jueves, 15 de agosto de 2013

El sentido mágico del carnaval (6): El carnaval, una máscara de carne.


(Capítulo 6)

El carnaval, una máscara de carne.



<PUBLICADO EN LA GACERA DE CANARIAS EL 01/03/1992>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: El sentido mágico del carnaval.
<CAPÍTULO 6>: El Carnaval, una máscara de carne.
<AUTOR> : Alfiar
<SUMARIO>: Toda máscara es un velo, una ilusión, que oculta el rostro verdadero. A la vez, es reveladora de ese rostro oculto.
<CUERPO DEL TEXTO>:

Máscaras del teatro Noh japonés.
   Toda máscara es un velo, una ilusión, que oculta el rostro verdadero. A la vez, es reveladora de ese rostro oculto. Nuestra búsqueda del Origen es un intento de entender el papel que juega la Máscara, el Carnaval en nuestra vida. Conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los dioses, dijeron los antiguos. Pero, ¿como restablecer el diálogo entre lo divino y el Hombre, entre Adán y los Elohim?
(...)

   Nos resulta difícil imaginar un lenguaje capaz de participar en las dos categorías, la humana y la divina. Ese lenguaje existe. Está escondido en los mitos, leyendas, ritos y símbolos. C. G. Jung decía: ¡Occidente ha olvidado sus mitos! Es la tragedia de Occidente.
   Es de urgencia rescatarlos si queremos sobrevivir. Los mitos están aún ahí. Nuestro patrimonio sagrado es inmenso. El problema es que ya no sabemos leerlos. Su significado profundo ha sido rebajando al nivel de la banalidad. Hemos arrancado la conciencia mítica, la conciencia de nuestras energías internas, del corazón de nuestra vida. Ya no nos informan. Han dejado de ser un Camino de Conocimiento.
  Sea cual fuere el plano al que el que conoce accede, los elementos de ese plano son objetivos en él cuando hacen referencia a lo arquetípico. Privados de esta referencia, el conocimiento es ilusión y vanidad.
   Existe una calidad del que conoce y que viene dada por su núcleo interno, su conciencia, y la distancia que le separa de ese núcleo. Solamente si intentamos acercarnos a ese centro podremos resolver el misterio del Hombre, porque en él, el que conoce y los conocido, se unifican.
   El verbo hebreo conocer es el que usa Moisés para dar cuenta de este conocimiento; lo toma el hombre de la mujer porque hace referencia al conocimiento que adquiere el hombre tras su realción con lo femenino. Por ello, ese conocimiento es una boda, un matrimonio sagrado, una Hierogamia, es Amor. El Árbol del Conocimiento era dual. Las palabras hebreas "Vera", el Mal significa No-Luz, la Sombra y, "Tov" el Bien significa Luz. Son los dos extremos de la distancia. Matrimoniar esta dualidad, unir la luz a su sombra, el espíritu a la carne, lo masculino a lo femenino, es acceder al otro árbol, que es andrógino, el Árbol de la Vida. Nadie podrá resolver la oposición, el misterio, una ver roto el bucle, si no entra en la experiencia de ir hacia ese Origen, que es nuestro núcleo.
   Adán y Eva, el Rey del Bosque y Diana, Atis y Cibeles, son ellos mismos opuestos en el Edén. Allí el bucle no estaba roto y era una unidad. También eran inconscientes. La polaridad aún no había entrado en la conciencia. Para serlo, ¿eligen, movidos por el Deseo-Amor, ese sentimiento esencial en el Corazón Divino del Hombre, salir de la matriz y desposar fuera los opuestos?
   Es un desvío y un desvarío. De las consecuencias de este desvió Adán, el hombre, ha sido informado por Yahwé: "Tu deseo te llevará a tu esposa y ella dominará sobre ti" (Génesis. III, 16). Y así, el Espíritu, movido por este deseo esencial, se hizo carne, fue llevado a la Naturaleza, surgida en ese momento de la escisión, como Afrodita, Diana, María, Eva, y ella le envolvió con su velo.

   Interpretada literalmente ésta sentencia, ha hecho que el hombre quede esclavo de su máscara de carne. El Espíritu del Bosque ha quedado preso del Árbol Sagrado, y sólo es liberado por la muerte, para caer de nuevo en la esclavitud de su amor, el objeto de su deseo, Diana.
   La sentencia divina significa otra cosa: "¡Humanidad, aquello que sea objeto de tu deseo, toda idea con la cual te cases y te identifiques, todo aquello con lo que establezcas alianza, te dominará!" Y el Hombre, perdida la conciencia de su Origen, se hace esclavo del objeto de este deseo, de ese falso esposo que así mismo se da: otro hombre, una mujer, la fortuna, el poder, el renombre, una ideología, una creencia... Buda habló de este deseo como la ilusión en la que el hombre está preso.
   Deseando la Creación, Venus-Afrodita, y no más al Creador, el Espíritu del Hombre da a la Creación poder sobre él y se hace esclavo. En lo sucesivo, los dos polos se separan en su corazón. Cada uno ignora al otro y lo esclaviza. Separado del Arquetipo Original, roto el lazo que mantiene unido Origen y Fin, Alfa y Omega, Luz y No-Luz, la simiente sigue manando, sigue fecundando el Ponto, el Mar, sigue dando nacimiento a la Naturaleza, constantemente...; pero pierde su potencial, su tensión y cae en la Entropía, en la muerte. Esta muerte se da solo en la conciencia del Hombre olvidada de su Origen. Porque Dios (sea lo que fuere que se esconde tras esta palabra), para proteger su propia simiente, la reviste de aquello que, en última instancia, creó. La reviste de Naturaleza, la reviste de una túnica de piel, de carne. "Y Dios hizo a Adán y a su mujer vestidos de piel, y se los puso."(Génesis. III, 21)

    ¿Qué es esta túnica de piel?
   Es la misma palabra hebrea que designa el Mal, "Vera", la No-Luz, la Sombra, que ha permutado sus letras para construir otra palabra que significa Túnica de piel. Hablando cabalísticamente, No-Luz y Túnica de piel están ligadas por la misma potencia, son la misma energía. Dicho de otra manera, el Hombre-Espíritu está revestido de aquello que ha sido el objeto de su elección, se ha puesto el manto de la Naturaleza, un vestido biológico y ha quedado preso en su interior al identificarse con ella.

Jasón regresa con el vellocino de oro en una crátera roja de Apulia,  340-330 a. C. Louvre
  Está en el destino del hombre que en alguna vida el Despertador llame a su Corazón dormido. Lo escuche, y se ponga en camino para celebrar las sagradas nupcias; para ello debe desprenderse, conscientemente, de su vestido de piel, y vestir su vestido luminoso, su Cuerpo de Gloria. Pero como carece de memoria de Origen, tiene que buscar primero este Vestido de Luz, ese Vellocino de Oro que colgaba de una encina, en la Cólquida, custodiado por un monstruo, y a cuya conquista Jasón y sus Argonautas se lanzaron. Convertido en héroe, debe hacer el viaje iniciático y arrancar la Rama Dorada del roble. Todo un sacrificio.
 
BRUEGHEl. Batalla de Don Carnal con Dña. Cuaresma. 1564-1637/38.
   Cuenta el Arcipreste de Hita que el jueves que precede al Miércoles de Ceniza, Don Carnal, que hacía cerca de un año que campeaba por el mundo haciendo daño, recibe unas cartas en las que se le anuncian la llegada de Doña Cuaresma, la cual le incitará a hacer penitencia. Se le advierte que esa penitencia dará comienzo en siete días y que durará cuarenta. Luego, el Arcipreste nos describe la tremenda lucha que hubo entre ambos.
   Cuarenta es un número simbólico que indica un ciclo de experiencia en el plano material. Experiencias que deberán llevarnos a una purificación y a una transformación. El inicio de éste ciclo lo marcan los Tres días del Carnaval.

Fotografía de Lola Maró
   En el otro extremo de la cuarentena, otros jueves, Jueves Santo, señala el sacrificio en el Árbol de la Cruz (también una imagen del Árbol de la Vida), la muerte y disolución del Hijo del Hombre, cuyo cuerpo, en el seno de la tumba, es volatilizado y transmutado por el fuego del espíritu para luego resucitar en un Cuerpo de Gloria.

   Es como si hubieran dos ciclos idénticos, uno que discurre por la Naturaleza y en todo lo que ella enmarca, incluidas las sociedades humanas y otro que, idéntico y en forma paralela, discurre por la conciencia del hombre. Ambos se cruzaran en la propia naturaleza humana. Porque esas Carnestolendas -los tres días que preceden al Miércoles de ceniza-, a cuyo final el Carnaval es incinerado, prefiguran esos tres días en los que el Hijo del Hombre descendió a lo más profundo de si mismos antes de resucitar.
   ¿Se esconde algo detrás de todo esto?
   La Antigüedad cree que su seguridad y la de lo creado está ligada a la vida de las encarnaciones humanas de la Divinidad. Y si la vida colectiva, y la Antigüedad es sobre todo conciencia colectiva, está ligada a esos hombres dioses, es natural que observe un extremo cuidado con su vigor. Más todos los cuidados se hacen vanos cuando el hombre-dios, el portador del espíritu, comienza a envejecer. Si la marcha de los procesos naturales depende de ello, ¿qué catástrofe no sobrevendrá del gradual debilitamiento de sus poderes y de la extinción final?

    La Sabiduría de la Naturaleza, encuentra la solución: matar al hombre-dios tan pronto como muestre síntomas de debilitamiento, para transferir su espíritu a un sucesor vigoroso. No es otra cosa lo que hace la propia Naturaleza a través de sus especies, cuando el rey de las manadas, el caudillo y conductor, es retado y muerto por el macho más joven. Toda la supervivencia de la especie depende de este hecho.
   Este conocimiento, pero referido al otro ciclo, el que se cruza en el Corazón, es al que se refieren los mitos y las leyendas. Es una Ley Espiritual de la Energía el que todo bascule, tarde o temprano, hacia su contrario. Y así ocurre eternamente en el interior del Ciclo. De ahí que en las sociedades antiguas, el orden era invertido con la llegada de la Luz, con la llegada de Primavera-Afrodita. Entonces, el Sombrío y Loco Saturno surgía de la profundidad para recordar que si la cultura, el orden, reprime por imperativo de Júpiter-Poder la energía psíquica o natural, individual o colectivamente, en un sólo extremo, el del orden, si no se le da alguna salida, tarde o temprano estallará en forma violenta destruyendo el Cosmos. Y como la Antigüedad sabía esto, ritualizaba en el comportamiento de la sociedad tribal, una con los ciclos naturales, la manifestación de esa energía.
   Es la hora de concluir este recorrido por los orígenes del Carnaval y de hacer la gran pregunta. ¿Todas estas fiestas carnavalescas no tienen más función que la de permitir que lo natural en nosotros, interiorizado en nuestra vida psíquica, siga el ciclo de muerte y renacimiento de los procesos naturales? O..., ¿hay algo más?
   Yo creo que hay algo más. Algo que está simbolizado y ritualizado en los procesos iniciáticos. Algo que aparece prefigurado en esa superposición del mito natural de Don Carnal con el mito cristiano de la muerte y resurrección del Hijo del Hombre. Porque, ¿qué significa la palabra Carnaval?
 
En el México Antiguo había un dios llamado Xipe Tótec, nuestro señor El Desollado que se ponía la piel de un ser humano para cubrir su desnudez.
   Dicen que viene de la palabra latina carnavale, formada por un sustantivo Carnen = Carne y el verbo Lavare = Lavar. Lavar la carne. Pero esta acción se refería a cocer en agua caliente la carne para que se desprendiera del hueso. Así que, en última instancia, Carnaval significa quitar la carne, quitar la túnica de piel por esa acción conjunta de agua y fuego. "Y seréis pasados por agua y fuego", dijo Jesús.
   De nuevo volvemos al Origen, al Paraíso. Allí donde el Hombre-Espíritu aún participaba de la presencia del Gran Espíritu. Fue después de haber comido del fruto del Árbol de la Ciencia que este contacto se rompió. Ese fue su deseo. Ahora, cubierto de carne, expulsado de su Origen, sometido al ciclo de las encarnaciones naturales regido por Saturno, tiene que buscar con el sacrificio, purificándose con agua y fuego, su anterior vestido de Luz que quedó prendido en un Árbol, como el Vellocino o como la Rama Dorada, en un roble. Cuando lo consigue, restablece en su conciencia de nuevo el Origen y se ve ante la presencia del Padre, situándose a su derecha, como lo está su hermano el Cristo, ese Hijo de la Carne, ese Hijo del Hombre, que en un Gran Carnaval Cósmico se transformó de nuevo en un Hijo de Dios.
   Son los símbolos.



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