lunes, 20 de mayo de 2013

El Guerrero del Grial (1ª Parte)




EL GUERRERO DEL GRIAL

Todo ser humano llega en algún  momento de su vida a esa zona en la que ya no hay respuestas. Esa zona sin respuestas es aquella en la que el sentido que hasta ese momento a tribuíamos a nuestras vidas, se derrumba. Es la zona crepuscular en la que descubrimos que los problemas que habíamos creído resolver se encuentran enraizados en el misterio. Y, llegados a ella, cada cual tiene su peculiar estilo de afrontar esa franja que causa vértigo.
  • Hay quien decide negarse así mismo la experiencia y continuar tal y como lo ha hecho hasta ahora. A quién así actúa, su propia renuncia será un veneno que corroerá sus entrañas.
  • Está aquel que reconoce la zona, pero se empeña en adueñarse de ella sin abandonar su intrincada red de prejuicios que él toma como juicios.
  • Existe también el que, aún estremecido, tiende de algún modo a hacerse digno del Misterio, pero se deja arrebatar por la visión sin la preparación suficiente.
  • Y está el Guerrero que lucha contra el Dragón para así, si lo vence, poder llegar a la otra orilla. (...)


Sin embargo, al llegar a esa otra orilla de la vida, ahí donde, existiendo, parece que no existimos o dejamos de existir, todos, sin excepción, experimentamos algo.
Surge del fondo del lago, del otro lado del espejo, un vago recuerdo. El recuerdo de una orilla anterior, cuando aún no se existía. Orilla que, en apariencia, habíamos olvidado aún antes de rozar esa franja. Y, henos aquí ahora, como Narciso, mirándonos en las transparentes, tranquilas, profundas y negras aguas del lago.
Si tenemos en cuenta que todo mito, antes de ser narración, además de haber podido referirse a alguna realidad, fue revelación, hemos de convenir que Narciso es la epifanía de la imagen de sí, de la importancia de sí. Porque Narciso, antes de ver detrás de su reflejo en la fuente en la que se miraba, no-veía. El no-ver de Narciso es acaso lo que la fábula quiere resaltar. Ver, para Narciso, hubiera significado “nace” al “otro lado”, salir del mundo de la extinción. La imagen que Narciso ve en la superficie del lago, detrás de su propio reflejo superficial, no puede atenuarse ni extinguirse. La imagen que Narciso ve, está más allá de la muerte. No es una imagen cualquiera de sí; si así fuera, no la habría reconocido, ni siquiera se habría fijado en ella.


Eco y Narciso, pintura de John William Waterhouse (1903)
 Narciso ve en el espejo del lago aquello que de sí mismo, sus propios ojos, atrapados por el reflejo superficial, no pueden ver y que él confunde con ese reflejo superficial. Narciso genera, por la imagen, el otro lado de sí. Y en la mediación del espejo o de las aguas, el Si-Mismo se descubre como otro-otro. Y, ambos, quedan amorosamente unificados en la visión. Pero Narciso ha confundido la imagen del fondo con su reflejo en la superficie y, por ello, crea la importancia de sí. El mito de Narciso nos cuenta una historia de amor y resurrección fracasada.
La imagen generada, allá en la profunda oscuridad del fondo del lago, es la de “Ella”. Porque el “Dios-Él”, en la profundidad de nuestro ser, y como señala Miguel Se-rrano, acoge al “Dios-Ella” que viene a su encuentro. Allí, en la sustancia última del alma, donde la “unio” se realiza, se opera el trabajo de la unificación de los contrarios: lo humano y lo divino; el amado y la amada; lo exterior y lo interior; la soror mística y el alquimista; lo femenino con lo masculino… Esta acción unificante de nuestro ser es-cindido, de un “Él” y de una “Ella”, es una acción que corresponde a Eros.
Según Clemente de Alejandría, Cristo habría dicho a María Salomé:

<<Los hombres no verán la verdad, antes de que dos se hayan hecho uno, y del hombre y de la mujer no haya nacido un ser, ni hombre ni mujer.>>
Plotino, en otro contexto, decía:
<<Los amantes que deseen fundirse para hacerse uno, imitan sobre la tierra, la unión divina.>>
Y en el Evangelio de Tomás, de dice:
<<Cuando hayáis hecho de dos uno (…) del varón y de la hembra un solo ser, de modo que el varón no sea varón, ni la hembra, hembra (…) entonces entraréis en el Reino.>>
Estas palabras pueden llamar nuestra atención, pero hay que tener en cuenta que en la cultura occidental, la desacralización de Eros ha dado lugar a experiencias místicas desviadas. En cambio, en otros contextos, por ejemplo en el yoga tántrico, Eros es el sustentáculo de éxtasis. Incluso la vía sufi de la Unidad, aún en experiencias extremas como las de Ibn Arabi, asumen el polo femenino de la divinidad. Por su parte, la Cábala, muy especialmente el “Zohar”, hace de las columnas del templo, una masculina y otra femenina. Y, en la propia tradición hebrea, un rabino célibe, no podía oficiar en el templo de Jerusalén. Porque la unión del hombre con la mujer es el prototipo de la unión nupcial entre el Santo de los Santos y la Shekhinah (la potencia femenina de Dios). Incluso el “Cantar de los cantares” es una proyección de este Eros divino. Por todo ello, tal vez, el Caballero del Grial parte en busca de la copa del “elixir de la inmortalidad” con la presencia en su corazón de una Ella que no le pertenece, porque es de otro, pero a la que rescatará cuando beba de ese elixir y a la que hará vivir para siempre junto a El
No entra en mi deseo hablar de este tema imitando a poetas o soñadores perdidos en románticos ensueños. Tampoco quiero imitar al erudito diciendo que todo es leyenda y literatura; ni siquiera al científico, para quien el amor es simplemente una reacción biológica y química de nuestra naturaleza animal. Ni siquiera al romántico, para el que el amor es cosa del corazón. Prefiero abrir uno de los grandes libros que usan los martinistas (una orden esotérica para el desarrollo de la conciencia), ese que solamente tiene siete páginas y al que llaman el “Libro de la Naturaleza”. Aunque hay otro gran libro llamado el “Libro del Hombre”, que contiene diez páginas, siete de las cuales son las mismas que las del Libro de la Naturaleza. Solo en estas tres páginas de más, se encierra el misterio de lo humano.
 


Ese Libro de la Naturaleza que, inalterable al sarcasmo o al cinismo humano, mantiene perpetuamente la constancia de sus leyes, porque la naturaleza está más allá del tiempo, la cultura, la ciencia o la moral; este libro, nos dice que “Ella”, la Naturaleza emanada de “Binah”, es el matraz, la “copa” sobre la que nada se puede inventar, porque todo ha existido desde el comienzo; y que solo se puede redescubrir aquello que ha existido siempre y que siempre existirá.
Y la mayor de nuestras dudas, no altera ni un ápice el equilibrio de la Naturaleza. Es por ello, que sus Leyes constituyen una sabiduría que se manifiesta en una ciencia estelar llamada “Hermetismo”.
Se nos ha dicho que Dios crea por Amor. Entonces, ¿qué es el Amor?
Al Amor, a esa energía universal que expresa, según las tradiciones, la Voluntad del Padre, los griegos la llamaron EROS: energía vital generadora que es la esencia de la vida; aquella que mantiene la existencia en todo el Universo. Y, este Eros Cósmico es el principio creador universal porque está formado por un elemento masculino y otro femenino.



El Eros Humano, es aquella parte del Eros Cósmico que actúa en nosotros. Por ello, sexo y eros no son la misma cosa.
Eros, en el hombre, es esa fuerza derivada del Amor Universal (sea lo que fuere esto, para nosotros solo representa un símbolo de algo), y que en nosotros se expresa a través de los siguientes niveles:


Este esquema fue dibujado en la pizarra durante la conferencia.
Podríamos hablar de una Espiral de Eros o Espiral del Amor, que asciende conforme va incrementando su frecuencia o vibración y desciende conforme disminuye dicha frecuencia.
Es la base de la espiral se encuentra la gran masa humana que solamente conoce el amor sexual, los que simplemente follan. Un poco más arriba, están aquellos que unen la emoción y el sentimiento a la sexualidad y, por tanto, expresan un amor más elevado. El tercer nivel alberga a los que han logrado una integración sexual, emocional e intelectual. Nivel bastante menos numeroso. El cuarto nivel se refiere a aquellos que prescindiendo, o sin prescindir, de las espirales bases, por innecesarias, integran en la unión el nivel mental (aquí la mente y el alma se encuentran íntimamente relacionadas). Caso bastante raro. Y en el quinto nivel están solo las parejas que han conseguido una integración de este nivel en todos los anteriores. El Amor de una pareja así, es la relación de dos seres cuyos espíritus se manifiestan a través de todas sus envolturas. Este Amor necesita de…, y genera una alta vibración. Podría decirse que es el Eros Cósmico manifestándose en el hombre.
Las parejas que se encuentran en los últimos niveles, expresan el logro más elevado de la unión amorosa, donde hombre y mujer están más allá del tiempo y la distancia, donde ya no se necesita el cuerpo para realizar la unión, pues todo ocurre el nivel de la mente. Y esta unión mental, sobre todo porque la fusión en un solo ser la lleva a cabo un tercer ser creado por la dualidad unificada cuando ésta alcanzó su máxima distancia polar, y donde dicha dualidad se convierte en una Trinidad.
Esta reintegración, como la llaman algunos, permite a la polaridad, entre otras cosas,. el poder de completar su propio intelecto y su propia mente con la visión opuesta. hombre y mujer, separados, solo ven la mitas de la realidad de si mismos. Únicamente al integrarse en la unidad que nace de la Trinidad, consigue completar su visión. Esta unión es una estado de conciencia que produce un fuerte escudo de luz que permite el paso a otra reintegración mayor. Es este el Amor que expresa la visión de Narciso y que el Caballero del Grial lleva en su corazón.
Cada una de estos niveles corresponde a una frecuencia de vibración que mide grados de perfección amorosa. Aunque los niveles no representan rasgos rígidamente delimitados, sino que se confunde unos con otros, solapándose en sus intersecciones, porque simbolizan grados de algo: de vibración y de conciencia.
La Espiral de Eros nos revela el secreto del Amor. Nos explica que todos los tipos de Amor son iguales desde el punto de vista de la energía que los mueve; es decir, que todos poseen una energía única, aunque se muestren en alturas vibracionales dife-rentes. Cualquier amor, incluso ese que llamamos maternal, altruista, cristiano, etc., es básicamente Amor Erótico, ya que Eros (o lo que éste simboliza) es la fuerza motivadora que impulsa al sujeto a crear dentro de cada uno de los planos de la manifestación amorosa.
Eros actuando a nivel sexual, crea forma físicas; Eros actuando a nivel emocional, crea formas astrales; Eros actuando a nivel intelectual, crea formas de pensamiento o ideas; Eros actuando a nivel mental, crea formas mentales; y Eros actuando a nivel espiritual crea formas espirituales. Y cada ser humano, hombre o mujer, usando su parte interna de polaridad contraria, puede crear, individualmente en otros planos que no sean el físico, porque cada uno de ellos lleva incorporado internamente una porción de su contraparte original.
Y es porque Eros crea, por lo que Eros tiene su contrario: Thanatos, la energía-muerte, la energía que destruye, solo para volver a crear nuevas formas. Y lo que te-nemos que entender es que Eros no es el sexo, sino el poder generador del Ser Uno y del Espíritu, y que hace que en el hombre exista sexualidad, fuerza mental, energía espiritual…
Por ello, el secreto del auténtico amor no es la fusión de ambos en uno solo, sino la complementación para formar un tercer sujeto –un andrógino– hijo misterioso, donde la pareja se funde sin perder su individualidad.
Ya sabemos que en el universo todo es doble: masculino-femenino, activo-pasivo, luz-sombra, vida-muerte… Los grandes símbolos de esta dualidad universal los encon-tramos siempre en relación al ser humano, porque dice la Tradición que más allá del hombre nada existe; sentencia que no niega al Ser Supremo o sea lo que fuere a lo que se refiere esa expresión. Así, varón y hembra son solo dos mitades de un entero, opuestamente similares, pero no iguales. Como las Columnas del Templo de Salomón, distintas en apariencia, pero opuestas, aunque constituidas por una sola y la misma esencia. Son las columnas que sostienen un mismo templo. El Hombre
Cuando el Génesis dice que Eva nació de Adán, no se refiere a lo corporal, sino al Alma. En el Árbol de la Vida de los cabalistas, Binah (la Virgen Negra, símbolo de la Naturaleza toda, la Ella de los mitos) nace de Chokmah (el Él complementario), aunque más que nacer emana de él. Aunque ambos hayan sido emanados por el vértice superior de esa Trinidad, Kether (la Corona, el Él-Ella aún no separados).


He tomado este esquema y alguna ideas aquí expuestas del libro de John Baines "La ciencia del Amor".
Podemos imaginar a la mujer (considerada como símbolo de lo femenino) como una Copa, siendo Ella la Copa misma y su contenido el Alma. Como se puede apreciar en el esquema anterior, la Copa tiene tres niveles. El primer nivel corresponde al Alma recibida (aquí hay que considerar que cualquier personalidad solo constituye una parte de un Alma más grande que puede proyectarse a través de distintas personalidades encarnadas); este nivel queda sellado y estanco en la parte baja de la Copa. Por encima de ese nivel, y separado por ese sello o membrana, hay un segundo nivel que queda abierto a la recepción de nuevas energías o fuerzas, aunque todo el receptáculo que constituye la Copa se encuentra protegido por una cubierta o esfera magnética. Algo así como una campo de fuerza que la protege. La Copa, la mujer la Ella  es también el símbolo del útero del alma.
Así que estas nuevas energía que llegar hasta ese útero del alma influyen en la mujer, aunque sin modificar su contenido, y lo hacen aportándole vibraciones fastas y nefastas (sin connotaciones morales). La cubierta protectora del Alma u Ovoide magnético del Alma como lo llama J. Baines (y así aparece reflejado en el esquema), protege la Copa. Y esta cubierta solo se abre cuando algo íntimo de Ella se siente atraído por la fuerza que busca penetrarla y, así, acepta o rechaza dependiendo de su grado de evolución interior, evolución de su conciencia, evolución espiritual, equilibrio psicológico, nivel vibratorio, o como queramos llamarlo. Es por ello que una mujer puede ser virgen a los sesenta años, aunque haya tenido muchas experiencias, o estar pervertida con catorce años. Todo depende de su grado o nivel de vibración alcanzado. Aquí se encierra el secreto de la famosa virginidad de las madre de los avatares que vinieron a este mundo a través de ellas; y es por lo que María –Ella es la Copa, Binah– era virgen.
Cualitativamente, una mujer es aquello que su alma trasunta o proyecta. Y es en este hecho donde se inscribe el misterio del Grial y en el que todos los guerreros fracasan. Porque todo depende de lo el guerrero deposite en esa Copa, de cómo sea fecundada el Alma femenina por el Alma masculina. Es a esto, también, a lo que han llamado Matrimonio del Cordero, las Bodas Místicas o la Conjuntio de los alquimistas.
Más, no es éste el único misterio que encierra el Grial. Existen en él, ocultos, más misterios. Aunque antes de hablar de ellos veamos que es lo que hace. El guerrero que fracasa es Narciso; el guerrero que triunfa es Lancelot del Lago.
Narciso fracasa porque Cupido –una forma de Eros– le castiga por haber despreciado a Eco, ninfa de los bosques, al ser Narciso prendado de sí mismo, insensible al amor de la ninfa. Narciso, al mirarse un día en el lago, se queda fascinado por su propia imagen, que no era sino el reflejo de otra imagen más profunda y cuya materialización era la ninfa Eco. La imagen reflejada en la superficie del lago se burla de Narciso, y cuando éste quiere cogerla, la imagen huye. Narciso no advierte que la imagen que huye es la contraparte de su Alma. Eco, al ver que Narciso estaba atrapado por su propio reflejo superficial, se burla de él y escapa. Narciso no supo ver en lo profundo. Víctima de su vago delirio, languideció hasta morir, mientras Eco se fue marchitando hasta que los dioses, compadecidos, la convirtieron en una roca, aunque su alma no pudo ser curada, al faltarle la contraparte expresada por Narciso. Y, cuenta la leyenda que aún se la escucha gemir por los bosques.
La fuerza del Eros Cósmico le llega a Narciso en forma de Eco. Narciso está ciego y sordo. No tiene ojos para ver ni oídos para escuchar. Por ello, cuando Narciso se mira en el espejo del lago, su ceguera-sordera, le impide ver y oír , allá en la profundidad, un rostro eterno.
Tan grande es la importancia de la imagen de sí que tiene Narciso, que solo puede ver el reflejo de la superficie, lo exterior de sí mismo. Un dragón enormemente bello, imponente, pero dragón al fin. Al no ser escuchado a través de su Eco, el Eros Cósmico le abandona y, así, languidece hasta morir. Al no querer desprenderse de su propia imagen externa, queda preso de ella.
En cambio, Lancelot del Lago, el guerrero que aniquilada su importancia de sí, no queda atrapado por su reflejo en el espejo de las aguas del lago y consigue ver en el fondo lo que esta agua (emociones) oculta. Por ello, Lancelot se convierte en un Caballero del Grial, que llevando en su pecho a su amada, el polo femenino del Rey (Kether), y el Alma (Binah) puede hacerla suya porque él es el Hijo del Rey (Chokmah) que se ha convertido en su propio rey.
Pero para que Lancelot haya podido llegar a ser un guerrero, ha sido necesario que se haya recubierto de cinco atributos: control, disciplina, refrenamiento, habilidad para escoger el momento oportuno e intento. Estos cinco atributos los usa el guerrero para su combate contra el Dragón -nuestra naturaleza inferior, nuestra falsa personalidad-, que se expresa en nosotros a través de algo que se llama importancia de sí. Por ello, el llamado hombre corriente es Narciso.
La importancia de sí no es algo sencillo e ingenuo. Es el núcleo de todo lo que tiene valor en nosotros y, a la vez, el núcleo de toda nuestra ignorancia y oscuridad. Por ello, combatir la importancia de sí, un Narciso cualquiera, no es cuestión de fe, sino de estrategia, es decir, de moralidad, entendiendo esta como impecabilidad o ausencia total de abandono, como diría el brujo yaqui D. Juan.
El guerrero no obedece a ninguno de los imperativos de lo que hacen la generalidad de los hombres, no cae en ninguna de esas seducciones, que son la mayoría de las veces trampas inconscientes, trampas con las mejores intenciones del mundo. El guerrero busca ser impecable ante sí mismo y, a esto, le llama humildad. El guerrero no puede, ni debe, perderse en recriminaciones, no puede malgastar su tiempo en combates mezquinos. Aunque, si ha de saber que si sus semejantes se pierden por mezquindades, es para que él no sea un ser mezquino. No importa lo que otros digan o hagan en su mezquindad, pues, en realidad, nadie hace nada a nadie. Solo lo imaginan. Combates de este género nos hacen disponible. En cambio, no estar disponible es ser impecable. El único modo de evitar las trampas es no hacer como ellos, no librar los combates que nos solicitan para mantener su mundo. El guerrero debe estar convencido de que no puede ayudar a nadie mientras no sea: ni a otro guerrero, ni a otro hombre corriente. Debe aceptar a las gentes tal cual son, sin intentar cambiarlas, sin intervenir en su existencia, pues los designios del Poder estás fuera de su alcance y, toda tentati-va de ayuda no es más que un deseo de hacer a los demás semejantes así mismo.
En esto consiste la libertad del guerrero. Esta libertad nada tiene que ver con la li-bertad de una hoja a merced del viento, que es la libertad del hombre corriente.
Así que, la impecabilidad se establece por el uso de esos cinco atributos.
Son muchos los que preguntan: ¿Por qué se ha de combatir la importancia de sí?
Porque ella nos roba la energía. Esa energía que necesitamos para enfrentarnos al Dragón, a lo desconocido, al misterio. Y esta energía que el guerrero necesita para abrir la cubierta de la Copa y conseguir que el Alma femenina (su propia alma, porque nada ocurre fuera) sea fecundada. El Guerrero libera esa energía, que es el Dragón, la importancia de sí con su impecabilidad. Y la usa para entrar en lo desconocido. El con-trol es el primer paso que han de dar los hombres corrientes para convertirse en guerreros. Cuando dan el segundo paso adquieren disciplina. Control y disciplina les lleva a ser buenos guerreros. Pero esto solo no basta. Un tercer paso les es necesario. Adquirir refrenamiento, es decir, contención, mesura, moderación. El guerrero ha de esperar con paciencia, sin prisa, sin angustia… Esta espera es una sencilla y gozosa retención del pago que tiene que llegar. Esta espera le sirve al guerrero para conseguir toda la infor-mación mientras le golpean. El refrenamiento significa retener en el espíritu, algo que justamente ha de cumplirse.
Control, disciplina y refrenamiento son como la compuerta de un dique, detrás del cual todo está estancado. ¿Qué espera el guerrero para abrir la compuerta?. Espera a estar consciente de sí y espera haber desarrollado la habilidad para escoger el momento oportuno para abrirla. Y es así, como el guerrero se convierte en un hombre de conocimiento y aprende a ver y a oír en la profundidad del lago.
A lo largo de este proceso, el guerrero ha mantenido intacto su último atributo: el Intento. Lo ha mantenido intacto porque lo reserva para su último combate, ya que pertenece a otra esfera. Los cuatro primeros atributos el guerrero los usa en lo conocido; el intento pertenece al lo desconocido, al misterio. El Intento es la facultad de guiar con la voluntad la energía. La energía personalizada que está al servicio de cada individuo, ha de convertirse en fuerza impersonal. Y a esto es a lo que se llama intento, permitiéndole al guerrero conectar con energías de una más alta vibración.
Lo que hace tan difícil acceder a esta impersonalidad es que no estamos dispuestos a dejarnos convencer por nuestra personalidad, de que esto es posible. Por ello, la personalidad tiene que ser convencida por el guerrero que hemos creado en nosotros.
El camino del guerrero es algo extremadamente peligroso, porque representa el lado opuesto de la situación del hombre moderno, quien ha abandonado el Reino de lo desconocido, de lo misterioso y se ha instalado en el reino de lo funcional.
¿Cuándo, entonces, usa el guerrero el intento?
Cuando se mira en el lago y ve y oye, no la imagen reflejada en la clara superfi-cie, sino la otra imagen de sí, que surge del fondo del lago y que tiene forma de Copa, y que es la misma imagen que él guerrero lleva en el fondo de su corazón y que era de otro.
Al usar el intento, el guerrero baja a las profundidades del lago y bebe de esa Copa que proporciona una nueva vida. Y, al hacerlo, también da vida real a la Ella interior haciéndola a Ella y a ÉL, inmortales. Este es el secreto tan celosamente guardado por la Orden de los Caballeros del Grial. Los Caballeros del Santo Sepulcro donde Ella reposa dormida a la espera de que un Caballero del Grial la despierte. En el cuento de la “Bella durmiente…” tenemos una versión más sencilla y popular de esta imagen. Este es también el secreto de Ella:un Eros humano que se transforma en Eros Cósmico.
Voy a interrumpir aquí, un momento, esta charla para que hagamos una meditación. Ella nos permitirá conectar con lo que quiero expresar en la segunda parte de este relato.



MEDITACIÓN

Mientras leen el texto de esta meditación dirigida, también pueden escucharla tal como fue grabada en su día, en algún
lugar del tiempo... 

 

 (Hacer una pausa después de cada párrafo.)

Visualícense sentados en postura de meditación.

Se encuentran en el calvero de un bosque.

Es de noche.

Desde algún lugar lejano, el viento les trae el sonido de doce campanadas.

El lo alto del cielo, por encima de la copa de los árboles, la Luna Llena alumbra el claro donde se encuentran.

La blanca y lechosa luz de la Luna se derrama sobre vuestras cabezas.

Ella, la Luna, es el símbolo de nuestro propio subconsciente, ella no está fuera de nosotros, allá arriba en el cielo, sino dentro de nosotros, en lo profundo de nuestra mente.

En nuestra meditación entramos en su luz. Ahí se encuentra nuestro pasado y, tal vez, nuestro futuro.

Ante nosotros, sobre un “ara” de piedra, yacen nuestra armadura, el escudo, la espada y la lanza.

Nos encontramos “velando” nuestras armas para el combate que tendremos que luchar al amanecer.

No lejos de donde nos encontramos hay un negro y profundo lago donde la Luna riela su reflejo.

Velar” es “despertar”, es mantenernos despiertos, es decir: conscientes; es “ver” en nuestro subconsciente, en la “luz astral”, nuestra historia pasada; es enfrentarse con el pasado para construir el futuro en el presente.

Vemos como nuestro pasado nos retiene y nuestro futuro nos llama. En el presente dormimos.

Pero esta noche hay que “velar”, mantenernos despiertos para que las sombras no roben nuestras “armas”.

(pausa más larga)

Amanece.

Los primeros rayos del sol se filtran entre las ramas de los árboles.

Nos levantamos, y nos ponemos nuestra armadura y empuñamos nuestras armas.

El Sol, como si del ojo de un dragón se tratara, asoma ya rojo por el horizonte.

Nos dirigimos hacia el lago cercano y llegamos a sus orillas.

Ponemos la rodilla izquierda en tierra y nos inclinamos para mirarnos en el espejo de sus aguas.

La superficie del lago está tranquila y límpida y, en sus aguas, contemplamos nuestro propio reflejo.

Lo que vemos nos deja maravillados, cautivados, fascinados. 

Ahí, al otro lado de la superficie del agua, se encuentra lo más hermoso que nunca hallamos podido imaginar.

Su fascinación nos atrapa.

Es el reflejo del más hermoso dragón que hallamos soñado nunca.

Es tal su belleza que nos deja “cautivos” de ella.

Pero, en el fondo del lago, allá en la profunda oscuridad de sus aguas, otro reflejo comienza a tomar forma.

Y un sonido, mejor dicho, el “eco” de un sonido se agita para llamar nuestra atención.

Pero no le prestamos atención.

¡Estamos tan fascinados con nuestro dragón! ¡Es tan hermoso!

El reflejo del fondo del lago va tomando la vaga forma de un rostro, como de un vago recuerdo y el “eco” de su llamada perece hacerse más claro.

¡Pero es tan hermoso nuestro dragón!

¡Cómo abandonarlo por algo que apenas se “ve”, que apenas de “oye”…

¡Qué hermoso es el dragón que somos!

Mientras, el rostro de “Ella” se agita trémulo en la profundidad.

El “eco” de su voz nos llama…

Nuestra mano izquierda sostiene un escudo.

La derecha empuña una lanza.

¡Tienes que matar al dragón! –Se escucha una voz.

¡Tienes que bajar hasta el fondo del lago para rescatarla!

(Dejar una pausa más larga)

Acabas de librar un combate.

¿Has vencido al dragón?

¿Has sido derrotado?

Solamente la conciencia de cada uno sebe cual es el resultado.

Ahora podéis regresar a este lado del espejo, podéis abrir los ojos…, respirar hondo…

(Continuará)



 

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