domingo, 14 de julio de 2013

Soledad y Libertad 07



 
Continuación

Capitulo Sexto
La conquista de la libertad

* Ganar la Luz.
Entre las obras de exilio de León Felipe, la más transfigurada es la que da título a uno de sus libros: "Ganarás la Luz". ¡Ganar la Luz! ¿Hemos pensado en ello? ¿Hemos tomado conciencia de que la Luz debe ser ganada? ¿De que hay que pagar un precio por ella?
Señor,
¿cuánto quieres por un rayo de luz,
cuánto quieres, Señor?
Te doy mi carne antigua y triste
y mi sangre enferma.
Soy rico, ¿cuánto quieres, Señor?
León Felipe

(...)


El poeta sabe, y lo dice en otro verso, que "para ganar esta luz vine y estoy aquí". También reflexiona y se pregunta: "¿Por qué están hechos nuestros ojos para llorar y para ver?"
Hay, en todo el conjunto de poemas de "Ganarás la Luz", una relación de correspondencia entre las dos mitades de la realidad del hombre: lo de dentro y lo de fuera, lo subjetivo y lo objetivo, entre las lágrimas y la luz. Y ambas mitades son un mundo cerrado y sellado que hay que descifrar. Un Universo que es visto como un misterio y un ser humano que es mostrado como un enigma. Misterio y enigma apuntan a una plenitud: la Luz.
En el título, el sujeto de la acción, , está omitido; porque al estar expresado en segunda persona se refiere a todos. Todos somos "" para el interlocutor, para el "yo". Pero ese "" es a la vez un "yo" y un enigma. Ese sujeto omitido en segunda persona, designa dos realidades presentes: por un lado se refiere al poeta mismo, quien se alude así mismo en segunda persona; pero a la vez se refiere a otro, a un "el", con lo que crea un interlocutor, que puede ser Dios, el Hombre, o su propia interioridad.
Pero ese "" ausente que se transmuta en un "el", es también la Sustancia misma de la Realidad. El lugar en la que esta se abre como conciencia en un proceso expresado por la acción de ganar, acción que llega a su consecución con aquello que se gana y que expresa el complemento directo: La Luz.
 Uno de los poemas más impresionantes de este libro es el llamado:
La  Espada
En el principio Dios creo la luz... y la sombra.
Dijo Dios: Haya luz
y hubo luz.
Y vio que la luz era buena.
Pero la sombra estaba allí.
Entonces creó al hombre.
Y le dio la espada del llanto para matar a la sombra.
La vida es una lucha entre la sombra y mi llanto.
Vendrán hombres sin lágrimas...
pero hoy la lágrima es mi espada.
Vencido he caído mil veces en la tierra,
pero siempre me he erguido apoyado en el puño de mi
espada.
Y el hombre está ahí,
para que yo desgarre su camisa de fuerza con mi
llanto.
El llanto no me humilla.
Puedo justificar mi orgullo:
el mundo nunca se ha movido
ni se mueve ahora mismo sin mi llanto.
No hay en el mundo nada más grande que mis lágrimas,
ese aceite que sale de mi cuerpo
y se vierte en la tumba
al pasar por las piedras molineras
del sol y de la noche.
Dios contó con mis lágrimas desde la víspera del Génesis.
Y ahí van corriendo, corriendo,
gritando
y aullando,
desde el principio de la vida, a la zaga del sol.
Luz...
cuando mis lágrimas te alcancen,
la función de mis ojos ya no será llorar
sino ver.
León Felipe
Si nos fijamos en los dos primeros versos del poema, nos encontramos con un aspecto del principio de la Creación: "En el principio Dios creó la luz... y la sombra." Y ese aspecto no aparece siempre clarificado en las cosmogonías. Porque se suele confundir esta "sombra" con la oscuridad del Océano Primordial, el Caos, potencialmente informe, de los Orígenes, antes de que hubiera nada y de donde surgió la Luz.
Pero esta sombra creada de la que habla el poeta, es otra sombra: surge después de la Luz, o simultáneamente con ésta.
Si interpretamos los tres primeros Sephirot del Árbol de la Vida de los cabalistas, veremos claramente lo que digo. Lo que existía antes de la creación era lo increado: una nadidad llamada por los cabalistas "Ain", "Ain Sof" Y "Ain Sof Aur". Una informe masa de energía informe expresada en tres fases de condensación.
Como resultado del movimiento centrífugo y centrípeto a que estaba sometida esta masa energética, surge de ella un punto, punto que estaba en todas las partes de la masa, un punto de condensación energética llamado "Kether". Aunque todo estaba aún en la oscuridad. Cuando el movimiento y la condensación continuaron hasta un máximo de tensión estalló la Luz: "Hochmah".
Más tarde, la Luz, introduce modificaciones en ese plasma ígneo y luminoso, y algunos elementos comienzan a enfriarse, a oscurecerse de nuevo, a cristalizarse, a materializarse, dando origen a "Binah". ¡He aquí la Sombra! "Soy negra pero hermosa", dice el Cantar de los Cantares. El poeta lo ha intuido. Entonces y sólo entonces, fue creado el hombre, que fue puesto en el Paraíso: "Hesed".
Lo impresionante de todo esto es que la Física ha descubierto lo que la Cábala ya sabía, y lo que la intuición del poeta ha expresado. He aquí un libro interesante: "Los tres primeros minutos del Universo". Su autor: Steven Weinherg, titular de la Cátedra Higging de Física de la Universidad de Harvar. En el primer capítulo encontramos la siguiente descripción:
"En el comienzo hubo una explosión. No una explosión como las que conocemos en la Tierra, que parte de un centro definido y se expande hasta abarcar una parte más o menos grande del aire circundante, sino una explosión que se produjo simultáneamente en todas partes, llenando todo el espacio desde el comienzo y en la que toda partícula de materia se alejó rápidamente de toda otra partícula. (...)
   Al cabo de un centésimo de segundo aproximadamente (...), la temperatura del Universo fue de unos cien mil millones de grados centígrados. Se trata de un calor mucho mayor aún que el de las estrellas más calientes, tan grande, en verdad, que no pueden mantenerse unidos los componentes de la materia ordinaria: moléculas, átomos o siquiera núcleos atómicos. En cambio, la materia separada en esta explosión consistía en diversos tipos de las llamadas partículas elementales, que son el objeto de estudio de la moderna física nuclear de altas energías.
   (...) Un tipo de partícula que estaba presente en gran cantidad era el electrón, la partícula con carga negativa que fluye por los cables de la corriente eléctrica y que constituye las partes exteriores de todos los átomos y moléculas del Universo actual. Otro tipo de partículas que abundaba en tiempo primitivos era el positrón, una partícula de carga positiva que tiene exactamente la misma masa que el electrón. En el Universo actual, sólo se encuentran positrones en los laboratorios de alta energía, en algunas especies de radioactividad y en los fenómenos electrónicos violentos, como los rayos cósmicos y las supernovas, pero en el universo primitivo el número de positrones era casi exactamente igual al número de los electrones. Además de los positrones y electrones, había clases similares de diversas clases de neutrinos, fantasmales partículas que carecen de masa y carga eléctrica. Finalmente el universo estaba lleno de luz (el subrayado es mío). No debemos considerar a ésta separadamente de las partículas, pues la teoría cuántica nos dice que la luz consiste en partículas de masa cero y carga eléctrica cero llamadas fotones. (...) para describir la luz que llenó el universo primitivo, podemos decir que el número y la energía media de los fotones eran aproximadamente los mismos que los de electrones, positrones o neutrinos.
   Estas partículas ‑electrones, positrones, neutrinos y fotones‑, eran creadas continuamente a partir de la energía pura, y después de una corta vida eran aniquiladas nuevamente. Su número, por lo tanto, no estaba prefijado, sino que lo determinaba el balance entre los procesos de creación y aniquilamiento. De éste balance podemos inferir que la densidad de esta sopa cósmica a una temperatura de cien mil millones de grados era unos cuatro mil millones de veces mayor que la del agua...
   A medida que la explosión continuó, la temperatura disminuyó, hasta llegar a los treinta mil millones de grados centígrados después de un décimo de segundo y tres mil millones de grados después de unos catorce segundos. Esta temperatura era suficientemente baja como para que los electrones y positrones comenzaran a aniquilarse más rápidamente de lo que podían ser creados a partir de los fotones y neutrinos. La energía liberada en ese aniquilamiento de materia hizo disminuir temporalmente la velocidad a la que se enfriaba el universo, pero la temperatura continuó cayendo, para llegar a los mil millones de grados al final de los tres primeros minutos. Esta temperatura fue entonces suficiente para que los protones y neutrones comenzaran a formar núcleos complejos, comenzando con el núcleo del hidrógeno pesado (o Deuterio), que consiste en un protón y un neutrón.(...)
   Al final de los tres primeros minutos, el universo contenía principalmente luz, neutrinos y antineutrinos. Había también una pequeña cantidad de materia nuclear."
Steven Weinberg: o. c. Pág. 16‑18. Alianza Universidad.
Esta materia nuclear es la Sombra. Primero fue la Luz, luego la Sombra, dice el poeta. ¡Fascinante en verdad!
Al principio Dios creó la luz... y la sombra.
La luz era buena.
Pero la sombra estaba allí.
Entonces creó al hombre.
Y le dio la espada del llanto para matar a la sombra.
Por eso:
"la vida es una lucha entre la sombra y mi llanto."
León Felipe
Una lucha para liberar la Luz, esa luz que corre por el interior de esa corteza electrónica que es el átomo de materia. La luz de Hochmah que quedó oculta e interiorizada en Binah.
Veamos simbólicamente algunas referencias a estos versos que nos permitan captar su mensaje. Tomemos las palabras "Luz", "lágrimas" (Llanto) y "espada".
La palabra Luz puede tener un aspecto simbólico y otro metafórico, aunque la frontera entre ambos es tan sutil que es difícil demarcarlas. Lo que si podemos preguntarnos es si la Luz como aspecto último y a la vez originario de la materia que se desplaza a una velocidad limitada, y la Luz" de la que hablan los místicos, tienen algo en común, aparte de ser un límite ideal y un término.
Decía un seguidor de Hermes: "dejándonos atraer por la luz, entramos en un camino que parece poder conducirnos más allá de la luz; es decir, más allá de toda forma..."
En el conocimiento místico y esotérico, luz y oscuridad se relacionan para simbolizar valores complementarios o alternantes de una evolución. Así, la Luz es el Conocimiento, y éste es esencialmente idéntico al Espíritu. La Luz como Conocimiento hace que el Caos Primordial pueda ser ordenado. Pero la Luz, también la real, puede ser directa o reflejada, solar o lunar. Saint‑Martin decía: "la luz del verdadero sol debe percibirse sin reflexión, es decir, sin intermediarios deformantes, por intuición directa: tal es el carácter de la iluminación iniciática."
Este conocimiento inmediato, solar, es el que se opone, o el que es complementario, puesto que la oposición no es una exclusión, al conocimiento discursivo, racional, lunar. Debemos entender que la sombra no es otra cosa que una luz disminuida, el reflejo invertido, el reflejo especular de una realidad: una imagen.
Si entendemos esto y la explicación científica del origen del Universo, entenderemos eso que nos dicen los seguidores de Hermes sobre las dos Columnas del Templo que, siendo distintas, son de la misma naturaleza. Chuang Tsé decía:
"Seguidme allende los dos principios ‑ luz y sombra ‑, hasta la Unidad. Desde el punto de vista del hombre ordinario, iluminación e ignorancia son dos cosas diferentes. Pero los hombres sabios que realizaron a fondo su naturaleza, saben que estos son de la misma naturaleza."
¡Qué importante es esto!
Iluminación - Luz - Intuición - Conocimiento Solar forman una realidad opuesta, aunque idéntica en su esencia, a Ignorancia - Sombra - Intelecto - Conocimiento Lunar. ¿Acaso los protones y los electrones no son de polaridad opuesta por su carga, pero de la misma naturaleza por su masa? ¿Acaso no proceden de la misma sopa cósmica, de la misma energía, de la misma esencia? Tal vez por ello se habla de ignorancia, de no‑conocimiento, en la Iluminación; y de conocimiento, de saber, en la Ignorancia. Ahondar en la reflexión de ésta imagen especular podría llevarnos muy lejos. Yo sólo he querido mostrarlo. Pero lo que aquí nos interesa ahora es que la Luz y la Sombra son dos principios opuestos, pero de idéntica naturaleza, porque son los dos polos de "algo".
Miren como lo dice el poeta: "En el principio Dios creó la Luz... y la Sombra." ¿A qué algo no expresado sustituyen esos puntos suspensivos y que enlazan los extremos luz y sombra? ¿No se referirán al hombre, creado luego y al que se le dio la espada del llanto para matar a la sombra?
La muerte es una transformación. Matar la sombra" es transformarla, anular el reflejo, convertirla en luz, aniquilar la imagen especular, invertir el reflejo. Y esta tarea, la tarea de llenar esos puntos suspensivos de un contenido, dice el poeta que debe ser realizada con la "espada del llanto".
La espada es el símbolo del estado del guerrero y de la virtud del valor; la bravura es también símbolo de la función de este estado: ambos configuran el Poder, el cuál puede ser destructor o constructor. Y, de hecho, es ambos, porque no puede haber construcción de algo sin destrucción de algo.
El poder expresado por la espada es siempre La Justicia, pues separa el Bien del Mal e hiere a los culpables. Por ello el Justo, el que camina en equilibrio entre los dos principios por esta tierra extraña que es la Tierra, es un guerrero que lucha, a la vez que recorre el camino, en una Guerra Santa, es decir, en una guerra interior, una batalla entre la Luz y la Sombra de su estructura caracteriológica.
Desde el Origen, el Poder de la Divinidad, el poder capaz de extraer la Luz, el Fiat Lux, es el Verbo: la vibración que provoca calor y luz, la vibración que conforme se ordena y estructura, se convierte en sonido y luego en palabra. La palabra es el sonido estructurado y ordenado respecto a un código hecho de conocimiento e información; por eso, la Palabra crea. No hay estructura sin Información, y no hay Información sin Conocimiento. El barro con el que se estructura la vasija es informado por la idea y el conocimiento, es energía informada y ordenada en un cierto orden. Tal vez por ello, el Apocalipsis describe cómo una espada de dos filos sale de la boca del Verbo. ¿Tenemos que interpretar esta espada, entonces, como el doble poder de la palabra justa y equilibrada? El propósito del lenguaje es darle un vestido a las ideas y al pensamiento, un vestido de luz, a fin de ponerlo a disposición de los demás. Al hablar evocamos pensamientos y les insuflamos vida, haciendo audible lo que se encontraba oculto dentro de nuestra mente. El lenguaje es una revelación, por ello, el lenguaje justo, La Recta Palabra de la que hablaba el Buda, es la herramienta creadora de las formas, formas capaces de encerrar un propósito. Cuando la palabra es recta, el propósito es benéfico, y cuando la palabra no lo es, el propósito puede no ser benéfico. Por ello, dicen las antiguas tradiciones, que es esencial pensar antes de hablar y recordar a la vez el precepto: “Antes de hablar se debe adquirir conocimiento”. En todo proceso de creación al pensamiento le sigue la palabra (el sonido) y a éste la Luz, pues el primer efecto del sonido es la afluencia de luz (la idea o forma mental) que será recubierta y velada por la forma material. Cualquier forma material, incluida la forma humana, encierra luz en su interior. Por ello hay formas que encierran luz y formas que encierran no-luz; pero ambas solo son polaridades de una sola Luz.
Como la Luz surge de la Palabra, ella es también símbolo de la Luz; de la Luz y de la Sombra, los dos polos de una misma naturaleza, los dos filos de la espada. El camino que en el Árbol de la Vida de los cabalistas va de Kether a Malkuth es un rayo relampagueante, y a veces es simbolizado por una espada centelleante. El Sable Sagrado japonés se llama Centella; y en la Alquimia, la Espada de los Filósofos es el fuego del crisol. Y puesto que la Luz es Conocimiento e Información, energía estructurada, la Espada flamígera de Visnú es la Luz del Conocimiento que destruye la ignorancia, iluminándola, transformándola, anulando su reflejo especular.
Pero la espada puede ser usada de dos maneras: para hendir, para atravesar la Sombra, y entonces adquiere todo su valor solar; o puede convertirse en un instrumento lunar que sólo se la usa para cortar, separar, seccionar la realidad. Pero separarla en partes, no es resolverla, y por ello el problema vuelve a surgir multiplicado.
Esta Espada que es Luz y Sombra, que es fuego de crisol, que es Conocimiento, que es Luz y Palabra, es para el poeta la "espada del llanto", la espada de las lágrimas, la espada con la que hay que transformar a la Sombra. Y si hemos entendido lo hasta aquí dicho, es la propia Espada la que hay que transmutar en Espada de Luz, en espada flamígera. Y esa transmutación la realiza el llanto, las lágrimas.
¿Qué son las lágrimas?
Dice el Diccionario de los Símbolos que la lágrima es "una gota que muere evaporándose después de dejar testimonio", y que por ello es el símbolo del dolor y la intercesión. A menudo, la lágrima es comparada con la perla y con la gota de ámbar. En la Mitología Griega, las lágrimas de las Heliades, hijas del sol, se transforman en gotas de ámbar. Si nos fijamos en la definición de lágrimas, podremos descubrir cual es el secreto del llanto: "Gotas que mueren evaporándose después de dejar testimonio". La lágrima es ese líquido acuoso que segregan los ojos: los órganos de la visión y de la luz. Y el agua se evapora cuando se calienta por la acción del fuego. Pero esta gota de agua que es la lágrima, además de evaporarse por el fuego, una combustión que produce luz, deja testimonio.
¡Qué maravilloso es este trabajo de desentrañar con la luz, aunque sea con la luz lunar, los misterios que se encierran en las metáforas! ¡Conocerlos, tomar conciencia de ellos, y sobre todo, verlos reflejados, actuando, en la experiencia de nuestra vida diaria!
¡Dejar testimonio!
¡¡He aquí la Conciencia!!
Porque si mi llanto es mero lamento y queja, si es un llanto estéril y, por ello, inútil, no deja huella. Y no la deja porque me resisto a que los avatares que me presenta el destino, aquellos que conforma mi vida, luchen su combate, entre la Luz y la Sombra que hay en mí, con la espada del llanto. Si esto es así, no hay Conciencia.
Pero si se, si conozco que ese llanto, "partido en dos mitades", dirá otro poeta (Blás de Otero), llanto inevitable, me lleva hacia la Luz; si tengo conciencia de por qué lloro, y lloro por lo que lucha en mí, por lo que muere y resucita en mí, entonces, mis lágrimas dejan testimonio: una huella indeleble en el alma, una sabiduría transfigurada con la que se va aprendiendo a diferenciar que la luz reflejada, la Sombra, no es la verdadera Luz.
ESPIRITU           ALMA           CUERPO FISICO
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   LUZ                   ESPEJO               SOMBRA
Y esta lágrima metamorfoseada en perla, en gota de ámbar, y que por esta transfiguración testimonia su valor, es el tesoro oculto por el que dice la parábola que hay que venderlo todo.
La perla es un símbolo lunar ligado al agua y a la mujer, a lo femenino de nuestra naturaleza. Encerrada en su concha, es el principio Yin del Universo: la feminidad creadora. Considerada místicamente, la perla es símbolo de la sublimación alquímica de los instintos, de la espiritualización de la materia y la transformación de los elementos, el término de la evolución en su polaridad femenina.
El ámbar, resina fósil de coníferas, es el símbolo del principio Yang del Universo. Fue Tales de Mileto quien descubrió en el 600 a. d. C. las propiedades magnéticas y eléctricas del ámbar amarillo, al que los griegos llamaban "electrón", de donde deriva electricidad, luz. Aquí la Ciencia y la Metáfora se unifican de nuevo para indicar que el hilo psíquico que enlaza la energía individual con la energía universal es esa corriente eléctrica que produce luz.
En los mitos celtas hay un personaje llamado Ogmios. Es representado en la forma de un anciano que atrae hacia sí a un multitud de hombres a los que tiene atados por las orejas por medio de una cadena de ámbar. En Física, el campo eléctrico es inseparable del campo magnético, y es por ello que la luz atrae. Así, en la semejanza y la correspondencia, estos cautivos enlazados a Ogmios por la cadena de ámbar que une sus orejas, son la imagen que muestra la relación que existe entre la corriente espiritual que se establece entre todos aquellos que escuchan el sonido, la Palabra de la Enseñanza Espiritual. Cautivos que podrían huir a causa de la fragilidad de la cadena, pero que sin embargo prefieren seguir a su guía y maestro.
En otros contextos, a los héroes y santos se les suele atribuir un rostro de ámbar. Lo que viene a significar que un reflejo del Cielo se manifiesta en su persona. Hasta el mismo Apolo derramó lágrimas de ámbar cuando, desterrado del Olimpo, expulsado del Paraíso, marchó al país de los Hiperbóreos; lágrimas que expresaban el lazo sutil que aún le unía con el pasado, así como la nostalgia de ese pasado perdido. Son muchas las referencias mitológicas que hacen del ámbar un símbolo de las esencias celestiales. Sólo he querido mostrar, con unos pocos ejemplos de distintas tradiciones, que la lágrima que deja testimonio está llena de un rico simbolismo, cuyo significado último hace alusión a la transmutación de la Sombra en Luz. Por ello dice el poeta:
No hay en el mundo nada más grande
que mis lágrimas,
ese aceite que sale de mi cuerpo
al pasar por las piedras molineras
del sol y de la noche.
León Felipe
Si nos fijamos bien, entenderemos que las dos mitades de nuestra realidad, esas que son distintas y opuestas, pero de la misma naturaleza, la Luz y la Sombra, son las piedras molineras de las que se extraen las lágrimas, ese aceite, fruto último del olivo, símbolo de prosperidad y de alegría, también de fraternidad, y con el que se unge a los elegidos y a los iluminados. Ese aceite es también el combustible que alimenta las lámparas que somos, el combustible de la Luz.
Y como hemos señalado, ese combustible, ese aceite, esa lágrima que deja testimonio, esa agua salada con la que el hombre tiene que librar el combate, es segregada por un acto: la molienda. Así, cuando los eventos de nuestra vida y nuestra reacción a ellos, pasan por las piedras molineras, una Sol y la otra Noche, nuestra Luz y nuestra Sombra, y son trituradas con nuestra cooperación, se obtiene ese provecho espiritual, ese aceite que es el combustible de la luz. Y la lágrima se transforma así en perla, en gota de ámbar, por la que quedamos enlazados a nuestra ascendencia celestial. Y como nos recuerdan los molinos de oraciones tibetanos, aparentemente tan inútiles como encantadores, cuando esos actos pasan por nuestras piedras molineras sin que segreguen Conciencia, sin que dejen huella, se convierten en meros actos mecánicos que no aportan ningún provecho.
Ya hemos hablado de la profunda relación simbólica que existe entre el hombre y la piedra. Las piedras molineras, las piedras de moler, agujereadas por su centro, una plana y otra cónica, signos Solares y Lunares, Luz y Sombra, hacen referencia al ciclo de la liberación del alma por el proceso de muerte‑renacimiento. Por largo tiempo las ruedas de nuestros molinos internos trabajaron y trabajarán aún. Pero un día, después de que hayan funcionado hasta gastarse, después de que el último evento de nuestra existencia terrenal haya sido triturado y ya no quede nada que transmutar, aparecerá la Luz. Y, como dice el poeta, "las lágrimas alcanzarán el Sol”. Entonces, los ojos, esos órganos de la percepción sensible, esos canales de la luz, esas ventanas del alma, el derecho se refiere al Sol y el izquierdo a la Luna, dejarán por fin de llorar. Lo harán porque habremos recobrado el Paraíso, porque habremos unificado su visión en un tercer ojo espiritual, el ojo frontal de Shiva, el Ojo del Corazón. Y ese día el hombre verá: verá la Luz, porque él será la Luz.

Continúa


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