miércoles, 22 de mayo de 2013

El Guerrero del Grial (2ª Parte)

 
Lancelot y Ginebra. Cuadro de Michael Finucane


El Guerrero del Grial

(2ª Parte)


Antes de comenzar esta segunda parte, quiero aclarar algo.


Mi intención y propósito, en esta segunda parte, era explicar, en la forma más objetiva posible, en que consiste, desde mi investigación y mi experiencia, el “Secreto del Grial”; también quería explicar, igualmente en forma más o menos objetiva, ya que necesariamente tuve que echar mano de los símbolos, en que consiste el trabajo del Guerrero del Grial. Me ha resultado imposible llevar a cabo este propósito. He escrito esta segunda parte varias veces, desde distintos puntos de vista, y he sido incapaz de darle una presentación “objetiva”. Por ello, al final, he recurrido a dramatizar este misterio, algo incomprensible para la razón humana. Al hacerlo así, he logrado conservar la forma simbólica, ya que es en el símbolo donde la información y el significado guarda sus secretos y su revelaciónes para aquellos que saben ver y escuchar.


También quiero aclarar que, en dicha dramatización, yo soy uno de los personajes, pues ello me permite mantener la forma subjetiva de la 1ª persona como narrador. Las experiencias, sean de la clase que sean, al igual que las vivencias, son siempre subjetivas y pierden su realidad cuando adquieren la forma de la 3ª persona, cuando intentamos objetivizarlas.


*  *  *  *  *
(...)

Voy a contarles una histori. Me gusta contar historias.

Esta historia comenzó hace mucho tiempo. En aquella época de mi juventud en la que inicié mi búsqueda sobre los secretos de la Alquimia para escribír mi tesina de Licenciatura, precisamente sobre ese tema. La Alqumia. Durante muchos años busque en archivos y bibliotecas, leí manuscritos y textos alquimistas, estudié la psicología de C. G. Jung para comprender todo lo que él había descubierto sobre la Alquimia, comparé los sistemas místicos de todas las religiones, descubriendo  que más allá de la cubierta exterior que parecía diferenciarlos culturalmente, todos poseían su misma estructura en su realidad interna, estudie Historia de las Religiones, mitología, simbología… Dediqué trece años de mi vida a investigar teniendo siempre la Alquimia como tema central de esa investigación. Hasta que, un día, me encontré con el Maestro de los Alquimistas y le pregunté:
 

- ¿Qué es el Grial?

Y él me contestó:


- El Grial es una joya caída de la Corona de Lucifer, rota en un combate en los cielos. Por ello se llama al Grial, “piedra en el exilio”. Pero también es una Copa hecha con una esmeralda, esa que adornaba la corona de Lucifer. Esa copa contiene una sangre celeste. En esa Copa se encuentran grabados signos indescifrable para el hombre dormido; signos que encierran la Sabiduría y la Historia de un gran mito de A-Mor.

Ante el resplandor de esta joya que simboliza a toda la Naturaleza, cualquier otra claridad no es sino oscuridad. Su Historia es muy antigua y en ella se encuentra el origen de esta "guerra interior" que libramos. Beber de esta sangre (energía de Vida) calma nuestra eterna sed; una sed a la que nada satisface. Esta bebida nos proporciona el yantar que nos conducirá hasta el recinto donde nuestra amada duerme.

Luego añadió una palabras que abrieron en mí un nuevo misterio:

- “La Espada eres tú. La Copa es ella”.


Luego tuve un sueño.


El Dibujo es de Moebius y procede de su obra, junto a Jodorowsky, "El Incal de Luz", segunda publicación de la serie sobre las aventuras de John Difool (Juan el Loco o Juan el Evangelista).

<<Era un Gran Huevo, y era todo él lo que aún no había sido creado. Con paredes transparentes que dejaban ver hacia nadie, hacia un “no-fuera”. Y allí era la residencia de “Él-Ella”.
Respiraba, y en su respiración apareció el color verde. Se virtualizó una música, mejor dicho, la simiente de una música, un inusitado temblor. Y ese ser que allí estaba completo, en esa vibración apenas, en el juego de un respirar, en la simulación de una danza, comenzó a condensarse en el vapor verde y “Ella” se opuso a “Él”.
Pero todavía no era.
De prisa, lleno de asombro, “Él” la reincorporó respirando hacia si mismo.
Y fue de nuevo “Él-Ella”.
Más “algo” había sido tentado. El Tiempo había sido presentido. La causalidad se transformó en “destino” dentro del Gran Huevo Cosmogónico. La respiración pasó a hacerse rítmica, con una suave cadencia, aunque aún dentro de esas paredes de hielo transparente. Y cada vez que el Ser “Él-Ella” respiraba, “Ella” salía fuera y danzaba un poco, luego “Él” la inspiraba de nuevo.
Hasta que advino un nuevo azar-destino.
Se desprendieron de “Ella” los velos verdes y “Él” la contempló por vez primera, desnuda, en un cuerpo hecho de tiempo respirado.
Y “Ella” se hizo dura, reteniendo sustancia y forma, hasta que pudo contemplarlo a “Él”, también desde fuera.
Y aunque intentó volver a entrar en el Gran Huevo Cosmogónico, ya no pudo, pues no cabía, no entraba. Y cuando “Él” volvió a inspirarla, todo el esfuerzo fue vano para reincorporarla, pues la “puerta” se había empequeñecido. Y, al acercársele, "Ella" sintió vértigo en su “propia carne”, queriendo tocarlo desde este lado del “espejo”.
Pero fue “Ella” la que lo incorporara en su cuerpo encerrándolo dentro de sí. Pero ya no fue lo mismo…>>

Cuando volví a ver al Maestro de los Alquimistas le pregunté:
 

- Maestro, ¿quién es “Ella”?
 

Este esquema es el que dibujé en una pizarra cuando di la conferencia, para ilustrar la evolución del Gran Huevo Cosmogónico "Él-Ella", según el Árbol de la Vida de la Kábala.
- Durante mucho tiempo se creyó en la ilusión de que se podía volver a “Él-Ella” para así recuperarla como era al Principio. –Me contestó.– Pero roto el Gran Huevo, nunca más podrá volver a ser igual. El camino retrógrado ya no conecta de nuevo con el mismo punto en el giro de la espiral. Por ello, “Ella” no entrará nunca más en ÉL, como fuera una vez, antes de que existiera el Tiempo. Aunque con ello, “Él-Ella” dieron comienzo, trayendo a la existencia, a “A-Mor”. Cuando el Huevo “Él-Ella” se rompió, “Ella-Él” no pudo resistirlo y rompió también su muro y proyectó su propio “Él” en forma de miríadas de pequeños huevos “Él-Ella”. Y, en estos pequeños huevos, a semejanza del Gran Huevo Cosmogónico, el proceso volvió a repetirse. Y así tenemos a miríadas de “Ellas” buscando a su totalidad perdida dentro del círculo de los “retornos”. “Ella-Él” lo ha puesto todo en juego, arriesgando su “Él” inmortal al proyectarlo a una aventura irreversible. No podrá recuperarlo nunca más de idéntico modo. Y en la inmensidad de los mundos es difícil saber como terminará esta historia. Nadie sabe si ambos serán capaces de conquistar el “A-Mor” a espaldas de la Luz, y alcanzar una Eternidad de otra Luz, iluminando de otro modo la oscuridad del Huevo Primordial.

- ¿Somos, entonces, solo la mitad de un huevo “Él-Ella” o “Ella-Él”? –Le pregunté de nuevo al Maestro de los Alquimistas.


- No. –Me respondió.– El hecho no es tan sencillo. Existen mitades separadas de pequeños huevos “Él Ella” en los que cada mitad funciona por su cuenta, y se unen se-gún su propia vibración. Existen las que forman “familias astrales” que se han ido constituyendo por su afinidad vibratoria. Están las almas de sexo opuesto, fueron unién-dose por el amor a lo largo de sus existencias anteriores, y pueden continuar unidas por ese amor. Están las almas que perteneces a la categoría de “almas gemelas” y, dentro de ellas, hay una categoría muy especial: la de aquellos que desde el Alba de la Eternidad permanecieron unidas en el momento de la partición del “Andrógino”. Para poder alcanzar su reintegración definitiva y universal, esta categoría de almas, cada una de ellas, necesita de la “otra parte” para poder formar el “andrógino humano”.
 

- ¿Y qué finalidad tiene toda esta diversidad de almas separadas? –Le pregunté, sin terminar de comprender.

- Tienes que saber -continuó diciéndome- que es la “dualidad” la encargada de ejecutar los deseos divinos, y que cada pareja dual actúa con una labor determinada. Éste es un misterio aún no revelado del todo, y es abismal el misterio con el se construye. Hace falta haber alcanzado un determinado tipo de evolución, para saber, en uno mismo, el significado de la dualidad. Su comprensión es algo que escapa al desarrollo de los proce-sos mentales ordinarios.


- Entonces -pregunté al Maestro de los Alquimistas- ¿no todos los huevosÉl- Ella” siguen el mismo proceso?


- En efecto. -Me respondió.- Pareciera que debe ser así: la misma ley para todos. Pero la verdad es otra. Las “almas gemelas” corresponden a un orden diferente dentro de la creación. Y lo mismo que hay “ángeles”, “arcángeles” y diferentes criaturas que corresponden y simbolizan diferentes estados de conciencia, la creación de los seres que luego van a ser separados para formar “almas gemelas” es algo específico y muy determinado dentro del Plan del Padre. Él las crea para que por su medio se ve-rifique la “onda de creación”, según va bajando por los planos; y, cada pareja crea en su plano tal y como “Él” lo determinó. Hay parejas dentro de las esferas superiores don-de no hay limitación material y, allí, ellos efectúan un trabajo con los medios a su alcance. Hay otras parejas que manejan estructuras un poco más densas y, dentro de los planos mentales y astrales, crean y dan vida a formas donde las ideas van tomando consistencia. Hay parejas en el plano material que también se dividen en órdenes diferentes, según sea su rayo y la vibración a la que corresponden. La energía creada por estas polaridades es dirigida a lo que el Padre demanda que sea en cada momento. Hay parejas que crean espíritus elementales; otras crean fuerzas de la naturaleza, movimientos de la misma ma-teria en el planeta. Otras fuerzas se aprovechan para hacer germinar los campos…


- Creo que empiezo a entender. -Le interrumpo.- Sin dualidad nada se crea, sin dualidad nada ocurre, la “manifestación” a la que llamamos “creación” es posible porque existe la “dualidad”.


- Así es. Cada una de ellas -continúa su explicación- tiene su misión marcada desde el punto de origen. El Padre al crearlas, dijo a cada una cual era su trabajo. Pero solo aquellas que han debido recorrer el camino de la propia evolución con la intensidad de su mirada puesta en el corazón, son capaces de alcanzar a su otra mitad cuando el padre dice ¡Ahora!. Solo aquellas que se han reconocido gracias a un “azar-destino”, en la montaña polar de la “revelación” podrán cumplir éste misterio de “A-Mor” y resurrec-ción. Son muchas las que desperdician su preparación para el encuentro y pierden eones de tiempo vagando en solitario sin poder cumplir con el fin para el que fueron creadas.


- ¿Y las otras Almas? -Le pregunto.


- Las otras almas que no corresponden a este orden caminan por los senderos de su ascensión al Padre en solitario. Son una sola luz que se emanó en su momento y, en solitario, deben volver; pues a su obra de creación sólo se les pide que sea ejecutada por ellos mismos. Las “almas gemelas”, además de crearse a sí mismas, deben crear todo aque-llo que se necesita según la Palabra del Padre es pronunciada; y es, por ello mismo, que su fuerza es muy grande, pero también es más difícil el camino. En ellas, el Amor es dife-rente a lo que el hombre conoce. La fusión de sus mentes abre el canal por el que la ener-gía se expresa. El Astral es algo en lo que la energía construye por sus propio medios, pues los polos de donde la energía se desprende están preparados para ello.


- ¿Y por qué todo esto? -Inquirí.


- No es el Andrógino Primordial el que se aspira a alcanzar en la iniciación de los Guerreros de “A-Mor”, sino al Hombre Absoluto y a la Mujer Absoluta. La mujer, como columna de la izquierda en el Árbol de la Vida, tiene que morir: renunciar a su actual individualidad e independencia, a su libertad, para establecer el equilibrio con el hombre. Debe morir para resucitar. Es la compañera del guerrero, existiendo en su mente y en su espíritu. Solo en el “A-Mor” podrás conquistar el Grial y, para ello la necesitas a “Ella”, porque “Ella” es el Grial.


- ¡Qué es ese “A-Mor” del que hablas? -Quise saber.
 

El Maestro de los Alquimistas no me contestó. Me mostró unos signos en un viejo pergamino. Interpreté que querían representar algo así:


Por un momento, quedé anonadado. Así es que éste es el secreto del Amor, me dije. En la Heptada Martinista habíamos hablado de que la dualidad “masculina” y “femenina” debía reintegrase a sus orígenes. Lo que estaba viendo en el pergamino originaba confusión en mi comprensión. Le pregunté al Maestro de los Alquimistas.

- ¿Qué es, entonces, la Reintegración si no hay que regresar al androginato de los comienzos?


- Lo que intentáis -me respondió- es darle un rostro al alma. El rostro de la “Ella de Él” y el rostro del “Él de Ella” con “A-Mor”, transfigurándolos en personalidades absolutas, totales, alcanzando el “Si-Mismo”. Separados y unidos al mismo tiempo, para siempre en la inmortalidad de una resurrección inventada a través del “A-Mor” de “Él-Ella” y “Ella-Él”. Tu ya sabes que a esto se le llama “El Matrimonio del Cordero” o las “Bodas Místicas”. Pero, esto, es un gran símbolo en cuya investigación muchos perdieron la vida.


Volví a soñar.


Fue un sueño largo y complejo. En él:



Dibujo de Moebius. Obra anteriormente señalada.
<<Mi rostro se refleja en un espejo. Pero mi reflejo era “Ella”. Su frente semeja el disco lunar y una voz me habla desde el otro lado de mi mismo. “Estoy en ti –dice la voz– “Yo soy Tú”. Mi suerte va unida a la tuya. Siempre estaré a tu lado. Únicamente contigo pondré entrar en la “ciudad celeste”. Y cuando hasta allí hayas llegado, descubrirás que te he estado esperando desde la Eternidad para ofrecerte la “Copa” llena hasta los bordes del licor de la Inmortalidad.”
De mi corazón soñado brotaron palabras confusas:
-“Buscaba una Puerta”. –Digo.
- “También yo recorro el sendero que lleva a la “Puerta”. –Dice el rostro de luna reflejado en el espejo. –Pero soy mujer y se que no lo conseguiré por mí misma. Solo en tus sueños podré lograrlo. ¡Y qué gran riesgo, qué gran peligro corro si tú no me recreas, soñándolo para nosotros dos. Si no me resucitas dentro de ti.”
En ese momento “algo” en mí supo. ¡Tantas veces! ¡Tantas veces que ha sucedido esto! Y hubo dolor dentro de mí.
Desde el otro lado del espejo “Ella” me tocó la frente. Quería consolarme.
- “Debe existir pureza en las derrotar que conducen a la victoria”. –Dice su reflejo en el espejo.
Escucho, por algún lugar, la voz del Maestro de los Alquimistas.
- “No es una ilusión ni un sueño. –Dice esa voz.– Si en el más profundo éxtasis no estuviera presente el “Yo”, no habría nadie ahí para saber que hubo éxtasis. No es posible escapar del “Yo”. La salida está en hacerlo Absoluto.”
  
Dibujo de Moebius. Obra anteriormente señalada.
“Es cierto. – Pienso. – Solo una mitad de tu rostro te pertenece. La otra es mía.”>>
Me quedo pensativo dentro de mi sueño: Si “Yo” era “Yo”, y “Ella” era “Yo”, y “Yo” era “Ella” y “Ella” era “Ella”, ¿quié-nes éramos? –Pienso.
El sonido de su voz suena dulce al otro lado del espejo: “Mírame. ¿No ves que la mitad de mi rostro es el tuyo?. Antes del “Yo”, ¿quién eras “”? Cuando el “Yo” no estaba encarnado, ¿dónde estaba? Y "" sin el "Yo" ¿Cómo te sentías? ¿Eras o no persona? Solamente el “Yo” se encarna. El Alma permanece fuera. En cada encarnación tu “Yo Real” se hace más fuerte, y la “persona” más débil. Se debilita…, se pierde en lejanías de espuma, te deja solo para que seas “Yo”. El “Yo Soy Yo”. Pero “alguien” ha quedado esperándote en algún sitio, como al borde una fuente. Aguarda tu regreso. Más, aquello que espera no tiene rostro aún, ni nombre. Sueña con que tu le des uno. Tú tampoco tienes rostro, tú Alma no lo tiene. Porque yo soy el rostro de tu Alma, y tienes primero que darme un rostro y un nombre a mí.”
Dibujo de Moebius. Obra anteriormente señalada.
 Miro a mi “Ella” en el espejo”.
“No tienes que renunciar al “Yo”. –Dice la voz de mi reflejo en el espejo.– El camino es irreversible. Aún cuando lo estés haciendo de regreso, no tocarás jamás el mismo punto. No hay que renunciar al “Yo”, se trata de hacerlo Eterno uniéndolo a la “persona”. Así se hace de ella un “Alma Personalidad”. Al final, no solo te habrás individualizado, sino que le habrás dado un rostro a tu Alma. Esta es tu lucha; una lucha solitaria, sin cuartel. Llevándome en tu mente y en tu corazón, ayudándote y levantándote. Porque soy la “Ella” que un día saliera de ti, proyectándose fuera, arries-gándolo todo, para que puedas “despertarme”. Y, aún cuando triunfes en las duras pruebas de este misterio, no podrás darme un rostro, a mí que soy tu Alma, si no vas conmigo hasta el final, si no me resucitas dentro de ti. Porque eres hombre, libras las batallas como guerrero. Yo lucho como mujer: muriendo como tal para que puedas resucitarme. Tendrás que caminar, caminar hasta el día en que entres en la “ciudad celeste”, donde te aguardo, para cubrirnos con el manto de la “personalidad absoluta”, para escaparnos del “círculo fatal de los retornos”, para ser “Nos”. Solo a través de ti yo tendré Vida Eterna. No importa si un combate se ha perdido. Es danza es fuego. Este mito de “A-Mor” tiene que ser librado sin claudicar, con honor y lealtad, hasta el final, hasta la última derrota. Así habrás vencido.”
Un mantra de batalla suena dentro de mí. Él me acompaña en todas mis batallas desde entonces. Dice así:
La Tierra me alimenta.
Soy fuerte.
Mi paso nunca vacila.
Mi destino es claro.
Y no tiene más importancia para el Universo,
que la hoja en el árbol.
Soy tranquilo.
Comparto la vida.
Soy uno con Ella.
Tengo la fuerza que necesito.
No tengo dueño.
Soy sagrado.
Nadie puede tocarme.
Yo soy mi único Señor.


Miro a mi "Ella" en el espejo:
"¡Es cierto! -Pienso.- Solo una mitad de tu rostro te pertenece. La otra mitad es mía".
 Cuando volví a ver al Maestro de los Alquimistas fue él quien me explicó el significado de esta Gran Guerra, y la razón de que yo hubiera tomado parte en ella guiado por la “memoria de la sangre”.
 

- Esta guerra es algo que ya ha sucedido muchas veces. -Me dice.- Durante infinitas rondas, y se repite Eón tras Eón, sin principio ni fin. Tienes que saber que, en este conflicto, hay un plazo fatal para poder reunir de nuevo los pedazos del Gran Huevo Cosmogónico, pasado el cual, seréis absorbidos por el Gran “Él-Ella” y la Gran “Ella-Él”. Si eso llegara a ocurrir, se habrá desperdiciado la posibilidad de “resurrección”, de conquistar un rostro para el Alma, de alcanzar un Mundo más allá de Dios y de los dioses en un sueño no realizado ni por los más apasionados peregrinos del Alba. No se disponen de un numero ilimitado de oportunidades para hacer resonar vuestra notas en sus más puras vibraciones. Debéis intentarlo todo para beber de la Copa de la Inmortalidad. Tu “Ella” está dispuesta. Pronto aparecerá ante ti. Podrá en tus manos su eternidad y su libertad, cumpliendo con ello el mito de la “inmortalidad femenina”. Cumple tú tam-bién con el mito de la “inmortalidad viril” y, juntos, habréis vencido. Aquel que ha lle-gado al estado humano y no trata de superarlo, es como quien se suicida. Pierde una oportunidad.

El Maestro de los Alquimistas hace una pausa y posa sus ojos en los míos. Entonces se que pronto me dejará para que luche mis combates en solitario. Sin apartar de mí su profunda mirada, retoma la palabra y me explica algo más referente a este misterio.


- El impulso que te lleva a proyectar el “Yo” en la Totalidad, dándole un rostro a tu Alma, no es más que “A-MOR”. Solo el Amor puede hacer que cruces el profundo foso, el puente levadizo, que separa el “Yo” del castillo donde “duerme” tu “Ella”, dando un salto sobre el abismo. Ese salto te provocará una mutación, te hará inmortal.


- Hablas como si tuviera que pasar por una “iniciación”. -Le digo.


- ¡Así es! -Dice.- Una “Iniciación del A-Mor Solar” que ha sido adulterada por la “Religión del amor lunar”. El “A-Mor” sin amor del guerrero, es el Misterio del Grial. El amor del hombre y la mujer no resucitados es la Iglesia de Roma, el cristianismo lunar. Por ello, en vuestro mundo, del poema iniciático se descendió a la novela, a la literatura vulgar y romántica, al sexualismo enfermizo de vuestros días. Cuando de habla de la Religión del “A-Mor” de los trovadores, de los caballeros iniciados del Grial, es necesario intentar descubrir lo que se oculta detrás de esos lenguajes. En aquella época, no se comprendía por “A-Mor” lo que hoy entendemos. La propia palabra “A-Mor” era la clave, era un vocablo “clus” (disfrazado). Amor, leído a revés, es Roma. “A-Mor” indicaba lo que no es Roma ni lo que ella representaba. Amor en clave es “A" (negación) y "Mor” (Muerte), “Sin Muerte”. Es la posibilidad de llegar a ser Inmortal, es el Cristianismo Solar.


- ¿Es por ello que Roma, al destruir a digamos, a Prisciliano, a los Cátaros, a los Templarios, a los Señores del Grial, a todo aquello que tenía un origen solar, destruyó el “A-Mor”? -Le pregunto.


- El amor del que tanto habláis y escribís en las novelas, en la poesía, en los periódicos, en el cine, ese “amor universal” del que hablan las Iglesias, ese “amor a la Humanidad”, nada tiene que ver con este “A-Mor sin amor”, que es una disciplina fría, dura como el hielo, cortante como una espada y que aspira a sobrepasar la condición humana para alcanzar el Reino de los Inmortales. -Me responde.


Una idea se abre en mi mente. Tiene que ver con el símbolo de una Orden Esotérica. Le pregunto:


- Maestro, ¿la “Rosa” en la “Cruz” es el símbolo de esa Totalidad?


- Es el “rostro del Alma”. -Me responde.- Lo horizontal en la cruz es lo “femenino”, es “Ella”; lo vertical en la Cruz es lo “masculino”, es “ÉL”; La “Rosa”, sujeta en su crucero, los une, los junta: es “Él-Ella” y “Ella-Él”. El conjunto es el “rostro” de un nuevo ser. Y si la Cruz gira vertiginosamente en dirección a la “estrella de la mañana”, se transmuta en círculo flamígero, superando para siempre a “Él” y a “Ella”, haciendo de los Tres un Inmortal. Y ahí, inmóviles, dentro del mismo movimiento, unidos en la separación de vuestra individualidad absoluta, os amareis en un “A-Mor sin amor”. Y, cuando esto ocurra, del centro de la Gran Rosa emergerá el “Rostro de la Amada”.


Se ha hecho tarde. Las palabras del Maestro de los Alquimistas son evocadoras de un gran triálogo secreto. El Maestro vuelve a mirarme. ¡Qué mirada!


- No temas. -Me dice aún.- Mantente firme en los viejos sueños para que vuestro mundo no pierda la esperanza. La Vida y la Muerte son dos caras opuestas de una misma moneda; dos caras donde la “razón” no puede entrar. Son estados diferentes de Ser, el anverso y el reverso del espejo. El camino secreto que tu vienes recorriendo, junto con otros muchos, es el Camino del Guerrero del Grial. No es el camino de la mujer, porque lo “femenino” no tiene chacras, no tiene kundalini que despertar. Esto es otro misterio aún no comprendido. "Ella" es el “Mundo de los Chacras” que el Guerrero tiene que recorrer. “Ella” es Kundalini; “Ella” no tiene “alma”. “Ella” es el Alma. Lo “femenino” no tiene Eternidad. “Ella” es la Eternidad. Por ello Roma la condenó.


- ¿Se ha producido, entonces, algún error, en alguna parte?


- Si, se ha producido un error en la interpretación de los significados. El gran error de la mujer, de la Eva que entra en competencia con el hombre, de la Valquiria involucionada en Amazona, imponiendo lo que cree su “poder femenino”, su “matriarcado”, al pretender seguir un “camino”, cuando el Camino es “Ella” misma. Su sacrificio es dejar que el guerrero recorra ese camino que ella es. La Mujer auténtica, Absoluta, se sacrifica voluntariamente, inmolándose para entregar el Alma a su “Él” en la espera, a la vez ansiosa y serena, de que “Él” la “despierte” y la “resucite”. Ya que “Ella” es el Grial, “Ella” es quien entrega la Copa de la Inmortalidad. La Inmortalidad hay que ganarla en el combate inclemente de todas las horas de todos los días de este mundo. Hay que “inventarla”, “recrearla”, contra el poder de Dios, de los dioses y de los hombres. En algún lugar de este Universo, “Ella” te espera. Es la “Ella” destinada para ti desde el principio de las edades. Pronto la encontrarás de nuevo en esta la ronda.


- Maestro, ¿cómo resucitarla?


- Con la Palabra Viviente. -Me contesta.- Todos los seres, desde los dioses a los hombres, tiene un “sonido” que le es propio, un “Nombre Simiente” y una “Nota-Clave”. Descubrirlo es adquirir el poder de la Muerte Voluntaria y la Resurrección. Ese “sonido” y ese “nombre” es el de vuestro “Ser Esencial”. Tendrás que descubrir el verdadero nombre de tu “Ella” si vas a resucitarla. Y también el tuyo. Son los nombres del dios y la diosa a los que daréis un rostro. El “Nombre Simiente” no se elige, no es algo arbitrario. Está lleno de la “Nota-Raíz”. Es un mantra. Se encuentra escrito en el “Libro de las Estrellas”, en el Árbol de la Vida, a la espera de que le deis actualidad. A los iniciados de vuestra Orden se les da su verdadero Nombre cuando se acercan a su último combate. Pronto te darán el tuyo. También tu Nota. Con ellos la resucitarás. Su vibración creadora actúa sobre los centros internos y externos del Universo. Si logras, mientras tanto, alcanzar la “forma astral” de tu “Ella”, que viaja en la Luz, y has des-cubierto su verdadero nombre, estarás en condiciones de revestirla con el manto rojo de la resurrección, que lleva el diamante de la Inmortalidad. Una última cosa: la Resurrección y la Inmortalidad hay que ganarlas en vuestro universo de “luz visible”. Y el “oficiante” mágico de la resurrección en ese “matrimonio místico”, el misterioso pro-vocador del proceso en este lado de las cosas, es “Luz-Bel”, la Estrella de la Mañana. Su luz, en este mundo, es premonición del otro.


- Maestro -le digo- mientras menos te entiendo, más te amo.


- Sí. -Me responde.- Mientras menos me comprendes, más sabio te haces.


Fueron casi sus últimas palabras. No he vuelo a verle. Me dejo solo para que librara mis propios combates. Pero se que no está lejos porque lo siento dentro de mí, lo veo mirar como lucho mis batallas, y siento su tristeza y su alegría cuando salgo derrotado o cuando triunfo.


Un día, cuando estuve preparado, me llevaron ante la “Mesa Redonda”. Sentados en ella hay Doce Caballeros con relucientes armaduras de Luz. Hay también un sitio vacío con el número 13. A la izquierda de este sitio, de pie, se encuentra una dama con una túnica roja. El Rey, que se llamaba “Athanor”, desde su trono, me dice:


- Ese asiento lleva el número de tu estrella. Pero el 13 es un sitio peligroso, porque para poder sentarte ahí tendrás que combatir con un caballero oscuro, igual a ti y si vences, tendrás que regresar aquí con tu dama vestida con la túnica roja de la resurrección. No vuelvas más aquí sin “Ella”.


Mucho después, otro día, encontré al Caballero Negro. Venía de Sirio y traía con él a la Luna Llena. Llevaba el número 13 en su escudo, y a la grupa de su montura llevaba a la “Ella” que era la mitad de mi mismo. El Combate dura ya cerca de tres años, pero presiento que pronto estaré de regreso.



Santa Cruz de Tenerife. Charla dada en la Logia Rosa Cruz “Aborá” de Santa Cruz de Tenerife el 5 del 5 de 1987.


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