuego. Las fuentes no dejan lugar a la duda, dado que cada Edad duraba mucho tiempo, pachacuti hace referencia a un acontecimiento fuera de lo común.
Lo que Sullivan pretendía era averiguar si la inundación a la que se refiere el mito, y que estuvo a punto de atrapar a la zorra, ocurrió realmente. Lo que hay que aclarar es que ese acontecimiento si tuvo lugar, aunque la inundación ocurrió en la bóveda celeste. Este suceso celeste tuvo una correspondencia, igualmente catastrófica, en los Andes. Es como si, lo que aconteció en el cielo, hubiera sido la forma-pensamiento, el arquetipo, si gusta más esa palabra, de lo que le aconteció a toda una civilización y, tal vez, a todo el género humano.

(Continua)

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