sábado, 17 de agosto de 2013

Las ilusiones y las pruebas del Avatar.

Los diez avatares de Visnú. Pintura krisnaísta. A partir de la esquina superior izquierda: Matsia, Kurma, Varaja, Vamaná, Krisná, Kalki, Buda, Parasuram, Rama y Narasinja. En el centro Krisná con Radha.


LA ILUSION Y LAS PRUEBAS DEL AVATAR

Estamos en un templo levantado por los devotos de un avatar hindú. Participamos de un Círculo de Estudios ante la imagen del avatar representado en una fotografía de gran tamaño. Su mirada parece abarcar todo el ámbito del templo, pues desde cualquier posición en que uno se sitúe, siempre da la sensación de que uno es observado por su mirada. Un devoto narra las experiencias e impresiones de un reciente viaje a la India, y de su estancia en el asrham del avatar, con motivo del cumpleaños de éste. El devoto narra como en las diligencias programadas para tal fin, se incluía la exposición de las actividades realizadas por los distintos centros del avatar en el mundo. Al grupo de éste centro le había correspondido instalar su exposición en una especie de tienda de campaña situada a la intemperie. Cuenta como los devotos se sintieron defraudados, pues sus expectativas eran mostrar, con profusión de detalles y en un lugar adecuado las actividades del grupo. Presos de su propia ilusión, no supieron ver el mensaje simbólico del avatar: lo realizado con el corazón, no necesita ser expuesto, no necesita de grandes salas de exposición; le basta la humildad y la sencillez de una tienda de campaña, porque no necesita ni de alabanza ni de reconocimiento.

(...)

A medida que el devoto sigue con su narración de lo acontecido, se hace más evidente que aquellos devotos eran presa de la Ilusión. Incluso el devoto que narra el hecho, no es consciente del contagio que se produce entre su emoción -llena de recuerdos- y la de los otros devotos que le escuchan. Parece como si los devotos, arrastrados por su propia emotividad de servir al avatar, no se hubieran detenido a analizar cual es realmente la raíz de la actitud que mueve sus intenciones. Apresados por la manera de entender la "devoción", se sintieron defraudados cuando vieron el lugar que les había sido asignado para exponer sus obras y servicios devocionales, considerados de gran valor por ellos en favor de la causa del avatar. No supieron, o no pudieron ver como el mecanismo de la ilusión actuaban en ellos y, como una parte de su personalidad se velaba en su consideración interna, tampoco aceptaban aquella prueba de humildad presentada como "ilusa realidad simbólica".
En esta circunstancia, hay varias personas implicadas, interactuando en un proyecto común de aprendizaje interno, en el que la interacción entre ellos a través de un servicio movido por el deseo emocional, crea la Ilusión.
Una errónea comprensión del concepto de "Ilusión", venida de Oriente, ha hecho que este sea mal aplicado y peor considerado. Esta distorsión es la causa de que el mecanismo de la ilusión como vía de aprendizaje espiritual, pierda su verdadero significado y utilidad. Además, la "ilusión" como tal es resultado de nuestro mecanismo mental que hace que el alma se sumerja en la "ilusión" impidiéndole ver (luz) con claridad. Aquí habría que haber usado el término "espejismo", que es cuando la ilusión mental se ve intensificada por el deseo. Podría decirse que es una "ilusión" de nuestro nivel emocional. Mientras que el conceptp hindú "maya" es el resultado de la actividad que produce la "ilusión" y el "espejismo" en los niveles etéricos y físicos. Pero para no complicar las cosas seguiré usando el término genrérico "ilusión".

 La ilusión es esa circunstancia que permite al alma darse cuenta de lo que necesita comprender con el fin de equilibrar sus energías. La ilusión es como una proyección cinematográfica creada por la luz, a la manera de una escena viviente y en movimiento, en la que se representan aquellas circunstancias o situaciones que nos son necesarias para equilibrar aquellos aspectos de nuestra alma que necesitan alcanzar su unidad. A través de la ilusión, la personalidad -las energías desequilibradas del alma- aprende a equilibrarse.
Si las personalidades de estos devotos no estuvieran presas de una "ambición"o "deseo", la de mostrar lo realizado como servicio; si su luz y amor hubieran sido capaces de ver en la tienda de campaña el símbolo de la intención que el avatar demandaba a su corazón, hubieran podido contemplar la ilusión actuando en relación a su propia realidad emotiva, que les hacía sentirse atraídos por ella, como un bello canto de sirenas en el tormentoso mar de las emociones, al demandar un mejor lugar para exponer la obra de su servicios.
El Maestro de los Alquimistas me había dicho una vez que cada alma lleva unida a sí misma su propia necesidad; y, por ello, su propia ilusión como trabajo de aprendizaje. Esta ilusión es proyectada a cada situación para aportar las enseñanzas necesarias a las personalidades implicadas. Por ello no podría encontrarse nunca una circunstancia, un hecho, que no contribuya, de un modo u otro, a mostrar las necesidades que tiene el alma de equilibrarse, de llegar a ser Una consigo misma y con lo que le rodea.
‑ La "Ilusión" es maleable. -Me había dicho el Maestro de los Alquimistas.
La narración del devoto muestra el siguiente hecho: una vez recuperados de las primeras impresiones negativas, se lanzan con todas la fuerza de su deseo y emoción a pedir al avatar que les de otro lugar mejor en el que exponer en forma apropiada sus obras. Unen sus cantos y oraciones en súplica demanda y, en respuesta a sus preces y deseos, una fuerte y tormentosa lluvia caída durante la noche, ha derribado y deshecho la tienda de campaña que ellos han rechazado.
‑ ¡Ahora -pensaron-, tendrán que proporcionarnos un lugar mejor!
 El deseo ha modificado la escena que el avatar había ofrecido como símbolo de actitud correcta a la ilusión de los devotos. No comprendido el símbolo, no habiendo sabido leer el mensaje, la ilusión modifica el escenario y el nuevo lugar asignado se corresponde a las expectativas de estos: un gran salón, cuyo destino era otro, les fue ofrecido. Pero los devotos, presos aún de la ilusión, tampoco supieron leer el nuevo mensaje simbólico que el avatar les mostraba en la manera en como el escenario anterior -símbolo de la actitud correcta- había sido destruido. La lluvia y la tormenta son el símbolo de las emociones descontroladas, que han arrasado el humilde receptáculo donde una actitud equivocada y una falsa valoración de sí mismos les ha llevado a su destrucción.
Forma parte del desarrollo espiritual el llegar a comprender el mecanismo de la ilusión; cómo llega a ser, como funciona, como se transforma y que actitudes subyacen en ella; así como el papel que desempeña en la evolución del alma. Esta comprensión, permite a la persona desmarcarse de su influencia; contemplarla a través de la visión que proporciona el conocimiento de poder verla actuar. Esta comprensión nos trae otro conocimiento: el de que esa proyección que se ha escenificado como nuestra realidad de ese momento, no existe en realidad para nosotros. Es sólo el medio por el que nuestra alma y nuestra persona aprende. Y por ello, al perseguirlo como algo real, sea lo que fuere, no nos hace más espirituales, ni más amorosos.

 El Maestro me había dicho en relación a la Ilusión, que su finalidad era la de hacernos comprender que lo único que existe en la relación entre las almas, es el amor, y que eso es todo lo que hay. Tarde o temprano, su trabajo nos lleva a darnos cuenta de la intención oculta que subyace en nuestra relación con las cosas, personas o ideas. Mientras no la reconozcamos como un método de aprendizaje, ella tendrá poder sobre nosotros. Solamente cuando el alma se ha equilibrado y unificado con sus personalidades, la ilusión deja de ejercer su poder, y ya no es útil como medio de aprendizaje.
Mientras reflexiono en estas cosas, el devoto continua con su historia: puestos a la tarea de llevar a cabo su propósito de montar la exposición, los expedicionarios advirtieron que por algún extraño designio del destino, los materiales necesarios para ello y que habían viajado con ellos, se habían extraviado. ¿Qué hacer? Presos de ferviente deseo, llenos de lo que llamaron actitud positiva, pero sin ver la intención de donde esta surgía, ni comprender la señal que el acontecer les muestra con la pérdida del material, se lanza a buscar "otros materiales", nuevas materias primas con las que "recrear" la obra efectuada en los centros de origen. Horas de intenso trabajo, toda una noche sin dormir, enormes esfuerzos interactivos sin muestras de cansancio, hicieron el "milagro" de que la exposición de la "obra" estuviera finalizada a la hora justa. Ahora, solo falta, como recompensa a tan arduo esfuerzo, que el Avatar se digne visitar el pabellón. Y a esa idea se canaliza el resto de la energía que les queda. Todo el sentimiento y todo el fervoroso deseo; aunque, por supuesto, dejando esa posibilidad siempre en manos del propio avatar.
Absorto en el relato, siguiendo el hilo de mi propia lectura del acontecer narrado y de su interpretación simbólica, no me he dado cuenta que mis ojos miran fijamente a los del retrato del avatar; tampoco me he dado cuenta de cómo una invisible corriente de energía fluye por ellos y se conecta a los míos. Es algo imperceptible, y no me hubiera dado cuenta si no hubiera observado como, paralela a la corriente de mi pensar en relación con el relato, otra corriente, otro pensar, otra explicación complementaria, discurre e interfiere con la mía. Y esa corriente, ese pensar, parece venir de la energía que emana de los ojos del avatar fijos en los míos.
 

‑ La Ilusión .-dice esa otra corriente de pensamiento- es movida por una energía impersonal. Su forma originaria la ha recibido de la Ley del Karma, ya que es el karma del alma el que configura la personalidad y sus interacciones; las cuales, a su vez, modelan la ilusión a sus necesidades de aprendizaje. Por ello, cuando una persona se hace consciente y es conocedora de su ilusión, aún cuando en relación a ella modifique su intención, debe aún encontrar cuales son las obligaciones del karma de su alma.
Pienso que la energía es energía y que, en la misma medida, el karma (que también es energía) es el karma. En ello no hay valoración. Es algo impersonal. ¿Cómo responder entonces a la ilusión? ¿No respondiendo? ¿O, haciéndolo igualmente en forma impersonal?
‑ ¡Con compasión! -Dice la otra corriente de pensamiento.- Con amor, con justicia. Esa es la forma en que el Universo atiende las necesidades del alma. La respuesta que has de dar a tus necesidades no es diferente a la que has de dar a las necesidades de los demás. Al responder así, la persona acepta la prueba presentada por la ilusión, la experimenta, la vive y, si lo hace en forma impersonal, con justicia y amor, equilibra su energía. Esa energía desequilibrada por la que la ilusión apareció y se manifestó.
Comienzo a notar como muchos de los presentes se habían ya contagiado emocionalmente con la intención oculta y compartida de las palabras del relato. En alguna manera, este era presentado a los oyentes desde la subjetividad del narrador que había participado en la experiencia. Parecía como si todo lo ocurrido fuera el premio ofrecido por el avatar a sus fervorosos devotos, que con su devoción superaban las dificultades. Esta es la lectura de la emoción.
¿Atraerá hacia ella -pienso-, cada alma a otras almas de las que participan en una parecida vibración kármica? ¿Es esta atracción, este contagio, el que da lugar a la inspiración, a la interacción de varias personas en la construcción de una forma que les ofrezca la ilusión de su realidad para así experimentarlas? ¿Existe una Ley de Atracción (si existe ha de tener relación con la polaridad y la gravedad) que, actuando sobre patrones de comportamiento similares y sobre las actitudes ocultas subyacentes, haga posible que la vida de una persona devota esté rodeada de personas devotas; o que el mundo de una persona violenta, se hallara repleto de gentes violentas?

‑ La Ley de Atracción -dice la otra corriente de pensamiento- crea alrededor de cada persona un capullo de energía, de tal manera que cuando el alma trata de purificar esas energías, atrae hacia ella a las personas cuyos capullos energéticos son semejantes, para que en la interacción pueda realizarse en un trabajo de conocimiento, clarificación y comprensión de la energía a equilibrar. En la interacción, la persona observa, no sólo en sí misma, sino fuera de ella, en las personas que se le asemejan, la ilusión puesta en juego y la energía a equilibrar. Hasta que se da cuenta que es ella misma la que está creando sus propias experiencias, y que lo que percibe es su propia realidad. Una vez que se ha dado cuenta de este hecho, debe profundizar aún más, hasta llegar a la raíz de la intención, oculta a la conciencia, que ha movido su comportamiento y conducta, para así poder sustituir esa intención, por medio de la fuerza de su propio ser, por otra que esté en correspondencia con las leyes justas, amorosas y conmiserativas del Universo.

Una vez más, volvemos al mismo punto en el trabajo interno: la intención. La intención como la causa que determina el efecto. Si el sistema emocional humano puede descomponerse en dos intenciones básicas: miedo y amor; la "ilusión" es generada por las emociones que se ocultan detrás de las intenciones que mueve el temor. Emociones generadas por una actitud de temor ante nuestras expectativas; y una actitud devocional mal comprendida, puede tener como intención oculta el temor a ser rechazado, a no ser reconocido, a no ser capaz de ser en correspondencia con lo que uno cree que se le demanda... Todo ello conduce a prácticas de conducta que se corresponden a es actitud, prácticas coloreadas por la ilusión considerada como realidad.

Muchas veces me he quedado maravillado al observar como, todo esto que cuento en una secuencia lineal, aunque en planos paralelos para crear la imagen de simultaneidad, pueda ocurrir a la vez, al mismo tiempo, sin que el proceso de atención consciente del acontecer llamado escuchar, esté separado del proceso del acontecer pensar. Pero lo realmente asombros es cuando otro proceso, proveniente de otra realidad, se cruza e interactúa con los propios procesos personales.
El devoto, cada vez más enaltecido por sus propios sentimientos, sintiendo tal vez el contagio que su relato produce en los demás, nos cuenta como, contra todo pronóstico, el avatar anunció su visita al pabellón. No es mi deseo extenderme aquí en la profusión de detalles con que el devoto narra el hecho. Sólo señalar, por su valor simbólico con lo que a la ilusión se refiere, un hecho protagonizado por el propio avatar.
Mientras todos exclamaban maravillas de lo expuesto, el avatar se había apartado, solo, hacia un rincón, y se había detenido ante una fotografía. Desde allí, llamó a todos los presentes diciendo:
‑ ¡Vengan! ¡Vengan!. ¡Acérquense a ver esto! ¡Esto si que es interesante!
Cuando todos se acercaron, el avatar les muestra una fotografía hecha por unos devotos de un país americano, ofreciendo una copa al presidente de aquel país. Les señalaba el detalle de cómo, en el fondo de la copa, aparecía la imagen del propio avatar.
Era evidente que el avatar estaba señalando a los devotos una realidad, más allá de la ilusión del pabellón inaugurado, y de la exposición que con tantos trabajos y esfuerzos se había montado allí. A semejanza de otra copa en la que el Maestro Jesús ofreció su sangre, la Verdadera Vida, el avatar señalaba como la Vida del ser transmutado, y que él representaba, estaba depositada en el interior de la copa, símbolo del receptáculo humano, y en cuyo interior reposa el alma y el espíritu. El avatar muestra a sus devotos lo que estos, presos de la ilusión, no han sabido ver aún: que la vida espiritual yace en el interior de uno mismo. Y que si hubieran dedicado todos esos grandes esfuerzos y trabajos en adentrarse en su propio interior, hubieran encontrado, en las copas de sus cuerpos y personalidades, lo que el avatar les señalaba en el símbolo externo que representaba la fotografía.
‑ ¡Aquí! ¡Aquí! En el interior de uno mismo está lo importante. -Parecía decir el avatar en su llamada de atención de los devotos presos por la ilusión de la obra.
Por un momento, me pregunté a mí mismo si no estaría emitiendo un juicio precipitado en mi observación, y si realmente aquello que yo veía no sería también una ilusión.
No había terminado de pensar en aquello, cuando la otra corriente de pensamiento, aclaraba la duda surgida en mí.

‑ Las almas implicadas en un acontecer que puede ser objeto de ilusión, se han puesto de acuerdo, por medio de la conmiseración y la sabiduría, para participar en esa dinámica de aprendizaje ya que, el la realidad del mundo no físico, no existe eso que les parece que acontece. Ellos han elegido esa manera de aprender. De ahí que no se pueda juzgar a un alma que se encuentra implicada en ese proceso.
Este pensamiento aclaratorio, que se ha abierto paso en mi mente procedente de la corriente de energía que discurre por la mirada del avatar, me hace contemplar, con una nueva visión, ese hecho tan común en todos nosotros: el juicio que emitimos ante el trabajo de las almas, o el juicio que otros emiten de nuestro propio trabajo al decir: "esto está equivocado" o, "esto es injusto", y tantos otros juicios.
‑ No puedes juzgar los aprendizajes de un alma -parece decir el avatar dentro de mi propio pensamiento- sobre la base de saber como tiene lugar ese aprendizaje.
Entendí que un alma no podía ser examinada por otra cuando se encontraba en medio de un proceso de aprendizaje, y entendí que aunque uno pueda preguntarse así mismo de donde proviene la emoción, el sentimiento, o la realidad interna que se tiene en ese momento, no se puede hacer lo mismo con otro al juzgar una única experiencia, pues esa experiencia no es nada en sí misma. Es sólo un punto más en el proceso de aprendizaje.
‑ El único juicio que es válido hacer -añade el pensamiento paralelo- es afirmar que ese alma se encuentra comprometida por su propia voluntad en un proceso de purificación de sus propias energías, y que por ello está en evolución, al igual que tú y que el resto del Universo.
 
"El Alquimista". Notre Dame de París.
Recordé que el Maestro de los Alquimistas me había hablado de una Justicia que no juzga; una Justicia que sólo reconoce, llena de amor, el proceso por el que un alma va en busca de ese amor. ¿Como decir, entonces, desde esta perspectiva, lo que tiene o no tiene valor en el terreno de la ilusión?
‑ Juzgamos como imperfecto aquello que, desde nuestra consideración, creemos que no está siendo perfeccionado -el otro pensamiento se superpone en forma simultánea al mío-; pero, mira a tu alrededor. ¿Acaso no ves como cada ser humano, en su propio proceso, es perfecto y valioso?
De pronto lo entendí. ¡Es el proceso! El proceso es lo perfecto y valioso. Y el que el alma complete totalmente su trabajo. Pero, ¿cómo saber lo que hay que perseguir con la ilusión?
‑ ¿Cuales son tus necesidades verdaderas? -me pregunta a la vez el pensamiento simultáneo-, ¿cuál es la diferencia entre tus necesidades esenciales y aquellas otras que tu mismo te has creado por diferentes motivos? Distínguelas en tu mente. Observa en tu interior, con la profundidad y franqueza suficiente, para reconocer aquello que constituye una necesidad legítima en tanto que ser humano y que, a parte de ti ha creado otro tipo de necesidades por razones diferentes. Distingue a quien sirven esas otras necesidades. Cada alma debe aprender a identificarlas y luego decidir con cuales desea vivir.
Me pregunto si el enfado o la tristeza que provoca en mí el rechazo de los otros a mi deseo de compartir o exponer mis trabajos y descubrimientos, es el reflejo de una necesidad esencial, o por el contrario, es el reflejo de una necesidad artificial.
‑ Las necesidades auténticas pertenecen al alma -"eso lo se", pienso en respuesta simultánea al pensamiento paralelo-. Como ser humano necesitas amar y ser amado; necesitas expresar tu emotividad en la forma que sea; necesitas cultivar tu espíritu; necesitas que tu trabajo y estudio sea consciente; necesitas unificar tu persona y tu alma; necesitas ser aconsejado por la sabiduría impersonal de tus maestros situados más allá del plano en que te hallas; lo mismo que necesitas la asistencia de tus guías situados fuera de este mundo. Estas son algunas de tus verdaderas necesidades. Una necesidad no auténtica es una barrera, y el objetivo que subyace a su formación no es otro que el de adquirir poder externo.
Esto es verdad. Contemplamos nuestras necesidades artificiales como si se tratara de algo importante; de algo significativo; de algo que aumenta, aparentemente, nuestro valor como personas para nosotros mismos, y hacemos de ellas algo real; pero, ¿son reales? ¿Cómo distinguirlas?

 ‑ Las necesidades no‑auténticas te consumen la energía -dice el pensamiento paralelo- las necesidades auténticas son las que te ofrecen una oportunidad: la oportunidad de amar y ser amado en la forma que a cada ser le es peculiar.
‑ ¿El amor no tiene la misma cualidad y significado en todos? -Pienso.
‑ Cada ser tiene un dar y un tomar natural, que le es propio; y esa es su forma de amar. Esa forma propia de ser más abierto, comprensivo y conmiserativo consigo mismo y con los demás, es lo que cada uno tiene que descubrir como su auténtica necesidad.
Mi mente queda unificada en la visión de un pensamiento que acababa de aparecer. Tan absorta en él queda, que dejo de percibir incluso el pensamiento paralelo que parece fluir por la mirada del avatar. El propio pensamiento se ha cerrado sobre sí mismo a una tan gran profundidad, que parece que la visión se ha situado en su punto Aleph, allí donde todas las facetas y repliegues se hacen visibles a la vez. Y allí están, ofreciendo a mi propia contemplación el proceso del trabajo interno que las circunstancias de la vida ponen en mi camino y en el que mi alma se encuentra afanada en estos momentos. Aquí hay un punto de energía desequilibrada que afecta a mi propio y peculiar desarrollo. Aquí está la tristeza y el dolor de una falsa necesidad hecha realidad por la ilusión. Aquí está la experiencia del temor y el miedo tantas veces repetido de esa parte de mi mismo que se siente amenazada al experimentar la ilusión de una necesidad artificial creada por un sin fin de relaciones, de circunstancias, de otros aprendizajes, de deseos y promesas dichas y escuchadas como realidad, y en relación con imágenes internas; de palabras y silencios eternamente repetidos en el tiempo y el espacio de muchas vidas. Aquí está también el inmenso dolor de contemplarlo en toda su ilusa realidad, no por ello menos real. Y por ello, tal vez el más terrible de todos los dolores, porque te deja "vacío" e impotente, amenazado, ante la pérdida de poder. Aquí está también la puerta de escape, tantas veces cruzada, de crear otra necesidad artificial que sustituya a la perdida; así como la solución de enfrentar la indefensión como una necesidad del desarrollo del alma. ¡Qué horrible sentimiento de soledad el de ese punto tan profundo de uno mismo y a donde el amor parece no llegar! ¿De dónde sacar el valor necesario para apartar la conciencia y situarse a un paso de distancia de este sentimiento, de tal manera que me permita arrojar luz y alumbrar la sombra que pone en acción el mecanismo de la ilusión? ¿Cómo conquistar el auténtico poder?

No se de donde ha surgido. Desde el centro del más absoluto dolor, ha surgido un sonido que, onda a onda, círculo a círculo, cubre mi tristeza, transmuta mi dolor y libera en mí la imagen que mi necesidad artificial esclavizaba, y que me estaba destruyendo. Una necesidad creada a través de los siglos, en relaciones recíprocas de demandas y reproches. Liberada la imagen, la veo alejarse a través de las lágrimas que diluyen la tensión, mientras en el centro de mi corazón, el amor que mi ser siente por lo que había al otro lado de la imagen, lanza destellos de luz expresando su verdadera necesidad de dar y recibir amor en un intercambio libre de ilusiones y falsas necesidades.
Con el sentimiento de que la verdadera realidad, a la que la imagen hace referencia, que se ha despertado dentro de mí, vuelvo a escuchar las palabras del devoto que cuenta el final del viaje: en agradecimiento por los favores que en su apreciación el avatar les había concedido, pasaron las últimas horas en el asrham sentados a la intemperie entonando el OM, mientras volvían a soñar con la esperanza de que el avatar saliera a ellos por última vez, como despedida.
Al iniciarse el canto, comenzó de nuevo a llover. Cuanto más fuerte y enfervorizado era el canto, más arreciaba la lluvia. La escena duró horas. Por último, el avatar salió al porche, los miró, sacó la mano fuera, al cielo, y la lluvia cesó.
‑ ¡Pero si no llueve! -dijo. Y se retiró al interior del edificio.
La energía que fluye por la mirada del retrato del avatar hacia mis ojos, se ha cortado. Ya no hay pensamiento paralelo en mi pensamiento. Miro al ser real cuya imagen en mí yo he liberado, y siento el amor en el latido de mi corazón. Nuestras miradas vuelven a cruzarse en la tenue penumbra del templo, y le sonrío. Abro un libro que tenía en la mano cuando el devoto comenzó su relato, y el libro me dijo:
"Puede ser que te digan que no sirves. No lo creas. Sólo con el hecho de vivir ya sirves a la propia vida. Ven y únete a mí en silencio. Camina, ¡oh, hermano hombre! Nosotros no servimos a los hombres, servimos al mundo."

                                     Santa Cruz de Tenerife, 15 ‑ 2 ‑ 1991


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