jueves, 4 de julio de 2013

El Grial 2º Parte


EL GRIAL
UNA VISIÓN HISTÓRICA

(continuacion)



Parte II

LA NATURALEZA DEL HÉROE: EL “GRAN NECIO”

Si analizamos la naturaleza de lo que representa ser un héroe, vemos que el motivo más recurrente de la búsqueda es abandonar una condición para acceder a otra, más espléndida, más realizada. En esencia, el viaje del héroe es un trayecto hacia la transformación. Y al final de ese camino, la transformación no es otra cosa que un cambio radical de conciencia. Por eso se encuentran tan cerca las sendas del héroe y la del místico. El Gran Necio Perzival tiene que morir, para que el nuevo Perzival encuentre el Grial. Sufrimiento, duda y amor son los agentes de la transformación. Hoy es difícil sentir nada en el terreno heroico, salvo impotencia. El Páramo ha llegado hasta lo más profundo de nuestro ser. Hemos perdido la aptitud para mantenernos en contacto con nuestro destino porque creemos que se ha perdido más allá del horizonte.
(...)


El mensaje más atroz del cristianismo es que hemos nacido pecadores y la propia naturaleza de la vida es mala por culpa del Pecado Original. Dos mil años de estigma pesan sobre nuestra civilización. Los europeos y los hijos del Nuevo Mundo aprendimos que lo mismo que nuestra naturaleza, fruto del pecado, debía ser cambiada, también debía cambiarse la de la Madre Naturaleza. Y al hacerlo, se reveló el rey herido: al intentar cambiarse a sí misma y convertirse en lo que no era, todo una civilización cayó en la esquizofrenia y en los sentimientos de culpa. Es nuestra carga. ¿Quién es, pues, el Rey Pescador?
El Rey Pescador, herido en el muslo. Ilustración del manuscrito "Le Roman du Saint Graal" S. XIV.
Nuestro acto heroico de buscadores del Grial consiste sencillamente en confiar en la Naturaleza interior y exterior y obrar de acuerdo con ella. Hemos de volver a aprender a releer el Mito del Grial, si queremos recordarnos a nosotros mismos, los héroes perdidos del Grial.
Desde los espartanos de la Grecia antigua, hasta las comunidades owenitas norteamericanas del siglo XIX, pocos son los proyectos de fundar un paraíso terrenal que haya durado algún tiempo. No deja de ser una venganza del principio femenino el que las comunidades cuáqueras estadounidenses hallan sido las de vida más larga. Fundadas por una mujer y basadas en la colaboración, la igualdad y la existencia compartida, casi permitieron a los cuáqueros convertir su sueño en realidad. Pero soslayaron el motivo de la herida del Rey Pescador: la sexualidad. Solucionaron el problema fingiendo que tal problema no existía. Practicaron el celibato, lo que no siempre es sinónimo de Paraíso, ni es probable que origine comunidades duraderas.


¿QUÉ OS AFLIGE, TÍO?: EL PÁRAMO
Tampoco hoy formulamos la pregunta cuando estamos ante el Rey Herido en la entrepierna: ¿Qué os aflige tío?
 Hoy no podemos entender esta pregunta porque no podemos entender que son nuestros sentimiento los que están heridos, dado que “sentimiento” es un término ambiguo y sin un significado real para nosotros (lo usamos como un sinónimo de emociones), aunque sus raíces -sentir y mente- podrían ponernos sobre aviso, dejamos que el ensueño de la palabra contribuya a nuestra confusión. Aunque dos mitos pueden ayudarnos a aclarar su significas: el Mito del Rey Pescador, una parte del Mito del Grial y el Mito de la Doncella sin manos (véase el estudio sobre ellos de Robert A. Jonson).
Hombres y mujeres sufren de forma bastante diferente por la herida de su función de los sentimientos, y mucha de la tensión y de la falta de comunicación entre los hombres y las mujeres surge de esta diferencia. Hay muchos paralelos entre las heridas masculinas y femeninas, pero también hay marcadas diferencias. Los dos mitos ilustran esto de manera elocuente.
Lo que este analista jungiano quiere decir es que  los hombres actuales somos o bien imágenes vivas del Rey Pescador o de la Doncella sin manos. Ambas son útiles para la comprensión de nuestras respectivas totalidades, ya que nuestra parte contraria, masculina o femenina, se encuentra interiorizada como nuestro “ánimus” o nuestra “ánima”. Sus historias son las historias de esta herida.
¿En qué consiste esta herida?
Como dicen los cuentos: ¡Érase una vez un joven príncipe que como buen caballero deambulaba por bosques y caminos. Un día se encontró con que alguien había encendido una hoguera en unan especie de campamento en un calvero de un bosque. Aunque allí no había nadie. Sobre el fuego, en una parrilla se asaba un salmón. Como el príncipe se encontraba hambriento y el salmón olía bien, y como no había nadie, decidió tomar un bocado para aplacar su hambre. Pero como el salmón estaba muy caliente el príncipe se quemó los dedos y el salmón cayó al suelo. Para aplacar la quemazón de los dedos, se los llevó a boca y esta quedó impregnada del sabor del salmón que había quedado en sus dedos. La historia dice que el sabor del salmón que había llegado a su boca a través de sus dedos quemados, le causó una herida tan profunda que durante el resto de su vida permaneció en una estado de agonía, a excepción de sus tres últimos días.
 Otras variaciones de la historia señalan que la herida fue en un muslo; otras que el dueño del salmón apareció y le disparó una flecha  que se le clavó en los testículos… Existen algunas variantes más, pero ninguna modifica la idea principal: el príncipe quedó herido en su parte generativa y creadora. Por lo que la herida se encuentra conectada con la función de sus emociones o sentimientos; es decir, ha sido herido en su estructura psicológica.
Este es el precio que el hombre de "occidente" ha pagado, desde el origen de nuestra civilización, por haber hecho de su mundo, un mundo frío y sin sentimientos, un mundo preciso, racional y "científico", un páramo helado y esteril (para su espíritu).
Cuando alguien es herido en sus sentimientos, la calidez desaparece y todo se vuelve frío y helado. No es necesaria una gran sensibilidad para percibirlo. No podemos conectarnos, a un nivel humano, con nuestros semejantes. Incluso las mujeres se sienten lastimadas por la herida de los hombres; pero, tanto unos como otras, carecen del conocimiento de lo que realmente ocurre.
La herida del Rey Pescador simboliza las dificulktades en nustras facultades creativas y reproductoras, así como las disfunciones de las demás funciones creadoras: trabajo, etención, ternura... El hombre o lo "masculino" se ha vuelto "impotente".
El caballero Gawain, un buscador del Grial, le dijo a Arturo que "se había ganad0 todo por la lanza y todo se había perdido por la espada". Simbólica o psicológicamente, la "lanza" es el "discernimiento" que ha conducido a la "masculinidad" a su nivel más creativo; pero la "espada" simboliza la fuerza bruta, que ha destruido todo lo que natural e instintivo. Si el "idealismo" no está basado en el "instinto", no conducirá a nada. Para Joseph Campbell, el "instinto" es equivalente al "espíritu".
Pero a otro nivel, esta historia nos habla de un terrible error cometido en el pasado de nuestra cultura: esta abrazó el punto de vista de que el "Espíritu" solo podría ser alcanzado suprimiento el "instinto" y la "naturaleza". No entendieron que "Espíritu" y "Naturaleza" son los "opuestos" de un "algo", de una sola realidad, y que ambos se encuentran muy cerca el uno de la otra, asi como que ambos nos son necesarios.
¿Por qué una pizca del sabor de un salmón asado pudo producir tal herida?

Mitra papal. Observese la semejanza con el dios sumerio Oanes en forma de pez.
Para el que no lo sepa, el salmón (el pez) es uno de los símbolos de Cristo (el Espíritu). La mitra de los obispos tiene la forma de pez, indicando que ellos son sus representantes. Otro símbolo de los primeros tiempos del cristianismo fue la “Vesica Picis”. Los coptos representaron a Jesús atrapando un pez, con lo cual ya se puden imaginar quién es el Rey Pescador. La Alquimia interpreta esta “Vesica Piscis” como el encuentro de uno mismo con uno mismo. Así que el salmón es el portador del Espíritu, el cual solo dejó un rastro de su sabor en los labios de nuestro príncipe (el “hombre natural”), el “inocente”, Adán en el Paraíso, que sintió una gran culpa cuando “comió” del fruto prohibido, el fruto que le abriría la posibilidad de una nueva conciencia.
Para los seguidores de Buda, cualquier sufrimiento psicológico, surge siempre de una experiencia con lo “sublime” que no se ha podido soportar porque era “demasiado grande”, o se habría producido “demasiado pronto”. Cada cosa requiere su tiempo. Hay que recorrer el dorado sendero del medio.
La lanza, sobre la que el caballero Gawain indica que es discernimiento, sacrificio, sanación y trabajo, te impulsa a la adquisición de “más conciencia”. El cristianismo ortodoxo, durante la consagración, parte la hostia perforándola con una pequeña lanza, como la lanza de Longinos que atravesó el costado de Jesús en la cruz. La espadan por el contrario, es el asesino de la “masculinidad" y de la conciencia.
Freud uso el símil de la espada para señalar la expresión de la masculinidad en sus aspectos más violentos, aquellos que nos incapacitan en nuestro “sentir”. Nuestro problema es que al romper el ciclo y extenderlo, nos lanzamos como desesperados a la conquista del extremo opuesto del que creíamos que veníamos. Quisimos probar el salmón antes de tiempo. Los ciclos transcurren a su ritmo y te impulsa al tiempo adecuado. En nuestra vida cotidiana podemos encontrar cien mil ejemplo de cómo uno puede resultar herido, psicológicamente hablando, por querer ir más allá de un nivel de ciclo, de adolescente, de hombre maduro… Todos hemos sufrido algunas de estas derrotas, y hemos sentido la humillación, la vergüenza, el sentimiento de inferioridad, que la herida nos ha producido: escalar una montaña, conquistas a una joven, adquirir riqueza y poder…
¿Podríamos preguntarnos por qué hemos de sufrir esta herida?
Los mitos y las leyendas señalan siempre que hay que pagar un precio por la consecución de algo. La Humanidad pagó un precio cuando fue expulsada del Edén a fin de que accediera a los reinos de la conciencia. Es lo que nos relata un leyenda de los esquimales:
“En una comunidad esquimal, el viejo chaman había fallecido y los buenos espíritus eligieron a un joven muchacho para sustituirle. A fin de instruirle en sus nuevas funciones, le llevaron al mundo de los espíritus malignos y lo cortaron en pedazos hasta que no quedó un hueso que se tocara con otro. Entonces acudieron los espíritus malignos para comerse la carne de los huesos. Cuando los huesos del joven muchacho estuvieron completamente descarnados, volvieron los buenos espíritus y colocaron de nuevo los huesos en su lugar, teniendo cuidado de no perder ninguno, pues si ello ocurría el nuevo chaman se quedaría sin esa parte de su cuerpo. Una vez que el esqueleto estuvo completo, lo cubrieron de una nueva carne y le presentaron a la tribu como el nuevo chamán. Se guardo un registro de todos lo espíritus malos que habían roído sus huesos, ya que ahora podría curar todas las enfermedades causadas por esos espíritus malos, aunque sería incapaz de curar la enfermedad causada por otro espíritu que no hubiera roído sus huesos.”
El nuevo chaman hubo de pagar un precio por la adquisición del poder de sanar, aunque este no era completo. La herida del Rey Pescador tiene un significado equivalente. Nos prepara para adquirir un nuevo poder: la conciencia. Por ello, aquello que no hayamos experimentado (un espíritu maligno que no haya roido nuestros huesos) en nuestra preparación, constituirá una disminución de nuestro poder, de nuestra conciencia. Este ejemplo es también válido para todo aquel que tenga la pretensión de convertirse en “sanador”, o vidente, o artista, o profesor, o creador, o líder. Si nos detenemos a mitad del proceso, si no se vive la experiencia hasta el final del desmembramiento, el final puede resultar trágico.
Siguiendo la metáfora o el símbolo, podríamos decir que el Rey Pescador, el Espíritu, gobierna nuestro mundo interno. Pero si se encuentra disminuido, si se encuentra herido en su capacidad generadora y creativa, nuestro mundo interno se asemejará a un páramo y, en correspondencia, también lo será su mundo externo. Como señalan las “Elucidaciones”: la tierra no produce, el ganado no es fértil, las mujeres no tienen leche para amamantar a sus hijos y, en el hombre moderno, las ideas creadoras se vuelven infértiles o desaparecen. Se está aburrido o deprimido. La vida se nos vuelve efímera y frágil cuando los sentimientos desaparecen.
Jung comentó, analizando el origen de nuestra historia, que cuando la humanidad desterró a los dioses del Olimpo (una metáfora de nuestra realidad interior), cayó presa de la enfermedad. Cierto que nos hemos liberado de Zeus y toda su pandilla, pero los hemos sustituido por neuralgias y depresiones; ya no reverenciamos a Afrodita, la representante de los femenino, pero tenemos gastritis, y problemas estomacales. Lo que Jung señala es que cuando algo que antes estaba en la conciencia es “destronado” y arrojado a la profundidad del insconsciente, se convierte en un síntoma. Por ello, la cura de cualquier problema psicológico es volver a traerlo hacia la conciencia. Y para “observar” lo que sucede en nuestro interior, allí donde reinan los Arquetipos (una palabra moderna que sustituyó a los antiguos dioses), uno debe estar preparado.
El nuevo poder -la conciencia- simbolizado por el salmón, si no se está preparado para poseerlo, nos quema y nos hiere, esa nueva conciencia vuelve a refugiarse en el inconsciente, y aquella energía-conciencia que por un momento experimentamos, la padecemos como sufrimiento.
Claro que los mitos nunca nos dejan abandonados a nuestra surte. La grandeza del mito es que siempre encuentra una salida para ofrecernos una cura. En éste aspecto el Mito del Grial constituye una de las más grandes e impresionantes visiones que podamos encontrar. ¿Quién lo puso ahí? Nadie lo sabe, pero apareció en el momento oportuno, acompañando a un nuevo “saber”. ¿Fue la “mente” de la que hemos venido hablando?

Procesión del Grial. Ilustración Arthur Rackham (1917)
 El mito dice que el Rey Pescador, después de ser herido, se refugió en su castillo convirtiéndose en el Guardian del Grial. Nos cuenta que todas las noches, en el gran salón real, se celebra una procesión extraña en la que una doncella lleva una “bandeja” de plata; otra, porta una "lanza", y una tercera lleva una "copa" (el Grial) que proyecta una luz que nace de su interior. Cuando las doncellas llegan ante el rey Pescador y los miembros de su corte, éstas les ofrecen el Grial para que beban de él y, al hacerlo, sus deseos se ven cumplidos, aunque no hayan sido formulados. El único que no puede beber del Grial es el Rey Pescador que, echado en su lecho, sigue lamentándose y sufriendo por causa de su herida.
La solución que da el mito para que la herida sea curada es que un “necio” héroe solar, no contaminado por la “cultura”, como Perzival o Parsifal, formule una pregunta.
Pero nuestro sufrimiento es tan profundo, que incluso hemos olvidado como se originó. El mito dice que una sola cosa alivia el sufrimiento del Rey Pescador: cuando pesca en el foso que rodea el castillo. ¿Nos está queriendo decir el mito que nuestro dolor existencial se hace más soportable cuando “pescamos” en nuestro inconsciente? Tengamos en cuenta que nuestra creatividad, nuestra poesía, nuestro arte, nuestra búsqueda por conocer y saber, hunde sus raíces en nuestro inconsciente. Todo ello mitiga nuestro dolor mientras llega el “necio solar” que con su pregunta, nos traiga la sanación. 
Si nos hubiéramos hecho esa pregunta, el encantamiento habría cesado. Si un héroe auténtico e histórico hubiera preguntado que era lo que afligía a los pueblos de Europa en los siglos XII y XIII, tal vez se hubieran evitado los horrores de la cruzada contra los Cátaros, la Inquisición y la represión del poder femenino. Pero todas las preguntas eran censuradas con implacable celo por el dominio masculino, cuyos símbolos eran los Caballeros del Norte, los Caballeros Teutónicos y la Iglesia de Roma. Y durante 800 años, Europa quedó reducida a un Páramo de pesadilla. La misma pesadilla que contemplamos cuando miramos a nuestro alrededor: guerra, fanatismo religioso, disensiones étnicas, materialismo vacío, tecnología que ha escapado a nuestro control, profunda corriente subterránea de violencia dispuesta a estallar en cualquier momento, hambre... Impera una sensación de desesperanza ante un futuro para el que no hay salida. Todos los parches y tiritas ecológicas que queramos colocar, no cambiaran nada y menos nuestra actitud de controlar la Naturaleza. Las Voces de las doncellas de los Pozos no pueden hacerse oír por encima del rugido de las sierras mecánicas que cercenan los pulmones del planeta, ni del zumbido de los ordenadores que imprimen las cifras de venta de las multinacionales. Las voces de colaboración con la Naturaleza son aún demasiado bajas.
Entonces, ¿qué se puede hacer? ¿La Leyenda del Grial encierra algún mensaje que nos indique como actuar?
Estamos atrapados dentro de una estructura autorreproductora que nos impide ver la realidad de nuestra crítica situación y nos incapacita para tomar medidas para salir de ella. En el siglo XIII, como hoy, el elemento masculino estaba firmemente aferrado a las poltronas directivas de la cúpulas políticas, económicas, académicas o religiosas. Para mantener este sistema, el hombre de occidente ha tenido que dividir más que integrar. El filo de su espada desintegradora se alarga para llegar a todas las actividades de la vida, desde la fisión del átomo, hasta la separación del macho y la hembra o de los hemisferios cerebrales. Parzival elige la espada cortante de la lid caballeresca y agresiva.
Pero la peor división se encuentra en el propio hombre; porque, tan entusiasta era su deseo desmembrador que ha cortado su conexión con la Naturaleza, mientras es inconciente que aún sigue formando parte de ella. Así, se ha vuelto esquizofrénico y se ha identificado con la parte más insignificante de sí mismo, quedando oculta la parte más importante.
Pese a haber sufrido bajo este sistema un sin fin de calamidades, las mujeres han evitado, en gran medida, los peores aspectos de la escisión, porque su cuerpo mantiene vínculos más estrechos con los ciclos naturales de la vida que el cuerpo de los hombres. Las Portadoras del Grial han servido al Rey Herido y han esperado pacientemente a que un héroe solar liberase a éste de una herida que él mismo se había producido.
Este alejamiento de la Naturaleza no sólo ha separado a los hombres del principio femenino que existe dentro de ellos mismos, sino que también les ha impedido acceder al fondo de su respectiva naturaleza interior y de su vida espiritual.
De todos los siglos conocidos, el S. XII fue el que sufrió el Páramo con más rigor, el nuestro solo es una prolongación de aquel. Y, sin embargo, cada uno de nosotros es portador de un mortífero virus autorreproductor: el Virus del Páramo, en forma de programación y condicionamiento. Las Leyendas del Grial nos dicen como hemos de vencer a ese virus y sanar. Se requiere de un acto heroico: renunciar a nuestra forma de vida actual a cambio de algo más importante que nosotros mismos para volver nuestra mirada hacia el Espíritu: ¿A quién sirve el Grial? ¡Al Espíritu!. A todos.
La salida de perzival. Manuscrito de Montpellier.
Por ello, ese acto no es por una patria, un credo, un hermano, un hijo…, Es el acto de permitir que la mayor parte de lo que se ha desgajado dentro de nosotros, colme el vacío que se produjo cuando el falso yo predominó. Perzival se mantuvo fiel a su amor, leal a su búsqueda de algo más importante que su propio ser; alcanzó la humildad y se hizo merecedor de lo que buscaba. Confió en lo espontáneo y evitó asumir las ideas de otras personas acerca de lo Sobrenatural. Se las arregló para dejar de dividir la vida en blanco y negro y admitió la existencia como un tejido inconsútil cuando él y su hermana Dindrane, la Portadora del Grial, pasan a ser una sola persona. Perzival acepta el conjunto de la Naturaleza como un todo unido, incluido él mismo, como un ente espiritual y, al mismo tiempo, como un hombre muy normal, felizmente casado y con familia. El combate con el Caballero Negro fue su última batalla, una batalla que le permitió fluir en el flujo natural de la Naturaleza y del Grial.
¿Qué os aflige tío?
Lo que nos sucede a todos. Que no podemos aceptarnos como somos, seres completamente naturales, de la misma manera que es natural toda la existencia.

NOTA ACLARATORIA

 Cuando allá por 1991 impartí esta charla en una librería de la Laguna (Tenerife), cite en ella un libro de Ernest Scott, “El Pueblo del Secreto” (Editorial Sirio, 1990). La razón de aquella cita era que había estado hablando sobre la existencia de una Intención y una Voluntad oculta a la que, en aquella charla, llamé la “Mente”. En otro contexto podríamos haber hablado del "Círculo de la Humanidad Conciente". Ahora (Junio de 2.013), revisando la charla para incluirla en este Blogg, percibo que, aunque debí explicar en aquella ocasión a que me estaba refiriendo con aquella expresión, tal explicación no se encuentra manifiesta en el guión que redacté de la charla. Por ello, he pensado que sería necesario incluir en el blogg esta nota adicional o aclaratoria que explique dicha expresión. Para ello, me basaré en lo que el propio Ernest Scott explica en el capítulo I de su libro que titula “La Tradición Oculta. He aquí sus palabras:
“Un cometa cruza el cielo y hace estremecer la tierra, y los hombres se encienden  con la energía de su paso.
Asteroides colisionan y esparcen su sustancia a través del firmamento. En la tierra, un continente se hunde, una isla emerge del océano. Un desierto se convierte en nuevo mar, tierra fértil se vulve desierto.
Naciones, razas enteras, surgen, declinan y desaparecen: dejando solo leyendas para marcar su existencia y su paso. ¿Acaso es todo accidente?, ¿acaso carece de significado alguno todo el empuje y colisión de fuerzas ciegas?
¿O quizás todo tiene un propósito intencional, con su razón y significado dentro de un momento presente, inmensamente mayor de lo que podamos imaginar?
Hasta hace poco tiempo había pocas dudas en la mente de los hombres acerca de la respuesta. Las cosas ocurrían intencionalmente. La intención podía ser benigna a nivel humano, o podía ser hostil, pero a cierto nivel, en alguna escala, tenía significado.
Incluso si la intención era implacable, la existencia de ésta nunca era dudada. “La serpiente se ha tragado al sol” y “El Señor otorga, el Señor arrebata”, son observaciones separadas por milenios, pero representan la misma aceptación incondicional de que Alguien o Algo ejercía Voluntad y por consiguiente, Propósito y, como árbitro superior, lo gobernaba todo.
Así fue durante incontables generaciones de hombres.
Entonces, en el espacio de unos breves siglos, una nueva imagen nos fue impuesta, y la suposición básica que había sustentado al hombre -consciente o inconscientemente- durante quizás 20.000 años fue desechada.”
A lo que Escott se refiere es a que aquella vieja idea que había permanecido en la mente del hombre casi desde su aparición en este planeta, sobre que una Voluntad guiaba o determinaba su destino, influyendo en su vivir, idea que había estado presente durante miles o cientos de miles de años, fue sustituida por otra idea opuesta en la que tal Voluntad y Propósito ya no eran necesarios para explicar que pintábamos nosotros los hombres en este planeta.
¿Quién cambió esa ancestral idea y por cual otra idea?
Eso es algo que si creemos saber con una cierta seguridad, al menos desde una visión muy externa. Sus raíces pueden remontarse dos mil años atrás, a la época de esos grandes naturalistas que fueron los filósofos griegos, aunque, como tal idea, solo empezó a cristalizar hace unos quinientos o cuatrocientos años. Todo comenzó cuando a la Ciencia se le ocurrió investigar los “fenómenos naturales” desde un punto de vista diferente, lo que la llevó a descubrir que podía aislar las “energías” que producían los fenómenos. También descubrió que, invocando estas “energías”, podía repetir el fenómeno e incluso podía predecir el resultado. Así que con esta nueva idea, ¿para que necesitábamos una Voluntad que explicara el propósito del Universo? Esta liberación de un propósito “supersticioso” elaborado por nuestros ignorantes antepasados fue acompañada por la “hipótesis”, postulada en el siglo XIV por un fraile franciscano llamado Guillermo de Occam (1280/88-1349) que, sabiendo o sin saber lo que hacía, eliminó a Dios de la Ecuación al instar que no había que introducir arbitrariamente elementos innecesarios para explicar lo que tiene que se explicado.
Así que se llegó a la conclusión de que todo lo que había era solamente “mecanicidad”, y aunque con el tiempo se comenzó a vislumbrar que en los límites de esa “mecanicidad” se filtraba algo parecido a la “libre voluntad”, ignoró, y aún lo hace, este hecho. Me refiero a los descubrimientos de la Física Cuántica. Dos y dos ya no eran cuatro. ¿Cómo solucionar esta nueva intromisión de aquella ancestral idea disfrazada ahora con un nuevo rostro?
En 1925, algunos de los mejores matemáticos de aquella época examinaron el problema que las investigaciones de Bohr, Planck, Einstein y de Broglie habían destapado. Su conclusión fue que todas las “anomalías” observadas podía ser adaptadas y manipuladas si solo se usaban ecuaciones para referirse a ellas. La Ciencia no debía, o no tenía por qué formarse, ninguna “imagen” de lo que ocurría con los “quántum” de energía. Aún así, otra cosa se puso en evidencia: la masa, el espacio y el tiempo, las coordenadas básica del universo mecánico, ya no servían para explicar lo que estaba apareciendo. Era intolerable que esas principios básicos que sustentaban la Ciencia y que excluían la incertidumbre, hubieran abierto una ventana, precisamente, a esa incertidumbre. En 1927 Heisemberg formuló su Principio de Indeterminación.


Formulado sencilla y comprensiblemente, viene a decir: es imposible conocer simultáneamente la posición y la velocidad de un electrón, y por tanto es imposible determinar su trayectoria. Cuanto mayor sea la exactitud con que se conozca la posición, mayor será el error en la velocidad, y viceversa. Solamente es posible determinar la probabilidad de que el electrón se encuentre en una región determinada. La explicación que la Ciencia pretendía darnos del Universo comenzaba a desmoronarse. Un viejo fantasma había aparecido en su brillante máquina.
La psicología también se vio afectada. El comportamiento humano, algo puramente mecánico producido por el funcionamiento químico del motor de la máquina, podía no ser la única explicación. El inconsciente hizo su aparición, simultáneamente, con los nuevos descubrimientos de la Física, y también estaba lleno de fantasmas. ¿Qué había fallado? No se si muchos son concientes de ello, incluyendo aquí también a muchos presuntos científicos y a sus fervientes seguidores, pero el problema es algo simple de ver: la Ciencia, de forma artificial, había limitado y puesto vallas a su campo de investigación, diciéndonos que lo que investigaba era “todo el universo” cuando solo investigaba una pequeña porción de él, la porción más externa, material y mecánica.
Un poco antes que Occam estableciera su mecanismo de simplicidad, en el Siglo XIII, un místico sufi, Jalaludin Rumi, había formulado una teoría más integral de la evolución del hombre:
Originalmente eras barro. De mineral te convertiste en vegetal. De vegetal te convertiste en animal, y de animal en hombre. Durante estos periodos el hombre no supo donde iba, pero estaba siendo conducido en un largo viaje, y aún tiene que ir a través de mil mundos diferentes.” (La negrita es mía).
A caballo entre dos siglos, Charles Fort (1874-1931), investigador norteamericano conocido por dedicarse a investigar aquellos hechos a los que ha Ciencia no podía dar una solución, su obra más conocida es “El Libro de los Condenados”, formuló una especie de teorema que establecía que si uno encuentra información que se halla más allá de un área ya definida y que contiene la única información posible, fallará en verla o la descartará según los términos de sus propias creencia o suposiciones anteriores. Así que la Ciencia no pudo, no supo o no quiso “ver” esa otra información que nunca había dejado de estar presente. Y es que, como decía Foucault en su libro “Las palabras y las Cosas”, a partir del siglo XIX, “el Loco tiene la palabra”. Y de lo que el “loco” hablaba era algo que ya se encontraba en una muy antigua enseñanza, y viva aún en gran parte del mundo, sobre todo en Oriente, y que contenía un método para reconciliar los “opuestos” aparentemente irreconciliables para la Ciencia Occidental. Esos opuestos, para la Ciencia Occidental, eran la “causalidad” y la “libre voluntad”. Y aunque la idea de que la “causalidad” podría ser el “campo operativo” para la “Voluntad”, actuando desde otro nivel escalar, ya existía en Occidente, había sido devaluada y tachada de “ocultista” y se la había ignorado.
Allí toma forma de leyenda el que los asuntos de la humanidad, el flujo y reflujo de la historia, están sujetos a una dirección intencional proveniente de un nivel superior de comprensión; siendo manejado el proceso por una jerarquía de inteligencias -el nivel más bajo de las cuales establece contacto físico con la Humanidad.” (o.c.)
Es lo que yo he llamado, en algunas charlas, el “Círculo de la Humanidad Conciente”.
En el periódico “London Evening News del 10 de Febrero de 1969 (la publicación abarcó desde 1855 a 1980) apareció un artículo con el siguiente titular: “¿Existen esos superhombres?”
Durante muchos siglos ha habido una extraña leyenda en Oriente. Sugiere que en algún centro oculto, quizás en las tierras altas del Asia central, existe una colonia de gentes que poseen poderes excepcionales. Este centro actúa, al menos en algunos aspectos, como el gobierno secreto del mundo.
Algunos aspectos de esta leyenda llegaron a Occidente durante las Cruzadas; la idea fue renovada por el pensamiento Rosacruz en 1614; fue reintroducida con algunas variantes en el siglo pasado [se refiere al siglo XIX] por Mme. Blavatsky y el diplomático francés Jacalliot; fue sugerida de nuevo por el autor inglés Talbot Mundi, y más recientemente por el viajero mongol Ossendowski en 1918.
En el misterioso Shangri-lá de esta leyenda, ciertos hombres evolucionados más allá de la situación humana ordinaria, actúan como regentes de poderes más allá del planeta.
A través de las jerarquías inferiores -que se mezclan insospechadamente en los asuntos ordinarios de la vida, tanto en Oriente como en Occidente- actúan en momentos críticos de la historia, ingeniando los resultados necesarios pata mantener la evolución entera de la Tierra en línea con los acontecimientos en el sistema solar.
Si en Occidente esto puede parecer una historia muy pretenciosa, sin embargo, es una historia que ha ocupado a los pensadores que estaban detrás del escenario europeo durante siglos. En 1614, por ejemplo, cuando un misterioso documento llamado La Fama [Se refiere a la “La Fama Fraternitatis”, el manifiesto que se considera como la exteriorización del movimiento Rosacruz en el siglo XVII, después de haber permanecido oculta y el la clandestinidad durante siglos (el corchete es mío)] apareció en Europa, algunos de los mejores intelectos de la época dedicaron una generación a rastrear pistas en relación con su origen…
¿Una broma? Quizás. Pero en 1961 apareció un artículo en una pequeña revista (“Blackwoods Magazine”, Diciembre 1961, 290,p.481-595), que para el lector ordinario parecía un simple relato de viajes. Pero para otros que sabían -o creían saber- como son dispuestas tales cosas, produjo el mismo efecto que La Fama había producido en sus antepasados hacía 350 años…
La tradición de la cual todo esto parece ser una parte ha sido relacionada con fenómenos tan diversos como la restauración de la cultura después de Gengis Khan, la poesía árabe, los Trovadores, el comodín de nuestros naipes, los Francmasones, los Templarios, el Renacimiento, la cultura sarracena en España, y la Orden Franciscana de la Iglesia Católica.
También se ha observado que alguna de las más modernas ideas en la psicología freudiana y jungiana fueron descritas por miembros de esta misma tradición desde el siglo IX, cuando no había un vocabulario occidental capaz de transmitir las ideas.
En vista del alcance de las pretensiones que están implícitas en alguna de las publicaciones que aparecen ahora en Occidente es notable que los eruditos ortodoxos aparentemente aún no han respondido con el interés que este material parecería justificar.”
Fragmento del articulo citado por Ernest Scott. (o. c. pág. 38-40)
Scott señala que todo el material que había conseguido reunir sobre este asunto parecía converger en tres puntos:
1º) Hacia el primer cuarto del siglo XX, cuando la Ciencia Occidental parecía haber alcanzado una etapa crítica y, coincidiendo con ella, comenzó a aparecer un material que, procedente de Oriente, parecía tener las claves para resolver el problema al que se enfrentaba la Ciencia.
2º) Todo parecía indicar que dicho material procedía de “una fuente superior y cualitativamente diferente del intelecto ordinario”.
3º) Intervenciones similares se habían producido en momentos y lugares críticos de la historia humana a lo largo de todas las culturas y épocas.
Scott tiene razones para creer que “entre 1920 y 1949, una influencia del tipo sugerido en el punto 2º opero en Francia, Inglaterra y América”. Esta Fuente ha sido conocida como “Tradicción”. La “intención” pareciera haber sido la de “revelar públicamente” como funcionaba el propio mecanismo de esa “Tradición”.
Entre los personajes que estuvieron en contacto con ella, se encuentra el matemático y filósofo inglés J. G. Bennett.  Había conectado con la “Tradición” después del Armisticio de 1918 y según Scott se mantuvo en contacto con ella hasta que ésta volvió a desaparecer hacia Enero de 1949, fecha en que murió Gurdjieff. Entre sus obras más importantes, destaca  “El Universo Dramático”, que estuvo escribiendo durante 40 años y cuyo último volumen apareció en 1968. “La Ciencia -dice Scott- se encontraba verdaderamente en una encrucijada, y si tomaba el camino erróneo, o continuaba el curso que estaba siguiendo, inevitablemente se hundiría en una tecnología prolífica pero estéril”.
 Según Scott, Bennett explica que la vida de un hombre tiene su origen en una célula fertilizada y que su vida más temprana no funciona en el mismos “tiempo” que el nuestro, sino en el “tiempo” celular, por lo que su proceso es una 1.000 veces más rápido que nuestro tiempo del cronómetro. Nosotros medimos las experiencias en el tiempo de nuestros relojes que se corresponden con el tiempo de rotación de la Tierra. En la célula, ese “tiempo” se contrae. Nuestra escala de medir el tiempo es aritmética. Todos, sobre todo cuando llegamos a la última etapa de nuestra vida, somos conscientes de que cuando éramos niños, 24 horas se nos hacían interminables y nos parecía que el tiempo, las semanas, los meses y los años pasaban muy lentamente. En cambio, ahora, todo transcurre muy deprisa, el “tiempo vuela”, decimos cuando envejecemos. Conforme envejecemos el tiempo se acelera. Se nos dice que la explicación de esto es “subjetiva”, lo que quiere decir que la Ciencia no tiene ninguna explicación para ello y, por lo tanto, este hecho no se considera. Bennett señala que el tiempo humano debería medirse con una escala logarítmica.
 Si el periodo de gestación humano es de 10 mese lunares; si el tiempo de su infancia es de 100 meses lunares, y la duración de su vida, por término medio es de 1000 meses lunares (en 1970); si marcamos estos puntos 10:100:1000 en un círculo, podemos tener la representación de una vida completa en un tiempo circular; y también tendremos “señales” que muestran una periodicidad de ciertos acontecimientos que ocurren en esos intervalos. Con ello veríamos que, como otras, nosotros también somos una “cosmogonía”, como las que nos cuentan los orígenes y desarrollos de las antiguas culturas, que se mueven en un tiempo cíclico. (Sobre este tiempo cíclico tengo pensado escribir un trabajo para este Blogg más adelante). Lo que esto nos muestra es una imagen “orgánica” de la Historia en general y de la de cada uno en particular. La propuesta de Bennett es que aceptemos que la Historia, individual y colectiva, obedece las mismas leyes que la vida celular. Ello posibilitaría una interminable serie de analogías: al igual que las células realizan funciones diferentes en nuestros cuerpos, así la célula-individuo realiza diferentes funciones en el cuerpo de una cultura; ésta, en el cuerpo de una civilización  y ésta, en el cuerpo de ha Humanidad considerada como un todo. Al igual que un hombre equilibrado en sus funciones es “guiado” por un intelecto y un sentimiento desarrollados, una cultura que se encuentre equilibrada en sus funciones, será guiada por una grupo de inteligencias desarrolladas y será una cultura que “avanzará siguiendo un propósito”. Esta idea la podemos encontrar ya en el “Tao Te Kin” de Lao Tzé. También era la idea principal de "La República" de Platón, aunque su origen es mucho más antiguo. Más recientemente, esta analogía entre el “cuerpo” de un hombre y el “cuerpo” de una cultura fue vislumbrada por el patólogo Virchow, en el primer tercio del siglo XIX. El problema es que esta analogía es considerada por los científicos como demasiado “imaginativa”.
Aún así, pueden existir razones para darle algún crédito:
Supongamos -dice Scout- que un hombre conciente origina una nueva cultura. Supongamos que dentro de la vida hay siempre algunos hombres, insospechados y ocultos, que son capaces de procesar energía conciente y están por lo tanto en contacto con el patrón de energía conciencia más allá de la vida. Tales hombres concientes serían para la vida humana lo que las células de esperma son para el tejido celular en un cuerpo humano.
Un hombre conciente inseminaría una nueva cultura como una célula de esperma fertiliza un nuevo individuo. (…) Si una cultura civilizada tiene tal estructura debería ser posible representar cualquiera de sus aspectos desde un equivalente celular. Su escala temporal, por ejemplo, sería una extensión de la escala logarítmica que parece aplicarse a la vida humana.
Rodney Collin sugirió que los términos logarítmicos de la vida humana, 10:1000:1000, deberían ser extrapolados a la serie 100:1000:10000 (meses lunares), lo cual es aproximadamente 8, 80 y 800 años.
Si la analogía funciona, ocho años será el período de gestación de una cultura, ochenta el periodo de su autoexpresión física, y 800 años el total de su vida. Al final de los 800 años morirá.
Algunos hombres mueren antes de los 70 u 80 años. Algunos viven más de cien; pero los intervalos dados por la serie 10:100:1.000 meses lunares representan el promedio humano, y los periodos 8, 80 y 800 años representaran el promedio para las culturas.
Durante los ocho años que una cultura está en su en el seno, el Hombre Conciente que la ha concebido reúne alrededor suyo un cuerpo de materiales, un círculo interior de discípulos. Se elabora una Enseñanza. La Enseñanza es la personalidad de la cultura futura, puede tomar la forma de una expresión artística, o un nuevo principio científico. (…) Se elabora un símbolo que será la rúbrica de la cultura hasta que muera. El carácter de una cultura, como el carácter de un hombre se forma en el seno materno, y la totalidad de su vida será una expresión de ese carácter y no otro.
Ochenta años es el periodo de la expresión física de una cultura en el mundo exterior, ejemplificado en la deslumbrante expansión de inventos y creaciones que es tan visible –y tan inexplicable- al comienzo de cada periodo cultural. [Señala que pueden existir varios procesos funcionando simultáneamente] … en el siglo VI (a.C.), que fue el siglo de Pitágoras y el siglo en que nació Europa, fue también el siglo de Buda en la India y de Confucio en China.”
                                   E. Scott. (o. c. p. 47-48).
No es este el momento de hablar sobre la naturaleza cíclica de la cultura, ya lo hicieron Toynbee y John Napier (inventor de los logaritmos), así como otros muchos. Se podría ampliar mucho más esta analogía entre la célula y la cultura, incluso podría elaborarse un método para redescubrir el pasado, sobre todo si éste ha dejado huellas que los especialistas consideran “débiles” para sugerir un bosquejo. Por ejemplo: la cultura ocupa un lugar en el cuerpo de la Humanidad, y lo hace en la misma secuencia que comienzan a emerger nuestras glándulas. Estas funciones se desarrollarían también a escala logarítmica. La secuencia sería entonces: páncreas, tiroides, paratiroides, suprarrenal, pituitaria posterior y pituitaria anterior.
¿Existe realmente algún indicio de esto? Parece ser que si. Para Rodney Collin los vestigios del Hombre del Auriñaciense son pesados, linfáticos y lunares. El Hombre del Magdaleniense es rápido, resuelto, mercurial-tiroide. El vasto trabajo de piedra en Egipto, Sumeria y la Antigua India (Harappa y Mohenjo Daro) sugiere la equilibrada y sólida naturaleza paratiroides o venusina. Los periodos grecorromano y persa son edades de hierro, apasionadas, adrenales (regidas por Marte). La cultura de la Europa Antigua, Medieval y Renacimiento, hasta el presente cercano, corresponde a la función pituitaria posterior. Enmarcadas en escalas logarítmicas de tiempo, produce la sensación que las seis funciones desarrolladas hasta el momento en el “cuerpo” de la Humanidad, ocupan períodos que siguen esta secuencia: 32.000 : 16.000 : 8.000 : 4.000 : 2.000 : y 1.000 años respectivamente. Esto coincide con muchos vestigios que señalan que la “fuente” que engendró a Europa no fue Grecia, sino Egipto. Sobre todo si tenemos en cuenta que los más importantes pensadores griegos, incluidos Pitágoras, Solón y Platón adquirieron su “saber” en las Escuelas Iniciáticas de los templos egipcios.
En cambio, Grecia si hizo de matriz para la gestación del organismo europeo, dando a luz a la cristiandad primitiva, que alcanzó su madurez con el Edicto de Constantino, aunque ocho siglos después de su concepción, su más alta expresión temporal, el Papado, se convirtiera en objeto de regateo y compraventa en el mercado romano. Pero, mucho antes de que muriera la forma externa de esta cristiandad primitiva, una nueva semilla fue plantada. Fue en el año 529. Benito funda Montecasino (ya se ha hablado en esta charla sobre ello). Si aplicamos aquí ha Ley de la Octava ya vista en los artículos de “Crisálida”, en la Octava hay dos semitonos, por lo que no habrá una sucesión lineal en el desarrollo de las civilizaciones a no ser que “algo externo”, un impulso, permita el paso de la energía que proyecte a esa cultura a través de ese estrechamiento. Una de esos estrechamientos se sitúa, precisamente, entre los que hemos llamado “Cristiandad Primitiva” y la “Cristiandad Monástica”, siendo el “paso estrecho” del que hablan los mitos, por ejemplo, el del Grial, esa Edad Oscura que es la Baja Edad Media.
Dado que el hombre posee cuatro “Centros” (Intintivo-Motor, Sexual, Emocional y Mental) ello explicaría que las culturas desarrollaran, como lo hace individualmente cada ser humano, uno de esos centros funcionará de forma preponderante, y dejara sin desarrollar o a medio desarrollar los demás Centros. Habrá así culturas más mentales, otras mas creativas, o más proyectadas a la acción. Supongamos que el desarrollo de esos Centros pudo haber alcanzado un equilibrio en alguna presunta cultura de la que solo los mitos nos aportan alguna noticia, una civilización que desapareció con el “Diluvio” pero, sobre todo, durante la última glaciación. ¿Quién conservó la “semilla” hasta que el tiempo volviera a ser el adecuado para plantarla?
Benito hizo de custodio de las frutos del pasado. El recolectó todo el “saber” que pudo y lo encapsuló en un nuevo huevo llamado Abadía de Montecasino a la espera que esa Edad Oscura que fue la Baja Edad Media pasara y el tiempo fuera de nuevo el adecuado para que el huevo-semilla fuera fertilizado. Durante 500 años se alimentó esa semilla y se preservó. Cuando la nueva cultura nació, la llamaron Cristiandad Medieval, y nació en el Siglo XI, su diseño era nuevo y su destino diferente, pues aunque seguía diseñada para una expresión religiosa, dependería para su realización de sujetos que no fueran clérigos, sino artesanos, maestros de obras, talladores de la piedra, escultores… Será la cultura que sembraría una nueva idea llamada Grial, fue la cultura del Temple, de la Catedral Gótica, de la aparición de las primeras universidades y, su mensaje, destinado a unas gentes predominantemente analfabetas, no estará escrito en libros, sino en la piedra de las columnas, de los capiteles de los pórticos…, y en los vitrales. La piedra y el vitral  volvieron a cobrar vida y fueron usadas para abrir las mentes de los hombres. Fueron muchas las escuelas, además de Cluny y Chartres, que se ocuparon de este trabajo: Reims para la música, Monte Saint Michel para la astronomía...
Una misión conjunta de Cluny y Chartres se dirige a la España Califal donde es recibida “fraternalmente”. A su regreso llevan un preciado tesoro: conocimientos de álgebra, el Corán, técnicas alquímicas, astronomía... Se abren los antiguos caminos, los lugares de los ancestrales peregrinajes, donde el Grial, o Nuestra Señora como la llamaba San Bernardo, simbolizaban un regreso de lo “femenino”. Se abrieron vías comerciales, la nueva cultura viajaba con los mercaderes. Pero este brote fue abortado de pronto. El Papa y el rey de Francia pasaron por ella a sangre y fuego. La oscuridad volvió a caer sobre Europa, hasta que una nueva semilla, o la misma, cuyos rescoldos resurgidos de sus cenizas, alumbraron a finales del Siglo XV un nuevo foco cultural, el Humanismo y el Renacimiento, con el Hombre de Leonardo como símbolo.


Esta vez el vientre que gestó la nueva cultura no fue ni la celda de un monje ni la escuela de un templo, sino un centro intelectual, rememorando aquella Academia de Platón. Todo giró en torno a Cósimo de Médicis, quien fundo la primera biblioteca pública de Europa. Como siempre, se inició la búsqueda de viejos libros, aparentemente perdidos, pero siempre custodiados por alguien y, una vez más, lo mejor del pasado se reunió en Florencia. Allí vemos a Donatello, a Giberti, a Pico de la Mirandola, a Maxilio Ficino, a Brunelechi, y, como no, a Leonardo, a Miguel Ángel a Rafael… Platón, Pitágoras, Teles de Mileto, que encierran el saber de Egipto, vuelven a ser reencontrados en un nuevo giro de la espiral. Y olas de saber, de arte y de ciencia, comienzan a fluir desde ese centro: la imprenta, el Escorial, Salamanca, Queens, Cambrdge, Oxford, Colón, México y Perú... El mundo se hacía pequeño, se contrae a la vez que se acelera, pero también se hace más universal a medida que entrega sus misterios. Este fuego alimentó un cuerpo cultural que sobrevivió hasta la Revolución Francesa, cuando el Hombre de Leonardo se convirtió en “ciudadano” y, éstos, arrasaron la Abadía de Chuny, donde la anterior semilla había brotado, cerrando así el ciclo. Cuando en 1994 estuve allí, aunque reconstruida, los estragos causados aún eran visibles y, sobre todo, ya no había abades, ya no había monjes.
Aunque lo que llamamos el Mundo Moderno nació en Florencia allá por 1450, su marca, que abarcada todos los Centros del Cuerpo de la Humanidad, fue la imprenta (la difusión del saber a través de un vehículo llamado Libro), el Arte (creatividad), la educación (para formar “espíritus sanos”) y la movilidad. La célula del Renacimiento aún vive en nosotros, a veces parece apagarse, otras la vemos renacer. Pero sigue ahí, entre rescoldos, a pesar de la Ciencia que ella alumbró. Los hombres que fertilizaron esta célula si buscaban e investigaban el “otro lado” de la realidad. La nuestra, que nació con la Revolución Francesa, es una Cultura Sintética y lleva en su cuerpo una nueva marca llamada tecnología, electrónica y ciberespacio.
Desde los Templos Egipcios con sus “Casas de la Vida y de la Muerte”, pasando por Pitágoras, hasta el Pentágono y la Casa Blanca, 3.500 años, unas 120 generaciones de hombres, se han desarrollado 6 células en el “cuerpo” de nuestra historia occidental. Cada célula ha entrecruzado el tiempo de su sucesora con el de su antecesora y ha influenciado y ha sido influenciada por ellas. Dentro de cada célula, otras células más pequeñas refuerzan con su influencia las nota general, pero también se ven arrastradas por la rigidez que, inevitablemente, afecta a la célula mayor. De esta manera, la Historia no es otra cosa que olas entrelazadas de influencias, de energías, es decir, de información. Un organismo vivo que se mueve en alguna dirección llevando en su interior las señales, apenas distinguibles, de un Propósito y una Intención.
La Humanidad. Cristina Alejos Cañada.

Una cosa se hace evidente en la dinámica de este cuerpo orgánico llamado Humanidad. En los comienzos de las culturas llamadas históricas, la “Religión” parecio ser el elemento aglutinador, pero al contemplar la secuencia del proceso humano con mayor perspectiva, o mayor conciencia, una cosa queda clara: La religión no es el instrumento que organiza la evolución del hombre. En todo caso, solo un instrumento más entre todas las modalidades que han ido apareciendo a lo largo de nuestro tiempo histórico, un tiempo que dejó de ser cíclico en nuestras conciencias, cuando rompimos el ciclo y lo extendimos para crear una línea que venía de no se sabe donde y se encaminaba a no se sabe donde.
En cada etapa, el hombre ha tenido que abandonar lo que consideraba seguro y fiable; en cada etapa el hombre ha tenido que luchar con la “pesadez” de su inercia; en cada etapa ha tenido que superar un obstáculo “mental”, al igual que alguna vez tuvo que superar obstáculos biológicos. Cada triunfo supuso una mayor comprensión y, por ello, una mayor participación el el proceso de la construcción de un nuevo cuerpo, órgano a órgano, el Cuerpo de la Humanidad. Y, en este proceso, una “Mente”, un “Círculo Conciente”, ha ido posibilitando este desarrollo y lo ha hecho siguiendo una progresión logarítmica marcada por la escala musical.
Estamos a las puertas del nacimiento de una nueva célula. Será el postrer esfuerzo de esa célula en la que aún estamos inmersos y que ya cumplió su función, que llevó a cabo su trabajo, y cuya energía se consume y degrada al haberse metido en la exploración de un callejón sin salida. Pero tenemos la suficiente información para poder percibir lo que nos traerá la nueva célula si logramos que nazca, porque la crisis es ahora más grave que nunca lo fue. Esa célula traerá, como las anteriores, otra idea nueva (aunque en el fondo es una idea muy vieja, pues siempre estuvo ahí, pero carecíamos de conciencia para verla), es la idea de que somos los dueños del mecanismo de nuestra propia evolución. Y esa idea conlleva otra idea, también muy vieja: la presencia de Hombres Concientes entre una humanidad que aún no ha despertado y que son nuestros maestros. Auque, eso sí, unos extraños maestros, pues nos dejan toda la libertad para que seamos nosotros mismos, individualmente, los que haciendo uso de ella, nos encarguemos de nuestra propia evolución, dentro de una evolución mayor, la Evolución del Cosmos en cuyo cuerpo estamos integrados. Ellos, como maestros, cuidan que en cada momento del espacio y el tiempo, el hombre sea capaz de encontrar las semillas, las herramientas, las ideas que ellos “siembran”, para que cada hombre pueda evolucionar.
¿Quiénes son ellos?
Esta pregunta carece de sentido si lo que se pretende es una respuesta literal dada desde un mundo que consideramos exclusivamente material. Porqué, ¿Qué “ellos”? ¿Qué “Yo”? ¿Qué “mundo”? Cuando la realidad que se encuentra al otro lado de nuestra parte externa es una realidad multidimensional.
En el libro de Ernest Scott, hay todo un capítulo referente a una posible localización de ese centro del que emanaba el “conocimiento” y que parece haber estado, puede que aún siga allí a pesar de todo lo sucedido, en Afganistán. De hecho, las leyendas y mitos de los distintos pueblos hablan de ese centros, lo que no es difícil saber si se refieren a un mismo Centro con diversos nombres, o son varios Centro. Intuyo que es esto segundo, y que cada uno de ellos (Agartha, Shambhala, la Tierra del Preste Juan, Belovodia…) ha variado su ubicación en el espacio y en el tiempo, y no solo respecto a la dirección de nuestra humanidad, sino también de otras anteriores a la nuestra.
Aún así, intentaré dar una “visión” a través de lo que ha sido, a lo largo de muchos años, toda una experiencia para mí. Allá a finales de los setenta del siglo pasado, coincidiendo con mi entrada en una Escuela esotérica, comenzó para mi otra experiencia paralela en el tema de las mal llamada “canalizaciones”. Allí conocí a la “ella” de “el”,  y mi vida cambió. Ella, desde hacía bastante tiempo canalizaba mensajes de unos presuntos guías, y digo presuntos porque ese tema no estaba “claro” para mi racionalidad por aquel entonces. Estos guías se encargaron de nuestro trabajo interno, y nos proporcionaron información para llevarlo a cabo y también información general sobre en Universo (“macro”) considerado interna y externamente y cuya analogía en “micro” es el universo personal de cada ser humano. En una de aquella canalizaciones, uno de ellos, que constituía con nosotros una “triada”, nos explicó lo siguiente respecto a nosotros. Su explicación es una analogía del Rayo de Creación aunque “particularizado” en un “Ser Esencia”:
“Como ya se te dijo [en un sueño, y como en él había algo que no terminábamos de comprender, ella preguntó que significaba], el rayo que parte de la idea primigenia está formado por siete elementos. Dos pertenecen al arcano arquetípico, y son considerados como la esencia que se tiene que desarrollar en los mundos inferiores. Otros dos pertenecen al mundo mental, y efectúan su acción en las esferas más cercanas a la Tierra; sus propiedades se manifiestan a través del mundo físico, y ellos demandan de la materia la ejecución de todo lo que se va planificando allí donde ellos están. Luego está la pareja de la dualidad, de la polaridad, que ahora está encarnada en ti y en él, y su trabajo es el amor y la luz; llevar a cabo la difícil tarea de la realización de la obra, ya en el plano físico, a través de las pruebas de la vida manifestada. Por último, existe un ser solitario, que puede ser hombre o mujer según convenga, que es el que pone punto final a la manifestación del rayo, sublimando su vida a través del espíritu, y esto hace que la acción de los otros seis sea perfecta en sí misma y a través de él.
Solo tienen vida material tres, vosotros dos y el otro. El rayo nace del principio de la manifestación, desciende en círculos hacia abajo, formando esferas por donde va bajando de vibración para poder llegar al mundo físico sin perder su esencia original, pero con armonía en su manifestación última. Es sonido, es luz, es música, es color, es todo aquello que emana del poder Supremo a través de la Belleza y de la Fuerza. Su poder está oculto a vuestros ojos, pero por vosotros mismos es manifestado y alcanza su realización aquí en esta esfera.
Nadie interfiere en esta cadena, todo está determinado, desde el punto de origen a la manifestación acabada; por ello mismo, vuestro destino como polaridad ya está realizado y solo espera que el tiempo y la forma alcancen a la idea.
El tercer ser está ahora desarrollando su trabajo en un lugar desconocido que no debéis saber aún; es un hombre que se llama…, es árabe, y está unido a vosotros telepáticamente aunque no os deis cuenta de ello todavía, pues aún es temprano. Os queda mucho por hacer, la fuerza os demanda acción, por lo tanto vivir de acuerdo a éste principio porque todo se os va a ir dando en la medida que lo necesitéis. Nada os falta, todo lo lleváis dentro, sacarlo fuera ya porque así es ordenado.”
Más tarde supimos que este tercer ser, que era o es árabe, vivía en Afganistán. Allí donde se supone que existe o existió un Centro externo de ese Círculo de Humanidad Conciente que es interno.
 
Alfiar con el lama Norbu y un intérprete.

 Bastantes años después de esto, la canalización anterior tiene fecha del 13 de Enero de 1985, asistimos a un seminario que dio el Lama Chögyal Namkhai Norbu sobre el DZOGCHEN, del 21 al 23 de mayo del 2.010 en La Punta de Hidalgo (Tenerife). Aunque el Dzogchen ha sido integrado recientemente en las enseñanzas budistas tibetanas, no pertenecía al “corpus” original de estas enseñanzas. Tiene un origen más antiguo que según el lama Norbu provenía de un muy antiguo reino llamado Odiyana que estuvo situado entre Pakistán y Afganistán. Para nosotros, fue un dato más que confirmaba la existencia en dicha zona de un Centro oculto, difusor de Conocimiento y Cultura.
Antes de terminar esta nota quisiera explicar algo sobre esta información, o sobre cualquiera. Una vez que se ha comprendido psicológicamente lo que se ha venido llamando Ley de Dualidad basada en la idea de que cualquier realidad tiene dos polos, eso que llamamos “información” también los tiene y, estos polos son polos energéticos, uno es positivo (+) y el otro es negativo (-), sin ninguna valoración moral o de cualquier otra clase. Por ello, la información, cualquier información, no es “buena” ni “mala”, no es “verdad” o “mentira”, no es “mejor” o “peor”. Es, simplemente, información. Y su “utilidad” dependerá de cómo se la use, sobre todo, como se la use psicológicamente. Así que carece de importancia lo que cada cual pueda pensar o creer sobre ella si se la considera solamente desde el lado externo de nuestra realidad. Dado que la Energía es Información como pone de manifiesto la ecuación (E = M x V2), su valor dependerá, en todo caso, de la forma en que puede ser utilizada.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario