lunes, 15 de abril de 2013

Experiencias: Latransformación de la Luz



LA TRASFORMACION DE LA LUZ

La luz de la tarde ha formado un remolino a mi alrededor. La siento entrar dentro de mí y siento como me ilumina por dentro, a la vez que mis ojos físicos contemplan sus reflejos violetas y nacarados en el cielo del atardecer. Mi conciencia se detiene ante la visión. Una ráfaga de viento roza mi rostro, pero no es algo distinto a mí mismo, porque el tiempo y el espacio han cedido su ilusorio lugar a la Eternidad.

‑¿Eres tú? -Pregunto con una palabra sin voz.

Si, ya sabes que cada vez que tu conciencia puede detener el tiempo, yo me acerco a ti. ¿De qué quieres que hablemos?
(...)

 Percibo y siento como la Luz, libre de la acción de mi pensamiento fluye con entera libertad por mí; y como ese fluir crea formas; formas que llenan universos. Y todo ello ocurre dentro de mí. También percibo que la Luz es inteligente y me doy cuenta que, cuando mi conciencia se encuentra en ese espacio-tiempo en el que todo es posible, esa Luz toma la forma de mi voluntad.

El Maestro de los Alquimistas, que ve conmigo esta percepción, me pregunta.

¿Y de qué más te has dado cuenta?

‑Si.  -Contesto con esa voz sin sonido que sale del centro de mi cabeza.- Percibo que nuestra visión de las cosas, deformada por cristalizados hábitos de pensar y sentir y, por lo tanto, de conocer, hace que creamos que las formas se refieren sólo a formas físicas; pero no nos damos cuenta que ese mismo pensamiento también es una forma.

La mirada profunda del Maestro de los Alquimistas escruta mi corazón, que tiembla ante el impulso de amor de aquel Ser.

¿Y tú sabes -dice sonriendo-, de qué está hecho un pensamiento?

Mi ser lo sabe. Sabe que un pensamiento es energía, es Luz. Luz a la que la conciencia ha modelado y dado una forma.

Así es –me dice el Maestro de los Alquimistas leyendo mis pensamientos–. El pensamiento es Luz. Cualquier forma es Luz, y la Luz es todo lo que hay, pues no hay otra cosa que no sea Luz. Y esa Luz, y la remodelación de la Luz por la conciencia, es la Creación.

¡Qué sencillo parece todo en la visión de la Luz! ¡Qué simple es percibir como allí, en esa Luz que se derrama de manera continua por mi ser, después de haber entrado por la parte superior de mi cabeza y se haya extendidito por mi interior, ocurre todo.

¡Mira! -Me dice el Maestro de los Alquimistas-. ¡Contempla como la Luz se mueve y se transforma! ¡Entiende lo que eres! ¡Tú no eres un sistema estático! Tú eres un ser dinámico de Luz, un ser que va tomando forma a cada momento, forma que la energía que fluye a través de ti va transformando. Comprende como eres tú quien da forma a la Luz y la cambias con cada uno de tus pensamientos, con cada intención. Contempla como es tu pensamiento y tu intención lo que moldea la Luz que fluye por ti. Advierte como esa Luz entra en ti a cada instante procedente del Universo. Date cuenta como eres tú mismo el que, partiendo de ella, das forma a tu propio universo personal. ¿Percibes como lo haces?

¡Qué claro está todo! ¡Claro que lo percibo! No me cabe la menor duda. Mis sentimientos, aquello que pienso, la forma en que me comporto, el sentimiento que tengo de mí mismo, mi forma de vivir, todo ello, es el reflejo de la forma en que yo remodelo la Luz que fluye por mi interior.

Eso que contemplas -me explica el Maestro de los Alquimistas-, constituyen las formas de pensamiento, de sentimiento y de acción que tú has entregado a la Luz. Ellas reflejan la configuración de tu personalidad, de tu ser de carne y se forman a un nivel más profundo que el de los átomos y las moléculas que estructuran tu organismo.

‑Maestro -le digo ante lo que observo-, ¿qué ocurre si modifico o cambio el punto de vista de mi conciencia?

Al cambiar tu conciencia -sus palabras sin voz son dullces y acariaciadoras-, cambia también la manera en que das forma a la Luz que fluye por ti. Haces esto siemore que te enfrentas a una pauta negativa y, conscientemente, te dejas llevar por la cólera, eludiendo sustituirla por la compasión; o cuando haces frente a la impaciencia y conscientemente eliges comprender las necesidades de los demás. Tu actitud, en cada momento, "crea" diferentes formas de pensamiento, de sentimiento y de acción. Y, de esta manera, tu mismo creas y cambias tus propias experiencias.

‑Maestro, ¿me estás queriendo decir que cada experiencia y cada cambio de experiencia son el reflejo de una intención?

Comprende -su paciencia es infinita ante mi ignorancia-, una intención, lo sepas o no, es el uso que haces de tu voluntad. Si no te gusta la relación que mantienes con alguien, solamente el deseo no cambiará por sí solo la relación. Si tú realmente deseas cambiar la relación, ese cambio comienza con la intención de realizarlo. Así que el cambio depende de la intención que tu tengas.

Rememoro momentos aún no muy lejanos en el tiempo. Circunstancias en las que -ahora lo veo con claridad-, me encontraba en medio de intenciones que se enfrentaban unas a otras en mi propia naturaleza. Ese enfrentamiento no consciente, provocaba indecisión en las respuestas que la vida me demandaba dar a nivel consciente, y esa indecisión me deshacía, me rompía internamente. Ahora comprendo que fue la dinámica de esas intenciones contrapuestas, al actuar por si mismas al margen del control que sobre ellas pudiera ejercer mi conciencia -en aquel momento rota y enfrentada, llena de confusión y angustia-, al quedar libres de mi voluntad consciente, el enfrentamiento se dirimió con el triunfo de la más fuerte. Por suerte para mí, al final del proceso, triunfó la dinámica que más tarde me llevaría a recorrer, con más consciencia, el muevo rumbo que tomana mi vida, es decir, el nuevo rumbo de la  Luz. Aunque, como en aquel momento mi voluntad no había decidido conscientemente a qué intención apoyar, el sufrimiento y la depresión hicieron su aparición en el fragor de la batalla.

Sin embargo, ese sufrimiento, esa desgarradura del alma -nada ocurre en vano y sin motivo-, me llevó a ser más receptivo ante las percepciones nuevas que surgían ante mí; me llevó a responder en una forma más consciente a lo que la vida ponía ante mí, a ser más responsable de mis propias decisiones.




La mirada dulce y amorosa del Maestro de los Alquimistas contempla el fluir de mis pensamientos y, con su asentimiento silencioso, une su amor a mi comprensión.

‑Maestro -le pregunto con un sentimiento de ingenuidad-, si una personalidad, con un conflicto como el que viví, tiene su personalidad dividida, que lucha consigo misma, y en la que sus valores, percepciones y sus conductas no se encuentran integradas..., si no es consciente de todas las partes que la conforman, y eso la lleva a estar atemorizada, a sentir miedo de esos aspectos de sí misma que por su configuración parecen amenazar lo que está buscando, o lo que cree haber conseguido..., si experimenta las circunstancias de su vida como si estas fueran más poderosas que ella misma..., si sus intenciones inconscientes son más fuertes que sus intenciones conscientes..., ¿no tendrá el sentimiento de que a pesar de todos sus esfuerzos, las cosas no funcionan como había pretendido?.

Mira tu propia experiencia pasada -me dice el Maestro de los Alquimistas-, contempla en el fondo del pozo de la depresión en la que te sumergiste. ¿Acaso las cosas no pasaron exactamente como tu habías querido? ¿Acaso no querías seguir el camino de la  realización en la Luz de tu conciencia, camino que te separaba de la intención que te mantenía sujeto a tu concepción de responsabilidad familiar? ¿Acaso -por esa misma concepción-, no querías perpetuar tu situación acogiéndote al sentimiento de otros valores? Ambas cosas eran queridas por ti. Pero como las intenciones eran opuestas en tu visión, entraron en conflicto. Se creó una fuerte turbulencia en el flujo de la Luz que te recorría. Tu no eras consciente de lo que sucedía; no comprendías que eras tu mismo el que dabas forma a la Luz que alimentaba tu conflicto con tus intenciones y, como estas eran opuestas, tú mismo creaste la brecha que te llevó al desgarramiento y casi a la locura. Solamente -siguió diciendo con un gesto de su mano puesta en el corazón-, cuando lograste percibir, en medio de tu turbulencia, el rayo de Luz que entraba en ti y, a su través, aceptaste la ayuda de los que contigo estamos, es que tu intención se unificó y dejó de estar rota. Fue esa intención integrada, esa decisión nueva, nacida de una nueva comprensión, la que creó una nueva realidad para ti y, con ello, se disolvió la forma ilusoria de tu prisión.

‑¿Y siempre hay que pasar por esa oscuridad?

No necesariamente. En ti existían energías desequilibradas que traías en tu alma, procedentes de tu pasado. Tu personalidad estaba fragmentada y, por todo ello era necesario que equilibraras esa energía; necesitabas purificarla, quitarle densidad. Cuando el momento de pasar por esa purificación llegó a ti para que asumieras tu compromiso de reestructurarte como un ser equilibrado, podías haber enfrentado el ejercicio con una correcta, sabia y consciente intención; podías no haber reaccionado emotivamente al aprendizaje que se te ofrecía; podías no haber ofrecido resistencia; podías haber afrontado impersonalmente el trabajo y, con la comprensión de que era tu oportunidad para llegar a ser tu mismo, con plena conciencia de tu tarea, ser tú quien equilibrara esa energía y todo hubiera pasado más suavemente, sin dolor, sin desgarradura, sin el peligro de enloquecer. Pero como cuando en tu destino surgió el momento de seguir otro camino -y de eso no fuiste consciente-, no quisiste soltar tu viejo mundo, ese otro camino que te había llevado hasta el nuevo sin que tú fueras consciente de ello, surgió una tensión en la Luz. La energía dividida en dos mitades se dirigía en direcciones opuestas, pues opuestas eran tus intenciones, y tu te rompiste. Pero tuviste que pasar por esa experiencia, puesta a funcionar en ese momento por ti, para que ella te enseñara. Aprendiste, no sin riesgo, y lo hiciste a través del dolor. Ahora que ya ha pasado todo, ya sabes que cuando una personalidad comienza a hacerse consciente y a integrarse en sus energías equilibradas y purificadas, la Luz que fluye por ella se concentra en un único y claro destello, dispuesta a adquirir la forma que una intención llena de sabiduría quiera darle.

La luz del atardecer sigue arremolinándose a mi alrededor. El tiempo sigue detenido en ese instante en que la Eternidad se ha convertido para mí en el Aula de la Sabiduría. Todo es tan transparente…, la visión tan nítida…, la comprensión -una energía azul destellando a mi alrededor- tan viva... No necesito ningún esfuerzo para entender que decisiones como las de dónde trabajar, con quien compartir la vida o dónde vivir, no son las únicas que tomamos; y, tampoco son las que tienen una mayor influencia en nuestra vida. Constantemente tomamos decisiones bajo la forma que adopta nuestra actitud frente a la gente, frente a nosotros mismos, frente al Universo. Y como nuestras experiencias de cada momento han surgido porque nuestra actitud ha dado forma a la Luz cristalizándolas, es por eso que somos creadores, seres con capacidad para decidir sobre nosotros mismos.

En nosotros está esa sencilla elección que consiste en enfrentarnos a cada situación que nos trae la vida, no en forma emotiva -generalmente negativa-, sino sustituyendo esa emotividad por la comprensión. Y aunque la comprensión no cambia de inmediato la actitud, como ella va unida a un sentimiento, es éste el que lleva la actitud hacia el conocimiento. Y así, con la práctica, se comienza a tomar conscientemente las decisiones de la vida, se toman con responsabilidad y sabiduría -es decir, se reconoce la reacción a las acciones como propia y no se culpa a nadie por ello-, y las actitudes comienzan a ser el reflejo de las intenciones. Finalmente, el proceso de tener que tomar decisiones cada vez más profundas, aquellas que minuto a minuto dan forma a la Luz que fluyen por nosotros, se alinea con aquello que se ha elegido conscientemente, al igual que antes se alineaba con lo que se había elegido inconscientemente.

Y como la Luz es sabia y amorosa, cuando las actitudes son una con la decisión y se alinean con la Luz, es la Luz la que se construye así misma, la que se da forma así misma  a nuestro través porque somos canales de esa Luz.

Con esta última visión, la luz del atardecer comienza a dejar deslizar de nuevo el reflejo del tiempo. Siento que la presencia del Maestro de los Alquimistas se aleja, no sin que antes me lleguen sus últimas palabras sin sonido.

Entiende que cuando tomes tu última decisión, cuando renuncies al uso de tu libre albedrío para seguir tomando decisiones personales y, alineas esa última intención con la realidad Una de la Luz, te liberas y te haces uno con ella. Ese es todo el secreto de la Iluminación. ¡Entiéndelo! -Su voz es cada vez más lejana.- ¡Renuncia y fluye!

Un vacío sin fondo se apodera de mi ante lo que escucho. La persona que yo soy se llena de miedo; pero el fluir del tiempo que comienza de nuevo borra la visión.



Solamente percibo como un rayo de luz que ha entrado por la ventana, sale en ese momento de mi campo de visión, haciendo que ese lugar comience a ser tomado por la sombra. Pero esto ya no tiene importancia. Es tan solo el eterno juego de la luz y la sombra proyectando imágenes mágicas en la sábana blanca del Universo.



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