domingo, 7 de julio de 2013

Soledad y Libertad 06



Continuación

Capítulo quinto

Ser en la vida romero



 Quisiera hacer una pregunta: ¿alguien ha tomado conciencia, cabal conciencia, de cuál es nuestra disposición para andar por la vida? Y, sobre todo: ¿cuál es el modo y la manera, el procedimiento, de vivir esa vida cuando se ha llegado a ese punto en el que se decide hacer de nuestra vida, una vida equilibrada?

(...)


También sobre nosotros hay muchos equívocos. Pero dejemos primero al poeta que nos diga cual es esa actitud.
Romero Solo
Ser en la vida
romero,
romero sólo que cruza
siempre por caminos nuevos;
ser en la vida
romero,
sin más oficio, sin otro nombre
y sin pueblo...
Ser en la vida
romero..., romero..., sólo romero.
Que no se acostumbre el pie
a pisar el mismo suelo,
ni el tablado de la farsa,
ni la losa de los templos,
para que nunca recemos
como el sacristán
los rezos,
ni como el cómico
viejo
digamos
los versos.
La mano ociosa es quien tiene
más fino el tacto en los dedos,
decía Hamlet a Horacio,
viendo,
como cavaba una fosa
y cantaba al mismo tiempo
un sepulturero.
‑ No sabiendo
los oficios
los haremos
con respeto ‑.
Para enterrar a los muertos como debemos,
cualquiera sirve, cualquiera...
menos un sepulturero.
Un día todos sabemos hacer justicia,
también como el rey hebreo
la hizo Sancho el escudero
y el villano Pedro Crespo...
Qué no hagan callo las cosas
ni en el alma, ni en el cuerpo...,
pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero, ligero, siempre ligero.
Sensibles
a todo viento,
y bajo todos los cielos
poetas,
nunca cantemos
la vida
de un mismo pueblo
ni la flor
de un sólo huerto...
Que sean todos
los pueblos
y todos
los huertos nuestros.
León Felipe
El poema nos muestra la actitud. La actitud del hombre solitario, pero a la vez inmerso en el mundo. La actitud que lleva a la Libertad.
Analicemos, aunque sea brevemente, el poema. El primer verso comienza con un infinitivo, “Ser”, seguido de un complemento circunstancial de lugar, “en la vida”, y de un predicativo o atributo del sujeto, el hombre, que está omitido, para indicar, tal vez, que no se refiere a ningún hombre en particular, sino a cada cual y a todos a la vez.
(Yo) .......... soy .......... romero
(Tu) .......... eres ......... romero
(El)  ..........  es  .......... romero
(0)   .......... Ser ......... Romero
El infinitivo que da nombre a la acción, puesto que es la palabra que nombra al verbo, engloba en ella a todos los tiempos y a todas las personas verbales. De ahí que el sujeto seamos todos. Todos somos romeros. Un atributo de cada una de las personas: yo, tu, el... Un atributo de Ser.
Ser es un verbo copulativo, es decir, un enlace o cópula entre dos sustantivos, el sujeto y el atributo, entre el hombre (yo, tu, él...) y lo que somos; algo que une lo que estaba al principio y lo que está al final. Y lo que une es la cópula Ser, la acción de ser, la acción que se desarrolla en la Vida, el lugar donde existimos, el lugar en que somos romeros, sólo romeros.
¿Qué es un romero? Dice el Diccionario que "es un peregrino que va de romería con bordón y esclavina". Y una romería es "una peregrinación que se hace a un santuario". Es decir: el hombre, en la Vida, es un peregrino que va a un santuario. Y, peregrino, sustantivo del verbo peregrinar, es "aquel que anda por tierras extrañas". Con lo que la Vida, en la que somos, es para nosotros una tierra extraña. Y esa tierra extraña se recorre para ir a un santuario, para ir a un lugar sagrado.
El poema trata solamente de quién peregrina: el hombre. Dónde lo hace: en el mundo, un mundo que es una tierra extraña y que recorre a lo largo de su vida. Y cómo lo hace: sólo como romero. "Sólo" es un adverbio que indica que la finalidad de la vida del hombre, parece tener un único atributo: el ser romero. Nada más que eso.
Y eso, ser romero, peregrinar, significa "cruzar por caminos nuevos"; y hacerlo "sin más oficio", "sin otro nombre", "sin pueblo". Y el poeta insiste en nuestro atributo: "romero, romero, sólo romero..."
Ya hemos visto que el Diccionario nos dice que romero es el que va de romería con Bordón y Esclavina. ¿Qué son estas cosas? El Bordón, aparte de ser una cuerda de la guitarra, el productor de un sonido cuando se le pulsa y se le pone en vibración, es también un bastón muy alto que llevan los peregrinos. No solo le sirve al romero para apoyarse, sino para recordarle que es el símbolo de su columna vertebral; en concreto, de su médula y su cerebro, la cuerda nerviosa de nuestro instrumento humano que ha se resonar, que ha de entrar en vibración. La Esclavina es una pieza sobrepuesta que lleva la capa unida al cuello y que cubre los hombros y parte de los brazos.
Una de las características de la poesía es su capacidad de síntesis, de cuanta información puede caber en una sola palabra, como por ejemplo la palabra romero, ese peregrino que, con bordón y esclavina, recorre una tierra extraña camino de un Santuario. Y en ese recorrer esta tierra extraña, el Bordón, ese axis mundi que simboliza el paso entre las dimensiones del Universo y que une la Tierra y el Cielo,  desde un lugar cuyo centro está en todas partes y cuya circunferencia en ninguno, debe entrar en vibración, debe sonar, debe ser puesto en resonancia, para que la comunicación se produzca y, la nota emitida, la Palabra, rompa el hechizo que la tierra extraña produce en el hombre y le mantiene preso en ella.
¿Qué impide al bordón, una cuerda musical, que vibre y suene? Se lo impide la esclavina, esa capa corta, sobre puesta a la larga y a la que parece aprisionar y esclavizar.
En las tradiciones esotéricas, la capa es el símbolo de la sustancia que envuelve el núcleo del universo, un símbolo de la luz astral. Pero esa capa de luz astral en la que debe vibrar el bordón, está esclavizada por otra capa corta de luz oscura y que es el símbolo de nuestro sistema emocional, de nuestra coraza caracteriológica. Nuestras emociones son el receptáculo de la sombra. Y son ellas las que hay que iluminar a través de nuestro aprendizaje en esta escuela planetaria, a través de nuestro peregrinar por esta tierra extraña.
Volvamos al poema: el poeta, el hombre, nos explica por qué hemos de ser en la vida sólo romero. El adverbio sólo aparece a veces antepuesto al atributo romero y, otras veces, aparece pospuesto. Es como si el poeta no quisiera que ninguna cosa se interpusiera en esa acción de Ser, a fin de que las cosas no nos hagan callo ni en el alma ni en el cuerpo.
Las cosas nos hacen callo, nos encallecen, cuando las usamos mucho. Pero no hacen callo, si pasamos por ellas sólo una vez, y lo hacemos "ligero, ligero, siempre ligero". Si siempre estamos cruzando caminos nuevos, no podrá nuestro pie acostumbrarse a un mismo suelo; y sobre todo, no se acostumbrará "ni al tablado de la farsa", el Gran Teatro del Mundo, en cuyas representaciones aprendemos nuestras lecciones de hombres, "ni a la losa de los templos", los lugares materializados donde reside el Espíritu, lo que hace también referencia al templo de nuestros cuerpos.
El mundo, el Gran Teatro de la Farsa, y nuestra materialidad física y personal, al ser usadas continuamente, al aferrarnos fuertemente a ellas, producen callo, excrecencias deformes que ocultan la belleza del Espíritu, excrecencias que le impiden expresarse, sonar, vibrar, a través del bordón, a través de esa cuerda que es nuestra médula espinal y que está hecha de fibra nerviosa, de esa escala que une el Cielo, la cabeza, y la Tierra, nuestro vientre; nuestro cielo y nuestra tierra internas. Es por ello que nuestras manos tienen que ser ociosas, no tienen que estar aferradas a los trabajos, oficios, que producen aferramiento, dominio, posesión y poder sobre el mundo. Porque así, el tacto de nuestros dedos, la intuición, estará más fino para tocar, para percibir la realidad del Espíritu, cuya nota suena el bordón.
¡Qué gran paradoja hay en estos cinco versos!
No sabiendo
los oficios
los haremos
con
respeto.
Paradoja que deja de serlo cuando tenemos en cuenta lo que somos: peregrinos, romeros, solamente romeros. No podemos detenernos a aprender "oficios" que nos den poder, dominio y costumbre sobre las cosas del mundo y sobre la naturaleza. Estas cosas no nos pertenecen. Nuestro único oficio es recorrer este mundo y esta naturaleza, esta tierra extraña, para conocerla.
Pasar por todo una vez,
una vez sólo y ligero,
ligero, siempre ligero.
 Es el Conocer lo que importa, porque del conocer nace la Sabiduría. Ese es nuestro oficio. Los otros trabajos producen callo en el alma y en el cuerpo. Lo que tengamos que hacer en nuestro peregrinar, lo haremos sólo una vez, ya que no podemos, no debemos detenernos, a menos que nuestra percepción se encallezca y el bordón deje de sonar. Y por ello, por que no los sabemos, haremos los oficios con respeto. Esos oficios que son nuestras tareas diarias de conocimiento y aprendizaje en esta escuela planetaria. Así, sin callo, con el tacto fino en los dedos, sin detenernos, recorriendo siempre ligeros esa tierra extraña que es la vida material, seremos seres sensibles a todos los vientos, y lo seremos bajo todos los cielos. Es esa sensibilidad la que nos hará percibir que todos los pueblos y todos los huertos, las infinitas moradas de la casa del Padre, son nuestros.
Ni cantar la vida de un mismo pueblo,
ni cortar la flor de un sólo huerto.
He aquí otra extraña paradoja: lo Uno se hace múltiple para abarcar el Todo, donde vuelve a Ser Uno. Pero esto no es sólo una entelequia, una mera abstracción metafísica, sino una actitud, un comportamiento: la actitud humana, el comportamiento humano que es, en su conciencia y amor, el que puede abarcar en su seno a esa multiplicidad de hombres que forman ese Ser Uno que se llama La Humanidad.
A la forma en que el Romero acude al santuario se la llama Romería. El Diccionario nos define que romería es una peregrinación a un lugar santo, y también hace referencia a la fiesta popular que se lleva a cabo en torno a ese santuario una vez que a él se llega. Y aunque las romerías se llevan a cabo en torno a santuarios dedicados a vírgenes y santos, todas ellas no son sino metáforas, símbolos de la auténtica romería, del auténtico festejo que supone haber terminado el recorrido por esa tierra extraña, por haber alcanzado un nivel de conciencia suficiente para dejar de peregrinar por esta escuela planetaria, por haber alcanzado el objetivo por el cual nos hicimos romeros.
Continúa




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