Continuación
Capitulo Sexto
La conquista de la libertad
* Ganar
la Luz.
Entre las
obras de exilio de León Felipe, la más transfigurada es la que da título a uno
de sus libros: "Ganarás la Luz". ¡Ganar la Luz! ¿Hemos pensado en ello?
¿Hemos tomado conciencia de que la
Luz debe ser ganada? ¿De que hay que pagar un precio por
ella?
Señor,
¿cuánto
quieres por un rayo de luz,
cuánto
quieres, Señor?
Te
doy mi carne antigua y triste
y
mi sangre enferma.
Soy
rico, ¿cuánto quieres, Señor?
León Felipe
(...)
El poeta sabe, y lo dice en otro verso, que "para ganar esta luz vine y estoy aquí". También reflexiona y se pregunta: "¿Por qué están hechos nuestros ojos para llorar y para ver?"
Hay, en
todo el conjunto de poemas de "Ganarás
la Luz",
una relación de correspondencia entre las dos mitades de la realidad del
hombre: lo de dentro y lo de fuera, lo subjetivo y lo objetivo, entre las
lágrimas y la luz. Y ambas mitades son un mundo cerrado y sellado que hay que
descifrar. Un Universo que es visto como un misterio y un ser humano que es
mostrado como un enigma. Misterio y enigma apuntan a una plenitud: la Luz.
En el
título, el sujeto de la acción, Tú,
está omitido; porque al estar expresado en segunda persona se refiere a todos.
Todos somos "tú" para el
interlocutor, para el "yo".
Pero ese "tú" es a la vez
un "yo" y un enigma. Ese
sujeto omitido en segunda persona, designa dos realidades presentes: por un
lado se refiere al poeta mismo, quien se alude así mismo en segunda persona;
pero a la vez se refiere a otro, a un "el", con lo que crea un interlocutor, que puede ser Dios, el
Hombre, o su propia interioridad.
Pero ese
"tú" ausente que se
transmuta en un "el", es
también la Sustancia misma de la Realidad.
El lugar en la que
esta se abre como conciencia en un proceso expresado por la acción de ganar,
acción que llega a su consecución con aquello que se gana y que expresa el
complemento directo: La Luz.
Uno de los poemas más impresionantes de este
libro es el llamado:
La Espada
En el principio Dios
creo la luz... y la sombra.
Dijo Dios: Haya luz
y hubo luz.
Y vio que la luz era
buena.
Pero la sombra estaba
allí.
Entonces creó al
hombre.
Y le dio la espada del
llanto para matar a la sombra.
La vida es una lucha
entre la sombra y mi llanto.
Vendrán hombres sin
lágrimas...
pero hoy la lágrima es
mi espada.
Vencido he caído mil
veces en la tierra,
pero siempre me he
erguido apoyado en el puño de mi
espada.
Y el hombre está ahí,
para que yo desgarre su
camisa de fuerza con mi
llanto.
El llanto no me
humilla.
Puedo justificar mi
orgullo:
el mundo nunca se ha
movido
ni se mueve ahora mismo
sin mi llanto.
No hay en el mundo nada
más grande que mis lágrimas,
ese aceite que sale de
mi cuerpo
y se vierte en la tumba
al pasar por las
piedras molineras
del sol y de la noche.
Dios contó con mis
lágrimas desde la víspera del Génesis.
Y ahí van corriendo,
corriendo,
gritando
y aullando,
desde el principio de
la vida, a la zaga del sol.
Luz...
cuando mis lágrimas te
alcancen,
la función de mis ojos
ya no será llorar
sino ver.
León Felipe
Si nos
fijamos en los dos primeros versos del poema, nos encontramos con un aspecto
del principio de la Creación:
"En el principio Dios creó la luz...
y la sombra." Y ese aspecto no aparece siempre clarificado en las
cosmogonías. Porque se suele confundir esta "sombra" con la oscuridad del Océano Primordial, el Caos,
potencialmente informe, de los Orígenes, antes de que hubiera nada y de donde
surgió la Luz.
Pero esta
sombra creada de la que habla el poeta, es otra sombra: surge después de la Luz, o simultáneamente con
ésta.
Si
interpretamos los tres primeros Sephirot
del Árbol de la Vida de los cabalistas,
veremos claramente lo que digo. Lo que existía antes de la creación era lo increado: una nadidad llamada por los
cabalistas "Ain", "Ain Sof" Y "Ain Sof Aur". Una informe masa de
energía informe expresada en tres fases de condensación.
Como
resultado del movimiento centrífugo y centrípeto a que estaba sometida esta
masa energética, surge de ella un punto, punto que estaba en todas las partes
de la masa, un punto de condensación energética llamado "Kether". Aunque todo estaba aún en
la oscuridad. Cuando el movimiento y la condensación continuaron hasta un
máximo de tensión estalló la Luz:
"Hochmah".
Más tarde, la Luz, introduce modificaciones
en ese plasma ígneo y luminoso, y algunos elementos comienzan a enfriarse, a
oscurecerse de nuevo, a cristalizarse, a materializarse, dando origen a "Binah". ¡He aquí la Sombra!
"Soy negra pero hermosa", dice
el Cantar de los Cantares. El poeta
lo ha intuido. Entonces y sólo entonces, fue creado el hombre, que fue puesto
en el Paraíso: "Hesed".
Lo
impresionante de todo esto es que la
Física ha descubierto lo que la Cábala ya sabía, y lo que
la intuición del poeta ha expresado. He aquí un libro interesante: "Los tres primeros minutos del
Universo". Su autor: Steven Weinherg, titular de la Cátedra Higging de
Física de la Universidad
de Harvar. En el primer capítulo encontramos la siguiente descripción:
"En el comienzo hubo una
explosión. No una explosión como las que conocemos en la Tierra, que parte de un
centro definido y se expande hasta abarcar una parte más o menos grande del
aire circundante, sino una explosión que se produjo simultáneamente en todas
partes, llenando todo el espacio desde el comienzo y en la que toda partícula
de materia se alejó rápidamente de toda otra partícula. (...)
Al cabo de un centésimo de segundo
aproximadamente (...), la temperatura del Universo fue de unos cien mil
millones de grados centígrados. Se trata de un calor mucho mayor aún que el de
las estrellas más calientes, tan grande, en verdad, que no pueden mantenerse
unidos los componentes de la materia ordinaria: moléculas, átomos o siquiera
núcleos atómicos. En cambio, la materia separada en esta explosión consistía en
diversos tipos de las llamadas partículas elementales, que son el objeto de
estudio de la moderna física nuclear de altas energías.
(...) Un tipo de partícula que estaba
presente en gran cantidad era el electrón, la partícula con carga negativa que
fluye por los cables de la corriente eléctrica y que constituye las partes exteriores
de todos los átomos y moléculas del Universo actual. Otro tipo de partículas
que abundaba en tiempo primitivos era el positrón, una partícula de carga
positiva que tiene exactamente la misma masa que el electrón. En el Universo
actual, sólo se encuentran positrones en los laboratorios de alta energía, en
algunas especies de radioactividad y en los fenómenos electrónicos violentos,
como los rayos cósmicos y las supernovas, pero en el universo primitivo el
número de positrones era casi exactamente igual al número de los electrones.
Además de los positrones y electrones, había clases similares de diversas
clases de neutrinos, fantasmales partículas que carecen de masa y carga
eléctrica. Finalmente el universo estaba lleno de luz (el subrayado es mío). No
debemos considerar a ésta separadamente de las partículas, pues la teoría
cuántica nos dice que la luz consiste en partículas de masa cero y carga
eléctrica cero llamadas fotones. (...) para describir la luz que llenó el
universo primitivo, podemos decir que el número y la energía media de los
fotones eran aproximadamente los mismos que los de electrones, positrones o
neutrinos.
Estas partículas ‑electrones, positrones,
neutrinos y fotones‑, eran creadas continuamente a partir de la energía pura,
y después de una corta vida eran aniquiladas nuevamente. Su número, por lo
tanto, no estaba prefijado, sino que lo determinaba el balance entre los
procesos de creación y aniquilamiento. De éste balance podemos inferir que la
densidad de esta sopa cósmica a una temperatura de cien mil millones de grados
era unos cuatro mil millones de veces mayor que la del agua...
A medida que la explosión continuó, la
temperatura disminuyó, hasta llegar a los treinta mil millones de grados
centígrados después de un décimo de segundo y tres mil millones de grados
después de unos catorce segundos. Esta temperatura era suficientemente baja
como para que los electrones y positrones comenzaran a aniquilarse más
rápidamente de lo que podían ser creados a partir de los fotones y neutrinos.
La energía liberada en ese aniquilamiento de materia hizo disminuir temporalmente
la velocidad a la que se enfriaba el universo, pero la temperatura continuó
cayendo, para llegar a los mil millones de grados al final de los tres primeros
minutos. Esta temperatura fue entonces suficiente para que los protones y
neutrones comenzaran a formar núcleos complejos, comenzando con el núcleo del
hidrógeno pesado (o Deuterio), que consiste en un protón y un neutrón.(...)
Al final de los tres primeros minutos, el
universo contenía principalmente luz, neutrinos y antineutrinos. Había también
una pequeña cantidad de materia nuclear."
Steven Weinberg: o. c. Pág. 16‑18. Alianza
Universidad.
Esta materia nuclear es la Sombra. Primero fue la Luz,
luego la Sombra, dice el poeta. ¡Fascinante en verdad!
Al principio Dios creó
la luz... y la sombra.
La luz era buena.
Pero la sombra estaba
allí.
Entonces creó al
hombre.
Y le dio la espada del
llanto para matar a la sombra.
Por eso:
"la vida es una lucha entre la sombra y mi
llanto."
León Felipe
Una lucha
para liberar la Luz, esa luz que
corre por el interior de esa corteza electrónica que es el átomo de materia. La
luz de Hochmah que quedó oculta e
interiorizada en Binah.
Veamos
simbólicamente algunas referencias a estos versos que nos permitan captar su
mensaje. Tomemos las palabras "Luz",
"lágrimas" (Llanto) y
"espada".
La palabra Luz puede tener un aspecto simbólico y
otro metafórico, aunque la frontera entre ambos es tan sutil que es difícil
demarcarlas. Lo que si podemos preguntarnos es si la Luz como aspecto último y a la
vez originario de la materia que se desplaza a una velocidad limitada, y la Luz" de la que hablan los místicos,
tienen algo en común, aparte de ser un límite ideal y un término.
Decía un seguidor
de Hermes: "dejándonos atraer por la
luz, entramos en un camino que parece poder conducirnos más allá de la luz; es
decir, más allá de toda forma..."
En el
conocimiento místico y esotérico, luz y oscuridad se relacionan para simbolizar
valores complementarios o alternantes de una evolución. Así, la Luz
es el Conocimiento, y éste es
esencialmente idéntico al Espíritu. La Luz como Conocimiento hace que
el Caos Primordial pueda ser ordenado. Pero la Luz, también la real, puede ser directa o
reflejada, solar o lunar. Saint‑Martin decía: "la luz del verdadero sol debe percibirse sin reflexión, es decir,
sin intermediarios deformantes, por intuición directa: tal es el carácter de la
iluminación iniciática."
Este
conocimiento inmediato, solar, es el que se opone, o el que es complementario, puesto
que la oposición no es una exclusión, al conocimiento discursivo, racional, lunar.
Debemos entender que la sombra no es
otra cosa que una luz disminuida, el reflejo invertido, el reflejo especular de
una realidad: una imagen.
Si
entendemos esto y la explicación científica del origen del Universo,
entenderemos eso que nos dicen los seguidores de Hermes sobre las dos Columnas
del Templo que, siendo distintas, son de la misma naturaleza. Chuang Tsé decía:
"Seguidme allende los
dos principios ‑ luz y sombra ‑, hasta la Unidad. Desde el
punto de vista del hombre ordinario, iluminación e ignorancia son dos cosas
diferentes. Pero los hombres sabios que realizaron a fondo su naturaleza, saben
que estos son de la misma naturaleza."
¡Qué
importante es esto!
Iluminación - Luz - Intuición - Conocimiento Solar forman una realidad opuesta, aunque
idéntica en su esencia, a Ignorancia - Sombra - Intelecto - Conocimiento Lunar.
¿Acaso los protones y los electrones no son de polaridad opuesta por su carga,
pero de la misma naturaleza por su masa? ¿Acaso no proceden de la misma sopa cósmica, de la misma energía, de la
misma esencia? Tal vez por ello se
habla de ignorancia, de no‑conocimiento,
en la Iluminación;
y de conocimiento, de saber, en la Ignorancia. Ahondar
en la reflexión de ésta imagen especular podría llevarnos muy lejos. Yo sólo he
querido mostrarlo. Pero lo que aquí nos interesa ahora es que la Luz
y la Sombra son dos principios opuestos, pero de
idéntica naturaleza, porque son los dos polos de "algo".
Miren como
lo dice el poeta: "En el principio
Dios creó la Luz...
y la Sombra." ¿A qué algo no expresado sustituyen esos puntos
suspensivos y que enlazan los extremos luz y sombra? ¿No se referirán al
hombre, creado luego y al que se le dio la espada del llanto para matar a la
sombra?
La muerte
es una transformación. Matar la
sombra" es transformarla, anular el reflejo, convertirla en luz,
aniquilar la imagen especular, invertir el reflejo. Y esta tarea, la tarea de
llenar esos puntos suspensivos de un contenido, dice el poeta que debe ser
realizada con la "espada del
llanto".
La espada es el símbolo del estado del
guerrero y de la virtud del valor; la bravura es también símbolo de la función
de este estado: ambos configuran el Poder, el cuál puede ser destructor o
constructor. Y, de hecho, es ambos, porque no puede haber construcción de algo
sin destrucción de algo.
El poder
expresado por la espada es siempre La Justicia,
pues separa el Bien del Mal e hiere a los culpables. Por ello el Justo, el que
camina en equilibrio entre los dos principios por esta tierra extraña que es la Tierra, es un guerrero que
lucha, a la vez que recorre el camino, en una Guerra Santa, es decir, en una guerra
interior, una batalla entre la
Luz y la Sombra
de su estructura caracteriológica.
Desde el
Origen, el Poder de la
Divinidad, el poder capaz de extraer la Luz, el Fiat Lux, es el Verbo:
la vibración que provoca calor y luz, la vibración que conforme se ordena y
estructura, se convierte en sonido y luego en palabra. La palabra es el sonido
estructurado y ordenado respecto a un código hecho de conocimiento e
información; por eso, la
Palabra crea. No hay estructura sin Información, y no hay Información
sin Conocimiento. El barro con el que se estructura la vasija es informado por la idea y el conocimiento,
es energía informada y ordenada en un cierto orden. Tal vez por ello, el Apocalipsis describe cómo una espada de
dos filos sale de la boca del Verbo.
¿Tenemos que interpretar esta espada, entonces, como el doble poder de la
palabra justa y equilibrada? El propósito del lenguaje es darle un vestido a las ideas y al pensamiento, un
vestido de luz, a fin de ponerlo a disposición de los demás. Al hablar evocamos
pensamientos y les insuflamos vida, haciendo audible lo que se encontraba
oculto dentro de nuestra mente. El lenguaje es una revelación, por ello, el
lenguaje justo, La Recta Palabra
de la que hablaba el Buda, es la herramienta creadora de las formas, formas capaces
de encerrar un propósito. Cuando la palabra es recta, el propósito es benéfico,
y cuando la palabra no lo es, el propósito puede no ser benéfico. Por ello,
dicen las antiguas tradiciones, que es esencial pensar antes de hablar y
recordar a la vez el precepto: “Antes de
hablar se debe adquirir conocimiento”. En todo proceso de creación al
pensamiento le sigue la palabra (el sonido) y a éste la Luz, pues el primer efecto del
sonido es la afluencia de luz (la idea o forma mental) que será recubierta y velada
por la forma material. Cualquier forma material, incluida la forma humana,
encierra luz en su interior. Por ello hay formas que encierran luz y formas que encierran no-luz; pero ambas solo son polaridades
de una sola Luz.
Como la Luz
surge de la Palabra, ella es
también símbolo de la Luz; de la Luz
y de la Sombra, los dos polos de una misma naturaleza,
los dos filos de la espada. El camino que en el Árbol de la Vida
de los cabalistas va de Kether a Malkuth es un rayo relampagueante, y a veces es simbolizado por una espada
centelleante. El Sable Sagrado japonés se llama Centella; y en la
Alquimia, la Espada
de los Filósofos es el fuego del crisol. Y puesto que la Luz es Conocimiento e Información,
energía estructurada, la Espada
flamígera de Visnú es la Luz del Conocimiento que destruye la
ignorancia, iluminándola, transformándola, anulando su reflejo especular.
Pero la
espada puede ser usada de dos maneras: para hendir, para atravesar la Sombra,
y entonces adquiere todo su valor solar; o puede convertirse en un instrumento
lunar que sólo se la usa para cortar, separar, seccionar la realidad. Pero
separarla en partes, no es resolverla, y por ello el problema vuelve a surgir
multiplicado.
Esta Espada
que es Luz y Sombra, que es fuego de crisol, que es Conocimiento, que es Luz y Palabra,
es para el poeta la "espada del
llanto", la espada de las lágrimas, la espada con la que hay que transformar
a la Sombra. Y si hemos entendido lo hasta aquí dicho,
es la propia Espada la que hay que transmutar en Espada de Luz, en espada flamígera. Y esa transmutación la realiza
el llanto, las lágrimas.
¿Qué son
las lágrimas?
Dice el
Diccionario de los Símbolos que la lágrima es "una gota que muere evaporándose después de dejar testimonio",
y que por ello es el símbolo del dolor y la intercesión. A menudo, la lágrima
es comparada con la perla y con la gota de ámbar. En la Mitología Griega,
las lágrimas de las Heliades, hijas del sol, se transforman en gotas de ámbar.
Si nos fijamos en la definición de lágrimas, podremos descubrir cual es el
secreto del llanto: "Gotas que
mueren evaporándose después de dejar testimonio". La lágrima es ese
líquido acuoso que segregan los ojos: los órganos de la visión y de la luz. Y
el agua se evapora cuando se calienta por la acción del fuego. Pero esta gota
de agua que es la lágrima, además de evaporarse por el fuego, una combustión
que produce luz, deja testimonio.
¡Qué
maravilloso es este trabajo de desentrañar con la luz, aunque sea con la luz
lunar, los misterios que se encierran en las metáforas! ¡Conocerlos, tomar
conciencia de ellos, y sobre todo, verlos reflejados, actuando, en la
experiencia de nuestra vida diaria!
¡Dejar
testimonio!
¡¡He aquí la Conciencia!!
Porque si
mi llanto es mero lamento y queja, si es un llanto estéril y, por ello, inútil,
no deja huella. Y no la deja porque me resisto a que los avatares que me
presenta el destino, aquellos que conforma mi vida, luchen su combate, entre la Luz
y la Sombra que hay en mí, con la espada del llanto. Si esto es así, no hay Conciencia.
Pero si se,
si conozco que ese llanto, "partido
en dos mitades", dirá otro poeta (Blás de Otero), llanto inevitable,
me lleva hacia la Luz;
si tengo conciencia de por qué lloro, y lloro por lo que lucha en mí, por lo
que muere y resucita en mí, entonces, mis lágrimas dejan testimonio: una huella
indeleble en el alma, una sabiduría transfigurada con la que se va aprendiendo
a diferenciar que la luz reflejada, la Sombra,
no es la verdadera Luz.
ESPIRITU
ALMA CUERPO FISICO
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LUZ ESPEJO SOMBRA
Y esta
lágrima metamorfoseada en perla, en gota de ámbar, y que por esta
transfiguración testimonia su valor, es el tesoro oculto por el que dice la
parábola que hay que venderlo todo.
La perla es
un símbolo lunar ligado al agua y a la mujer, a lo femenino de nuestra
naturaleza. Encerrada en su concha, es el principio Yin del Universo: la feminidad creadora. Considerada místicamente,
la perla es símbolo de la sublimación alquímica de los instintos, de la
espiritualización de la materia y la transformación de los elementos, el
término de la evolución en su polaridad femenina.
El ámbar,
resina fósil de coníferas, es el símbolo del principio Yang del Universo. Fue Tales de Mileto quien descubrió en el 600 a. d. C. las propiedades
magnéticas y eléctricas del ámbar amarillo, al que los griegos llamaban "electrón", de donde deriva
electricidad, luz. Aquí la
Ciencia y la
Metáfora se unifican de nuevo para indicar que el hilo
psíquico que enlaza la energía individual con la energía universal es esa
corriente eléctrica que produce luz.
En los
mitos celtas hay un personaje llamado Ogmios.
Es representado en la forma de un anciano que atrae hacia sí a un multitud de
hombres a los que tiene atados por las orejas por medio de una cadena de ámbar. En Física, el campo
eléctrico es inseparable del campo magnético, y es por ello que la luz atrae.
Así, en la semejanza y la correspondencia, estos cautivos enlazados a Ogmios
por la cadena de ámbar que une sus orejas, son la imagen que muestra la
relación que existe entre la corriente espiritual que se establece entre todos
aquellos que escuchan el sonido, la
Palabra de la Enseñanza Espiritual.
Cautivos que podrían huir a causa de la fragilidad de la cadena, pero que sin
embargo prefieren seguir a su guía y maestro.
En otros
contextos, a los héroes y santos se les suele atribuir un rostro de ámbar. Lo que viene a significar que un reflejo del Cielo se manifiesta en su persona. Hasta
el mismo Apolo derramó lágrimas de ámbar cuando, desterrado del Olimpo,
expulsado del Paraíso, marchó al país de los Hiperbóreos; lágrimas que expresaban
el lazo sutil que aún le unía con el pasado, así como la nostalgia de ese
pasado perdido. Son muchas las referencias mitológicas que hacen del ámbar un
símbolo de las esencias celestiales.
Sólo he querido mostrar, con unos pocos ejemplos de distintas tradiciones, que
la lágrima que deja testimonio está
llena de un rico simbolismo, cuyo significado último hace alusión a la transmutación
de la Sombra en Luz.
Por ello dice el poeta:
No hay en el mundo nada
más grande
que mis lágrimas,
ese aceite que sale de
mi cuerpo
al pasar por las
piedras molineras
del sol y de la noche.
León Felipe
Si nos
fijamos bien, entenderemos que las dos mitades de nuestra realidad, esas que
son distintas y opuestas, pero de la misma naturaleza, la Luz
y la Sombra, son las piedras molineras de las que se extraen las lágrimas, ese aceite, fruto último del olivo, símbolo
de prosperidad y de alegría, también de fraternidad, y con el que se unge a los
elegidos y a los iluminados. Ese aceite es también el combustible que alimenta
las lámparas que somos, el combustible de la Luz.
Y como
hemos señalado, ese combustible, ese aceite, esa lágrima que deja testimonio,
esa agua salada con la que el hombre tiene que librar el combate, es segregada
por un acto: la molienda. Así,
cuando los eventos de nuestra vida y nuestra reacción a ellos, pasan por las
piedras molineras, una Sol y la otra Noche, nuestra Luz y nuestra Sombra, y son
trituradas con nuestra cooperación, se obtiene ese provecho espiritual, ese aceite que es el combustible de la luz.
Y la lágrima se transforma así en perla, en gota de ámbar, por la que quedamos
enlazados a nuestra ascendencia celestial. Y como nos recuerdan los molinos de
oraciones tibetanos, aparentemente tan inútiles como encantadores, cuando esos
actos pasan por nuestras piedras molineras sin que segreguen Conciencia, sin
que dejen huella, se convierten en meros actos mecánicos que no aportan ningún
provecho.
Ya hemos
hablado de la profunda relación simbólica que existe entre el hombre y la
piedra. Las piedras molineras, las piedras de moler, agujereadas por su centro,
una plana y otra cónica, signos Solares y Lunares, Luz y Sombra, hacen referencia
al ciclo de la liberación del alma por el proceso de muerte‑renacimiento. Por largo tiempo las ruedas de nuestros
molinos internos trabajaron y trabajarán aún. Pero un día, después de que hayan
funcionado hasta gastarse, después de que el último evento de nuestra
existencia terrenal haya sido triturado y ya no quede nada que transmutar,
aparecerá la Luz. Y, como dice el
poeta, "las lágrimas alcanzarán el
Sol”. Entonces, los ojos, esos órganos de la percepción sensible, esos
canales de la luz, esas ventanas del alma, el derecho se refiere al Sol y el
izquierdo a la Luna,
dejarán por fin de llorar. Lo harán porque habremos recobrado el Paraíso,
porque habremos unificado su visión en un tercer
ojo espiritual, el ojo frontal de Shiva, el Ojo del Corazón. Y ese día el
hombre verá: verá la Luz,
porque él será la Luz.
Continúa
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