viernes, 26 de julio de 2013

El Tejido de la Fe



EL TEJIDO DE LA FE

Sentados en la terraza de un bar hablamos del carácter de las personas y de ciertos comportamientos en relación con el carácter. Mi amigo argumenta que dicho carácter y comportamiento es únicamente fruto de la educación y de la cultura, de la manera en que las relaciones y la interacción de estos factores moldean la construcción de nuestra estructura personal. Mi argumento es que además de esos factores, uno es también el producto de la experiencia del alma, que se expresa a través de dicha persona; incluso que ese carácter y comportamiento del que hablamos se ha construido así porque esas son las disposiciones, las capacidades y las actitudes que el alma necesita para aprender a equilibrar ese racimo de energías llamado personalidad.

(...)

‑ ¡Fíjate! -Le digo.- Cuando el alma ha aprendido las lecciones que le son necesarias para equilibrar sus energías, esas características y comportamientos que han constituido su personalidad, se vuelven innecesarias y son sustituidas por otras.
‑ ¿Y cómo se produce eso? -Me interroga mi amigo.
‑ Es un problema de crecimiento, de crecimiento interno, de incremento de conciencia. Cuando, por ejemplo, se comienza a advertir que el sentimiento de soledad no conduce a ninguna parte, y eso no ocurre hasta que se ha pasado por procesos de soledad cada vez más profundos, la comprensión de ese hecho hace que el sentimiento comience paulatinamente a desaparecer. Luego, con un mínimo que la voluntad, es decir, la intención empujando a la persona en una nueva dirección, ésta se desplaza y se orienta de otra manera: en una forma más integrada, más madura. Y lo que en otro tiempo producía ese sentimiento de soledad, ahora provoca respuestas diferentes.
‑ ¿Y si no se consigue la comprensión? -Me pregunta mi amigo.
‑ Entonces, la Vida, la Vida que fluye desde tu alma y que toma fuera de ti la configuración que le da tu intención, hace que sigas experimentando soledad hasta que lo comprendas. Y si en ese aprendizaje, llega el fin de tu encarnación y no has conseguido alcanzar el conocimiento que le de el equilibrio a esa parte de tu alma, ésta construirá otra persona para conseguir su objetivo. Esa otra personalidad podrá tener características parecidas a la anterior, o ser diferente por haber decidido el alma abordar o resolver el problema desde otro punto de vista.
 Mi amigo no acepta mi explicación. Para él la realidad interna de la persona es una conformación psíquica que se parece al modelo expuesto por C. G. Jung para entender el probable funcionamiento de la psique. Mi amigo argumenta que es desde esa posición psíquica como la persona se relaciona con el mundo, con los otros, sentidos como no‑yo, y con su propio mundo interno.
‑ Es desde la propia corporalidad -dice mi amigo- y desde el sentimiento que se tiene de esta realidad psíquica, como hay que alcanzar, en la propia interioridad, el equilibrio y la unión con la Totalidad.
‑ Estas palabras de mi amigo, me hacen recordar a otro hermano del alma que hubiera estado de acuerdo con esta posición.
‑ Lo que dices es cierto -argumento de nuevo-, pero si aceptas la realidad del alma, si haces por percibirla, es decir, si comprendes que esos estados de equilibrio son las energías ya purificadas de tu alma y las otras, las que te causan conflicto, son en las que tienes que trabajar, lo que estás haciendo es percibir tu alma. Eso que experimentas como equilibrio son lecciones ya aprendidas y, lo que experimentas como desequilibrio, como angustia, como tristeza, como desesperación, como miedo, son lecciones por aprender. La "persona" es el atanor alquimista en el que se libra el combate, en el que se purifica la energía por la acción del fuego. Por ello las personalidades maduran en el tiempo; y esa madurez de la personalidad permite al alma evolucionar en la Eternidad.
Mi amigo abre la boca para rebatirme, pero yo continuo mi argumentación impidiéndole que ninguna palabra salga de ella.
‑ Lo que es importante entender -añado- es que las disposiciones, las capacidades, las actitudes, son el reflejo de nuestras intenciones. Tal vez estés de acuerdo conmigo en que la observación de uno mismo nos permite conocer estos movimientos internos.
‑ ¿Y qué tiene que ver eso con el alma? -Me pregunta mi amigo.
‑ ¡Es que eso es el alma! -Añado yo con énfasis.- El alma no es ninguna entelequia en alguna posición imaginaria fuera de uno mismos. No es fe lo que necesitas para percibirla, sino conocimiento y este siempre nos lo proporciona la observación de nuestra propia experiencia, de nuestro funcionamiento diario en la vida, de nuestra vivencia de vida.
Me mira en silencio y queda pensativo.
‑ ¿Qué es para ti la fe? -Me interroga mi amigo.- Porque para mí es una realidad difícil de aprehender y, desde luego, no me tengo por hombre de fe.
‑ Yo entiendo por fe -le respondo- algo así como una sustancia. Una sustancia con la que construimos los sueños, con la que modelamos y percibimos esa realidad a la que yo llamo "mundo mágico". Esa sustancia tiene extrañas propiedades: es contagiosa a lo que a una percepción fuera de los sentidos se refiere; por ello es también una manera de "ver". Algo ocurre en algún lugar del Universo y tú lo "ves", porque esa sustancia, ese tejido que unifica todas las cosas, te lo comunica. Cualquier cosa que ocurra en cualquier parte del tejido, es conocida automáticamente por el resto.
Quedamos en silencio, mientras refrescamos nuestras gargantas con un trago de cerveza. El silencio se hace extenso, opaco, sólido. El silencio está lleno de sustancia mágica, de "tejido de fe", y por el que se "ve" un vórtice de energía que se agita en mi amigo. Poco a poco he aprendido a ver que el aspecto emocional humano puede reducirse a dos aspectos básicos: amor y temor. Como otras veces que hemos estado hablando de este tema, mis palabras sobre mi visión del "mundo mágico", han creado un campo de confusión en él. Y yo se que la confusión, como la cólera, el resentimiento, la culpabilidad, la vergüenza o el dolor, son sólo expresiones diferentes del temor. Todas ellas constituyen corrientes de energía de baja frecuencia que descansan en sentimientos de agotamiento, de postración, de debilidad, de incapacidad para enfrentarse a algo. En contrapartida, las corrientes de energía de alta frecuencia, provocan optimismo, brillo, alegría, luminosidad. Y el Amor es la energía demás alta frecuencia que conozco.
De pronto, “veo” a mi amigo muy cansado, sin ganas de continuar esta conversación, mirando todo esto como algo fútil, abandonándose... Percibo como una intención oculta crea esa realidad que él mismo experimenta. Y este hecho sucede en forma inconsciente para él y se repetirá, una y otra vez, hasta que él mismo llegue a comprenderlo.
‑ Si es vez de sentirte así -le digo- y de perderte en ese sentimiento, estuvieras atento a tu realidad interna, ya habrías descubierto la intención que se oculta detrás de tu estado anímico y de la que ésta ha surgido.
Me mira con extrañeza.
‑ Sí -añado-. Una intención oculta para tu conciencia crea la realidad que ahora experimentas.
‑ ¿De qué me estás hablando?
‑ De tu estado. De eso que estás sintiendo en este momento. De nada sirve que trates de encontrar compañía y afecto, si tu intención inconsciente es la de mantener a la gente, o a lo que estas representan, o piensan, a distancia. Mientras esa intención siga actuando inconscientemente, seguirás experimentando experiencias de separatividad, de daño, de soledad, que te llevarán a comprender, al experimentarlas, que eres tú mismo el que las estás provocando. Esa intención que conforma tu realidad, es algo que puedes traer de otras vidas. Ella determina las circunstancias físicas, emocionales, mentales, psicológicas y espirituales que conforman tu persona. Es tu energía a equilibrar. El dispone el camino a través del cual la personalidad, es decir, las energías de tu alma introducidas en la experiencia para modificarse, está dispuesta a comprender. Ya he comentado contigo como es, a través de estas intenciones, que la personalidad da forma a la Luz que fluye por ella y, como esa forma, fruto de la intención que te llevará a comprender, modificará la intención incorrecta. La reacción de la personalidad a las experiencias creadas por ella misma expresan tu estado de comprensión y de conciencia respecto a ese tema. Hasta que no nos damos cuenta que nuestro mundo personal, y también el general, ha sido construido sin tener una conciencia de la realidad mágica en nosotros, creeremos que lo que podemos ver, oler, tocar, todo lo que está ahí en el mundo, nos es ajeno, y por ello queremos apoderarnos de él. No tenemos conciencia de que hemos sido nosotros los que hemos creado esa realidad, y de que existe una responsabilidad en nuestras acciones. Al introducir nuestra conciencia en nuestras intenciones, construimos un mundo que refleja esa conciencia; trasladamos al medio físico la energía del alma, permitiendo que esta energía se funda en la materia y es por ello, a través de la comprensión, que pueda ser transmutada.
Mi amigo me mira fijamente. Tal vez porque no termina de comprender muy bien de que estoy hablando o, tal vez, porque algo en él comienza a comprenderlo. En su mirada brilla un destello de rabia; esa rabia silenciosa que surge en el fondo de nuestro corazón cuando nos vemos descubiertos en nuestras intenciones ocultas, o cuando nos damos cuenta de la realidad de esas intenciones ocultas en nosotros. Le miro con profundo amor y sus ojos taladran los míos, por los que fluye -esa es mi intención- una luz azul que envuelve el brillo de su ira. Poco a poco su ira se apaga y siento como la ira es sustituida por la tristeza. Siento como se hace receptivo a esa corriente cálida que emana del centro de mi pecho, y cómo el amor hace que su Ser real me mire desde el fondo de sus ojos.
 El silencio vuelve a hacerse sólido por un instante. Contemplo la copa de cerveza con la intención de cogerla, en un intento de descargar la tensión. La luz hace traslúcido el color dorado de la cerveza. Cojo la copa y la sostengo en la mano, mirando fijamente el líquido. Lo veo oscilar y una fisura se marca en el líquido. Se que es el tiempo que se detiene y percibo la presencia del Maestro de los Alquimistas al otro lado, pero también escucho la voz de mi amigo.
‑ ¿Estás queriendo decir que el mundo en que vivimos, el mundo de nuestra realidad personal, familiar y colectiva, ha sido creado de una manera inconsciente por nuestras intenciones inconscientes?
La voz de mi amigo detiene mi conciencia en el borde de la fisura que permanece abierta. Siento la continuidad de la energía fluir entre ambos lados del espejo. Escucho como mi propia voz, que suena lejana, responde a mi amigo con unas palabras que no están separadas de lo que fluye desde el otro lado del tiempo.
‑ Cada intención -dice mi voz- pone a la luz en movimiento. Esto sucede tanto si se es consciente como si no. No puedes existir separado de tus intenciones. Como inteligencia creadora que eres, cada palabra que dices -y yo noto que mis palabras no son sólo mías, sino que fluyen desde ese continuo que se une a mí y que se prolonga más allá de la fisura, al otro lado del espejo, a la vez que se proyectan hacia mi amigo- lleva consigo su dosis de conocimiento, de inteligencia y, por tanto, es una intención que da forma a la luz.
Me doy cuenta que mi voz se ha extinguido en un susurro; pero que una voz sin sonido, que surge del otro lado de la fisura, me atraviesa y se prolonga hasta la mente de mi amigo.
La intención -dice la voz sin sonido- la intuición y la atención, dan forma a las experiencias. Aquello que se intenta a través de la materia o, a través de la luz, se convierte en realidad. Allí donde va la intención, allí va la persona. Cuando se llega a comprender la relación entre conciencia y realidad, se comprende la Ley del Karma y se la ve actuar.
A través del continuo de energía "veo" las imágenes de los pensamientos de mi amigo y, a la vez, "veo" las imágenes de los míos y de las que fluyen por la fisura del tiempo, que mi conciencia ha proyectado a la transparencia de la luz en la cerveza. Las "imágenes" son imágenes de creación: la creación de la experiencia física por medio de la intención, es la misma imagen que muestra la fusión de la luz en la forma, de la energía en la materia, del alma en el cuerpo. En la "imagen" no hay distancias entre nosotros y nuestra comprensión del proceso de creación de la materia, de la forma, a partir de la energía de la luz; así como no la hay entre nuestra personalidad y nuestra alma. En la "imagen", el movimiento de la personalidad y del alma son el mismo movimiento, incluso el mismo movimiento de la energía convirtiéndose en materia, en forma, en experiencia. Nuestro cuerpo es materia consciente, porque la energía del alma en su totalidad se ha convertido en materia consciente.
La visón de esta imágenes sacude mi cuerpo con una fuerte convulsión que lanza mi conciencia, de nuevo, a este lado de la fisura, la cual se cierra en el interior de la transparencia luminosa del líquido. Miro a mi amigo. Su expresión es el reflejo de que algo en él aún anda fuera del tiempo. Aunque, conociéndole como le conozco, se que su mente racional anda ya a la búsqueda de una explicación racional de lo que su conciencia acaba de experimentar.
‑ No busques explicaciones. -Le digo. Acabas de tener un contacto con el mundo mágico, con el tejido de la fe.
Mi mano levanta la copa de cerveza que queda detenida a la altura del pecho cuando el tiempo se rompe y hago un brindis.
‑ ¡Brindo por esa sustancia que hace realidad los sueños y, porque ella se haga consciente en ti y sea la expresión de tu Ser real!
Choco mi copa a la suya y bebo un largo trago de cerveza, la antigua bebida de los dioses que, alguna vez, en otra forma, usaron para abrir la visión interna del hombre después de que éste la hubo cerrado, cuando se sumergió en la densidad material. Y el sonido del cristal al vibrar en el choque, suena como un lejano eco de otro sonido que vibra en el fondo de nuestro corazón.
Alfiar. Santa Cruz de Tenerife, 28 ‑ 1 – 1991

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