Continuación
Capítulo quinto
Ser en la vida romero
Quisiera
hacer una pregunta: ¿alguien ha tomado conciencia, cabal conciencia, de cuál es
nuestra disposición para andar por la vida? Y, sobre todo: ¿cuál es el modo y
la manera, el procedimiento, de vivir esa vida cuando se ha llegado a ese punto
en el que se decide hacer de nuestra vida, una vida equilibrada?
(...)
(...)
También
sobre nosotros hay muchos equívocos. Pero dejemos primero al poeta que nos diga
cual es esa actitud.
Romero Solo
Ser en la vida
romero,
romero sólo que cruza
siempre por caminos
nuevos;
ser en la vida
romero,
sin más oficio, sin
otro nombre
y sin pueblo...
Ser en la vida
romero..., romero...,
sólo romero.
Que no se acostumbre el
pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la
farsa,
ni la losa de los
templos,
para que nunca recemos
como el sacristán
los rezos,
ni como el cómico
viejo
digamos
los versos.
La mano ociosa es quien
tiene
más fino el tacto en
los dedos,
decía Hamlet a Horacio,
viendo,
como cavaba una fosa
y cantaba al mismo
tiempo
un sepulturero.
‑ No sabiendo
los oficios
los haremos
con respeto ‑.
Para enterrar a los
muertos como debemos,
cualquiera sirve,
cualquiera...
menos un sepulturero.
Un día todos sabemos
hacer justicia,
también como el rey
hebreo
la hizo Sancho el
escudero
y el villano Pedro
Crespo...
Qué no hagan callo las
cosas
ni en el alma, ni en el
cuerpo...,
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Sensibles
a todo viento,
y bajo todos los cielos
poetas,
nunca cantemos
la vida
de un mismo pueblo
ni la flor
de un sólo huerto...
Que sean todos
los pueblos
y todos
los huertos nuestros.
León Felipe
El poema
nos muestra la actitud. La actitud del hombre solitario, pero a la vez inmerso
en el mundo. La actitud que lleva a la Libertad.
Analicemos,
aunque sea brevemente, el poema. El primer verso comienza con un infinitivo, “Ser”, seguido de un complemento
circunstancial de lugar, “en la vida”,
y de un predicativo o atributo del sujeto, el
hombre, que está omitido, para indicar, tal vez, que no se refiere a ningún
hombre en particular, sino a cada cual y a todos a la vez.
(Yo)
.......... soy .......... romero
(Tu)
.......... eres ......... romero
(El) .......... es
.......... romero
(0) ..........
Ser ......... Romero
El
infinitivo que da nombre a la acción, puesto que es la palabra que nombra al
verbo, engloba en ella a todos los tiempos y a todas las personas verbales. De
ahí que el sujeto seamos todos. Todos somos romeros. Un atributo de cada una de
las personas: yo, tu, el... Un atributo de Ser.
Ser es un verbo copulativo, es decir, un enlace
o cópula entre dos sustantivos, el sujeto y el atributo, entre el hombre (yo,
tu, él...) y lo que somos; algo que une lo que estaba al principio y lo que
está al final. Y lo que une es la cópula Ser,
la acción de ser, la acción que se desarrolla en la Vida, el lugar donde
existimos, el lugar en que somos romeros, sólo romeros.
¿Qué es un romero? Dice el Diccionario que "es un peregrino que va de romería con
bordón y esclavina". Y una romería
es "una peregrinación que se hace a
un santuario". Es decir: el hombre, en la Vida, es un peregrino que va
a un santuario. Y, peregrino,
sustantivo del verbo peregrinar, es "aquel
que anda por tierras extrañas". Con lo que la Vida, en la que somos, es
para nosotros una tierra extraña. Y
esa tierra extraña se recorre para ir a un santuario, para ir a un lugar
sagrado.
El poema
trata solamente de quién peregrina: el hombre. Dónde lo hace: en el mundo, un
mundo que es una tierra extraña y que recorre a lo largo de su vida. Y cómo lo
hace: sólo como romero. "Sólo"
es un adverbio que indica que la finalidad de la vida del hombre, parece tener
un único atributo: el ser romero. Nada más que eso.
Y eso, ser
romero, peregrinar, significa "cruzar
por caminos nuevos"; y hacerlo "sin
más oficio", "sin otro
nombre", "sin pueblo".
Y el poeta insiste en nuestro atributo: "romero,
romero, sólo romero..."
Ya hemos
visto que el Diccionario nos dice que romero es el que va de romería con Bordón y Esclavina. ¿Qué son estas cosas? El Bordón, aparte de ser una cuerda de la guitarra, el productor de un
sonido cuando se le pulsa y se le pone en vibración, es también un bastón muy alto
que llevan los peregrinos. No solo le sirve al romero para apoyarse, sino para
recordarle que es el símbolo de su columna vertebral; en concreto, de su médula
y su cerebro, la cuerda nerviosa de
nuestro instrumento humano que ha se resonar, que ha de entrar en vibración. La Esclavina
es una pieza sobrepuesta que lleva la capa unida al cuello y que cubre los hombros
y parte de los brazos.
Una de las
características de la poesía es su capacidad de síntesis, de cuanta información
puede caber en una sola palabra, como por ejemplo la palabra romero, ese peregrino que, con bordón y esclavina, recorre una tierra extraña camino de un Santuario. Y en
ese recorrer esta tierra extraña, el Bordón, ese axis mundi que simboliza el paso entre las dimensiones del Universo
y que une la Tierra y el Cielo, desde un lugar cuyo
centro está en todas partes y cuya circunferencia en ninguno, debe entrar en
vibración, debe sonar, debe ser puesto en resonancia, para que la comunicación
se produzca y, la nota emitida, la
Palabra, rompa el
hechizo que la tierra extraña produce en el hombre y le mantiene preso en ella.
¿Qué impide
al bordón, una cuerda musical, que
vibre y suene? Se lo impide la esclavina,
esa capa corta, sobre puesta a la larga y a la que parece aprisionar y esclavizar.
En las
tradiciones esotéricas, la capa es
el símbolo de la sustancia que envuelve el núcleo del universo, un símbolo de
la luz astral. Pero esa capa de luz astral en la que debe vibrar el bordón,
está esclavizada por otra capa corta
de luz oscura y que es el símbolo de nuestro sistema emocional, de nuestra
coraza caracteriológica. Nuestras emociones son el receptáculo de la sombra. Y son ellas las que hay que iluminar a través de nuestro
aprendizaje en esta escuela planetaria, a través de nuestro peregrinar por esta
tierra extraña.
Volvamos al
poema: el poeta, el hombre, nos explica por qué hemos de ser en la vida sólo romero. El adverbio sólo aparece a veces antepuesto al
atributo romero y, otras veces, aparece pospuesto. Es como si el poeta no
quisiera que ninguna cosa se interpusiera en esa acción de Ser, a fin de que las cosas no nos hagan callo ni en el alma ni en
el cuerpo.
Las cosas
nos hacen callo, nos encallecen,
cuando las usamos mucho. Pero no hacen callo,
si pasamos por ellas sólo una vez, y lo hacemos "ligero, ligero, siempre ligero". Si siempre estamos
cruzando caminos nuevos, no podrá nuestro pie acostumbrarse a un mismo suelo; y
sobre todo, no se acostumbrará "ni
al tablado de la farsa", el Gran Teatro del Mundo, en cuyas
representaciones aprendemos nuestras lecciones de hombres, "ni a la losa de los templos", los lugares materializados
donde reside el Espíritu, lo que hace también referencia al templo de nuestros
cuerpos.
El mundo,
el Gran Teatro de la Farsa,
y nuestra materialidad física y personal, al ser usadas continuamente, al
aferrarnos fuertemente a ellas, producen callo,
excrecencias deformes que ocultan la belleza del Espíritu, excrecencias que le
impiden expresarse, sonar, vibrar, a través del bordón, a través de esa cuerda
que es nuestra médula espinal y que está hecha de fibra nerviosa, de esa escala
que une el Cielo, la cabeza, y la Tierra,
nuestro vientre; nuestro cielo y
nuestra tierra internas. Es por ello
que nuestras manos tienen que ser ociosas, no tienen que estar aferradas a los
trabajos, oficios, que producen aferramiento, dominio, posesión y poder sobre
el mundo. Porque así, el tacto de
nuestros dedos, la intuición, estará más fino para tocar, para percibir la
realidad del Espíritu, cuya nota suena el bordón.
¡Qué gran paradoja
hay en estos cinco versos!
No sabiendo
los oficios
los haremos
con
respeto.
Paradoja
que deja de serlo cuando tenemos en cuenta lo que somos: peregrinos, romeros,
solamente romeros. No podemos detenernos a aprender "oficios" que nos den poder, dominio y costumbre sobre
las cosas del mundo y sobre la naturaleza. Estas cosas no nos pertenecen.
Nuestro único oficio es recorrer este mundo y esta naturaleza, esta tierra
extraña, para conocerla.
Pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
Es el Conocer
lo que importa, porque del conocer nace la Sabiduría. Ese es
nuestro oficio. Los otros trabajos producen callo en el alma y en el cuerpo. Lo que tengamos que hacer en
nuestro peregrinar, lo haremos sólo una vez, ya que no podemos, no debemos
detenernos, a menos que nuestra percepción se encallezca y el bordón deje de
sonar. Y por ello, por que no los sabemos, haremos los oficios con respeto.
Esos oficios que son nuestras tareas diarias de conocimiento y aprendizaje en
esta escuela planetaria. Así, sin callo, con el tacto fino en los dedos, sin
detenernos, recorriendo siempre ligeros esa tierra extraña que es la vida
material, seremos seres sensibles a todos
los vientos, y lo seremos bajo todos
los cielos. Es esa sensibilidad la que nos hará percibir que todos los pueblos y todos los huertos,
las infinitas moradas de la casa del Padre, son nuestros.
Ni cantar la vida de un
mismo pueblo,
ni cortar la flor de un
sólo huerto.
He aquí
otra extraña paradoja: lo Uno se hace múltiple para abarcar el Todo, donde
vuelve a Ser Uno. Pero esto no es sólo una entelequia, una mera abstracción
metafísica, sino una actitud, un comportamiento: la actitud humana, el
comportamiento humano que es, en su conciencia y amor, el que puede abarcar en
su seno a esa multiplicidad de hombres que forman ese Ser Uno que se llama La Humanidad.
A la forma
en que el Romero acude al santuario se la llama Romería. El Diccionario nos define que romería es una peregrinación
a un lugar santo, y también hace referencia a la fiesta popular que se lleva a
cabo en torno a ese santuario una vez que a él se llega. Y aunque las romerías
se llevan a cabo en torno a santuarios dedicados a vírgenes y santos, todas
ellas no son sino metáforas, símbolos de la auténtica romería, del auténtico
festejo que supone haber terminado el recorrido por esa tierra extraña, por
haber alcanzado un nivel de conciencia suficiente para dejar de peregrinar por
esta escuela planetaria, por haber alcanzado el objetivo por el cual nos
hicimos romeros.
Continúa
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