<ARTICULO
PUBLICADO EN LA GACETA DE
CANARIAS EL 22-12-91>
<PÁGINA>: LA
OTRA PALABRA
<TÍTULO>: Sobre
el significado de la Navidad.
<Autor>: Alfiar
<CUERPO DEL TEXTO>:
2.- LOS ENVIADOS DE LA DIVINIDAD
La existencia de mediadores entre la Divinidad y el hombre,
su aparición en el mundo, es conocida en todas partes y en todas las religiones
del mundo. Se puede afirmar que ese complejo sistema que es la Tradición Revelada, se sustenta en la existencia
de un Plan de Dios para con el
hombre y todo lo creado, eso que los budistas llaman la Rueda del Sansara. Los Mediadores o Avatares
serían así los encargados de realizar esa transmisión de la energía emanada de
un Centro Divino hasta el hombre.
Avatar es una palabra sánscrita que
literalmente significa descendiendo desde muy lejos, y hace
referencia a ese ser que posee la capacidad de transmitir la energía y el poder
del Plan Divino. Y, desde éste
sentido, Cristo, y por primera vez en la historia de éste planeta, transmitió a la Humanidad ese aspecto
del Padre que es el Amor.
(...)
(...)
En el discurrir del tiempo histórico,
grandes y pequeños enviados han personificado algún aspecto del Propósito Divino. Y por su mediación e
influencia, el pensamiento y el comportamiento de los hombres ha sido
modificado, abriéndose a un nuevo sistema de realización espiritual; sistema
que no sólo no anulaba el anterior, sino que lo complementaba: Yo no
vine a cambiar la Ley
de los profetas... Son siempre los seguidores del Avatar los que
dogmatizan el mensaje y lo convierten en religión.
Es fácil apreciar en el estudio de los
Avatares conocidos dos aspectos comunes a todos ellos: la necesidad que parece
tener la Divinidad
de hacer contacto con la
Humanidad, y la necesidad que tiene el hombre de entrar en
contacto con la Divinidad
y ser comprendido y ayudado por ella. En esta necesidad mutua, el Avatar puede
actuar como Mediador. Esto es así
porque el Avatar es un hombre que
para poder encarnar en él ese Principio,
ha tenido que desarrollarse espiritualmente, ha tenido que desprenderse
completamente de toda limitación, de todo sentimiento de egoísmo y
separatividad. Es un hombre que, por haber nacido por segunda vez, ha
conseguido que eso que constituye la vida personal y dramática del hombre
normal ya no exista.
Hay avatares de muchas clases y grados: los
hay de gran importancia planetaria, porque personifican en ellos las grandes
verdades que los hombres deben llegar a conocer, y los hay que expresan en sí
mismos el compendio de toda la realización humana; o aquellos que expresan
algún principio o cualidad divina. Por ello, un avatar que llega es siempre un
acontecimiento espiritual que trae cambios. Cambios que conllevan crisis
originadas, en lo individual y en lo colectivo, por la necesidad de poner fin a
lo antiguo para poder establecer lo nuevo. Es así como la continuidad de la Revelación del Plan de Dios a la Humanidad, es
inseparable de esa manifestación que es el Mediador, el Avatar.
Dos de los últimos Avatares más conocidos
son Buda y Cristo: dos hijos del hombre
que se convirtieron en Hijos de Dios.
Por esta conversión o realización, dos núcleos de energía espiritual, cuyo
Principio está más allá de nuestra comprensión, fueron introducidos en la Tierra. Y es a través de
estos Principios como el hombre puede religarse de nuevo a la Fuente de la que emanó.
En la parte primera, hacía referencia a esos
cinco grandes pasos transformadores o etapas críticas de la personalidad y la
conciencia, iniciaciones del alma, por las que tendrá que pasar todo ser humano
para que el aspecto Amor de la Divinidad se exprese
en el mundo y el Reino advenga.
Estas crisis no son nuevas: el Hinduismo y Buda que precedió a Cristo, expresan
las mismas verdades básicas, aunque las establezcan en términos diferentes.
Tanto Krishna, Buda o Cristo encarnaron en si mismos ciertos Principios Cósmicos y, por la Palabra
y el Sacrificio, ciertas energías
emanadas de la Fuente
se derramaron a través de la
Humanidad.
Buda
demostró el aspecto Sabiduría de Dios.
Cristo nos enseñó el aspecto Amor. El Amor llega al mundo por su mediación. El pone de relieve que lo
divino en Él es Amor y, por lo tanto, el hombre debe reflejar ese Amor. Lo
mismo que Buda nos dijo en su Iluminación
que Dios es Luz, y que esa Luz es la Sabiduría de Dios que ilumina el camino, haciendo
desaparecer las sombras que antes lo ocultaban. Esas sombras en las que el
hombre queda atrapado y que son la causa de sus sufrimientos y su desgracia. Al
mediar la Luz en
él, pudo comprender la causa que angustia al mundo y que impide evolucionar al
hombre. Buda formuló esta sabiduría en sus Cuatro
Nobles Verdades:
- "El existir como una personalidad separada condena al sufrimiento y al dolor."
- "La causa suprema de la miseria es el deseo de poseer y de conservar lo poseído."
- "La liberación del dolor se logra desechando todos los deseos, salvo el del Recto Conocimiento."
- "El Sendero de la Liberación y de la cesación de los opuestos es el Óctuple Noble Sendero, el Sendero de la Inmortalidad."
Este Óctuple
Sendero lo forman: la
Recta Creencia, la Recta Aspiración,
la Recta Palabra, la
Recta Conducta, el Recto medio de Vida, el Recto Esfuerzo, la Recta Intención y la Recta Meditación. El Buda nos enseñó a no
identificarnos con la realidad material, ni con nuestros deseos. Nos instó a
adquirir el discernimiento que nos de el sentido justo de los valores. Nos
enseñó a no considerar las posesiones y la existencia material como lo más
importante. Y con todo ello, nos proporcionó una estructura de la Verdad,
un sistema para conocer cual era la causa del descontento humano, de nuestra
insatisfacción, de nuestra angustia y de nuestra eterna nostalgia de Otra
Realidad: Desapasionamiento, Desapego, Discernimiento son las llaves de la Luz y
de la Sabiduría.
Después de él, una vez que la Luz
allanó el Camino, vino su Hermano el Cristo para mostrarnos otra
dimensión del Plan de Dios: el Amor.
Y como consecuencia de ello, tres nuevas ideas comenzaron a germinar en nuestra
tierra humana:
La idea de que el Individuo, como, tal es algo valioso.
Esta idea toma sentido si se comprende que hasta la época de Buda y aún hasta
hoy en día, la idea de Reencarnación
había llevado a creer que existía toda una eternidad para poder llevar a cabo
ese aspecto del Plan que es nuestra propia evolución espiritual. Esto nos llevó
a la idea de que bastaba dejarse fluir en la corriente y, eventualmente, al
final, por algún extraño artilugio, todo quedaría resuelto. De ahí que Oriente
nunca haya destacado el valor del individuo. Pero Cristo ejemplificó que es el
hombre el que tiene que hacer la
Voluntad de Dios, para que sea Esta Voluntad y no la del hombre la que sea
hecha. Por ello nos ofreció:
- La idea de esa oportunidad que es Nacer de nuevo. De esto hablaremos más adelante.
- Y nos ofreció un método para establecer en la Tierra el Reino de los Cielos. Técnica que expresa en su mandamiento Amaos los unos a los otros.
- Tenemos pues, que el esfuerzo individual, el camino de la iniciación por medio de un nuevo nacimiento y la identificación recíproca con el prójimo, constituyen la base del mensaje de Cristo.
Jesús vino al mundo en esa estrecha faja de
tierra, Palestina, que es el límite más occidental de Oriente. Oriente es el lugar de donde vienen los
Salvadores míticos en ayuda de la Humanidad. En esa
estrecha línea donde dos mundos se tocan, en ese puente que une las dos
orillas, habló el Mesías, el Mediador, para que sus palabras fueran
recibidas por los dos mundos. Desde ese lugar, sentó las bases para que una vez
comprendido que la dualidad es una etapa imprescindible en el desarrollo
espiritual del hombre, éste, por su propio e individual esfuerzo, realice el
milagro de la unificación en el Amor.
Porque, ¿qué es el bienestar, sino el Amor en acción? ¿Qué es la colaboración
internacional, sino el Amor a escala mundial? Y es por ello que anunció que el Reino se hallaba en la tierra, y por lo
que nos instó a que buscáramos primeramente ese Reino considerando a todo lo demás como secundario.
El Reino
no es algo que descenderá sobre los hombres. Es algo que tiene que crecer y
nacer de lo más profundo de nuestra tierra humana cuando los hombres nazcan de
nuevo y hagan Su Voluntad. Entonces,
todos, celebraremos esa Gran Navidad
que trasciende al Cristo histórico y que abre las puertas del Cristo Cósmico.
Hay algo más que deducir de la realidad de
los Avatares. Es el hecho de que en ningún momento de la historia del hombre, la Deidad
ha quedado sin testigo. Siempre que el hombre ha demandando Luz, y sólo la demanda en los momentos
de crisis, la Luz ha llegado. Siempre que la mente y el corazón
del hombre buscaron algo más alto,
algo más alto se acercó al hombre. Y el Avatar,
el Instructor, el Salvador encarnan para dar al hombre
una nueva revelación del Plan de Dios
que le permita vivir una vida espiritual más plena.
* * *
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