domingo, 16 de junio de 2013

Sobre el significado de la Navidad 09



 

<ARTICULO PUBLICADO EN LA GACETA DE CANARIAS EL 22-12-91>
<PÁGINA>: LA OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Sobre el significado de la Navidad.
<Autor>: Alfiar
<CUERPO DEL TEXTO>:
 9.- NAVIDAD. UN ACONTECIMIENTO DE LA EVOLUCION COSMICA (2)
   Con mayor o menos conocimiento de ello, el eterno tema de la meditación humana es sobre el significado de la Vida. Los hay que buscan su significado en el servicio, en la renuncia así mismos, en el sacrificio de sí, en fundirse en la vacuidad, o en el deleite de la vida y su disfrute.

(...)

   Pero todos estos significados de la vida, y cien mil más, son siempre algo que está fuera de la Vida. La Vida que es la Energía Divina en emanación, desenvolvimiento de sí misma según su propia ley, lleva el significado de sí misma en si misma. La vida entera de cada ser le conduce al conocimiento de algo. En cada hecho, suceso, accidente, acontecimiento, anhelo o deseo, en cada experiencia hay encerrado un conocimiento. Toda la experiencia de la vida es conocimiento. La emoción más poderosa, el anhelo más sublime, el amor más excelso, es conocimiento. ¿Acaso el Alma no surgió de la Fuente vacía de conocimiento? ¿Acaso no lleva implícita en ella su destino: el adquirir Conocimiento y Sabiduría? ¿Acaso les leyes internas que guían esta Energía-Vida no la impulsan a ese destino? Ese gran místico sufi que fue Al-Gazzali decía: "La función más alta del Alma del Hombre es la percepción de la Verdad". ¿Y acaso lo que se percibe de la Verdad no es Conocimiento?. La función de la vida psíquica es realizar la existencia, entendiendo por tal todo lo que existe: El Universo todo, en todas sus dimensiones, planos y niveles. El hombre se da cuenta de su existencia, la conoce, y lo mismo la existencia del mundo en que está inmerso. Ambas cosas se relacionan y fusionan en él. La extensión y la profundidad de esta relación consigo mismo y con el mundo, es la expansión de ese conocimiento. Todas las facultades del Alma y del Espíritu del hombre, todos los elementos de su psique -sensaciones, percepciones, conceptos, ideas, juicios, razonamientos, sentimientos, emociones y aún sus creaciones-, son los instrumentos que posee la persona para conocer. Los sentimientos -desde los más burdos a los más sublimes-, y las creaciones humanas -desde el hacha de piedra a la Novena Sinfonía-, son medios de conocimiento.
   Es nuestro estrecho punto de vista el que ve ese conocimiento como sirviendo a otros propósitos, que pueden ir desde la consecución del placer, a la conservación de la vida. En realidad, todo conduce al conocimiento de la propia vida en las distintas etapas de su evolución, a su propio significado; porque el significado de la vida humana es conocerse así misma.
   El destino último del Ser Humano es la Perfección completa, la Sabiduría total, la Luz completa del Alma y el Espíritu. La semilla de sol debe convertirse en Sol. Y para alcanzar ese destino final, el Ser Humano tiene que conocer y aprender por propia experiencia, partiendo de cero, y comenzando su aprendizaje en mundos primarios y a través de un cuerpo físico. Para obtener en su vida física todo el conocimiento y la experiencia que impulsa su progreso, el ser humano encarnado tendrá que utilizar los atributos con que su Alma y Espíritu fueron dotados. Ellos serán las herramientas de trabajo: para el Alma el sentimiento de la responsabilidad de las propias acciones, esa sensación interna que le indica cuando una acción es conforme a la Ley o es contraria a ella. Esa Ley es la Ley del Amor a la que el Alma está sujeta. Para el Espíritu, el libre albedrío o libertad de actuar según su capacidad de pensar, razonar y comprender. El Espíritu está sujeto a la Ley de Libertad Individual del Ser.
   Utilizando estas herramientas, el Ser Humano podrá llenar de Conocimiento y Sabiduría su Conciencia Espiritual Superior que estaba vacía cuando salió de la Fuente.
   Dice el Conocimiento transmitido a la Humanidad, que la Ley de Evolución del Ser ha conducido a éste desde su origen, por los mundos primarios, al que nos encontramos. Cuando el razonamiento y la conciencia se desarrollan, cuando acumula suficiente experiencia de los hechos vividos y distingue dentro de sí el camino verdadero, la Ley de Evolución Espiritual le conduce, sin que aún tenga conciencia de ello, a este mundo en que nos encontramos. Este mundo es un crisol en el que la Conciencia debe despertar y activarse, en el que debe salir de su letargo para tomar parte activa en su propia evolución. Trabajar, ejecutar, realizar, aprender, conocer, dominar, son los objetivos de la vida en este momento para el Ser Humano. Debemos llegar a conocer la realidad de nuestra vida trascendente; ver que es lo que constituye el sentido de nuestra razón de ser, el objetivo para el cual hemos sido creados. Conocer el valor real de las cosas, de las actitudes, de los estados de ser; aprender a valorarlos correctamente, para que nuestro pensamiento, nuestro sentimiento y deseo sean dirigidos hacia lo que necesita ese Cristo-Niño que se gesta en nuestro interior y que se dispone a nacer en Belén. No otro es el propósito.
   Cada evento de la vida, cada situación, tiene dos sentidos: uno material y otro espiritual. Debemos aprender a enfocarnos en el sentido espiritual que es el que le sirve al Cristo-Gestante para crecer. Pero la vida material y su influencia dominan al ser humano y le apartan de lo espiritual. Lo espiritual es sólo la actitud correcta que ha emanado de nuestro conocimiento y comprensión. Y es correcta porque le sirve al Ser Interno para crecer; y es incorrecta, cuando no le sirve al Alma, porque sólo le sirve al ser externo o personalidad. Nuestras vidas físicas no tienen finalidad en sí mismas, lo mismo que las experiencias que se realizan en ella; sólo sirven para ayudar a la Realización del Ser Interno.
   La Ley de Evolución del Ser, que es la fuerza conductora de la Ley de Amor, nos va conduciendo a través de las vidas y la experiencia inducida por la Ley de Causa y Efecto y la Ley de Recurrencia, a un estado en el que el Ser Interno nacido sea él mismo el que se encargue paulatinamente de su propio proceso.
   El Ser Humano nacerá a un estado de Vida Cósmica llamado en los Evangelios Reino de los Cielos. Es este un mundo diferente, porque aquí ya habremos aprendido el Conocimiento de las Leyes que rigen el Universo y actuaremos según ellas, las usaremos para nuestra propia creación posterior. En estos mundos futuros, nos iremos despojando, poco a poco, de los residuos de nuestra materialidad hasta que, libres ya de toda mota de oscuridad material, convertidos en Espíritu de Luz, iniciaremos nuestro aprendizaje superior. Primero en los Mundos de Sabiduría, y luego en los Mundos de Luz y Pureza, para graduarnos finalmente como Hijos de Dios en los Mundos Crísticos en los que el Ser Humano es Uno con la Energía Amor de Dios, y aún así, mientras dura la manifestación se convierten en el brazo actuante de Su Voluntad. Con ello termina su Evolución Cósmica.
   Amor, hermandad, colaboración, servicio, no sujeción a doctrinas, reconocimiento de la Divinidad en nosotros, es lo que caracteriza al ciudadano del Reino. Son nuestros objetivos. La decisión es nuestra. La elección debemos realizarla nosotros. ¿Qué decisión es ésta? ¿Es el hombre un Hijo de Dios? ¿Somos Divinos? Si lo somos expresemos esta Divinidad y reclamemos nuestra primogenitura. Nuestra necesidad actual es descubrir el hilo oculto del propósito que nos sacará de este aparente atolladero y que nos une a ese Plan que desde la más remota antigüedad ha ido siendo comunicado al hombre como guía, como luz que conduce a la Iniciación de los Misterios del Ser. Esos Misterios que los Guías, Maestros y Protectores de la Humanidad nos revelan, para inducir a cada hombre a que emprenda el camino, y obedezca por amor a la Luz que poseen en su interior, haciéndose sensible a la inspiración que le llega de lo Alto o de lo Profundo de sí mismo. No hay otro camino.
   La obediencia a lo más elevado, practicada en las cosas grandes y pequeñas, es algo que puede parecer pueril, pero es el secreto del Camino. Alcanzar la perfección no consiste simplemente en desarrollar un buen carácter, ni en ser afable o simpático. Es un asunto de comprensión y de una actitud interna, orientada hacia la Divinidad que somos en el servicio al hombre y a los seres de la creación. "Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿como puede amar a Dios a quien no ha visto?" (Juan. 4,20).
   El Amor del que habla Cristo no es un estado emocional ni sentimental. Es un Amor inteligente. Tiene en cuenta en grado de evolución y el carácter de quiénes amamos; y, sobre todo, es un Amor que ve. Por ello, puede actuar sabiamente. Es un Amor que percibe la necesidad de amor que tiene el mundo. Todos estamos dispuestos a ser amados y a ser servidos. Esta es la actitud egoísta que debemos cambiar y aprender a dar amor y no a pedirlo, a darnos en servicio a todos con los que la vida nos pone en contacto cada día y a no exigir nada para la persona, pero sin que nada de fuera nos esclavice.
   Si reflexionamos, nos daremos cuenta que el Amor es en esencia la Comprensión de la Hermandad, el reconocimiento de que todos somos Hijos del Padre Uno.




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