martes, 17 de septiembre de 2013

El Mito del Grial. (Visión psicológica). 3ª Parte.


EL  MITO  DEL  GRIAL 
(Visión psicológica)
(3ª Parte)

En nuestra historia mítica, Perceval y Blancaflor dan un perfecto ejemplo de como debe ser el vínculo correcto del hombre con la mujer interna. Están próximos entre si, cada cual entibia al otro; pero no hay seducción. He aquí una definición sublime del amor como un ejemplo para un hombre y una mujer de carne y hueso; de otra forma, sólo serían una ridícula historia de niños exploradores.
Esta mala interpretación de los niveles ha causado estragos en aquellos que siguen literalmente las instrucciones medievales del sendero del caballero. Las relaciones internas del ánima y el ánimus  tienen sus propias e inexorables leyes de conducta. Las relaciones externas tienen también leyes propias igualmente explícitas. No deben mezclarse.
(...)


¿Qué representa la túnica que le tejió y que le hijo vestir su madre antes de que Perzival la abandonara?
Ya vimos, al principio de esta andadura, como Perzival entraba en el Castillo del Grial y todo lo que allí aconteció; incluso, como no se atreve a hacer una pregunta.
El acontecimiento más importante de la propia vida interior aparece retratado en esta escena del interior del Castillo del Grial. Todo joven recorre su camino hacia ese lugar alguna vez entre los 15 y los 16 años y tiene alguna "visión" que impregnará el resto de su vida; y, al igual que Perceval, no estará preparado para esa experiencia, carecerá del poder de formular la pregunta que le haría consciente de toda su realidad interior. Aunque en realidad, no puede esperarse otra cosa de un joven, excepto que deambule por el castillo, sea avasallado por él y, a la mañana siguiente, vuelva otra vez al mundo corriente; eso si, no ha perdido el caballo -su mundo emocional- al atravesar el puente levadizo.
La mayoría de los hombres recuerdan una hora mágica -tan vez un segundo-, en algún momento de su juventud, cuando la luz brilló y el todo se recubrió de una belleza indescriptible. Ningún joven logra hacer frente, para él, a esta apertura de los cielos; y, aunque la mayoría se aparta de esa experiencia, nunca la olvidará. En cambio, otros, la encuentran tan perturbadora que la desechan y hacen como si nunca hubiera ocurrido; solamente unos pocos, han quedado tan impactados con la visión del significado, que pasarán -como Perzival- el resto de sus vidas buscando de nuevo su interno Castillo del Grial. Aparentemente es sencillo, uno sólo tiene que “Seguir un trecho el camino, torcer a la izquierda y cruzar el puente levadizo.”

La propia simplicidad de las instrucciones lo ocultan a la vista. ¿Cuántas veces hemos regresado a un lugar mágico para ver si aquel destello luminoso brillaría de nuevo, o hacemos largos viajes a lugares reputados como mágicos, o a la búsqueda de maestros y gurús, para ver si el Grial se encuentra allí? La impronta de esta temprana y tremenda visión del Castillo del Grial, deja una huella indeleble en la mente y en el alma del hombre y, si es lo bastante fuerte, será su inspiración; en caso contrario, se convertirá en su sombra durante el resto de su vida.
¿Por qué Perzival no fue capaz de hacer esa simple pregunta que le hubiera abierto la puerta a su propio mundo interior y hubiera sanado la agonía de su Rey Pescador interno? Las instrucciones que Gornemant le había dado eran precisas y el que falle en eso parece un acto de estupidez. ¿Por qué no preguntó a quién sirve el Grial?
¿Recuerdan la túnica de lana que le había tejido su madre y de la que no se quiso desprender cuando vistió la armadura del Caballero Rojo? Fue ella, esa túnica, éste remanente, este recuerdo de lo materno, el que le impidió apreciar toda la dimensión del Grial cuando lo tuvo ante su vista; fue por ello también, por lo que no pudo formular la pregunta. Quitarle a un joven la prenda tejida por su madre, sea lo que fuere que esta signifique o simbolice para él, es una tarea difícil y complicada. Muchos nunca lo consiguen, muchos nunca se desprenden de su "complejo materno", pues eso es lo que simboliza el tejido de la madre.
Un complejo es un racimo de energías psíquicas que se han enquistado en la estructura psíquica de un hombre. Se le denomina "Complejo Materno" porque están en relación con la imagen que de nuestra madre hemos formado en nuestro interior. Una imagen psíquica que puede tener un aspecto positivo o negativo. Para profundizar en este aspecto, vamos a hablar un poco de los tipos de relaciones que mantiene un hombre con las cosas femeninas.

Existen seis tipos básicos de relación que un hombre mantiene con el mundo femenino. Todas son de gran utilidad para el desarrollo del hombre y cada una posee su propia nobleza. El problema surge cuando alguna de esas imágenes o modelos se contamina con los aspectos de otra de las imágenes. Esa contaminación crea dificultades a la hora de que el hombre enfrente su vida en una forma plena. Los seis aspectos de lo femenino en el hombre son:

  • Su madre humana: Se trata de la mujer real que es o fue su madre, con toda su idiosincrasia, características individuales y unicidad.
  • Su “complejo materno”: Es esa estructura psíquica que solo tiene realidad en la interioridad de un hombre. Representa su capacidad regresiva, por la cual le gustaría volver a depender de su madre y ser nuevamente un niño. Se manifiesta en esa tendencia del hombre al fracaso, a su capacidad derrotista, a su fascinación subterránea por la muerte, a sufrir accidentes, a su exigencia a ser protegido. Este "complejo materno", para la psicología masculina, es un terrible veneno. Su símbolo en Perzival es la túnica de lana.
  • Su madre arquetípica: Si el "Complejo Materno" es puro veneno, el "arquetipo madre" es oro puro, pues proyecta la mitad femenina de la divinidad; es el Cuerno de la Abundancia, el Grial del Universo, la Madre Naturaleza, la Diosa que derrama su generosidad libremente sobre nosotros. Nuestra vida no duraría un minuto si este antiquísimo arquetipo de la Gran Madre no derramara su abundancia sobre nosotros; este arquetipo está siempre disponible para nutrirnos y sustentarnos.
    La doncella. Gustav Klimt.
  • La hermosa doncella: Jung la llama el "Ánima". Es la componente femenina de la estructura psíquica del hombre, y es la compañera interna, la inspiradora de su vida. Es Blancaflor, Dulcinea, Beatriz... Es el ser que da significado y calor a la vida que ella anima produce.
  • Su mujer o compañera de carne en la vida: La que comparte con él su viaje vital.
  • Sophía: La mitad femenina de Dios en su aspecto de Sabiduría. La Shekináh en el misticismo judío. Resulta algo desequilibrante para un hombre descubrir que la Sabiduría es femenina, pero así la han retratado todas las mitologías.
Estos seis aspectos de lo femenino son de vital utilidad para el desarrollo de un hombre; incluso hasta el "Complejo Materno", que es el que presenta los aspectos mas negativos. Fausto tuvo que contar con su "complejo materno" para ser llevado al lugar de las Madres en su redención final. Sólo la mezcla o la contaminación de un aspecto con el otro, de una imagen con la otra, es la que causa esa profunda zozobra. La Humanidad es propensa, con una terrible compulsión, a exteriorizar tales confusiones. Observemos algunas de estas contaminaciones y tratemos de comprender la profunda destrucción que producen en el hombre.
Si un hombre contamina a la madre humana con su complejo materno, culpará a la madre real por la cualidad represiva de su complejo materno interno: verá a su madre como una bruja, como un ser horrible que trata de anularlo. Es algo común que un joven culpe a su madre por su propio complejo materno regresivo.
Cuando un joven contamina a su complejo materno interior con el arquetipo madre, esperará que su madre de sangre se convierta en su diosa protectora, papel que solo el arquetipo puede proporcionar. El planteará exigencias excesivamente ridículas sobre el aspecto maternal del mundo y le reclamará que le mantenga, preferiblemente, sin esfuerzo de su parte.
Cuando se contamina su ánima, la hermosa doncella interior, con el complejo materno, el hombre esperará que su mujer interna actúe como madre.
Una contaminación muy frecuente es la superposición de madre y esposa. Un hombre con esta confusión esperará que su esposa le trate como si fuera su madre, en vez de ser su compañera, y le exigirá a su esposa que satisfaga las expectativas maternas que proyecta.
Y, por último, puesto que Sophia, el arquetipo de la Sabiduría, no es fuente de vida para todos los hombres, este componente arquetípico no está siempre presente. Cuando un hombre confunde a su madre con el arquetipo Sophia, le está atribuyendo a la madre la Sabiduría de la Diosa, una Sabiduría que ningún ser humano podrá satisfacer y sustentar jamás. "Mamá lo sabe todo" y el arquetipo Sophia,  la Sabiduría,  hacen una pésima combinación.
No importa cual sea la combinación en que se realice la contaminación: todas son negativas y regresivas. Lo negativo no es lo femenino, sino la contaminación de unos arquetipos con los otros, de unas imágenes con las otras, de los distintos niveles de nuestra conciencia.
Regresemos de nuevo a Perzival y al problema que le hizo fracasar en el Castillo del Grial. Su fracaso se debe a no haberse despojado de su "complejo materno" simbolizado por la túnica que le había tejido su madre. Ella le anula el entendimiento, le quita el poder y la claridad de formular la pregunta. Ningún hombre puede vincularse con el Grial de una forma permanente si su "complejo materno" interviene entre él y su fuerza masculina innata. Necesitará Perceval veinte años de errante vida caballeresca para desprenderse de esa túnica y poder llegar a ser el varón que pueda soportar en su masculinidad la belleza del Grial: el mayor de los símbolos del Arquetipo Materno.
Mientras uno esté vestido con la túnica que le tejió su madre -el "complejo materno"-, no podrá tener con el Grial otra cosa que un encuentro casual en alguna u otra ocasión. Tampoco podrá sanar la herida de su Rey Pescador. Los veinte años de experiencia caballeresca representan un movimiento hacia la eliminación de esa túnica. Luego, en la mediana edad, uno tendrá de nuevo otra oportunidad para entrar en el Castillo del Grial, pues el Grial está siempre cerca de uno, está disponible en todo momento.
El inicio de la juventud y el inicio de la madurez, Hacia los 16 años el uno, y hacia los 50 años el otro, son los tiempos de mudanza, los puntos en la vida de un hombre cuando el Grial se encuentra más fácilmente asequible y puede encontrársele con mayor facilidad. Y aunque esa milagrosa procesión prosigue todas las noches de la propia vida en el Castillo del Grial, sólo en esos momentos particulares de la vida, es que un hombre parece tener fácil acceso al esplendor del Castillo del Grial.
Teóricamente, para cualquier hombre, debería ser posible permanecer en el Castillo del Grial desde la primera vez. Pero la impronta de la experiencia es demasiado fuerte para un joven, incluso puede llegar a incapacitarlo. Esos jóvenes que deambulan por el mundo, aparentemente sin rumbo, motivo o meta, son jóvenes que han quedado medio cegados por su contacto con el Grial. A veces, la experiencia es tan dolorosa, que la reprimen y cuando se les pregunta, dicen: "no me acuerdo". Pero como todo lo que se reprime en el inconsciente, lejos de librarnos de ello, nos lo vamos encontrando por todas partes, detrás de cada esquina, detrás de cada rostro, al otro lado de cada mirada, mirándonos por encima del hombro de cada mujer con la que nos encontramos... Es un "hambre de algo", un desasosiego de sábado por la noche, la sensación de una moto o un coche lanzado a toda velocidad. Son esos ecos los que desde su juventud, el hombre siente de su Castillo del Grial.
La violencia juvenil no es otra cosa que un rechazo a la experiencia del Grial. Al no poder soportarla, el violento trata de persuadirse de que él es muy macho y usa la violencia, en cualquiera de sus múltiples formas, para amortiguar su dolor.

La mayor parte de la publicidad funciona sobrepuesta a ese hambre del Grial que sienten los jóvenes. ¿Hasta dónde son conscientes los publicistas de éste problema? Si indirectamente se apela al Grial, a un joven se le puede vender cualquier cosa. También las drogas son una fórmula mágica de regreso a la experiencia, pero lo hacen de un modo equivocado, pues hay que pagar por ello un precio terrible. El camino correcto no requiere atajos. Si se hacen trampas, el puente levadizo del Castillo del Grial puede cerrarse para siempre y uno quedar atrapado en el sufrimiento, la locura o la muerte.
Si uno piensa que algo o alguien exterior puede saciar el hambre que un joven o un hombre siente por el Grial, ningún costo será para él demasiado alto. Muchas motivaciones de los años finales de la adolescencia, no son otra cosa que el hambre que esos jóvenes sienten por el Grial. Y si la búsqueda del Grial es desviada por algunas de las infinitas maneras que la vida tiene para impedirlo, el joven terminará haciendo un viaje exterior.
¿Y la mujer? Se preguntarán. La experiencia de la mujer con el Grial es de un tipo diferente que la del hombre, pues ella es el Grial. La mujer, lo femenino, nunca abandona el Castillo del Grial, por ello preserva un sentido de belleza, de coherencia y de estar en el Universo, como si estuviera en su propio hogar. Son mujeres las que portan los objetos del Grial, eran doncellas las que daban de beber en los pozos sagrados. Este es un poder que el hombre no posee. Las búsquedas interiores de las mujeres son de otra índole: están en relación con la búsqueda de lo "masculino interior", con la búsqueda del Gran Padre.
Un hombre se vuelve creador a partir de su desasosiego; la mujer es creadora a través de un saber que siempre fue suyo. Mientras Perzival debe recorrer sus aventuras caballerescas, Blancaflor permanece siempre en su castillo. Einstein decía ya al final de su vida: “Ahora tomo el Sol en esa soledad que me resultó tan dolorosa durante mi juventud.” Ese es el Castillo restaurado del Grial. Einstein lo conquistó después de toda una vida de caballero andante moderno.
Son también muchos los hombres que tratan que una mujer de carne y hueso satisfaga su hambre de Grial. Esto es pedirle a una mujer que asuma un papel que ésta jamás podrá encarnar. ¿Quién puede ser un arquetipo vivo? Nadie puede pasar por alto el milagro humano que la propia mujer constituye.
 
Ardhanaishvara

La actual fascinación por las religiones orientales, tan impregnadas de lo femenino, son como una búsqueda del Grial. En el fondo, ellas, las Tradiciones Orientales, nunca separaron del todo, como hicimos en Occidente de una forma tan trágica, el mundo secular y el mundo sagrado. Ningún asiático "tradicional" se ha alejado nunca demasiado del Castillo del Grial. Los Maestros o gurúes orientales, nos miran y nos preguntan: "¿por qué tienen tanta prisa, por qué tienen tanta hambre?"
¿Saben por qué hemos destruido el mundo? Porque un pueblo que lucha cuerpo a cuerpo en una búsqueda tan urgente, desarrolla una fuerza formidable. El problema es que buscar el Grial hacia fuera es agotar el propio "Si-Mismo" y cortejar el desaliento. El Grial es una realidad interna, íntima, una visión interior, una experiencia mística y no se la puede hallar en ningún espacio exterior.
Pero nuestra devoción por lo externo como única realidad, es tan poderosa, que para la generalidad del hombre de occidente, la exploración interna requiere como combustible una exploración exterior. Un proverbio cristiano dice: “Buscar a Dios es insultar a Dios”. El Grial es algo que está tan a mano, que basta con levantar el velo que lo cubre para verlo. ¿Por qué buscar por fuera lo que se tiene a mano? Pero como somos occidentales, para aprender que no existe búsqueda, tenemos que buscar.
Voy a contarles una historia: un Pez escuchaba a unos pescadores que, en el muelle, hablaban de una maravillosa sustancia llamada "agua". Quedó tan impresionado que reunió a sus amigos los peces y les comunicó que iba a buscar esa maravillosa sustancia. Pasó mucho tiempo y no volvió. Sus amigos le dieron por muerto o por desaparecido. Pero un día, después de múchísimo tiempo,  el pez volvió a su hogar; estaba viejo y cansado. Ansiosamente, todos les preguntaron: ¿encontraste esa sustancia maravillosa llamada "agua"? Si, respondió el viejo pez, pero no vais  a creer lo que descubrí. Y se alejó nadando.
La Búsqueda del Grial es de la misma naturaleza, tal vez por ello sea algo que me enternece desde que descubrí su historia en mi temprana infancia. Hoy se que es el mejor testimonio de nuestro peregrinar.
¿Cómo volver al Castillo del Grial?
Desde el primer encuentro de Perzival con el Grial han pasado muchos años. Años aparentemente estériles. Ha socorrido a indefensas doncellas, ha combatido con fieros caballeros a quienes, después de derrotarlos, los envía a servir en la Corte de Arturo. También ha afrontado las consecuencias de su ignorancia juvenil. Igualmente comprobó como su espada se quebraba, tal como le profetizó la doncella que le recriminó el no haber hecho las preguntas cuando estuvo en el Castillo del Grial.
Ya lo hemos dicho, la espada es el símbolo de la masculinidad y siempre acompaña a nuestro héroe. En gran medida solo es una imitación de la masculinidad, una imitación de lo que nuestros padres, ídolos, amigos y cualquier tipo de héroe, construyeron sobre nosotros al ofrecernos sus modelos de masculinidad y que, sin dudarlo, nos hemos agregado como un aspecto de nuestra persona; algo que no se sustentará y que se quebrará cuando verdaderamente necesitemos hacer uso de ese poder interior, un poder que no nos pertenece por no ser genuino.
Todo joven tiene que pasar por la humillación de comprobar que su masculinidad de imitación no le sostiene. Y aún más: sólo aquel que le dio la espada podrá reparar el instrumento quebrado. Esto significa que lo que fue dado por un padre, solo podrá ser reparado por un padre. Aunque también un padrino es muy valioso en estos momentos para reparar lo que se quebró.
Las aventuras de Perzival son el equivalente de ese proceso cultural que hace que nuestra civilización funcione. Y aunque sonreímos antes las historias de dragones y merlines con poderes mágicos, o caballeros que liberan a hermosas doncellas encantadas, somos inconscientes de que en nuestros tiempos, también sufrimos o vivimos estas cosas. Ahora las llamamos complejos, estados de ánimo, depresiones, invasión de la "sombra"; sólo ha cambiado el lenguaje.
Con el tiempo, la fama de Perzival ha llegado a la Corte de Arturo y, éste, quiere salir en busca del mejor de sus caballeros -cosa que dijo de Perceval la doncella que no había reído en siete años hasta que le vio-. Arturo hace el juramento de no dormir dos noches en el mismo lugar hasta encontrarle. Esto significa sacar la experiencia de lo cotidiano sin detenerse en ello. Porque como decía el poeta, sólo debemos pasar por todo una vez, y ligero, siempre ligero, para que no se acostumbre el pie a pisar el mismo suelo... Y mientras el rey le busca, Perzival tiene una de sus más misteriosas y mágicas aventuras.
 
Ilustración de Audubon, 1838

Perzival caminaba sin rumbo por un camino nevado durante el frío invierno, cuando observa como un halcón ataca a tres palomas en el aire. Tres gotas de sangre, una de cada paloma, caen en la nieve delante de él. Al verlas, Perzival cae en un profundo trance, pues aquello le recuerda de pronto a su amada Blancaflor. En ese estado le encuentran algunos de los caballeros que Arturo había enviado por delante. Uno de ellos, intenta sacarlo del trance por la fuerza y, sin salir del trance, Perzival le derrota. Lo mismo le ocurre al Senescal de Arturo, el que abofeteó a la doncella que se rió. Ahora, nuestro héroe, le rompe la clavícula, con lo que venga la ofensa que éste había inferido a la joven y que Perzival dijo que vengaría. Un tercer caballero, Galvan (otro que alcanzará el Grial) le pide amablemente y con humildad que acuda donde está Arturo, a lo que Perzival asiente.

Todo esto ocurre mientras el sol ha derretido la nieve donde habían ciado las tres gotas de sangre. Al mezclarse, han quedado reducida a una sola gota con lo que Perzival sale del trance provocado por la visión de tan milagroso hecho. Encontramos aquí un curioso simbolismo. Cuando los mitos, o los sueños, marcan tan profundamente los números, es que partes muy, muy profundas del inconsciente colectivo han sido activadas. ¿Recuerdan los cuatro símbolos sagrados del castillo del grial? ¿O los cinco caballeros que Perzival vio por primera vez? Ahora emerge el tres, acentuado por la sangre.
Mientras el cuatro viene a simbolizar la totalidad de la estructura psíquica para la paz, la integridad, lo pleno y la tranquilidad; el tres es el número que simboliza la urgencia, lo incompleto, la inquietud, el esfuerzo, el logro de esa misma estructura psíquica. Perzival, que ya fue profundamente tocado por el cuatro en el Castillo del Grial, debe ahora hacer frente al tres de la vida, el que se manifiesta en cada momento presente. Sus amores, su búsqueda caballeresca, su lugar en la Corte de Arturo, son los aconteceres mundanos que le reclaman. Nadie puede regresar al Castillo del Grial a menos que haya recorrido su sendero, en las dimensiones humanas de la vida.


Una época delicada se precipita sobre uno cuando nuestra vida pasa a ser dominada por el tres. Nos encontramos en la obligación de vernos disminuidos al uno o de elevarnos hasta el cuatro. El estado de conciencia que representa el tres es difícil de soportar durante mucho tiempo a causa de su intensidad y de la compulsión que produce. Cuando nos encontramos ante un dilema que nos paraliza, hay que embestir hacia adelante -hablo psíquicamente-, para volver a recuperar la luz que emana del cuatro. Si sólo deseamos sobrevivir, se producirá en nosotros una reducción hacia el estado de conciencia que representa el uno. Y como no se puede volver hacia atrás, sobrevivir es simplemente morir.
Jung pasó los últimos años de su vida trabajando sobre este simbolismo del tres y el cuatro. Sentía que la Humanidad estaba evolucionando desde el estado de consciencia representado por el tres, hacia el que podía representar el cuatro. Se sintió profundamente esperanzado en 1948-49 cuando la Iglesia Católica convirtió a María en el cuarto elemento de la Trinidad. Sintió que éste hecho completaba un ciclo: un ciclo cultural y un ciclo de civilización; un ciclo que se completaba y cuyo proceso había producido tanta turbulencia, conflicto y sufrimiento en el mundo.
Cuando un símbolo emerge desde la profundidad del inconsciente a la consciencia, lo hace con antelación a que tal hecho ocurra externamente; por ello, el que Jung lo haya percibido nos indica que una nueva posibilidad de crecimiento se abre ante nosotros. Esto no quiere decir que la obra esté ya realizada. Jung sentía que la gran obra transformadora de cualquier hombre moderno, debería ser la de expandir su conciencia a través de la evolución del tres al cuatro; es decir, desde una conciencia centrada en el hacer, trabajar, transformar y progresar externamente, hacia una conciencia basada en la paz, la calma y la expresión del Ser.
El meollo de este problema es que el cuatro puede contener al tres, pero no al revés: el tres no puede contener al cuatro.  Por ello, una persona con la elevada conciencia del cuatro es capaz de llevar a cabo todas las actividades de la vida, pero ya no está atado a ellas. En cambio, una persona, en el mundo del tres, es incapaz de apreciar que hay más allá de esa sufriente y compulsiva actividad diaria.
Vivimos una época en la que, aparentemente, la conciencia del hombre camina desde una visión trinitaria hacia una visión cuaternaria y de totalidad. Es esto una manera posible y profunda de apreciar el caos externo en que nuestro mundo se encuentra. Mucha gente sueña procesos en los que el tres se convierte en cuatro. Esto indica que, psicológicamente, estamos atravesando una evolución de la conciencia desde el preciso y científico orden de realidad creada por la conceptualización masculina, incluida la visión trinitaria de Dios, hacia una visión cuaternaria que incluye lo femenino, así como otros elementos difíciles de percibir desde la óptica de los viejos valores.


Pareciera que el propósito de la evolución psíquica y de la conciencia fuese el de ir reemplazando una imagen estructural de perfección que se ha quedado antigua, por otra de mayor plenitud y totalidad. La perfección sugiere algo puro, algo que no tenga trabas, que carezca de puntos oscuros, donde no existan áreas cuestionables. La plenitud incluye en si misma a la oscuridad y a la sombra, pero la proyecta desde una totalidad más luminosa y real, más íntegra. Esta transformación alquímica es algo que provoca pavor, y el interrogante que afronta es el de si la Humanidad será capaz de dar ese paso, de hacer ese esfuerzo psíquico y si, con ello, ella misma va a crecer. Aunque la realidad, preparados o no, nos guste contemplarla o no, seamos conscientes de ello o no, es que nos encontramos en el centro de esa transmutación.
El Año de María vino y se fue. Han pasado 50 años y la visión parece que ha tenido poco efecto inmediato en nuestras vidas, al menos conscientemente. Pero si conseguimos ver ese extraordinario acontecimiento de una manera correcta, tal vez, éste comience a tener efectos más profundos en nuestra psicología y en nuestra vida cotidiana. ¿Se han preguntado, al margen de la parafernalia externa que sobre esos fenómenos se levantan, el por qué de tantas apariciones marianas en los últimos tiempos? ¿Qué significan esas imágenes arquetípicas en nuestra vida y en nuestra evolución psíquica?
Cuando se confiere dignidad y honra al cuarto elemento, éste deja de ser un adversario temible. Una verdad psicológica se vuelve negativa y destructiva sólo cuando se la excluye. Cuando algo nos muestra su lado negativo, sólo necesitamos ampliar nuestra conciencia para que esa negatividad tenga cabida en ella a fin de proporcionarle un lugar útil en nuestra estructura vital.
El hombre de occidente ha tenido miedo de mirar a la cara su lado femenino y lo ha reprimido como su lado oscuro, sumergiéndolo cada vez más profundamente en el inconsciente, hasta transformarlo en una horrible mujer, una bruja. Y esa visión oscura la ha proyectado sobre la mujer y lo femenino. Mucho de la oscuridad que ha provocado este rechazo, ha sido exorcizado por el fuego. Se estima que más de cuatro millones de mujeres fueron quemadas en hogueras durante el auge de la Contrarreforma en Europa.
Cuando Perzival regresa a la Corte de Arturo, se ve honrado como el más famoso caballero del mundo. Se hacen grandes fiestas en su honor y, una vez más, Perzival se traba inocente e inconscientemente en las consecuencias que todo hecho genera. ¡Claro que estos atascos, siempre le han llevado a su próximo ciclo de desarrollo! Si no fuese por este hecho venevolente del destino, todos los Perzival del mundo se habrían convertido en estatuas de sal, en los desiertos de sus locuras interiores y se habrían disuelto en el olvido. El Gran Archinecio de toda la Caballería Andante, el Muy Famoso Hidalgo D. Quijote de la Mancha, es un ejemplo de como hay que realizar este sublime viaje a través de lo que podríamos llamar una "racional insensatez".
La duquesa fea (1513) pintado por Quentin Massys.
Las fiestas duran, no podría ser de otro modo, tres días. Y en el momento de su mayor apogeo, surge en medio de ellas la más horrenda y abominable mujer que han visto los tiempos; una aparición que ensombrece la celebración. Tan horripilante personaje monta una vieja y decrépita mula. Chretien de Tryes describe a la horrible abominación como:
"oscura, peinada con dos trenzas, hierro negro eran sus manos y sus uñas. Sus ojos cerrados, eran pequeños como los de una rata; su nariz era como de simio o de gato; sus labios, como de asno y toro. Barba tenía, pecho y espalda jorobados. Jamás se había visto en la Corte una doncella así."
La misión de la Sombra es representar el otro lado de la moneda. Ella comienza a enumerar todos los pecados cometidos por Perzival y, el peor de ellos, su fracaso en formular la pregunta sanadora. Perceval queda humillado y silencioso ante la Corte que sólo un momento antes lo ensalzaba hasta el cielo. Con la precisión de un eclipse, la espantosa abominación, la horrenda doncella, puede irrumpir en la vida de un hombre, justo cuando él ha llegado a la cumbre de sus logros.
Existe una extraña correspondencia entre la realización espiritual de un hombre y el poder que la Oscura Mujer ejerce sobre su vida. La Ley del Péndulo que mueve la energía, dice que cuanto mayor es la gloria alcanzada, mayor será el vacío que se abra para ser colmado con sufrimiento y humillación. La cantidad de fama y adulación que uno recibe en el mundo exterior parece determinar el sentido de nuestro fracaso y la insignificancia que la horrible bruja aprieta entre sus oscuras manos de hierro. Se podría igualmente conjeturar que la propia autorrealización, sería la mejor protección para evitar el sufrimiento que la visión de nuestra propia insignificancia nos produce; en la realidad, ese dolor y ese sufrimiento son los que hacen presa de nuestro ánimo.
El único ser capaz de formular las preguntas incontestables sobre el valor y el significado de la vida es el hombre realizado. Y cuando creemos haber alcanzado ese estado, he aquí que la pavorosa dama surge de pronto y cuestiona nuestra realización. La mística occidental ha llamado a éste hecho "La noche oscura del alma", algo que surge en la mitad de la noche, a las dos o las tres de la madrugada. Porque es en la mitad de nuestra noche cuando aparece la duda de la que tan horrible abominación es portadora.
La duda y su inseparable compañera la desesperación. La desmontadora de sueños, la demoledora de castillos ilusorios, la que nos visita cuando promediamos nuestra vida. En ese momento, el salvador de vidas de la heroicidad caballeresca, ha desaparecido de nuestra interioridad, y preguntas incontestables acuden a nuestra mente produciendo una inundación. ¿De qué ha servido todo esto? ¿De qué sirve ir a trabajar todos los días? ¿Dónde está el lado claro de esa actividad que arrastramos pesadamente como si fuese una gruesa cadena? ¿Por qué me abandonó mi mujer? ¿Por qué mis hijos son tan problemáticos? ¿Por qué nada parece funcionar, ahora que las cosas parecían ir bien? De pronto, todo ha perdido su significado. Esta pérdida de sentido es la obra de la Abominable y Horrible Doncella.
El regreso al Castillo del Grial supone un nuevo encuentro con el Ánima, lo que supone una nueva ampliación de su consciencia. Es a través del Ánima como Perzival sabrá como fue herido el Rey Pescador: durante una batalla y por un venablo quedó incapacitado; de ahí que la pesca en el foso del castillo sea su único entretenimiento. De ahí su nombre. El pez fue un símbolo de Cristo para los primeros cristianos, y también un símbolo de la Era de Picis. En un pasado más remoto, el dios-hombre-pez sumerio llamado Oanes, entregó el “Conocimiento” al los hombres. Al vivir en lo profundo de las aguas, se nos muestra como una proyección del inconsciente que al emerger, aporta sabiduría, conocimiento e impulso salvador (consciente).
La enfermedad del Rey es la que ha provocado el surgimiento del conflicto al no poder mantener unidas la polaridad masculino-femenino en si mismo. Ello provoca la devastación del reino (interno y externo), una interrupción de la su vida anímica. Y, aunque se espera, la renovación no llega. A nivel psicológico, la procesión de las reliquias sugieren la posibilidad de un desarrollo ulterior. Pero de momento, al permanecer ocultas, provocan un estado de carencia y enfermedad. A pesar de que el Rey Pescador parece simbolizar un prototipo, el del hombre cristiano medieval, no se debe obviar que también representa al hombre de otros ámbitos culturales.

 
A estas alturas de la vida de un hombre, si es que su proceso ha llegado tan lejos, existe en él la urgencia de encontrar una nueva y hermosa doncella. Como en la "Historia Interminable" hay que darle un nuevo nombre a la Reina de Fantasía para librarla del ataque de la Sombra o de la Nada; es decir, hemos de darle un nuevo rostro a la imagen de nuestra Ánima a fin de que nos proteja de la abominación que se proyecta desde nuestro interior en forma de duda. Les recuerdo que esto no es algo que haya que tomarse literalmente, no es algo externo, aunque tendamos a proyectarlo y darle una realización exterior. Es algo interno, psicológico. Hablamos de psicología profunda, nos referimos al lado oscuro del ánima, un ánima cuya imagen nunca deberemos proyectar al exterior.
Darle un nuevo rostro a la imagen del Ánima no es posible mientras primero no hagamos las paces con nuestro lado oscuro y tenebroso, mientras no perdonemos nuestras deudas internas, porque nadie nos va a sacar de esa noche oscura a no ser nosotros mismos. La única posibilidad de ayuda externa que podría existir es muy difícil de encontrar, pues hay muy pocas mujeres que no estén conflictuadas también con su lado interno masculino, con su "Ánimus".

Dice el psicólogo jungiano, Robert A. Johnson que se necesitaría una mujer, tan íntegra y completa internamente, que pudiera mantenerse quieta ante su hombre cuando éste atraviesa esa oscura fase. Una mujer que no salga huyendo cuando el hombre se ensimisma en su dolor y, tal vez, proyecte el lado oscuro de su parte femenina. La integridad de una mujer así le protegería de su proyección y le permitiría encontrar el nuevo semblante que necesita su lado femenino. Es el mayor acto de amor y entrega que una mujer puede hacer para el hombre al que quiere. Esa calma especial, mágica, de estar allí, es el milagro que lo femenino hace por servir al Espíritu. Sería la suma realización de ambos. Pero como digo, desgraciadamente, las mujeres de nuestra cultura, a las que amamos con la misma incomprensión de su realidad, como ellas tienen de los hombres a los que también aman y por cuyo amor también sufren, al estar conflictuadas con lo masculino, son incapaces de comprender lo que les sucede a sus hombres, y los vínculos se rompen.
El resultado de tanta incomprensión es ese terrible dolor que se produce en la mitad de la noche de ambos. Un guía de los que en el otro lado nos asisten, nos dijo que una mujer debe aprender a caminar sobre el fango de esta oscura noche, sabiendo que su resplandeciente morada interior no sería manchada. Se estaba refiriendo a éste proceso.
En la época en que vivimos, donde todo es evasión de lo esencial, donde se buscan ilusorias tranquilidades a cualquier precio, la opinión general es que la etapa de la Terrible Doncella debe ser evitada y tratada como una enfermedad que hay que curar a base de pastillas o de flores de Basch.  Para el caso es lo mismo. Los psiquiatras y los presuntos sanadores de la New Age, aún no han comprendido que abolir la oscuridad es esterilizar las oportunidades que tenemos para evolucionar, oportunidad que esa oscuridad nos trae; pero también puede esterilizarnos si permanecemos mucho tiempo en la oscuridad.
La Abominable Doncella pone la Corte de Arturo, es decir, nuestra vida, patas arriba. Su acción hace que de inicio un profundo e importante acto de individuación en nuestro proceso interior. Distribuye tareas para cada uno de los caballeros de la Corte y cada tarea es una búsqueda individual para cada caballero. Antes de éste momento, todas las tareas eran comunales, los caballeros andaban en grupos, o por lo menos a pares para luchar contra dragones, desfacer entuertos o rescatar hermosas doncellas asediando lúgubres castillos. Pero una vez que la Horrible Abominación ha asestado su golpe fatal, todos los trabajos se vuelven individuales y únicos. Cada caballero ha de caminar sólo, encontrar su propio sendero, asumir su propia pregunta, en una batalla solitaria. Es el fin de las soluciones colectivas. Y, una ves más, insisto: todo esto es interior, un proceso psicológico que hay que vivir internamente.

Este cambio de actitud básica es la respuesta funcional que da la realidad psíquica a la desesperación y al sufrimiento que ha traído la Horrible Dama. Cuando un hombre sabe que está sólo -sólo en su interioridad-, que es un ser único y que anda tras una incógnita solitaria, podrá emerger de esa oscuridad. Todo ese sufrimiento que surge de la comparación externa, es algo que no podemos evitar, hasta que aceptamos la soledad de nuestro viaje interior y recorremos ese nivel de la conciencia en el que las cosas simplemente son.
En éste ámbito no existe felicidad o infelicidad en el sentido corriente; solo existe ensimismamiento, y un sabor amargo en la boca que la Sombra nos ha hecho como regalo. En cierta forma es un bello don, que sólo la Horrible Dama puede hacernos. “El sufrimiento -dijo alguien- es la más veloz cabalgadura hacia la redención.”
Aceptar éste regalo es aceptar una nueva visión sobre la naturaleza del problema, un trabajo para la segunda mitad de la vida. De este regalo Perzival aprende que a partir de ese momento, su tarea interior es volver a encontrar, por segunda vez, el Castillo del Grial. Así es que se juramenta para no dormir dos veces en la misma cama hasta encontrarlo, es decir, no dejarse seducir dos veces por un mismo sueño ilusorio.
La Horrible Doncella le recuerda a los caballeros de la Corte que la búsqueda del Grial requiere de la castidad de los caballeros. Dicho esto, se aleja cojeando. Una vez más: la castidad a la que se refiere el mito y que se requiere para esta empresa, no tiene nada que ver con las relaciones sexuales que se puedan tener. Estas tienen sus propias reglas y necesitan de su propia inteligencia para manejarlas. La castidad a la que hace referencia el mito para buscar el Grial, hace referencia a no seducir ni ser seducido por nuestra mujer interior, por el estado de nuestro ánimo, por nuestra Ánima, el lado femenino del hombre.
 El mito cuenta como muchos caballeros -es decir, muchas de nuestras tendencias internas, fracasan-. Sólo el caballero Perzival, esa conciencia fiel a la búsqueda, logrará salir triunfante. No se trata de perfección. Se trata de conciencia y de fe, es decir, Sabiduría, Sophía.
Los largos años que Perzival -el mito dice que veinte- ha dedicado a sus aventuras caballerescas, como cualquier hombre, hacen que éste se llene de amargura y de desilusión. La distancia entre él y su amada Blancaflor crece más y más, incluso hasta olvida por qué ciñe espada. Son años estériles para un hombre que entra en la mediana edad. Incluso cada vez tiene menos comprensión para darse cuenta de por qué actúa así, o para buscar una respuesta sobre el significado de la vida.
Hasta que un día, Perceval se encuentra con una banda de andrajosos peregrinos que deambulan por los caminos. Uno de ellos le increpa por ir vestido con armadura completa en el día de Nuestro Señor y le invita a ir con ellos a la ermita que hay en el bosque para confesarse y celebrar el Domingo de Pascua. Perzival despierta de pronto de su ensoñación, de su inercia y se marcha con los peregrinos.
 El ermitaño -lo encontramos también en el Tarot- es esa imagen arquetípica que nos señala el aspecto introvertido de nuestra naturaleza; una imagen que ha estado aguardando y acumulando energía en algún remoto rincón de nuestra profundidad psíquica a la espera de su oportunidad. Mientras nuestra parte extrovertida dominó la primera mitad de la vida, y es correcto que así sea, hay que comprender cuando esa etapa ha terminado y ha completado su ciclo conduciéndonos a la parte más valiosa de nuestra travesía vital. Es entonces cuando uno debe consultar con el ermitaño interior para dar el paso siguiente.
El hombre actual, generalmente, es llevado a esta etapa de introversión a través de alguna enfermedad, un accidente, o una experiencia paralizante de cualquier clase. El ermitaño nos servirá bien si le abordamos con honra y dignidad, voluntaria y libremente. Pero habrá poca dignidad si es la vida la que nos empuja a su territorio a través de una enfermedad o un accidente. Sea cual sea la manera como nos acerquemos a él, seremos atrapados por esa imagen psíquica en algún momento de la mitad de nuestra vida, y podemos hacerlo con dignidad o sin ella.
La comprensión de éste hecho debe llevarnos a tratar bien a nuestro ermitaño interior, o a aquel amigo que por su naturaleza tiene fama de ermitaño. Incluso alguien puede tener un hijo que ha nacido ermitaño. No debe empujársele violentamente a vivir las experiencias del Caballero Rojo. Déjenlo que encuentre su camino por el interior del bosque.
Cuando Perzival entra en el bosque con el ermitaño, vuelve a vivir una experiencia muy parecida a la de la Abominable Dama. El ermitaño le regaña, con su clarividente cualidad y le enumera la larga lista de sus fracasos. Una vez más, el peor de todos es haber fallado en no haber formulado la pregunta sanadora cuando estuvo en el Castillo del Grial. Aunque después de amonestarle, el ermitaño se vuelve gentil con Perzival y le lleva de nuevo al camino diciéndole lo que ha de hacer: “caminar un trecho, torcer luego a la izquierda y cruzar el puente levadizo.” El Castillo del Grial, lo hemos repetido muchas veces, está siempre muy cerca, y se abre fácilmente para el adolescente, aunque no tan fácilmente para el hombre maduro.
Llegados a éste punto, "El Cuento del Grial" de Chretien de Troyes se detiene. Nunca sabremos por que lo dejó inacabado. Tal vez porque desde su inconsciente no tenía nada más que decir. Este Gran Mito de Occidente había llegado tan lejos en su evolución que su autor tal vez tuvo la humildad de detenerse cuando sus imágenes internas se detuvieron. De hecho, desde entonces, el mito ha evolucionado muy poco, colectivamente hablando. Aún está inconcluso para nosotros; pero hay un hecho cierto: aún está lleno de poder y pide que se prosiga hasta su consecución. Sólo tenemos que interiorizar la historia y seguir adelante, pues cada hombre de Occidente es Perzival, y su travesía es la nuestra.
Después de Chretien de Troyes hubo otros autores que trataron de concluir la historia. En una de esas continuaciones vemos a Perzival entrar por segunda vez en el Castillo del Grial, después de haber bajado por el camino, torcido a la izquierda y atravesar el puente levadizo para poder formular, esta vez si, la pregunta sanadora: ¿A quién sirve el Grial?

En esencia, la pregunta es la más importante y profunda que mortal alguno pueda formular jamás. ¿Cuál es el centro de gravedad de nuestra persona? ¿Cuál es el centro que da significado a nuestra vida? Cuando los hombres hoy son interrogados así, en esos términos comprensibles para nosotros, suelen contestar: "Yo soy el centro de mi vida", "yo trabajo para mejorar mi vida", "yo me esfuerzo para alcanzar una meta", "yo estoy haciendo algo conmigo mismo", "yo medito para alcanzar la felicidad". Todo lo cual equivale a decir: ¡Quiero que el Grial me sirva a mí!
Es decir, que a este Cuerno de la Abundancia, a esta inmensa Fuente de lo Femenino que concreta todo lo material del planeta -el aire, el mar, los animales, el petróleo, los bosques, los minerales del subsuelo y todo lo que la Tierra produce- le pedimos que nos sirva, que se ponga a nuestro servicio. Pero tan pronto como se formula la pregunta, llega, reverberando por todos los rincones del Castillo la respuesta del Grial: ¡EL GRIAL SIRVE AL REY DEL GRIAL!
¿Y quién es el Rey del Grial? ¿Quién es el Rey Pescador? La respuesta es tan enigmática como la pregunta, aunque lo que en realidad significa es que la Vida, la Naturaleza, lo Femenino, el Grial, sirve al Espíritu, al que Jung llamaba el "Si-Mismo", aquello que es más grande que el "yo mismo".
 Jung nos habla en su proceso de individuación, como la personalidad, a través de su proceso vital, debe recogerse desde el nivel del ego hasta el nivel del "Si-Mismo". Debe menguar. Él vio que este proceso era la finalidad de la vida de un hombre y el núcleo del significado de toda empresa humana. Cuando Perzival comprende que él ya no es el centro del Universo, ni siquiera es el centro de su pequeño reino personal, se libera de su alienación y el Grial se le ofrece.
Y algo aún más sorprendente: el herido Rey Pescador, sana de su herida, y recupera su poder creador. Porque Él, el Espíritu, es el verdadero monarca del Reino y habita en el centro de lo Femenino, en el Castillo del Grial. Vive sólo en la Hostia y en el Cáliz. Cuando estemos preparados para ello y cumplamos con nuestro deber de hacer una pregunta coherente, podremos escuchar lo que emana de ese centro sagrado y, ello, nos volverá más humildes.
El mito del Grial nos dice que el objetivo de la vida no es alcanzar una ilusa felicidad, sino servir al Espíritu haciéndose uno con el Grial, con lo Femenino. Si lo entendemos, y desechamos la narcisista idea de que el significado de la vida es conseguir bienestar y felicidad personal, entonces, uno descubre que el Grial y el Espíritu a quien éste sirve, están en uno.
Cuando le pedimos al Grial que nos de felicidad, el propio pedido impide la felicidad. Pero si como Caballeros del Grial nos ponemos a su servicio y al de su Rey, descubriremos que cuanto sucede y la felicidad son la misma cosa. Algo que hemos llamado Iluminación.
En este Año de Nuestro Señor de 1998, estamos apenas comenzando a formular la pregunta del Grial: ¿Tenemos derecho a talar los árboles, a desertizar el suelo, a despoblar de vida este planeta? La respuesta está comenzando a verse en forma clara, pues las primeras y balbuceantes sílabas de nuestra pregunta ya son audibles... Confío en que podamos terminar de formular la pregunta, si somos capaces de escuchar el mensaje de éste viejo relato sobre un idiota inocente, que camina tropezando en busca del Grial.
El Gran Páramo es un símbolo de la muerte (herida) del Espíritu, de la pérdida de su poder generador en la especie humana, y el objetivo máximo de la Búsqueda de los Caballeros del Grial es restablecer el Paraíso.
El mito de un paraíso, el una Edad de Oro, donde todos los seres viven en armonía con la Naturaleza y el Universo, aparece en todas las culturas. La pulsión que nos agita a ir en su búsqueda, es una de las razones por la que nuestra conciencia progresa, sobre todo, cuando intentamos impulsar nuestro herido poder generador hacia la cordura y poner, de esta manera, fin al páramo.
¿Y por qué no pueder ser el Grial?
Como el Tao, como el Zen, el Grial es una vasija llena de Nada, aunque es el principio de la receptividad, por ello puede ser todas las cosas para todos los hombres. A todos alimenta. ¿No creen que ha llegado la hora de echar una mirada al vacío interior de ese vaso sagrado que, como en la película 2.001, cuando el solitario astronauta se encuentra ante el monolito, sólo puede exclamar: ¡ESTÁ LLENO DE ESTRELLAS!

F I N

No hay comentarios:

Publicar un comentario