sábado, 20 de julio de 2013

Consideración Interna y Consideración Externa. Crisálida 016




LA CONSIDERACIÓN INTERNA Y EXTERNA.


Una de las acepciones de “Considerar” es juzgar.  Aquí tendremos en cuenta este significado para que piensen a que se refiere el título de este tema.
Entre la multitud de cosas que debemos observar en nosotros mismos a fin de poder trabajar sobre ellas, se encuentra ese estado psicológico llamado “consideración interna”. Se refiere a un proceso que nos roba una enorme cantidad de energía y, como todas las cosas que nos extraen nuestra energía inútilmente, nos mantiene dormidos.
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 La consideración interna es un aspecto de la identificación. La identificación, el acto de sentirnos identificados con personas y cosas, en todos sus diferentes aspectos, es uno de los objetivos más importantes del Trabajo sobre uno mismo. Cuando nos identificamos con todo, nos hacemos incapaces de recordarnos a nosotros mismos. Por ello, es preciso no identificarnos y, para conseguirlo, debemos aprender, ante todo, a no identificarnos con nosotros mismos.
Una de las formas más frecuentes de consideración interna es pensar sobre lo que los demás piensan de nosotros, cómo nos tratan y qué talantes nos ofrecen. Solemos sentir que no nos dan el valor que creemos merecer y, esto, nos atormenta y nos hace sospechar de los demás; ello provoca en nosotros una enorme pérdida de energía pues nos lleva a desarrollar una actitud desconfiada y hostil.
Una forma de identificación muy común, e íntimamente relacionada con lo anterior, es la que se llama “saldar cuentas”. Comenzamos a sentir que las gentes nos debe algo, que merecemos un mejor trato, que merecemos alguna forma de recompensa o gratificación, de reconocimiento, por lo que hacemos; así vamos anotando todo esto en un “libro de cuentas psicológico”, cuyas páginas dan vueltas y vueltas en nuestra mente. Igualmente nos compadecemos de nuestra suerte, hasta el punto que a la menor insinuación por parte de otros sobre nuestra suerte, sacamos a colación nuestros sufrimientos. Todas las “cuentas” de este género, todos los sentimientos que se refieren a lo que nos debe la gente y a que nosotros no debemos nada, tienen inmensas consecuencias psicológicas para nuestro desarrollo interior.
En el Trabajo, sólo podemos crecer mediante el “perdón de nuestras faltas”. Es decir, a no ser que cancelemos nuestras deudas internas, nada crecerá en nosotros. Lo dice una Oración: "Perdónanos nuestras deudas como nosotros perdonamos a nuestros deudores". El sentimiento de que nos deben algo, pone fin a toda evolución interior. Si no vencemos esta sensación de deuda, nada es posible. Jesús recomendaba que hemos de hacer las paces con nuestros enemigos dentro de nosotros, una paz interior.
 "Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, en tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que pagues el último cuadrante." (Mateo, V, 25, 26.)
Si, psicológicamente, exigimos “cada libra de carne” o cada "céntimo" de aquellos que creemos que nos debe algo; si le obligamos a que nos pida disculpas y se humillen para darnos cumplida satisfacción, entonces, estaremos bajo esa exigente Ley sobre la que Jesús advierte que es preciso escapar. Es como ponernos a nosotros mismos en la cárcel; es situarnos bajo leyes innecesarias; y no podremos salir de ellas mientras no paguemos todas nuestras propias deudas.

Existe una Ley de Misericordia, es decir, una influencia más alta que la ley literal de “ojo por ojo”, que es la ley del hombre violento. Si deseamos ponernos bajo las mejores influencias que provienen del Rayo de Creación, es preciso que nos comportemos de un modo diferente, que tomemos los eventos de un modo diferente. Para ello debemos situarnos bajo la influencia del Trabajo y obedecer sus indicaciones. En el Trabajo no se alientan ni las emociones negativas, ni la consideración interior, ni el hacer cuentas, ni los sentimientos de violencia, ni la envidia, etc. Mientras hagamos cuentas interiores, siempre sentiremos que alguien nos debe algo.
Reflexionemos sobre lo que esto significa; observemos lo que significa en nosotros mismos y, luego, intentemos hacer lo que dice el Trabajo sobre separarnos de todo esto. No crean que esto es algo fácil. Trabajo quiere decir trabajo, trabajo duro sobre uno mismo. Deberemos recordar que este Trabajo se encuentra destinado a los que verdaderamente quieren cambiar en si mismos, no está destinado a quienes quieren cambiar a los demás o quieren cambiar el mundo.
Existe una forma de “consideración interna” que solo se puede conocer observándose a uno mismo. Debemos ser capaces de percibir nuestro estado interior como algo distinto de nuestro cuerpo físico y de lo que está haciendo. Cuando seamos capaces de distinguir entre nuestra apariencia física y nuestros estados interiores, podremos comenzar a trabajar. Nos daremos cuenta que tenemos un cuerpo que obedece órdenes, y que también tenemos una psicología. El Trabajo se ocupa de lo que somos psicológicamente.
 La “consideración interna” es llamada en el Trabajo "Cantar nuestra Canción". Nuestro canto es un cantar psicológico. Se fundamenta en la consideración interior, en hacer cuentas interiormente; es decir, sentimos que nos deben algo y tenemos esa deuda bien grabada en nuestra memoria. De hecho, todos tenemos alguna canción que cantar. Si queremos conocer las cuentas interiores que hemos acumulado a lo largo de nuestra vida, lo primero que hemos de hacer es observar nuestra inconfundible "canción". Cuando en el Trabajo se dice que somos un buen cantante, se refiere a la canción que cantamos repetidamente. Muchas veces cantamos nuestra canción sin necesidad de que nos animen y, frecuentemente, después de algunas copas, cantamos abiertamente.
Nuestras canciones suelen tratar sobre lo mal que nos trataron, sobre la oportunidad que no nos dieron o sobre la que perdimos por estar dormidos; sobre pasadas glorias, como las batallitas del abuelo; sobre esa nuestras dificultades que nadie comprende; sobre lo mal (o lo bien) que nos fue en el matrimonio; sobre que los padres o los hijos no nos comprendieron; sobre las buenas personas que creemos ser; y así sucesivamente. Lo que todo esto significa realmente es que todos son culpables de algo, menos nosotros. Todo esto es hacer “cuentas interiores”, o más bien, todo esto es el resultado de hacer cuentas interiores. Esta es la forma más común de consideración interna.
¿Por qué creen que, en el Trabajo, necesitamos hacer todo lo posible para liberarnos de nuestras canciones? ¿Por qué es preciso observarlas y expulsarlas de la posición central que ocupan en nuestra vida?
Porque nos inutilizan interiormente. Nos roban nuestra energía.
En el Trabajo, si somos buenos cantantes, no podremos ir más allá de nosotros mismos. Seremos víctima de nuestras propias cuentas. En el momento en que algo se nos pone difícil, comenzamos a cantar. Nos detenemos internamente y dejamos de crecer. Cuando lloramos por estas cosas, no podemos cambiar nuestro nivel de ser. Cuando nos encontramos en un momento difícil, en lugar de trabajar sobre nosotros mismos, cantamos, fuerte o suavemente, con la intención de que nos presten atención. Pero si nos critican o nos hablan con dureza, nos compadecemos de nosotros mismos y nos dejamos llevar por la ira, porque sentimos que no nos comprenden. Y, entonces, nuestro canto se vuelve brusco y violento.
Es algo frecuente ver como cuando una persona entabla amistad con otra, generalmente, lo hace para cantarle su canción y si se le pide que no nos cante sus penas, aunque sea educadamente, se ofende, y pone nuestro nombre en su libro interno de los débitos, y corre a buscar a otra persona a la que poder cantar. "Si tan sólo…", dicen. Nadie puede comprender a otro si antes no nos hemos comprendido a nosotros mismos, y esto sólo se logra parcialmente después de un arduo Trabajo sobre sí y de tener una comprensión de lo que uno es realmente. Por cierto, un buen cantante de canciones internas no se comprende a sí mismo. Prefiere cantar la canción de no ser comprendido e imaginar un mundo donde todos le escuchan. Estas actitudes y estos sueños crean debilidad y, de hecho, generan verdaderas enfermedades psicológicas porque siempre hay que pagar las consecuencias de nuestros actos (Ley de Causa y Efecto o de Acción y Reacción).
No hay que permitir que la vida nos venza. Hemos de comprender que esto no le ocurre solamente a aquellos que creemos que no se esfuerzan, sino que nos ocurre a todos, aunque hagamos esfuerzos por superarnos. Sentimos que porque nos esforzamos deberíamos ser más felices y, al compararnos con otros, pensamos que esas personas son más felices que nosotros. Y, viceversa, claro está. Aunque no cantemos nuestras canciones abiertamente, si solemos cantarlas en secreto y para nosotros mismos. Nos sentimos tristes, con una fuerte sensación de monotonía, de cansancio y frustración, a cuyo alrededor se acumulan nuestros pensamientos.
Tampoco debemos olvidar lo que podría llamarse nuestras “canciones interiores secretas”. También ellas nos cierran el camino, porque son más difícil de observar, aunque siempre están ahí, carcomiéndonos interiormente la vida. Sólo una profunda Observación de sí podrá sacarlas a la Luz, ya que la observación deja penetrar la Luz en uno mismo. Nada puede cambiar en nosotros a no ser que lo llevemos a la Luz de la Observación de sí  y a la Luz de nuestra conciencia.
 
No necesitamos encerrarnos solos en una habitación para practicar la Observación de sí, es algo que hay que practicar en todo instante, aún estando con gente. La Observación de sí solo es “atención interior”. Cuando uno cree que está solo, "yoes" muy diferentes, formas de imaginación diferentes, pensamientos diferentes, estados de ánimo diferentes, suelen presentarse. Normalmente, no solemos estar “bien acompañados” cuando creemos estar solos. Los "yoes" más negativos y peligrosos se presentan cuando uno está solo. Tenemos “secretas canciones” que sólo acuden cuando uno está solo, cuando sentimos que nadie nos mira. Por ello, debemos observarnos siempre. Nunca debemos creer que nadie nos esté mirando porque la puerta esté cerrada. Solemos aprovechar la situación de sentirnos solos para dejarnos arrastras por nuestros peores "yoes". Necesitamos poner en práctica una nueva idea: ser responsables.
Creer que podemos recogernos en nosotros mismos, sólo porque no hay nadie y así gozar de nuestra “negativa charla interior”, es no tener una idea exacta de lo que significa el Trabajo. Dejarnos llevar por esta “charla interior”, significa que carecemos de “sinceridad interior” y el Trabajo nos exige, ante todo, sinceridad interior, porque es algo que está relacionado con nuestra Esencia.
En la vida, y ante los demás, solemos “guardar las apariencias”. Pero en el Trabajo es imposible hacerlo, ya que éste se ocupa de lo que ocurre en nuestro interior, de lo que ocurre en nuestros pensamientos y sentimientos. Por ello, éste Trabajo interior puede cambiar nuestra situación exterior. Pero no lo podremos hacer si no existe una gran sinceridad interior y si no observamos cuáles son los "yoes" que, en nosotros, están mintiendo o tergiversando las cosas. Puede que nuestro propósito sea el de no ser negativos con alguna persona a las que “guardamos cuentas”, pero si estamos solos y dejamos que nuestros "yoes" negativos digan lo que les da la gana y no hacemos esfuerzo alguno para no identificamos con ellos, entonces, nuestro Trabajo no es sincero y estaremos arrojando a la basura todo el trabajo que hallamos hecho antes.
Cuando controlamos nuestros "yoes" negativos en público, pero nos abandonamos a ellos cuando estamos a solas, ¿qué creen ustedes que estamos haciendo?
Debemos tratar a la persona con la que estamos trabajando internamente, con tanto cuidado o más, con tanta conciencia en nuestros pensamientos y sentimientos, como, por cortesía, creemos hacerlo exteriormente. Si somos incapaces de ver lo que esto significa, entonces tampoco seremos capaces de ver lo que significa la Observación de sí.
Más de una vez nos hemos dado cuenta de que estamos tristes. La tristeza suele ser un hábito en el que nos introducimos, inconscientemente, para escuchar alguna lejana y triste canción olvidada. Si nos dejamos llevar nos robará la energía. Este es un ejemplo se como la Luna nos come.
Les cuento todo esto para hacerles comprender que todos estamos llenos de "secretas canciones interiores". El Trabajo, a veces, habla de sacrificio, de sacrificar algo para conseguir algo. Ese algo que hemos de sacrificar es nuestro sufrimiento inútil. Solemos expresarlo en canciones” silenciosas o no, en las que formulamos todas las extrañas y tristes relaciones que tenemos con nosotros mismos, dejando que estas nos roben nuestra fuerza, algo de lo que no nos damos cuenta porque lo hemos convertido en un hábito.
Si somos muy exigentes, nuestra consideración interior se acrecienta lo que nos llevará a sentirnos decepcionados y a querer echar la culpa a alguien por nuestro estado de ánimo. Tener muchas exigencias hace que nuestra vida se haga más difícil. Nada nos parece bien, aquellos que nos rodean no son buena gente porque no nos tratan como creemos que deben hacerlo… Esto se encuentra muy lejos de lo que señala el Trabajo sobre que hemos de sentir, poco a poco, nuestra nadidad a través de la Observación de si.
Lo opuesto a la “consideración interna” es la “consideración externa”. La “consideración externa” es pensar en los demás. Es algo que el Trabajo nos aconseja hacer. No debemos considerar internamente, no debemos tener emociones negativas, pero sí que debemos considerar externamente a los demás, es decir, tomarlas por lo que realmente son, del mismo modo que debemos recordarnos a nosotros mismos.
Cuando nos encontramos en un estado de consideración interna, y este es nuestro estado habitual, en realidad, sólo estamos pensando en nosotros mismos. Creemos que somos el centro del Universo. Hemos de comprender que no lo somos. La consideración interna sólo nos proporciona emociones negativas y, a medida que éstas aumentan, nuestro carácter se vuelve más intratable. ¿Quién no conoce a alguien a quien no se les puede decir nada porque enseguida comienzan a hablarles de sus preocupaciones, de la vida tan dura que llevan, etc.? Podría decirse que, espiritualmente, estas gentes están muertas.
Las emociones negativas contaminan casi toda nuestra vida. Lo hacen a través de la consideración interna, la cual es un aspecto de la identificación. No debemos creer que lo opuesto a la consideración interna es ser francos, optimistas y alegres. Esto no es consideración externa. Mientras la consideración externa se basa en nuestra relación con los demás, la consideración interior se basa en la relación que tenemos con nosotros mismos. La consideración exterior es abriese a la gente con comprensión de sus necesidades y exigencias. Al considerar exteriormente, hacemos todo lo necesario para hacer más llevadera la vida de las gentes a la vez que la nuestra, pues exige de nosotros el conocimiento de nuestros prójimos, comprender sus gustos, hábitos y manías…, y respetarlas aunque nos disgusten. También nos exige un gran dominio de nosotros mismos.
 

Muchas veces, por mantener las formas no queremos expresar o mostrar ante los demás, lo que realmente pensamos o sentimos por ellos. Otras, somos débiles y cedemos a la tentación de decirles nuestras verdades” esas “bárbaras y terribles verdades” que decía el poeta Blas de Otero en uno de sus versos, para luego justificarnos diciendo que no nos gusta mentir ni fingir porque siempre somos sinceros. Simultáneamente, nos autoconvencemos de que el otro es el culpable.
En esta dinámica, se empieza bendiciendo y se terminar maldiciendo. Nos hacemos el propósito de considerar exteriormente a los demás, es decir, aceptándolos tan y como son y, luego, terminamos culpándolos al aparecer la consideración interior. Con lo cual, la consideración exterior termina convirtiéndose en consideración interior. Cuando recordamos quienes somos, aparece la compresión de que el “otro es tan hombre-máquina como yo y, entonces, podremos ponernos en su lugar y seremos capaces de comprender y sentir lo que nuestro prójimo piensa y siente porque, en el fondo, no somos tan diferentes. Si llegamos a hacerlo, nuestro Trabajo y el de los demás resultará más fácil. Pero si nos acercamos al prójimo anteponiendo nuestras exigencias a las suyas, no conseguiremos nada, excepto una nueva consideración interior.
Muchas veces comprendemos que es necesario practicar una consideración exterior en la Vida, pero no comprendemos la necesidad de esta misma consideración en el Trabajo. Hasta imaginamos que, por el hecho de estar Trabajando internamente, tenemos derecho a prescindir de los demás, que no nos importen, a no considerarlos iguales a nosotros. En realidad, es en el Trabajo, y para que éste tenga éxito, que hemos de ampliar nuestra consideración exterior, porque solamente ella nos ofrece una valoración de cómo es nuestra comprensión del Trabajo. No olvidemos que nuestro éxito en el Trabajo, siempre es proporcional a la valoración y comprensión que tengamos de él. No olvidemos tampoco que el Trabajo no comienza en el nivel inferior de la vida ordinaria, sino que lo hace en el nivel del Buen Amo de Casa. Este es un principio muy importante, que, por una u otra razón, se olvida. Es preciso que nos comportemos como Buenos Amos de Casa.
La consideración exterior no produce "emociones de sí", sino "emociones de los otros". El segundo principio del Trabajo es el “Trabajo en relación con los demás” y, para ello, necesitamos de la consideración exterior, pues hemos de ponernos a nosotros mismos en el lugar de los demás, hemos de tratar de entender las dificultades de las demás personas. En la práctica de la consideración exterior es preciso comprender que las otras personas son espejos que reflejan nuestra propia imagen, imagen que nos ofrece lo que hay en nosotros, aunque nosotros no lo veamos o no queramos verlo. Cuando hallamos llenado un álbum con fotografías de nosotros mismos, fotografía sacadas a través de una larga y prolongada auto-observación, entonces, no tendremos que indagar mucho para encontrar en nuestro interior aquello que tanto nos desagrada y molesta de las otras personas; solo entonces, podremos ponernos en el lugar de esa persona, porque comprenderemos que ellas tiene el mismo problemas, así como las mismas dificultades, que tenemos nosotros.
También se puede practicar la consideración exterior cuando estamos solos. Por ejemplo: recordamos algo que alguien ha dicho sobre nosotros; intentaremos ponernos es su lugar visualizando a esa persona mientras le decimos las mismas cosas y empleando la misma entonación que le hemos escuchado, a la vez nos observaremos a nosotros mismos haciendo esto.
No podrá haber un desarrollo correcto de nuestro Centro Emocional sin la práctica de la consideración exterior; la valoración del Trabajo. La práctica de la consideración exterior limpia y desarrolla nuestro Centro Emocional. Cuanto más valoremos el Trabajo, menos poder tendrá la falsa personalidad, tendremos menos vanidad  y menos importante nos consideraremos. No se trata de “hacer el bien”, cuando en realidad pretendemos lo contrario. Es inútil mostrar nuestra cara agradable a las otras personas, cuando en realidad las aborrecemos de corazón.
Todo el Trabajo depende de la sinceridad interior. La consideración exterior no es hipocresía, no es "buenas obras", no es “caridad cristiana” tal y como la entiende la Iglesia, sino una cuestión de actitud interior. Cuando encontramos en nosotros mismos aquello que censuramos en otras personas, se produce el efecto mágico de poner fin a nuestro estado negativo. Este es el verdadero "perdón".
Solemos sorprendernos cuando algo anda mal en nosotros. Entonces, intentando ser sinceros, decimos: "Sí, me temo que esto ha sido culpa mía." Aunque si nos responden: “Si, eso es verdad”. Entonces, nos sentiremos heridos y ofendidos. Esto se debe a que es muy difícil que creamos que algo anda mal en nosotros ya que el estado de sueño en que estamos sumidos, y que afecta a toda la Humanidad, es muy profundo. La Observación de sí , si se practica con sinceridad, nos duele. Dejar penetrar un rayo de Luz, pone fin a que crezcan en nuestro interior toda clase de “malezas” que son alimentadas por nuestra consideración interior y por nuestra autocompasión; entonces dejaremos de cantar nuestras tristes canciones porque estaremos comenzando a comprender que somos “nadidad”, el primer paso para poder llegar a ser algo.
Una forma de consideración interior  es la que descansa en el sentimiento de que “la vida nos ha engañado” por no ofrecernos una mejor situación. El Trabajo pone mucho énfasis al señalar que cada uno debe comenzar el trabajo desde el nivel en que se encuentra, sin juzgarse y sin juzgarlo. Las condiciones en que uno se encuentra al comenzar el Trabajo, son las condiciones correctas para cada uno. Suele ser sorprendente las estrecha opiniones de las gentes sobre lo que debiera ser la vida en general y la nuestra en particular. Todo el mundo cree tener una o varias recetas para arreglas la vida y cuando su propia vida no se corresponde con esas recetas, se la juzga cómo algo vano e inútil.
Desde esta perspectiva, solemos entregarnos a la consideración interior y sentimos que todo se ha puesto en contra nuestra, que Dios y el Universo nos han abandonado. Ello ocurre, sencillamente, porque no sabemos encarar nuestra vida de una forma correcta. No nos damos cuenta que tenemos exigencias que nunca podrán ser satisfechas. Es como si entramos en una frutería y pedimos una lavadora. No debemos pedir a la vida lo que esta no puede darnos. Las fuerzas hipnóticas que nos mantienen dormidos son las mismas para todos. Si nuestro propósito es el despertar, entonces, no importará cuales sean nuestras circunstancias si pretendemos que, por algún “milagro”, nos solucione el problema.
En Oriente existe un Yoga llamado Karma Yoga, algunos lo definen como la “ciencia de la acción con la no identificación”, que muchos confunde con “la acción sin identificación”. No es lo mismo. La esencia del Karma Yoga se basa en hacer frente a las cosas desagradables al igual que a las cosas agradables, porque no se trata de evitar solo las cosas desagradables, que es lo que suele hacer la gente. Toda la vida, la agradable y la desagradable, debe ser enfrentada sin que nos identifiquemos con ella. En el símbolo de la Crucifixión los dos “ladrones” , el bueno y el malo, roban la energía del que esta en el centro del Árbol de la Vida. Si lo conseguimos, es entonces cuando la vida llega a ser nuestra maestra. Nada cambiará en nosotros mientras nos identifiquemos con cualquier realidad de la vida. Vivir sin identificación no significa un actuar vacío, sino hacerlo desde una base real que es la comprensión de lo que es la vida. No se puede comprender la vida en función de si misma, el Karma Yoga proporciona a la vida un significado, y es a través de este significado como puede enseñarnos. Lo mismo hace el Trabajo, nos proporciona un significado sobre lo que es la vida.
A pesar de que esta Enseñanza nos fue transmitida hace varios miles de años, aún no hemos logrado evitar que sigamos considerando internamente todo aquello que concierne a nuestras circunstancias en relación con la vida. Puesto que la consideración interior es una forma de identificación, es necesario comprender que la práctica de no-identificarse es lo que se ha llamado desapego. Cuando comprendemos que la consideración interior puede llegar a convertirse en una enfermedad que puede destruirnos, entonces, haremos todo cuanto esté en nuestra mano para deshacernos de ella.
Tengo que aclararles algo antes de que me lo pregunten. Yo no tengo y no se si existe algún remedio para la consideración interior. A lo mejor no lo hay en sentido que ustedes entiende el concepto “remedio”. Lo que si conozco es un método de trabajo: observarse a si mismos y darse cuenta del daño que esta forma de consideración les hace; así obtendrán un fuerte deseo para liberarse de ella. Primero necesitamos verla en nosotros mismos, luego hemos de encararla seriamente, junto con las demás cosas que en el Trabajo se nos pide que practiquemos. Las diferentes partes del Trabajo interactúan entre sí, ya que éste, en sí mismo, es un organismo vivo.
Recordemos que hay tres líneas de Trabajo: el trabajo sobre uno mismo, el trabajo para y con los demás, y el trabajo por el trabajo. Pues bien, la práctica de la “consideración externa”, debe ser aplicada, simultáneamente a estas tres líneas de trabajo, porque esas líneas tampoco están separadas, sino que forman una unidad que se expresa a través de tres aspectos. Cuando nos encontramos demasiado auto-centrados, es decir que aunque pensemos en nosotros mismos o en los demás, seguimos siendo el centro de nuestra realidad, estaremos trabajando solo a través de la primera línea de Trabajo, la del Trabajo sobre sí  y, ello, de forma muy limitada. La segunda línea del Trabajo tiene que ver con las otras personas y nuestra actitud hacia ellas. Esto también nos exige el Trabajo sobre si, lo que no significa que tengamos que soportar las manifestaciones desagradables de los demás, aunque debemos recordar que ellos también tienen que soportar las nuestras.
Cada uno de nosotros tiene una forma, más o menos fija, de relacionarse con los demás. Esta forma está condicionada por nuestras actitudes y nuestros topes. Vemos a los demás a través dé nuestras actitudes y limitaciones. Por lo general, la mayoría de las otras personas no nos gustan o no nos caen bien e, instintivamente, nos volvemos hostiles. Si nos observamos internamente cuando nos cruzamos con una persona que no nos cae bien, descubriremos como nuestros músculos se tensan. No se trata de fingir simpatía hacia esa persona, sino de trabajar en nuestro sentimiento de antipatía. No se puede considerar externamente a otra persona, si sentimos antipatía por ella.
Simpatía y antipatía son los dos extremos de algo, por lo que no debemos identificarnos con esos extremos ni permitir que, tanto una como la otra, se conviertan en algo mecánico en nosotros. La Observación de sí nos permite darnos cuenta de un hecho: en nuestra relación con las personas solemos tener dos memorias. Cuando somos negativos sólo recordamos las cosas desagradables; cuando no somos negativos las olvidamos. A veces solemos tener una vaga idea de lo que significa un trato justo en lo que respecta a nuestra conducta con los demás; pero es necesario que seamos justos, en nosotros mismos, hacia los demás y hacia nosotros mismos, y esto es, en realidad, la forma del Trabajo sobre sí sobre la consideración externa.
Suele crecer en nuestro interior, como si fuera una colmena, un enjambre de pensamientos y sentimientos desagradables en relación con otras personas. Cuando comienzan a volar, su zumbido nos aturde y no podemos impedir que entren en nuestra conciencia; es más, les abrimos la puerta voluntariamente. ¿Acaso podemos cerrarles la puerta? ¿Nos importa algo el respeto que podamos sentir por nosotros mismos, o el podamos sentir por las otras personas? ¿Cómo impedir que este “veneno” nos destruya?
Para neutralizarlo, tendríamos que echar manos de toda nuestra inteligencia y sinceridad. Pero eso solo no basta, necesitamos la memoria del Trabajo, para poder tratar, imparcial e impersonalmente, dentro de nosotros, a las otras personas. Tendríamos que ponernos en el lugar de la otra persona. Tendríamos que desechar todas nuestras justificaciones y, sobre todo, tendríamos que recordar lo que hemos observado en nosotros mismos sobre lo que en realidad somos, antes de criticar con tanta facilidad a las otras personas. En realidad, no tenemos ninguna necesidad de considerarlas internamente, pero por desgracia, este hecho, constituye la base de nuestras relaciones. ¿Acaso no han notado, cuando observan una relación entre dos personas que, por regla general, una de ellas tiende a considerar más externamente, mientras que la otra suele hacerlo más internamente quejándose de todo?
La consideración exterior debe penetrar profundamente en nosotros, a mayor profundidad que la vida, pues ello purifica nuestro Centro Emocional, que se encuentra drogado con tanta emoción negativa, tanta vanidad y tanto engreimiento. Considerar a las personas externamente, es decir, aceptarlas tal y como son, requiere de un esfuerzo consciente, mientras que la consideración interior es el algo mecánico que no requiere esfuerzo, pues una vez que empieza, fluye por si misma y crece por sí misma, del mismo modo que lo hacen las emociones negativas. Como la consideración exterior no surge de los motivos de vida, es por lo que requiere un esfuerzo consciente. Y ese esfuerzo conciente para considerar a las personas por lo que realmente son en ellas mismas, cambia nuestro nivel de ser.
Pongamos un ejemplo: Entramos en un restaurante y observamos al Maître. Se acerca y nos atiende. Parece un hombre inteligente que ha aprendido a observar lo que gusta a los clientes, sobre todo a los asiduos, cuáles son sus peculiaridades, qué esperan de él, en qué forma se irritan, qué alimentos prefieren, y así sucesivamente. Evidentemente, saca provecho de ello. Ha aprendido a adaptarse a las necesidades de las otras personas. Incluso se desvive poniendo todo su amor en su trabajo. Tiene tacto, es observador, se borra a si mismo de la escena… Pero todo esto es una “representación”, representa un papel. Y tiene razón en hacerlo así. Pero esto no es consideración exterior según el Trabajo, es “consideración exterior” desde el punto de vista de la vida. Son dos cosas diferentes. Pero, tal vez porque aprendió a conocer lo que significa la vida y el valor que supone tratar a las personas amable y educadamente, con respeto y cariño, a esa persona le sea, tal vez, más fácil aprender la verdadera consideración exterior.
Pretendo que ustedes entiendan que el tipo de consideración exterior que muestra el “maître”, no es la misma que la consideración que necesitamos desarrollar en este Trabajo. Puesto que el Trabajo y la Enseñanza tienen una finalidad: tratar de que las gentes despierten, que no se identifiquen con todo, que no sean esclavas de inútiles estados negativos, que sus mentes no estén vacías, si seguimos haciendo cuentas unos de otros, por medio de nuestro “desprecio”, las charlas malintencionadas, el asesinato psicológico de los demás, etc., todo el Trabajo sobre si se resiente. En este proceso llamado “despertar”, una cosa depende de la otra. Por ello hay que ser sincero con uno mismo. Solo entonces, comenzaremos a comprender por que es necesario considerar externamente para cambiar las cosas en uno mismo con respecto a los demás.
La consideración exterior, en el Trabajo, no es algo superficial, sino algo profundo. Al principio, es necesario practicar la consideración exterior de un modo más externo, como en el caso del “maître”, aunque con una mayor calidad. Cuanto mas sincera sea nuestra observación, mejor será la calidad. Cuánto más superficial y fingida, peor será. Les sugiero, como trabajo práctico, que cada uno de ustedes decida considerar exteriormente a una persona en la próxima semana. Observen sus reacciones mecánicas hacia esa persona. Observen sus críticas mecánicas. Observen en qué momentos se sienten superiores a ella. Traten de encontrar en sí mismos las mismas cosas que son motivo de queja en la otra persona. Piensen en qué forma reaccionarían, si la otra persona pensara de ustedes lo que ustedes piensan de ella. Pónganse en el lugar de la otra persona. Traten de ver dónde está la dificultad, tanto en ustedes como en la otra persona. Traten de no identificarse. Observen su charla interior y a qué se refiere. Manténganse despiertos en lo que están haciendo, lo cual será su propósito por una semana. Recuérdenlo cada día al levantarse. Piensen en ello por la noche: dónde fracasaron, por qué fracasaron, cuándo empezaron a considerar interiormente en lugar de considerar exteriormente. Entonces, entenderán mejor el significado de la consideración exterior y de qué modo puede cambiar nuestro ser.
Cuando sentimos que alguien no se ha comportado bien con nosotros, cuando sentimos que no han estimado nuestro propio valor, como por ejemplo, cuando nos insultan, se suele decir o pensar. “Este o esta no sabe quién soy yo, pero se va a enterar”. Esto significa que nos hemos imaginado una cierta valoración de nosotros mismos y creemos que si la otra persona supiera la imagen que tenemos de nosotros mismos, no se atrevería a tratarnos como lo hace.
Si la estimación que tenemos de nosotros mismos es muy grande, entonces, es más fácil sentir que los otros no nos estiman según imaginamos que es nuestro propio valor. Por eso, la consideración interna, se torna más fácil. Una persona puede llegar a preocuparse tanto por ser tratada bien por los demás, y sospechar siempre que los otros se están riendo de ella, que toda su vida está comprometida en la defensa de la consideración interna. También, algunas personas, se creen superiores a las otras, debido a sus sufrimientos. La gente se apega a sus sufrimientos y llega a considerarse a sí misma merecedora de una valoración especial por haber sufrido toda clase de penurias, miserias y padecimientos. Se sienten ofendidas si la otra persona comienza a hablar de sus sufrimientos.
¿Qué es lo que provoca en nosotros la consideración interior? Hagámonos esta pregunta: ¿En qué punto, o dónde, se empieza a hacer cuentas?
Comenzamos a sentir que no somos apreciados en la debida forma, cuando nos sentimos subestimados. El camarero no acude cuando le llamamos; el dependiente de un comercio nos ignora y atiende primero a otra persona; quizás, en la calle, la gente no se fija en nosotros, o no nos presta suficiente atención; algunos conocidos persisten en ignorarnos; o nos enteramos de que alguien dijo de nosotros algo desagradable. Un montón de incidentes nimios nos desconciertan fácilmente, el camarero, el dependiente del comercio…, todos van llenado nuestro libro de pequeñas cuentas que, con el tiempo, se transforman en hábitos.
 
Cualquier “cuenta” que cobrar a los demás, algunas guardadas desde hace mucho tiempo, comienza con la misteriosa cuestión de la valoración que tenemos de nosotros mismos. Si observo lo que ocurre en mi interior podré preguntarme: "¿Qué es aquello que en mí se ofende en este caso?" ¿Esto que observo en mi, es una imagen de mí mismo, es un "yo" imaginario, es mi falsa personalidad? ¿Qué hay en el fondo de todo esto?
La respuesta es simple: nos hemos identificado con la imagen que tenemos de nosotros mismos. Todas las formas de consideración interior, una de las cuales es culpar a otra persona, pertenecen a la identificación. El Trabajo dice que debemos estudiar la identificación hasta sus mismas raíces. Únicamente nos ofendemos cuando estamos identificados con nuestra imagen. Y el Trabajo señala que para analizar nuestra identificación debemos comenzar con el estudio del punto donde nos hemos identificado con nosotros mismos.
A muchos les cuesta comprender lo que significa la consideración externa; en cambio, a otros, lo que significa la consideración interna. Hasta que no comprendamos con claridad lo que significa una y la otra, no podremos practicar una y poner fin a la otra. La consideración externa requiere que nos situemos en la posición de la otra persona y ello supone pensar en nosotros mismos como si fuéramos la otra persona, teniendo que hacer las mismas cosas, enfrentando las mismas dificultades, los mismos impedimentos, la misma vida.
Si reflexionamos sobre ello, podremos darnos cuenta que la consideración externa se encuentra más allá de la indiferencia. Para ponernos en la situación de otra persona, es preciso apelar a la propia comprensión. Exige un esfuerzo dirigido de la mente y de los sentimientos, no sólo una vez, sino muchas. Por ello, si nos sentimos siempre preocupados por nuestros problemas personales y por la forma en que somos tratados, seremos incapaces de hacerlo, y seguiremos tomando la vida desde el punto de vista de la consideración interior.
El objetivo de este Trabajo es llegar a ser más consciente. La Observación de sí hace que tomemos conciencia de nosotros mismos; la consideración exterior hace que también tengamos conciencia de nuestro prójimo. A través de la consideración exterior, pueden sernos revelados aspectos de nuestra interioridad de los que no teníamos conciencia. Veamos un ejemplo: pongámonos en la posición de otra persona; al cabo de algún tiempo nos daremos cuenta que lo que pretendemos es que dicha persona se comporte de una manera que a nosotros nunca se nos ocurriría hacerlo, o soportar situaciones que nosotros no soportaríamos ni un momento. Al darnos cuenta de ello, hemos alcanzado más conciencia y la próxima vez no intentaremos que se comporte como nosotros sino que la dejaremos que sea ella misma. Al hacerlo, estaremos considerando externamente.
Las personas muy exigentes suelen esperar demasiado de los demás, y si no obtienen lo que esperan, se sienten desengañadas y sienten que se les debe algo. Es decir, en la vida de estas personas, se forma un fondo de consideración interior. Esto las amarga. Sienten que deben saldar cuentas. Para una persona de esta clase, la consideración exterior se hace muy difícil.
Ya hemos visto que es muy importante el darnos cuenta que esperamos de la otra u otras personas algo que nosotros nunca haríamos. Si no podemos hacer esto es que algo se ha cristalizado en nosotros. Necesitamos comprender que no solo esperábamos que la otra persona hiciera cosas que nosotros nunca haríamos, sino que ella es diferente de nosotros, que su comportamiento es diferente, que su oposición a las cosas también es diferente, etc.
 Supongamos que siempre nos hemos comparado con otras personas, eso si, de forma favorable para nosotros y que tenemos la absoluta seguridad de que aquello desagradables que observamos en los demás no existe en nosotros. ¿No nos sorprendería si, de pronto, se nos revelara que también somos injustos? Supongamos ahora que tenemos que vivir con una persona llamada “yo mismo”.
Se cuenta una historia sobre un hombre que después de haber muerto, fue al “más allá” y allí se encontró rodeado de un gran número de personas; conocía a algunas y les tenía simpatía, también conocía a otras, pero les tenía antipatía. Pero, entre esas personas, había una, a la que no conocía, pero que sin saber por qué le cayó fatal. A partir de ese momento no podía soportarla. Todo cuanto esta persona decía, lo enfurecía y le disgustaba: sus maneras, sus hábitos, su pereza, su falta de sinceridad al hablar, sus expresiones faciales; también sentía que podía leer los pensamientos y los sentimientos de esa persona y conocer sus secretos, de hecho, toda su vida. Preguntó a los otros quién era esa persona tan desagradable. Le contestaron: "Aquí tenemos espejos especiales, que son diferentes de los que hay en el mundo de donde vienes. Ese hombre es usted mismo."
 Supongamos que nos vemos obligados a vivir con una persona que somos nosotros mismos. Quizás sea esto lo que debamos hacer. Si no hemos practicado la Observación de sí, es posible que imaginemos que este es un mundo encantador y que si los demás fueran como nosotros, el mundo sería un lugar feliz. ¡Ni nuestra vanidad ni nuestro engreimiento carecen de límites!
Al ponernos en la posición de la otra persona, nos ponemos también en su punto de vista y, con ello, veremos como ve ella, como oye ella, y experimentaremos como ella experimente su conducta cotidiana. Y lo haremos sin identificación. Entonces podremos deshacernos de esas ideas que nos hemos forjado sobre nosotros mismos, y nuestros “espejos” se limpiaran, permitiendo que nos reconozcamos en el otro porque hemos comprendido cuál es la situación de la otra persona, cuáles son sus dificultades, y qué sentido tendría que viviera como yo imagino que vivo.
No se trata de que otra persona se de cuenta de su dificultad, sino de que nosotros comprendamos lo difícil que le sería a la otra persona soportarnos. Lo que les acabo de explicar no es fácil de entender. Quizás crean o imaginen que ya lo saben. Es posible que lo hayan oído, pero se necesita toda una vida para conocer todas sus implicaciones.
En el Trabajo, las relaciones personales son importantes. Pero serían imposibles sin la consideración exterior. Por ello, la relación que mantengamos los unos con los otros debe ser a través del Trabajo. Éste y sus enseñanzas deben interactuar entre cada uno de nosotros y la otra persona. Es menester contemplarnos los unos a los otros a través de esa ventana común que es el Trabajo. Es preciso relacionarse a través de la valoración común del Trabajo, porque si no se entregaran a la consideración interior.
Y si no se Trabaja, si dejamos que la vida siga su curso a través de nosotros, el Trabajo nunca llegará a convertirse en la Tercera Fuerza para nosotros. La Tercera Fuerza es una fuerza relacionante. Será la vida la que actúe como Tercera Fuerza y ella nos devorará. La vida divide, el Trabajo une. La vida divide porque, en la vida, las gentes no se comprende mutuamente. No tienen una base común, un lenguaje común. El Trabajo si nos proporciona esa base común y un lenguaje común que nos permita comprendernos mutuamente.
La consideración exterior limpia y libera. Nos une a lo que nos falta, permitiendo que veamos el otro lado de las cosas y que comprendamos las consecuencias de nuestros actos. Cancela todos nuestros sentimientos de ser acreedores haciendo que desaparezcan.
 

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