lunes, 3 de febrero de 2014

Las personas del alma.


<PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 26/04/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TITULO>: Las personas del alma.
<FIRMA>: Rafael C. Gómez
<SUMARIO>: Distinguir entre las corrientes de energía, las que pertenecen a la personalidad y las que pertenecen al Alma.
<ILUSTRACION 1>: La persona es una parte del Alma que ha tomado forma física.
<CUERPO DEL TEXTO>:
La mañana era luminosa. Por la ventana de la clase, el cielo azul contrastaba con el perfil de los edificios en los que el sol producía reflejos luminosos. En la clase, se leía una extraña y divertida historia cuyo personaje tenía por oficio el de reidor. Su especialidad era la risa contagiosa, a través de la cual el espectador se involucraba en el risa provocada por el reidor. En contrapartida, el reidor era incapaz de esbozar la más mínima sonrisa en su vida privada.
(...)

La lectura había servido para hablar y desarrollar el tema de la personalidad y el mundo íntimo del ser humano. El profesor había intentado hacer comprender a los alumnos que la personalidad era esa parte de ellos mismos que comenzaba a formarse al nacer, que se desarrollaba en la vida y que, cuando el cuerpo muriera, dejaría de estar configurada de esa manera. Explicaba que con ella se aprendía, se evolucionaba, se adquiría experiencia, se tomaban decisiones... Les había explicado que la personalidad presentaba diversas caras según la motivara la emoción, el sentimiento o el pensamiento; según fueran los móviles de su hacer, la cólera, el miedo, la risa, el deseo, la soledad...
Mientras hablaba con sus alumnos, pensaba en lo difícil que era comprender la idea de que el Amor, la comprensión y la prudencia no son cualidades de la personalidad, sino que son experiencias del Alma. Veía como las gentes no sabían como manejar ese concepto, con tan poco sentido real, que es el Alma.
Pidió a sus alumnos que escribieran una redacción sobre el tema, y analizaran la causa por la que el personaje del relato, el reidor, fuera incapaz de reír en privado; y por qué, en ese lugar, era un ser triste, oscuro y taciturno.
Mientras escribían su redacción, el profesor pensaba lo difícil que era para un hombre, con la conciencia enfocada en la realidad material, el comprender la idea de que el Alma es esa parte de nosotros mismos, que es relativamente inmortal, y poseedora de cualidades de amor y sabiduría. ¿Aprenderían a distinguir entre las corrientes de energía que movían su interioridad, las que pertenecían a la personalidad, y las que pertenecían al Alma?
El Maestro de los Alquimistas le había hecho comprender y experimentar las energías que provocaban cólera, pensamientos mezquinos, acciones destructivas; y las que producían amor, pensamientos positivos y acciones constructivas. La observación y la experimentación con ellas le enseñó a valorar las que generaban creatividad y amor, y a transmutar las que eran causa de negatividad y estaban faltas de armonía o llenas de violencia. Fue por este camino como pudo conocer la existencia de unas energías distintas a las que eran habituales en él. El Maestro de los Alqumistas le dijo que esas energías eran las energías del Alma.
‑ El primer paso que has de dar -le dijo el Maestro en aquella ocasión-, es reconocer que tienes un Alma; ¿qué es?, ¿qué relación existe entre ella y tú mismo?, ¿de qué manera afecta a tu vida? El Alma no dejará de ser una entidad teórica, a menos que la reconozcas en su energía, manifestándose como amor, compasión y sabiduría; que la comprendas y la valores como algo que afecta a tu vida; a menos que abandones tus propias corrientes energéticas de carácter egoísta y las transmutes para ponerlas al servicio de la Vida.
Miró a sus alumnos enfrascados en su tarea. ¿Qué estarían escribiendo? Se sentía impotente para transmitirles su propia comprensión. Se reprochaba que tal vez los había puesto ante un ejercicio demasiado difícil. Una corriente de intenso amor fluyó de su corazón hacia ellos. Su mirada se llenó de la luz con la que se había llenado la clase y, sin que pudiera impedirlo, su conciencia fluyó con su amor, y entró en esa dimensión sin tiempo en la que el Alma tiene existencia y consistencia.
Buscó la presencia del Maestro de los Alqumistas. Allí estaba, a su derecha, contemplando sus pensamientos.
‑ No debes sentir angustia por ellos ‑decía la voz sin palabras-, porque cualquier experiencia que realicen, les acerca más a ese momento en el que personalidad y Alma se ponen en contacto. Cualquier circunstancia les da una oportunidad para que el Alma se exprese a través de ellos. La personalidad en la que ahora se encuentran sólo es una más de las incontables experiencias de sus Almas.
Era una verdad en su conciencia la realidad del Alma existiendo fuera del tiempo. El Maestro, que era uno con sus pensamientos, continuó mostrándole cual era la verdadera situación.
‑ ¡Mira hijo!  -dijo-. El hombre debe entender que el Alma es una entidad espiritual. Con el propósito de aprender a conocer y a manejar las energías más densas del plano material, crea una personalidad, o varias y un cuerpo diferente, o varios, para cada una de las encarnaciones que realiza. Personalidad y cuerpo son instrumentos de aprendizaje para ella. Cada una enseña al Alma algo sobre su propia evolución. Las caracteres que conforman la psicología de una personalidad, encajan en los objetivos del Alma. El problema es el punto de vista con el que veis la realidad de las encarnaciones del Alma. Para vosotros ocurren en el tiempo; pero, desde el punto de vista del Alma, las cosas son de otro modo. Todas las encarnaciones del Alma son simultáneas. Todas ocurren al mismo tiempo.
‑ Maestro  -le preguntó-, ¿qué es en realidad ese proceso que llamamos la encarnación del Alma?.
‑ El Alma -dijo-, es un manojo de energías que configuran un vehículo de expresión para la Chispa Divina. Esas energías son las que encarnan. El Alma reduce su propia energía al nivel de las energías de las formas físicas. Reduce un sistema de vida inmortal a la estructura del tiempo, y por unos pocos años. El Alma experimenta simultáneamente incontables vidas, físicas, o no físicas.
‑ ¿Qué finalidad tiene entonces la encarnación?.
‑ El Alma elige voluntariamente realizar esta experiencia con un doble propósito: adquirir Conocimiento y Armonizarse. La finalidad es recordar su origen. Construye personalidades con aquellas partes de sí misma que necesitan adquirir Conocimiento y Sabiduría. Los aspectos del alma desequilibrados son ignorantes y necesitan actuar entre ellos, en la materia física, para que puedan convertirse en una Unidad que a la vez es un Todo.
‑ ¿Sólo aquellas partes del alma que necesitan equilibrarse encarnan?
‑ No -añadió el Maestro-, la personalidad la forman también otras energías del Alma ya equilibradas. Energías que ella entrega como complemento al proceso de purificación en que se halla involucrada.
El profesor recordó que el Maestro le había enseñado a observar la sabiduría adquirida por el Alma, en esa parte de nosotros dominada por el Amor.
- Considera su poder -dijo el Maestro-: una parte del Alma experimenta el más grande amor, otra miedo, quizás otra sea neutral, y otra padece la enfermedad, la depresión o la esquizofrenia, mientras otra es pura compasión. Pero si alguna de esas partes se siente separada del Todo, incompleta, la personalidad que el Alma conforma se halla en desequilibrio. Una personalidad armónica es aquella en la que el Alma puede fluir fácilmente a través de su configuración física. El Alma ES. No tiene comienzo ni fin, pero fluye hacia la Totalidad.
La voz del Maestro, una con sus pensamientos, cortó su proceso pensante.
‑ Los conflictos de la vida -dijo-, son proporcionales a la distancia en que la energía de la personalidad existe separada de la energía del Alma. La persona situada en una posición extrema, es irresponsable en lo que a sus propias creaciones se refiere, y no entenderá el proceso de sus experiencias. Sentirá que tiene un límite, y que entre ese límite y cualquier otra realidad, existe un vacío a cruzar. Pero cuando personalidad y Alma colaboran para equilibrar las energías encarnadas; cuando se unifican, primero entre sí y luego con las de la totalidad del Alma, entonces es imposible advertir donde comienza una y donde finaliza la otra. Estamos ante un Ser Humano Total: Uno consigo mismo, Uno con su Alma y Uno con el Mundo de las Almas.
Las últimas palabras sin voz del Maestro se perdían en su mente, a la vez que otras palabras con sonido activaron las membranas de sus oídos, haciendo que la conciencia volviera a este lado de la realidad.
‑ Profesor -le preguntó un alumno-, y si yo no creo en esas cosas, ni en eso del Alma, ni en otras vidas, ¿tengo también que hacer el trabajo?.
Ante aquella pregunta formulada por un alumno perezoso, tomada como excusa para no enfrentar su trabajo, contempló esa otra posición paradójica del Alma humana en la que ella es maestro y discípulo al mismo tiempo.

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